BIBLIOTECA SOCIOLÓGICA 
LOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS 
DhI. 
MARXISMO 
POR 
M. TUGAN-BARANOWSKY 
Protesor de la Universidad de Petrogrado 
TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN Y PRÓLOGO 
DE 
R. CARANDE THOVAR 
MADRID 
HIJaS DE RE OS, EDITORES 
Cañizares, 3 dupdo. 
4945 - 
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR 
Me proponía haber ampliado mi labor precediendo 
CS P5UPIL)AD D5 IO EISTORLS este libro de una introducción acerca de los problemas 
estudiados por Tugan-Baranowsky en la crítica de Marx que hoy presento en español. Causas diversas han detenido la obra emprendida, ocasionalmente, con este objeto, por lo que no está, todavía, en condiciones de publicidad, y su aparición tiene que ser aplazada. El tiempo que medie, hasta cuando salga á luz, servirá para poner mayores exigencias en el trabajo realizado y completar, en lo posible, las referencias que han de iluatrarle, sobre lo esencial de las controversias sostenidas entre los economistas más ó menos afines á Marx, con motivo del análisis y la crítica de su Sistema. 
No por tener pendiente este proyecto me juzgo dispensado de escribir unas lineas, á modo de prólogo, y lo hago movido: primero, por la conveniencia de juatihicar la elección de este libro, y, además, la de añadir unas breves indicaciones referentes á su autor, y al sentido de su crítica. 
fI5 d, iio, 3 dpdo. 3150510 
VI i’OIILOGO 
PRIILOGO Vil 
Las palabras con que comienza el prólogo (le Tiigan — l3aranosvsky, necesitan entre nosotros algo más, sm duda, que una ateitaaeióii. En ningún otro pitelilo europeo, tal vez, parecerían más ociosos que cii el nueslio. La pobreza de la prodeicciíii cientifica española no puede verse desmentida, naturalmente, cuando se trata de los estadios ecoitónhlcos. No es sorprendente, por lo utisitio, que el nombre de Marx evoque, para muchos lectores espalto - les, narla niño que movinite nl os políticos y orga nicado n proletaria: la litlernacio; ial, á lo sittno. De Marx, cont lilósolo y economista, couio forjador de la ciencia social, sabido es que, en España, apenas se ha escrito (1); sni 
(1) De es trabajos dedicados al siarsismo, cii general, o 5 alguna de sus probleis5s teóricos, pocos pueden c(tarse, suri compra adiendo isdos loS existenies. Merece mención prelereute, por ser rl ósic 1 tratado español dedicado, esclusivatoenle, al exanren miel n,aesisroo co iod,m su amplitud: El social jx,rmo. Fn,sda,ns’nlos del sistema ,,,,mr.risfa. t ‘iilor y trabajo. (Mailrid, 1910), debido al Sr. Pérez Diaz. Es no torno de vastas proporciones, pitorreo de uno obra que no ha contim,uado poblicdndase, hasta la lectia. Su astur ha dedicado un pcrsevcrairte tr,ibaio 
exponer alguna de tas categorias tuirdanieniates ea el proceso de la producción capitalista. Sigue fietmenle, cuso esposición, et urden adnptodo por Marx en El C’apital, sin que haya rebosada, liarla ahora, tas dos prinseras secciones, de las siete que tiene el primer 101110. (Es decir, 139 paginas de las 739 de dicho volumen—Veo la 4.’ edicton alemana.) El astur transcribe algunos capilatos íntegros, sin privarse de añadir, a cunlinuaetóri, iris resumen de tos mismos. Otras veces dcsenvuet ve asuntos que en El Capital aparecen nada más que iniciados. Lss últimos capitulas tos dedica á ubtzoer otgunas conclusiones de lo expuesta. 
EstmsrliOs aresti del sor,ltdo general dci mo rsisroo . puedes citarse: 
un prólogo 5 t.i tr,rrtueeióo española de la .llisaui , 1,’ li filoso iii, dclii. da tos5 31cr,’ (Madrid, 1891), es el soe se atiende, priocipalsieOtc, 5 ls potúrsica cao Proudlmoa, ,isouto del lilrra; dos e ofercalcias del prole- sor D. t°rasctsco Bersis (Carlos .1! sr.v, Madrid, 1912), lis que no súla 
perjuicio de que, más de una vez, se haya proclíiinado, en periódicos y conferencias, como incuestionable, la bancarrota del tnarxismo. Eh cuanto al caudaloso venero de ita\‘e-atigaciones que ha brotado en muchos países, de la po- étnica habida entre marxistas ortodoxos y heterodoxos, rqllí lo Ira alimentado fruto original alguno, como es consigtmicitle, ti, lo que parece previo, hata llegado á ser bien cotiociitos los frtttoo ajenos. 
Sietido así no corre Tngan.-Baranowslcy el riesgo que time, de cansará sus lectores por lo debatido det asunto. 
De los modernos críticos de Marx, es ñste tino de los ints apreciados eta Alemania y fuera de alli por los más co- 
s,imioau prolilernas esenetates del sistema marxista, sino lan,bión la lii nr de sos ceiticos rids aulorizados; y, por óttimo, rl libro det profesor D. Adolfo Posada, Socialismo y reforma social (Madrid, 1901), contiene una serie de estudias breves dedicados ú anatizar algunas conceptos fondamci,tales del marxismo; aconipoñadus de nuoserusas notos trilrliograticas. 
Sobre ano cte lss problenias rapitates del marxismo: a interpretacisi,s ecasaoiica de tu historia, publicó el misnsu Sr. l’osaita, en 1098, un estadio preliminar en la iraducctbn española del libro de Setigman, muy docusrentada lambida. Algunos años anies, en 1905, et profesor D. Fótipe Sincliez Rsmán teyú un discarso sobre El materialismo histórico cmi re/ación con algunas de tas principales instituciones cintiles del d4’- racho ;,rivado, al ingresar en ta Academia de Ciencias Morales y Pottticas; en ta róptica hizo el Sr. Azcdrale algunas breves consideraciones, de interés, sobre la titstaria de la cuneepeióu n,alerialisia. No recuerdo alio- ea oiugón Irabajo más que estudie el marxismo rosas principios fundamentales y leóricas. Al estudiar of ros auiores el socialismo, eh stndie.iturno y ti llamada cueslión social, citan á Marx y hiabtao del socialismo ciestilico, del colectivismo, etc,, desde un punto de atila que noei el de esta obra, tiar toque se prescinde de cilarlos aqoi. 
No es esta ocasión oportaua de )uzgar los lrabaios enumerados, li.ibmia ea siso nata esparto para rIto, pero, para terminar ésta, he aqoi nos lista de las traducciones españolas exiltenies, de las abras leorican 
PRÓLOGO 
Viti 
PROLOGO 
nocidos economistas, sin distinción de escuelas Kautsky, el más autorizado intérprete de Marx, juzga que es Tugatt de los que más hondo han penetrado en estos problemas, y que su nombre se cuenta entre los que batí aportado algo positivo á la ciencia (1). 
Tugata-Baranowsky es profesor en la l niversidad de Petrogrado, y muy ventajosamente reputado en Alem,snia desde 1900, fecha en que publicó en alemán, á la vez que en ruso, uit notable estudio sobre las crisis coinerciales en Inglaterra (2). Ya entonces, partiendo de principios marxistas, llega á soluciones propias que le separan bastante del maestro. 
Aunque parezca extrai’io, dado lo abundante de la It— teratura marxista (3), es dificil encontrar una obra que, 
de Marx: De El Capital. aanque úniea,n ente del primer torno, hay tres. La más antigua, debida á O. Pablo Correa y Zatriíla (Madrid, 1886), está mutilada, te falta el cap. XIII, íntegro. Hay una rompida, ta única recomendable, del ilustrado social jsta argentino Juan 13. Justo (Madrid, 1898), y, por último, otra del famoso compendio de Destile, trecha por T. Alvarez (Madrid, Sempere); La Crítica de la Economía política. traducida por Bariiet (Barcelona, Granada); La Miseria de la filosofía, traducida por José Mesa, con ana breve carta de Engels (Madrid, 189t); del Ma,uifirsfo (‘omonista, colee otras. una moderna (Madrid, 1906), de 16. Garcla Ororaechea, precedida de la introducción que puso Andter 8 la traducción francesa. llay también traducciones del traba(o publicadO bajo el titulo: Precios, salarios y gariancios. y de tos arttculos sobre la revolución de 1848, lilatados, en español: Revotucij,u y contrarreraotocuán. por A. la,amtrez Tomó (Madrid. t903). 
(1) Nene Zeil; XX, 2, pág. 87. 
(2) Sterdies zar Thcorie ové Qeschiçht,’ der ¡fandelscrise,u ja England. Esta obra tsé tradocida ioorcdiatarocote at iogtés, y, tiace moy poca licmpo, se ha pubticado taintódo en Francia. 
(3) Werner Soiabart babta de 300 escritos solete htarx y ofrece una colección cronológica de elba co su .4rchic’ lic Sozialc.issenscliafí osé Sooiotpolitik (torno XXI). t’oslerioro,cole, 16. Slichets, en el mismo Ar dentr 
de tan reducido espacio, contenga un estudio tan inteligible de lodo el sistema, como la presente. 
La gran extensióti del excelente libro de Hnmmaciter (1) dtftculla la empresa de su versión, y, más aún, la tic su pttblicación eti nuestra lengua. Obras como ésta encuentran pocos lectores, cuando no han sido precediitas de algttnas que hayan presentadó el tema, facilitando si comprensión, 3’ ampliando así el circulo de los interesados en los problemas teóricos que investigan. Comise— gitido coto, su elección seria indiscutible. De las demás que utiettden, juntantente, á las doctrinos filosóficas y econótsiicas de Carlos Marx, como la de Wenckstern (2). Masaryk (3) y Biermann (4), ninguna ofrece, con tanta claridad como la de Tugan, una visión de conjunto de los problemas fundamentales; aunque no puede olvidarse cine, en algún momento, su crítica y su exposición, indebidamente unificadas, llegan á alterar el sentido de una interpteta— chivo (lomo XXVI), completa la serie con tu bibliografía marxista italiana. Teniendo presente qne lo más intensa de la crilicn del marxtsrno comienza despuós del año 1894. en el que terminó Engels tu publicación de El Capital, 6. aún más tarde, en 1899, cuando Bernslein, cnn sus Voraussetzungen den Sozialismas, inicia la polémica revisinnisla, y que la serie de Sombari, además de no ser completo, lieqe más de octio años de antigaedad, se comprenderá lo considerable de la producción cientifica dedicada á Marx, la que ha formado, sin dada, el punta ceo- leal de las polémicas teórico-económicas de nuestros días. 
(1) Die plmitosopltischokonomisclme Sislem des Mar.’ciamus, Leipzig, 1910. 
(2) Marx, Leipzig, 1896. 
(3) Dic philosopñisçlic,m mrd soziotogiscllen Grondlugers des ¡llarrism,as, 1859. De esta obra, que eslá traducida nl francis, hay una critico en la versión eupañala del libro de Labrisla: Del ,nateriatismo lijo tinco, Sempere, Madrid. 
(1) Di Wcltanschahsng des Marxismos, 1905. 
mx 
isói 060 
PRÓLOGO xi 
ción auténtica, ó it prescindir de extreiiios esenciales, y esto explica los juicios severos formulados por algunos marxistas al criticar este libro. 
Comienza con nu estudio de la coiicepción niaterialista de la historia que absorbe niós de la mitad de la obra. En primer lugar presenta uii detenido aiialisis de los factores sociales que, cii dislinia medida inlorinami el curso de la historia. Sin abandonar la concepción causa- lista, considera decreciente la importancia del imioniento econónnco inconsciente en la determnimmaciiíu del proceso histórico, llegando it descubrim, it lo largo del umisnio, una emancIpación del hombi e frente mi las fuerzas economnicas como conquista del progreso, especialmente, cii cuanlo se expresa cii el aumento ile la productividad mIel trabajo, al nusnio tiempo que “la evolución social su aumentando el valor de los intereses económicos, como motivo consciente de tas acciones humanas,,. En esta doble relación desintegra Tugan, la influencia de la economnia en la tustoria. El estudio de cada uno de los factores que aporta y sus numerosas referencias doctrinales y de observación, son de gran interés; sin embargo, su mayor mérito resi de, tal vez, en la fijación del concepto de fuerza producuva, dificil de hallar de un modo preciso en los escritos de Marx, de Engels, ni de otros autores que han estudiado el problema. (Hainmacher lis rectificado este con— cepto) 
Su crítica de la interpretacióit materialista de la historia no ataca la posición que han defendido los Inarxistas niás signiticados. Como dice Bernsteiii, toda la discusióu de léautsky con los revisionistas gira sobre el 
sentido que ha de darse it la palabra determinismo empleada por tinos y otros. Sin pretender separaren del espíritu que informa la interpretación marxista, aceptándola plenamente, escribe el mismo Berustein: “El maicrialisimio filosófico ó naturalista es determinista; la iuterprelaciómm materialista de la historia no lo es, ella no atribuye it la base económica de la vida de loa pueblos una influencia incondicionada y determinante de su estructura. (1), y, después, añade: “La interpretación eco— nónmica de la historia no pretende decir que sólo deben ser reconocidas fuerzas económicas ó motivos económicos, sino, únicamente, que la economia forma la fuerza siempre decisiva de la historia, el eje de sus grandes movimientos. Las palabras interpretación materialista de la historia detienen todas las malas inteligencias que, en general, ha despertado el concepto del materialismo. (2). Ya se ve lo lejos que están estas conclusiones de las que Tugan defiende. 
Cuando del revisionismo ha partido el reconocimiento de que en ningún momento desconocieron Marx ni Engels la tnfluencia de factores no económicos en el curso de la historia, sino que siempre los tuvieron presentes, y que tau sólo se trata de medir el alcance que lis de atribuirse á las fuerzas ideológicas en la evolución de la historia, sorprende que Tugan, buen conocedor de Marx, pueda aceptar la cenaura fácil de los que afirman que Marx y Engels han partido de una concepción muy 
t) Vora,issetzungen des Secialismus, ptg. 14. 
(2) tmtcni. íd.. pmtg. 7. 
xu PRÓLOGO 
PRÓLOGO Xiii 
baja de la naturaleza humana y que “ignoraron, si no negaron, los más elevados impulsos de nuestras acciones,,. Censura doblemente injustificada si se tiene presente que Tugan sostiene que de la concepción materialista de la historia podría hacerse, sin dificultad, mediante su reconstrucción, una doctrina científica muy utilizable, y toda la modificación propuesta se reduce it ampliar el concepto de economía hasta comprender en ól todo trabajo liumano dirigido it vencer la resistencia de la naturaleza exterior; reforma, por otra parte, bien ociosa, puesto que Marx, como Tugan reconoce, ya habia elaborado este 
concepto (1). - 
Así corno Tugan acepla, con las reservas indicadas, l& interpretación económica de la historia, rechaza en cambio, terminantemente, la teoría del valor-trabajo de Marx como equivocada, y la de la plus-valia corno insuficiente para explicar la explotación capitalista. En cuanto ifa teoría del valor—trabaj o, que él llama absoluta —por entender que Marx acepta ese único elemento corno Constitutivo del trabajo y diferenciarla así de la relativa de Ricárdo—, la abandona, cediendo su puesto it la teoeia de la utilidad-lImite. Tugan considera ésta corno una de las conquistas definitivas de la ciencia económica é inconciliable con la teoría marxista del valor. En afirmar eata incompatibilidad coincide con Kautsky defensor, en toda su pureza, del criterio marxista. 
Para Bernstein, cuya posición frente al problema acredita su sagacidad y también su espirilu ecléctico, no 
(1) Váase Vorlduder, Kant una ,4farx, 1911. 
existe semejante incompatibilidad, sino que ambas teorías corresponden it distintos factores en la determiuación del valor; factores que, ni se excluyen, ni pueden ser confundidos: los costos y la utilidad; lo que podria llamarse la materia, ó contenido del valor, trabajo acumulado, según la terminología marxista, y la forma, ó sea la utilidad (valor en uso), segundo factor, que se determina en el mercado. Pero donde reside lo más personal de Bernstein es, seguramente, en proclamar que Marx “ha incluido siempre, reaueltamente, en el concepto del tiempo de trabajo social necesario, determinante del valor, el momnento de la necesidad (Bedarfsmoment). (1); y, únicamente, atendiendo á que esta relación permanece siempre indeterminada en la naturaleza de las mercancías, trace Marx abstracción de ella, en su determinación del valor como la suma de trabajo social necesario de que la sociedad dispone; pero en ningún caso desconoce aqueIfa relación. 
En lo que Tugan y Bernatein concuerdan es en discutir á la leona del valor el carácter de imprescindible para demostrar la explotación capitalista, que otroa marxistas le reconocen, Tugan, llegando mucho más lejos que Bernstein, afirma que la teorfa de la plus-valls es superflua como base explicativa de la explotación capitalista. De aquélla no acepta más que su contenido social; no su fundamentación económica. La ley de la plus-valía no explica por quésu totalidad cae en manos de los capita (1 Sa artteulo Arbettswent uder Nutzwert? (Zar Theorie und Cieschiclrte des Seeiatismss, Teti Iltí, que ratifiea y amplia las csnelasisres de las Voraussetzusgcn, es del ssayor ¡Hieres. 
XIV PRÚL060 
listas. Marx mismo, dice Tugan. tiene que explicar este fenómeno en otra sección de El Capital, al tratar del proceso de la acumulación; y es que la distribución de la riqueza no está en relación de dependencia con ninguna leona del valor. Este es el punto de partida de uno de sus trabajos más recientes, donde pretende fijar la base social del provecho y del salario, distanciándose en igual medida de la escuela psicológica y de la marxista, respectivamente, en cada problema. Su estudio (1), ha sido muy en- lirado por los marxistas; principalmente, por prescindir del valor como factor determinante de la distribución (2). Precisamente, de lo inadecuado de la teoria del valor como clave de la economta capitalista parte Tugais cuando niega al marxismo el carácter de socialismo científico y defiende, cli su lugar, las anteriores concepciones socialistas llamadas utópicas (3). 
En la sección tercera y última de su libro, Tugan examina la teoría de la descomposición del capitalismo, y apoyándose en su propia teoría de las crisis, presenta puntos de vista señaladamente personales. Por lo pronto rechaza la concepción generalmente aceptada por los economiatas, sin distinción de escuelas, de la necesaria co rrespondencia entre la producción y el consumo de la riqueza, y dentro de ella, particularmente. la doctriiaa de la falta de salida para los productos capitalislas—incensante 
(1) Saa/aie [heceS’ d’ Veeteiioog, Bcrtn, 191 d. 
(2) Sirva de c(emiipto Ii de ttrrci,ariri, Ei,:e Ohonornie o/Irle lVen. Dic Neoe Zvit. (XXXII, Bil , 1). 
(31 Sobre et psrttco(.ir: La evo!acloR /ijsiórica dei ,oviaiismo rnader,,o, del nusros aoior, pendiente de traduccids ca,ietlan4. 
PRÓl_ono xv 
y anárquicamente lanzados al mercado—, doctrina que, como es sabido, representan no solauiente los marxistas. 
Timgan piensa que aquella correlación no es esencial 
(rara el capitalismo por ser éste un sistema económico antagónico, es decir, un sistema en el cual el sujeto económico—capitalista-—-, no coincide con el trabajador, y posee la fuerza de hacer de éste un simple medio económico. En su consecuencia, su objetivo, el destino de nss proetucfos, no es el consumo, sino la producción misma. Y, siendo así, no puede darae el anunciado conflicto por la filfa de mercado. El capitalismo obtiene, ante todo, medios de producción, y como el incremento de la producción no tiene otro limite que el de las fuerzas 
1roduetivas, aún decreciendo el consumo social, puede aumentar la demanda social de mercancías, por muy ex— iralto que esto parezca. El hecho se explica porque la misma marcha ascendente de la producción capitalista crea un increado de medios productivos—material de ulteriores elaboraciones—, como ocurre con las industrias del hierro y del acero; todo á expensas de uiaa reduccióis de los productos dedicados al consumo, y de este modo todo riesgo de una superproducción resulta imaginario. La producción capitalista se crea un mercado propio —increado de productores—, el consumo no es más que uno de sus momentos y la acumulación capitalista, con independencia de las formas actuales del beneficio y del convminio, puede prolongarse hasta el infinito; el riesgo de una superproducción sólo puede aparecer como una rito— rilen tdrzea falta de proporcionalidad en las inversiones de capital puestas en curso. Este es, trazado á grandes ras- 
XVI PROLOGO 
PRÓLOGO XVII 
gos, el proceso que sigue y el porvenir libre de toda inquietud que, según Tegan, se presenta á la producción capitalista. 
Muchos de los elementos de que Tugan se sirve son puramente marxistas; personal es, en cambio, el empleo que hace de ellos, y, consiguientemente, las conclusio nes que obtiene. El incremento del capital constante (máclrms, medios de producción, etc.), á costa del variable salarios), es una expresión capitalista de la crecienli productividad del trabajo, tenómeno que se daria aún cii mayor escala, dentro de un orden socialista—armónico, según la terminologia de Tugan—descarlados allí sus presentes conflictos. Es una ley, la del constante desceaso de los medios de consumo, establecida por Marx como esencial, aunque á Tugan corresponde haberla Ile vado á extremos paradójicos. En Cuanto á la proporcionalidad que se da en los esquemas marxistas de la reproducción ampliada, presentados por Tngan, llega á tener lugar en un caso posible y único, según Kaulsky; pero Tugan cifra en dicha proporcionalidad la ley inmanente de la evolución capitalista. Mal se aviene, desde luego, esa normal proporcionalidad, que Tugan soatiene, con la aparición histórica de crisis de superproduccián que siguen in4efectiblemente á todo periodo de prosperidad industrial en los paises en que impera la gran industria; fenómeno que no ha llegado á eliminarse con la expansión del mercado capitalista en paises económicamente inferiores. Además, este mismo hecho, el haber inteusiticado las industrias capitalistas la elaboración de medios de producción, que se exportan á otroa paises, en lugar de 
los articuloa de consumo, sólo muestra que la órbits del capitalismo se ha ampliado, y que muchos de estos paises, aisles tributarios, producen hoy ya lo necesario para su consumo, y pronto su misma industria producirá los materiales que hoy compra y se irán cerrando sai Otros lautos mercados, haciéndose cada vez más dificil la realización del capital acumulado. De la confrontación de sus esquemas con la realidad, prescinde Tugan. 
De cate modo, aceptando como ilimnitado el proceso de acumulación del capital, desecha el supuesto de que el fin del capitalismo pueda estar determinado por motivos econónsicos. La economia capitaliata no lleva consigo elemento alguno que en un momento haga su vida imposible,, (pág. 258). Contra lo que pudiera pensarse no es esto profetizar para el capitalismo una vida ilimitada; más aún, el orden económico socialists tiene que sucederle necesariamente. Esta necesidad fatal la descubre Tugan iucra del Inundo de la economia; reside, en el antagonia— mo del orden económico reinante con concepciones juridico-mnorales cada dta más extendidas. Tugsn intenta dar una fundamentación ética al socialismo, empresa en que le acompañan prestigiosos socialistas que no han renunciado por eso al marxismo (1). 
La necesidad imperiosa de que el capitalismo termine nace de la contradicción del principio fundamental capitalista, que hace del hombre un simple medio económico, 
(t) Sabre el asunto vtase, en el ltbro ctlads de Vurhinder, abundante bililiogralta. 
xvsl pRoloGo 
515010130 xlrl 
con la norma ética fundamental, según la cual, el hombre, como sér de razón, es siempre fin en si (Kant). 
Lo que no puede, seguramente, proclamarse, es el un tagonisino de esta norma con la doctrina de Marx. Aun cundo en los escritos (le Marx no llegue á formiilarse una cisne utación del aoci 1 ismo sobre xi (ci lOS éticos— pues su labor fui é por u u y (1 verso camino, se encueuu Iran en ellos pasajes que revelan su visión del pro blenna en términos clurísimos: La transforinacián del obrero en una bestia de trabajo es un método para precipitar la propia realización del capital: la producción de plus-valía; y íisunanizar al trabajador en el proceso de la producción es un derroche, siii fin y sin sentido,, dice en El capital—tomo III, pág. 61—. Algo más adelante: que ‘la producción capitalista, mucho más (luz ninguna otra, es una disipadora de hombres y de trabajo viviente; disipadora, no sólo de carne y de sangre, sino de nervios y cerebro. —tomo III, pág. 63—. Sobre tales afirmaciones, es aventurado asegurar que Marx haya juzgado demnasiudo favorablemente al capitalismo (1). 
Hay ulla serie de postulados éticos de los que no se puede prescindir al fundamentar el socialismo como aspiración ideal á un orden social más justo, ellos preparan su implantación, que sólo se realizará mediante conuiicio lle 
ecommómicas que determinen la desaparición del capitalismo. 
Y aquí termino, pues sólo me propuse con estas indicaciones, seitalar, por el sentido de este libro, principaluuremute, la peculiar posición de Tugan lrcrit al marxismo. coniparámidola con la propia de los marxistas puros y los revisiOllistas. Sólo me resta expresar mi gratitud al autor por las facilidades que ha dado. para la traducción, y mis deseos de que éta sea de utilidad para los lectores espafuoles. 
Madmi,t, Noviembre 5911. 
R. CARANDF. TIIOVAR. 
(1) í’asaies ciiadss par ‘oririsder: K,u,rt un,! .iJ,urc. tjru fibra de as marsisua, caasag,ado, es gr.ra parie, al prat vis,, de fa recasniuaccióa del suarsissua sabre u !hc 1 d’ ¡Crin . CC .11(1? uluijSr/ e Í-uob/e,r,,’, Sunnllgarn, Isla. Sri arruar, 51ra AnIfer, cor,sintLra CSij iCC aisinnrcLijnn 50 sóla pasible, sirIo orensana. 
PRÓIOGO 
La aparición de un nuevo libro consagrado la crítica del marxismo necesita tal vez una justificación. El público está al parecer causado de la lucha constante entablada entre “ortodoxos, y “revisionistasfl, en la que también han tornado viva paste varios economistas “burgueses,,. Con todo, la crítica del marxismo no puede terminar inientras esta contienda no quede definitivamente resuelta, porque no en vano está el marxismo en el punto Céntrico de las actuales investigcionea, gracias á su enorme trascendencia como doctrina cientifica y como movimiento social. Esto explica por qué “la literatura de polémica de nuestra época es por antonomasia la marxista,, como recienteinente dijo un teórico distinguido y vehemente enemigo de la misma. 
El presente escrilo persigue no sólo fines de polémica, que si en él se hace la Crítica de las doctrinas de Marx, es intentando poner, junto á la negativa, crítica positiva tsmbin y aspirando á valorar y desarrollar lo sano y exacto del marxismo. Adopté esta actitud en presencia de las écoriss críticas existentes, por lo mismo que quería servir ú las grandes y nobles causas que el mismo Marx tan bien 
2 PRóLOGO 
ha defendido. Mis ataques polémicos no loe dirijo á Marx 
como socialista; por el contrario, cnaodo me pronuncio 
contra la fundamentación marxista del socialismo, ce sólo 
cori la intención de cooperar á una fundamentación óct 
socialismo mejor y más adecuada al moderno estado cte la 
ciencia. 
La selección que hago de las doctrinas de Marx, me 
trié dictada por Is siguiente consideración: en el sistema 
marxista, en tanto qae no ce an sisiema de politice social, 
hay que distinguir la leona abstracta, social y eeominuca, 
de la investigación histórica y de las tendencias 
ceolativas del capitalismo. Lo mismo Ira de decirse de la 
critiea; la de la parte abstracta del sistenma puede luirdanienlarse 
en consideraciones generales econónueas y SECCION PRIMERA sociológicas, nuentras qee el jaicio de tas eouslreceiones 
históricas de Marx, es inseparable de Oria investi— CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA gaemon de la historia concrela del capitalismo. En este 
esedto se trata solamente de lo primero: de la parte general 
del marxismo. 
EL AUTOR. 
5,,iin 3 Nov,cms,e 1354 
CAPÍTULO FRIMERO 
LAS IDEAS FUNDAMENTALES DE lA CONCEPCIÓN 
MATERIALISTA DE LA HISTORIA 
• lrrorrirla rl, la fracrco productiva Distinción entre tau coatepeioncs coatertaliela O rdoalicta de la Icistoria—Faereas idaolbgrcas.—Cirnela.—Coccdicionca materralaa dci d arrollo ccciii. II. Factor ca rcalce dr la ccaaemca como ficcrcao pror! ,cct cta topado cecial y material de Iaaoorornla — Prodaecibcs y canicie. — Oialcicoorbr.— Pasea ec,rlccral:a de lo eeonamla.—f•a raza coma potencia cenndmiaa III. Ladcrlrc ‘la de lic locha declaren: La clase ro larnoción y clase raartlroida. El tondamenla lela apoalolda derlasnc.—Cnnoierela 5 mmmccc de cIesa—Lacha de clases. 
La concepción materialista de la hiatoria pertenece á aquellas construcciones cientificae cuyo juicio óebe colusnzar con la fijación óe su contenido. Ninguna otra explicación filoeótica óe la historia ha obtenido nos literatura critica más extensa, ni ha motivado mayores equivocaciones. Cada expositor ó cada critico ha dado so peculiar explicación de la célebre teoria, lo que es en parte dehióo á los defectos óe forma en qne incurrieron Marx y Engels coidánóoae poco de dar nna formulación precisa á sus ideas. Así se explica que loa criticos se vean precisados á bnecar, de cuenta propia, una mayor precisión que sirva de base tirme á su trabajo. 
EL MAJ1X1SMO 
EL MARXISMO 
Conocida es la importancia que el concepto de las tuerzas productivas tiene en la filosofía de la liisloria de Marx. La evolución social toda, con su couuiplieación iii- finita, descansa, según él, es el desarrollo de las fuerzas productivas ó mejor, como Marx repite, de las fuerzas productivas materiales. Pero no encontramos cii sus escritos—cofliO tampoco en los de Engels una definiciún exacta de este concepto; ni se puede siquiera discutir que Marx haya usado este término cii diversas y aun contradictorias acepciones. A veces comprende entre las fuerzas productivas los medios de producción y circulación, en otras ocasiones algo Inés indeterminadoy amplio. Ast,leemas en su escrito contra Proudluon que “de todos los instrumentos de producción, la mayor fuerza productiva es tui misma clase revolucionaria (1). Evidcnieintite llama el autor aqui fuerza productiva á todo aquello que favorece á la producción social; sólo en este senlido puede dcsignar como fuerza productiva á una de las clases de la sociedad. En este mismo sentido habla Marx á menudo de ‘la tuerza productiva del trabajo,, como equivalente á la productividad del mismo, 
Pero dilatado de tal modo el concepto de fuerza productiva, desaparece toda diferencia entre la concepción materialista de Marx y tas donsinantes explicaciones “ideológicas, ó idealistas de la historia. En este sentido, ¿á qué no puede llamarse tuerta productiva? Religión, 
moral, ciencia, constitución política, derecho, etc., ejercen una influencia indiscutible sobre la producctón social y son, por lo mismo, otras tantas fuerzas productivas. Si llamamos fuerzan productivas á los mismo grupos sociales, se convierte al materialismo histórico en una niera tautología, en la inocente afirmación de que la evolución social está determinada por la de los grupos sociales. 
Ciertamente que Marx quiso decir otra cosa cuando en su escrito contra Proudhon, estampó la siguiente frase: 
Con la adquisición de nuevas fuerzas productivas transforman los Isombres su manera de producir, y con esta variación en el modo de procurarse el sustento, cambian todas sus relaciones sociales. (1). Cometeríamos el mayor de los errores si quisiéramos dar al pensamiento de Marx tal significación, ó que la adquisición de nuevos conocinsientos, el progreso de la ciencia, formase el momento culminante de la evolución histórica. Con esto quedaría corlado todo el sentido del materialismo histórico, y la peculiar teoría marxista de la evolución social, convertida en su contraria, en la usual interpretación “ideológica de la historia,,.— AI cerebro—dice Engels—, á la evolución y actividad del entendimiento, se atribuyeron todos los méritos de una civilización progresiva; los hombres se acostumbraron con ello á explicar su vida por su pensamiento, en vez de hacerlo por sus necesidades—las que cierlamente en el cerebro llegan á hacerse conscientes—, y asi nació con el tiempo aquella concepción idealista que, desde el ocaso del mundo antiguo, ha 
ft ?utarx, Ls unisc,ia ile Li ji/ssuijl,i, trg. t LS. 
(1) Ol,ra cli,idu,, pag, 96. 
EL MAOXISMO 
EL MARXISMO 9 
sido dominante (1). En el prólogo de su Crítica de la Economia Política,,, ha formulado Marx la idea fundamental de su filosofía de la historia, con sus conocidas palabras: UNO es la conciencia del hombre lo que determina su sér, 51110, por el contrario, su sér social lo que determina su conciencia,,. 
¿Qué otra cosa sino una mala inteligencia significa la afirmación del más saliente representante del moderno niarxisnso, Carlos Kautsky, cuando dice: “el estado actual de las matemáticas pertenece tanto á las condiciones económicas de nuestra sociedad, como el de la técnica lic cáitica ó el del comercio mundial. (2). Con las mateiná ficas cuenta Kautsky la química y, sobre todo, la ciencia natural, entre las tuerzas económicas, por la sencilla razón de que tanto una como otra influyen en la ecoilomia. Con la misma justicia podría considerar al Derecho y también al Estado, y, en general, á todas las ideologías como “condiciones económicas de la sociedad existente por ser indiscutible la poderosa influencia que todas ellas ejercen sobre la economía,,. Y de este modo se consigue, como ya liemos dicho, suprimir toda distinción entre las concepciones materialista é idealista de la historia. 
El mismo Marx parece que no estaba libre de tales rectiiicaciones.”La Sagrada Familiadescansa ya en su nueva lilosofia de la historia,y, sin embargo, en este estudio encuéntrase el siguiente pasaje: “é0 cree la crítica haber comenzado siquiera á conocer la realidad histórica mientras excluya del movimiento histórico las relaciones teó(t ) Engets, Lo partieipociao del trabajo en la transio, ,,isrién d, 1 
mouo. Nuera Tiempo, XIV, tomo, II. pSg. 551. 
(2) fCaulsky, Qué quiere y qué Consigne la concepciéli materia— lisIs de la historio. Nuevo Tiempo, XV, toras 1, ptg. 231. 
ricas y prácticas del hombre con la naturaleza, la ciencia natural y la industria?,, (1). 
Por consiguiente, la ciencia natural y la industria son lis tuercas motoras de la historia. Este dLtalismno mace recordar 2 Saiitt-Siinon que igualmente descubría en la ciencia y la industria las dos bases del orden social. Pero el ualcrialisrno tmistórico es una construcción monista y precisanmemmtc considera como decisiva la práctica de la vida, y rio el pensamiento teórico. Si es la ciencia natural ulla tuerza independiente, al lado de la industria, ¿por qué no ha de serlo lanibién la filosofía cuya historia tan unida está con la de la ciencia? Y en este caso, ¿qué subsiste de la frase marxista sobre la conciencia y el sér social? 
La ciencia natural, como el pensamiento teórico en general, considerados desde el punto de vista del materialismo Imistórico, son un producto más bien que una causa de la evolución histórica. Es, con todo, muy caractertsti ca esta vacilación que reina en derredor de las ideas fuit. danteutales de la concepción materialista de la lustoria. La vaguedad del concepto de fuerza productiva, pone á la mentada doctrina en peligro de perder su debida exactitud. 
Esta misma circunstancia ha prestado á algunos marxistas un servicio no pequeño, permitiéndoles designar todas las cosas del mundo como fuerzas productivas y explicar asi fácilmente todas la dificultades del materialismo histórico. 
Asi, por ejemplo, estas enigmáticas fuerzas productivas tienen ets los escritos de Plechatiow, el mismo papel 
(1) Coteeeiáa de tos metilos de Marx y Esgels, torno II, t902, p5- 
cia 239. 
15 SL MARXISMO 
ELMRRKiSMO ti 
que las fuerzas vitales en la vieja psicologia. Todo se explica con ellas, pero callando siempre sobre lo que ellas scan y sus condiciones. Las fuerzas productivas son atitepocstas á la evolución social como su isoitietilo de— te rio i itante, y al mismo tiempo se las designa, con sor - pretideiste lógica, como fuerzas sociales ó históricas muda bies. 
En ‘El manifiesto comunista,, y otros escritos, hace cii tender Marx que las tuerzas productivas no son otra cosa que los medios de producción y circulacion Bien podría acsptarse esta fijación del concepto sitio fuera el uiás apropiado para causar nuevos errores. Por medios de producción se eistien de corrientemente los instro trienios tic isa- bajo, primeras materias y materias auxiliares; pero no las condicioites naturales de la producción, coitio duna, silmiación geográfica del país, etc. Y la naturaleza es, ciertamente, una fuerza productiva en sentido marxista, corno Engels lo reconoce (1). 
La identificación del concepto fuerzas productivas cori medios de producción y circulación, tropieza todavía con Otras dificultades. Así Engels llama “á la división del trabajo y á la cooperación de trabajadores en tina manufactura,, (2), nuevas fuerzas productivas puestas en mnovintiento por la burguesía. La adquisición de nnes’as tuerzas productivas no es idéntica it la introducción de nuevos imisfruimientos de trabajo, porque la manufactura en esta relación, se distingue muy poco del oficio. Ciertamente que el mismo Marx, con su modo de expreaarse, ha nrotivaóo una tal acepción del materialismo histórico, como 
(1) Casta de Engels á Siatkcsborg , Daco,se’,iss di socisinmo, 1902, tamO It, pág. 73. 
(2) Engels. Luis Fruerbaefl, 2.’ eSte., 1595, pig. 45. 
si él viese cts el descubrimiento y empleo en la producción de uit nuevo itsstrurneitlo de trabajo 1a única fuerza i sipnlxora del progreso histórico (1). Con su reconocinumento de la tnanufact ura como una nueva tuerza productiva, prseba, pites, Engels, que su acepción de la doctrina mro comresponde, en este punto, á su espíritu. Así lo con- litina Marx cuando dice: ‘También en una constante forsta ríe trabajo puede, el empleo simultáneo óe un número niayor de trabajadores causar utta revolucióis en laa condiciottcs reales del proceso del trabajo mismo, (2). 
Puede, por tanto, revolucionarse la producción sin que tos úiiles del trabajo cambien, ó, con otras palabras, es posible la evolución de las fuerzas productivas, auti sobre 1,1 liase ile u nos itusnios iitstrumeutoa. 
Es por lo demás manifiesto que el empleo de nuevos iissttrinrentos, en ningún caso deberá ser reconocido como fuerza dominante de la evolución social. Sólo en los tiettlpos más recieittes se suceden rápidamente las invenetoites técnicas, mientras que antes corrían los siglos sin Lisie SC iistcodisjesen modificaciones esenciales en los tus— lrutnentoa de producción, y no por esto se ha detenido la ttiarclma de la historia. El paso del oficio it la manufactura; la reuimión de los que antes eran pequeños productores independientes, ea un gran taller bajo la di— 
Ii) Ani dtcr, por efernplo, Kelles-Krasz, quela tomia de tu producción, contarme á la concepción maiertaltsla de la htsisria. está candidanada por ‘tos úiites de la prodmmccfón, por el equipo de instrumentos,.— f<ettes-l<raaz, ¿ Qué es el materialismo ecormcimico7 Nuevo Tiempo. XIX, 1 mimO II, pág. s52. También, según la opinión de Kuutstsy, ‘la evolución ectrióuumico, no es, ea áltimo exirenmo, olla cosa que el desarrolle de la tccniea, ct prsecsa de descubrimtesios é invenctanes. Nuevo Tiemmz;,o, XV, tamal, pág. 231. 
(2) El Capital, lomo 1. pág. 2ss. 
12 1,1. MARXISMO 
EL MARXISMO 13 
reCción de un capitalista, fué un lnolneeto de la mayor importancia en el progreso económico y social; pero la extensión de ta manufactura no puede ligarse ¿ Invención técnica alguna. Entre todas las formas de explotación sólo hay una — la fábrica — cuya característica Coilsisle cml el ilislrmmlnentO que emplea. El lmaciiiliemlto del oticio, la cx— ¡iimiisióim de la industria doméstica tVcrlagss 51cm), esta evolución industrial niilemtaria, 110 está en depciideitcia al guna COlI iltvcnciommes técnicas. 
“Nada puede ser más equieocado—dicc con razón Carlos Büclmer— que aquellas construcciones doctrinales que lijan lluevas épocas de cultura con el comienzo de la al fareria ó del trabajo en hierro, la inVeilcióll del arado ó del 111011110 de mano. Pueblos cine saben trabajar el hierro y llacemi (le él hachas y Otros iilstl atnemmlos, se Sir- veIs, sin enmbargo, todavía (te flechas y lanzas de madera, ó cultivaii la tierra con azada de madera también, aun te niendo bueyes que podrían tirar del arado,, (1). Esto 1111 dice nada ciertamente contra la concepción materialista de la historia, pero st contra la ínterpretaciómm cte la milis- ma, que quiere descubrir en las invenciones tcmricas la fuerza más decisiva de la historia. 
II 
Asi como Marx, en la tormulación de su filosofía de la historia, insiste siempresobre tas tuerzas productivas como el más considerable poder histórico—en su famoso prologo ¿la “Crítica de la economía polilica,,-—,Engels prefiere 
designar á “la producción y después al cambio, (1) como verdadera base del orden social. Cierto que esta distinción de los dos autores en la manera de formular una doc. trilla común no tiene n sentido fundamental, aunque no carece de interés para la comprensión de la misma. Engels presintió que el concepto de fuerzas productivas es deirrasiado vago é indeterminado para dar al lector uta clara idea de los fundamentos del materialismo histórico, y prefirió por ello hablar de ¡a producción y del cambio en lugar de laa fuerzas productivas. Esto, sin embargo, HO puede considerarse como un perfeccionamiento de la doctrina. 
Eshe, sólo se ha conseguido sacrificando su primitiva construcción marxista. No uno, sino dos momentos—la producción y el cambio—son reconocidos por Engels como decisivos, sin determinar, precisamente, la relación entre ambos. Ciertamente con su forma de expresarse “después de la producción el cambio»-—da Engels á entender que el segundo juega un papel secundario en la determinación del orden social; esto no obstante, el cambio, parece ser también, en cierto modo, un factor independiente de la producción. Asi, critica Engels con agudeza la concepción de Dühring, en la cual se considera al cambio como una segunda parte de la producción, porque á ésta corresponde todo el proceso que lleva el producto al consumidor.Y ello observa Engels: “Cuando Dúhring unifica los dos procesos, esencialmente diversos, y al mismo tiempo mutuamente condicionados, la proltll cciómm y la circulación, y serenamente afirma que la 
(1) ISlIcIler. Tnobojoy elIsIo, 3. dtc., tbs2, p5g. 15. 
(1) Engels, Revolución de la ciencia de Eugenio Dii h,ing, 3.” cdtEiÓll, 1151, pág. 286. 
5 liAsCiSliLi 
CL MSRXISMO 15 
oinisióji de Oste orden “solo desorden ocasioiia,, prueba con ello, sencillamente, que desconoce ó no comprende el desarrollo colosal que lis experimentado la circulacion en los cincuenta atios últimos (1). Pero si el cambio es. como piensa Engels, “un proceso esencialnienle distinto de la producción,, no mita condicionado ior ella que lo (file mutuamente estén ambos, se equivocaba Marx cuan- do afirmaba que “la forma ile liroducci,tn tIc la vida iii— tonal condiciono, en general, el pioceso de la vida social, intelectual y política,, (2), porque entoncos conca Ile la producción colaboro el cambio. 
Si, por el contrario, tiene razón Marx, y el cambio cali condicionado por la producción como todos los deniás procesos sociales, el cambio deja de ser un factor social tan considerable, y por parte de Engels fa fórmula malenialisfa de la historia queda metodológicamente invertida por considerar el cambio it la altsra de la producción misma. Con la misma razón hubiera él podido decir que la base del orden social son, no sólo la producción y el cambio, sino ambos y la distribución, ó producción, cambio, dittribución y cOnslilucidn política, ele., etc,, pues no discutiría Engels que ellas, como otras muchas cosas, tienen acción considerable en la vida social. 
Pero lo que es aún más importante, la definictón de Engels, quiebra la concepción materialista de la historia. Es ruuy poco decir que designamos it la producción como base de la vida social. La producción es un proceso económico regulado por la sociedad. El estado de la producción depende de diferentes momentos sociales del 
(1) Engels, ob. cii., pág. 157. 
(2) Marx, critico de lo Eco,iornlo Política, tone, prólogo. 
estado de la ciencia, del derecho y costumbres reinantes, etc. Si el orden social queda determinado por las condiciones de producción, también la producción, segura» iiienle, depende de las condiciones del orden social. Entre las condiciones de la producción, hay que contar, 
por tanto, el orden social reinante. 
No basta, piles, atribuir it las condiciones de la pro— driccidii la tuerza social determinante, el problema está en averiguar it cuáles de estas condiciones reales ó sociales corresponde aquella eficacia. La concepción materialista de la historia responde it esto cologóricamente, pero esta solución no se encuentra en la fórmula que da Engels. 
Engels aCude después que “las últimas causas de todas las alteraciones y revoluciones políticas y sociales, no han de buscarse en el cerebro de loa hombres, ni en su creciente aspiración it la verdad y á la justicia, sino en las irauslormaciones de la producción y del cambio, (1). Esta afirmación está rectificada en seguida por el mismo Engels, en su descripción de los conflictos entre las fuerzas pro— ductivas y el modo de producir en la sociedad burguesa. Este conflicto se produce, aegún Engels, por la evolución de las fuerzas productivas y termina con el cambio de los modos de producción. Si asi es, es inexacto designar it los modos dc producción como ‘la última causa, de las alteraciones socialéa, puesto que las mismaa están determinadas, según ti reconoce, por otras causas más profundaa, it saber: el estado de las fuerzas productivas. 
Volvemos, pues, it la fórmula marxista de la evolución de las fuerzas productivas. El conesptode las fuerzas pro- 
(1) Engels, ob’. cii., pág. 286. 
15 EL M’RXISMO 
EL MAEXISMO 17 
ducttvas forma la base del materialismo histórico, y después de lo dicho, no ha de ser difícil determinarle con toda precisión. 
Uno de los puntos débiles de la lorinulacion de la idea tundamerital del materialismo histórtco cte Marx, está en que ella no supo dar al cansbio un lugar junto la prorlnccióii. Marx habla sólo (le modos de producir. cesio i los no los del cambio lucran sólo un efecto pasivO (le la producción. Engels quiso llenar este vacío, tero no lo consiguió, pues no decidiéndose t tOi per con la íd rin nl a niarxista, no dijo nada preciso. Las ¡orinas del canibio tienen, sin embargo, en la evolución social y economica, según la descripción del mismo Marx, un papel no menos iiuponlailte que tas de la pioducción. Lis sus nivestigaciooes históricas está Marx muy lelos de nienospieciar la iniportalicia del comercio. ‘No hay duda alguna——dice en rl tercer tomo de El Capital —que las grandes revoluciones que los siglos XVI y XVII, con sus descubrimientos geográticos produjeron al comercio, acrecentando rápida- ni en le la evolución del capital niercantil, ¡orinan un no— siento decisivo en el paso de la produccion feudal á la capitalista (1). 
La importancia del cambio, pues, en la evolución econóniica, no es por tanto secundaria, sino decisiva á menudo y promovedora de transformaciOneS en la forma de la producción. No hay tazón alguna pasa que las ¡corlas sociológicas que recoisocen la economía como base del orden social, atiendan menos al cambio que á la producción al formular su respectiva niíluencia en la cvoinción social. Ciertanmente que constituye la produc 
ción uis momento previo en el proceso económico, pues las cosas, para entrar en circulación, necesitan primero ser producidas. Esto no justifica en ningún caso el primado económico de la producción, lo que también implicaría el de la agricultura, sobre la industria, cuando ahora precisamente es á ésta á la que corresponde el predo. nimio. ‘La industria forma la fuerza motriz, no sólo de su propia evolución, sino también de la agricola,, (1). Este es el más importaiste resultado de la valiosa investigación ile Kantsky sobre la cuestión agraria. 
El trabajo económico en su totalidad, desde su primer momento, el despreisdimiento del producto de la madre tierra, hasta el último, cuando el producto llega al consumidor y pasa al consumo, es un proceso unitario, ulla cadena, en la que cada eslabón es indispensable para la existencia del todo. La producción no depende menos del coniercio que él de ella. Que un momento del total proceso económico tenga una significación decisiva depende de concretas circunstancias históricas en cada caso; es un 
problermia que no se puede resolver de un modo general, y con una fórmula aplicada á todas las épocas históricas y á todas las sociedades. Toda discusión sobre ello resulta. ría ociosa. Ello ha sido, además, reconocido por Marx cuaisdo dice: Antes de nacer la sociedad Capitalista dosumaba el comercio á la industria; en la sociedad moderna ocurre lo contrario, (2). 
Ni producción ni cambio han de ser considerados independientemente por si solos y separados como bases del orden social, sino algo mayor que ambos y más com— 
(1) Ksuisky, La cuestión agraria, 1899, pág. 292. 
t2) 7trm., El Capital, tania III, partu 1’. pág. 314. 
It) M,,r., ¡St Cnp(iai, SsMo ttt, pone 1.’, plg 3 
EL MARXISMO 
EL MARXISMO ti) 
prensivo, á saber: la economía, ó más exactamente, las condiciones del trabajo económico. istas son diversas y 
pueden ser, clesile luego, dividi las cii cspil ludes y iii leiiales. La oiicepci iii inatcri.,lista ile la liistoiia reco note sanilieslaniente como predoiinuaiites las últimas. Así cOnSIgO la siguiente definición riel coiiccplo huidamental de la tilosolia de la historia marxista. Las eiigiii.u— licas fuerzas productivas materiales que, segúul la eoiiccpción de Marx dominan la vida social, io 5011 ni,is que el compendio de lodos los factores reales riel trabajo ec000- Inico. Por consiguiente, 110 todo lo que iulluyc sobre ci 1 a bajo económico, sino una parte, la parte tea 1, es lo que integra este concepto de tuertas producliv,is materiales. Por ello, con toda razón, hablaba Engels de ulla colucehrcidil materialista de la historia, como l ta llamaba. El hombre social vive en un medio tan espiritual coilio salerial. El medio espiritual le íntegra la influucilcia que la sociedad donde vive ejerce sobre dI. 
Pero el trato espiritual de los hombres es sudo posi de on la niediaciói de agentes materiales. Uno de Otro 110 pUedeli separarse; y el material no es otra cosa que el resultado de los factores reales que obran sobre los lUISbres. A di corresponde el preulolillio, Cii opiuiduu de Marx. Y selia lo obstante una grave equiivucaci6ll ideulitiear 
lnarXismO con aquellas teorías litosólico-liistóricas que quieren explicar el orden social por la influencia mIne— chata de la naturaleza sobre el hombre. 
Como el más caracterizado representante de esta dirección puede citarse á 1-1. Buclcle, que relaciona la tendeuicia á la saperstición de los españoles y su inlolelailcia religiosa, coii los frecuentes terreulolos reilialites en este país y explica la religión aiilropouiortisla cte los lueleaos 
por la inflrieuicia de la hermosa y tibia naturaleza griega, etcetcra (t). 
lilia ves cunsigueii tales iOteutos probar la influencia iiiireutiata ile la llaturaleta exterior situación geogruitEa, clima, etc, sobre el estado de la vida social. Se puede con cciii e co u Pa lid , cuando dice: “La acción de LI iial U— raleza sobre el estado corporal ó espiritual del tlollibre, ha sufrido el dcsti 10 más desventurado pura un problema cleitifuco; fud discutido detenidamente, y desde distintos 
botos de isla, antes de que se llegase á analizarlo con los útiles de la iilvestigación cientifica, y se peneirara en sil interior (2). 
‘Sl iiiarxusino 110 puede confumidírsele con estas teorías. l.a historia de la liulllanidad no es, desde el plinto de vis- la de Marx, un efecto pasivo de la naturaleza exterior, Porque el liolllbre social cambia la naturaleza misma y crea su historia. “La doctrina materialista—dice Marx— que hace á los hombres producto de las circulislancias y de la educación, y distintos, según ellas, olvida que las circunstancias son también transformadas por los lionbres,, (3). 
El marxIsmo 110 niega la iiafluencta de la naturaleza cxlvi ior sobre la llistOria hiuniana; pero á dilereucia ile aquella concepción histórica que Paul Bartlm, cmi su “Pulo- Sofia ile la lmjsf ortiz domo sociologia,, llama antropogeogrática, hace resaltar Marx, no la influencia illmediata, 5mno la mediata, ejercida á través de la economía, por 
(1) Vijse Baekíe , ¡listada do la civilizar íd,, e,, 007, vot. 1, cap. It: vuh. II, cap. 1. 
(2) RalLe), duirapogvug» afta, 1559; iu,uu 1, t’.tg- it. 
(.3) Mi rs, sobre Fruerbaci,. m5rpirinenia ni luis rc,u ile 5, te Engrío, pig. (5(3. 
2(1 -.1. uAiixis.eO 
El. MARXISMO 21 
las condiciones de la natu ra e za so bre el h orn b re. Tocf 1 economia descansa sobre bases materiales d,idas por la naturaleza exterior. La esencia (le la ecoiiouiia consiste en la tiaiislorrnacióu ife aqiiólfas; aol si. Creir,i por ti ictivi — il,irl ecuiióiiiica sil nuevo uir&fio artistico, ciiy.i es’olucuibi pone cii uuuoviunieuito la hiotouia (le la lii uuuaiuiilad, cii su consecuencia el nateriafisnio luistorico. 
Las condiciones mleui,iles del tr.utvujo no sois una cosa inalterable y rigida, no son tui efccto pasivo de la naturaleza exterior, sino ini es’iiluciin un iutcruuuuuipida de creaciones históu icas del tuoiuubre uuuusuuo. 
Es de la mayor iinport.nucia distiuguiu i ,idicalmeute, las vouudiviouies reales (fc LI ecoiioisuui, (le tas espiiteates. y, especi.itsueulte, ile las soei.its; ti econ mii es, it la vez, su pi oceso real y social. El luombu e cauubia la naturaleza real, esto es, la parte real de la ecouuomiu; pero al mismo tiempo se cambia ¿1 simulo \‘ los otros hombres, y este es el lado social ile la ecououuuia. Est,is condiciones económicas sociales y reales estaui estreciiauueule unidas y reciprocamente se influyen. Se puede considerar it la producción y al cambio como la parte real de la ecoumofha, y á la distribución de los objetos producidos como la social. (Más exactamente dicho. tienen tambiCun la producción y el cambio sim parte social, en cuanto forman un proceso social. La distribución frente á ellas, aun representando la parte social de la economia, puede igualmente ser considerada como real en virtud de las dife— remItes operaciones téciticas necesarias para que el producto llegue al consumidor.) Si la prodttcción y el cambio influyen considerablemente sobre la distribución, ésta, á su vez, reacciona sobre aquúllas. Ya dice Engels: ‘La distribución no es un mero producto pasivo de la prodticcióml 
y del cambio, sino que obra á su vez sobre ellos. Cada llueva forma de la producción ó del cambio es detenida en sus comienzos, no sólo por las antiguas y sus correspondientes Instituciones politicas, sino también por fa fouina de distibución existente, y con ella tiene que tu— char hasta que se instaure la que corresponde,, (1). .3. pesar de todo, la concepción materialista de la historia consideraba decisivas la producción y el cambio, pero no l,t distribución. ¿Por qué esto? Sin duda porque produc— ción y cambio representan el lado real de la economía, mientras que la distribución es uit momento social por excelencia. Más exactamente: no la producción y el cambio, sino sus factores ó condiciones reales, son reconocidos por el marxismo COflIO fundamemttos del orden social Las condiciones sociales de la producción y del cambio serán á su vez determinadas, lo mismo que la distribución por los faclores reales de la economía. El estado de la ciencia, el derecho reinante, la constitución política, etc., influyen también poderosamente sobre la producción social. La concepción materialista de la historia no niega esta influencia, pero considera en última instancia como decisivo el efecto resultante de los factores reales de la producción (y del cambio) sobre la vida social; Marx y Engels estaban inclinados á considerar la raza como un factor econóinico independiente. 
En una carta del año 1894 dice expresamente Engels que la raza es un factor económico (2). Algo semejante dijo también Marx: ‘Independientemente de la forma más 
menos desarrollada de la producción social—leemamos en 
(1) Engels, ob. cii., pág. 151. 
(2) Documentes det aociaijs,so, 1502, toma II, pSg. 7. 
LI. I 5 IiXiiIO 
El. MARXISMO 23 
El Capili/.—, la prodsclividail del trabajo está unida á coniljciiiiies naturales, elias Iraceir rclaciiiil, bien la a— tuialesa ud tuoiilire IIIisIIIuu. romo li raza, de., bien á la Ilatliralc,.u que le odea,, 1). La raza es, psis, segúii En Luis, liii actor eenIIiiIiuiu), 3 para Mrurx sri mrmelitui Ile— tdlliulIliilitd ile lii priiililetiriitail del tuah.iji) u.uriuÍu.iIaiulu_ 
li Ilatul iii za cxlei ior. 
Talllbi 111 algunos Iu,irxistas dilelitaIl la rIsa d(iIIlO 1111 IllOIllelitO iIIdCpCIIdiCIItC que delerlluiuua la vida social; asi el italiano Auutu.illii, LaluliurLi (2). ¿CuuneurudI, silu culluargo, tal coucepciiui con el pCIIsaIIIiento fiuuiifa— nueuital ud materialismo tuislórico? 
l)e uiuugúuI modo, por los motivos que sigileiu: 
Cierto gire la capacidad ute ti Iliaji) dci iiouuiiiu e ulurlieIIild CII alto grado de la uazaáupie pcrteuuree. E— u riili,eiuluu glic 
tiuuiuuiurci, ile Ilistillta raza cor rcsluuuiiie iIII,i lliclla uhiu’,cuIl,ir sicilia utiirreilte, distiluto desarrollo cci clural, cte.; dilercuucias fisic.Is COllstituyelu iuis rasgos rau jatee, qn e debell estar acosupañaifos (lcr itivcrsa capiciui.iul iuuiclcetual. De esto no ha de deducirse que la raza, desde el punto de vista de la concepción materialista ile la llístolia, dcba ser reconocida como un factor eeoui5nljco de igual calidad que la liatilraleza exterior; igualmente iufliiyelu otras mU— chas fuerzas ideológicas como el clereello, el Estado, la religión, etc.—, que 110 5011 factores económicos, sobre la productlvuitad del trabajo y la ecoluomia social. La eseluCIA de la filosofía de la historia marxista, consiste preci — samc-nte en reconocer la reacción de estos diferentes fac— toles sobre la economía, pero alirlnallulo siempre el pri (1 El Capital, Isnus 1, plg. 4713. 
(2) ‘5aie su escril , Dl rulili,’ri,llisrno )ijst 1, ¡co. Dituctd,uctones puetiisinircs, ttoilua, (g. 1.25. 
nado de ésta. Las condiciones de trabajo dadas por la natuuralcza exterior, son factores económicos primarios, porque la economía no oscila en el aire, sino que deseansri sobre bases reales. 
la raza para el materialismo histórico, no es un factor pr ma rio, sino secundario, como la moral, el cfcreclio, el Estado, etc. Los caracteres de raza no sois algo rígido é inniovil, están siempre en un proceso; no son una causa definitiva, sino un resultado de la evolución del grupo de hombres respectivo, la cual á su vez está determiuiacia en último recurso por las condiciones de existencia del mismo grupo. “Diferentes situaciones sociales obran favorable ó adversamente, precipitándolo ó dele— uidludolo sobre el proceso etnológico y asi producen caracteres étnicos. En muchos casos donde se habla de “raza,,, sería Iflás adecuado hablar de “clase,. En todos los pueblos acompañan á la particularidad de la situación, distinciones corporales, las cuales, tanto más profundas 5011. cuanto más lejos están los pueblos de la cultura y de la libertad, (1). 
El llamado espiritu nacional, que de seguir la opinión de muchos historiadores todo lo explica y se manifiesta en todos los campos de la vida social, determinándola, es considerado desde el punto de vista del materialismo histórico, como una muy complicada resultante de las condiciones sociales y especialmente económicas de la vida de cada pueblo. Cierto que no pueden ser explicados todos los caracteres de raza meramente por las condiciones económicas sobre las cuales un pueblo vive, ya que cii los caracteres heredados queda la huella de anteriores 
(11 Ratzel, Astropogeogrufia, 2.” parte, 1891, ptg. 590. 
24 CI. MARXISMO 
El. MARXISMO 25 
coridiciciones de su existencia, ya desaparecidas. Las pro. piedades del espiritu nacional pueden, por tanto, explicar- se, asi por las presentes, como por anteriores circunstancias económicas, lo mismo que otros productos históricos: 
costumbres, derecho, etc. Y si Marx y Engels descubren cii la raza un factor económico de la misma calidad que la nateraleza exterior, esto sólo prueba que los muísmos progenitores de la teoría fueron infieles á sus bases. 
III 
La doctrina de las fuerzas productivas, de la decisiva significación en la vida social de las condiciones materiales del trabajo económico, es la base de la filosofía de la historia marxista. Sin embargo, esta doctrina no queda agotada por aquélla; fornas otra de sas partes, la llamada de la lucha de clases. 
La evolución de condiciones económicas reales, es la fuerza decisiva de la historia, aun obrando inconscientemente. En la conciencia humana el conflicto de una nueva forma económica con otra vieja, hace que choquen iiitereses de diferentes grupos sociales y toma la forma de una lucha de clases. La doctrina de las fuerzas productivas ha esclarecido sólo la parte material é inconsciente del proceso histórico; tiene que ser completada con otra doctrina que explique la reflexión de este proceso objetivo en la conciencia del hombre. Este tems es el que resuelve la doctrina de la lucha de clases. 
Concepto fundamental de ella es el concepto de clase social. En el “Manifiesto comunista, figura esta cortante frase: “la historia de todas las sociedades es la histo rb 
de la lucha de clases,,. Algo más oscuro es comprender qué entienden Marx y Engels por clase social. 
“iQué forma una clase?,,; con esta pregunta y sin contestación comienza el tercer tomo de El Capital. Sólo averiguamos que el reducido concepto de clase no puede ser confundido con el más amplio de grupo social. Los médicos y los empleados forman dos grupos sociales dislumIas, pero no dos clases. La división social del trabajo es cosa muy distinta de la composición de las clases de la sociedad. En la sociedad primitiva se vislumbraban ya los comienzos de una especialización de los oficios, sin que á ellos correspondiese una sociedad de clases. Lo mismo podrá decirse de la futura sociedad socialista que á pesar de eliminar de ella las clases, no ha de verse libre ciertamente de la división del trabajo. 
Sabemos, pue, lo que no es la clase. Qué sea no está precisamente determinado por Marx en El Capital, ni cts otros escritos suyos. Hasta parece que empleó este concepto en sentidos diversos y aoci contradictorios. 
Asi dice en su Revolució!sy reacción en Alemania que al estallar la revolución estaba compuesto el pueblo alemán de las siguientes clases: la nobleza feudal, la burguesía, la pequeña burguesia, los grandes y los pequehtos labradores, los campesinos libres, los siervos de la gleba, loe trabajadores del campo y los tndustriales (1). En total no cuenta Marx menos de ocho clases. Igualmente descansa su análisis del movimiento social y pohitico coetáneo y posterior á la revolución de Febrero en Francia, sobre la distinción de clases numerosas dentro del pueblo 
(1) Marx, Resolución y reacción en Alemania, trad. alemana de 
KaAmky, 18%, pígtnas 7-11. 
ir. V1ARX1S.%iC) 
Ci. ?iAiixiS1iO 27 
fríincús, 3 entre ellas presta particular atención la ni skiir social de la pcqiieiia inrrgiie’sir 3 it los IsLilileflos Li— bradores. El pinito hrillarrlet de este analisis II) torrnra precisamente la genial caracterización ile la peiiicfia tau— grresi.i como una especifica clase social. La peqneña bnr— giicsía y di iercrites gua O5 de ¡abra do rl. s so ti si CTS pm considerados como clase independiente’. ¡br lo que se’ rehere it los ltrbra)lores tic parcelas, les alriiiiiyz como elae social ira papel decisiso cii el origeir del Inipeilo. ‘llosa— ¡sirte ieplescnttiiiti Uli.l (lSSc Titee Mira , li sl.ls 
iiiniie’ios.i Ile lii s,ieieii,iii fraricenti, la lic los eiiiiii,irir_rie—, de liarcebis ., 1). 
1) e spsós de toril) esto se sorpreiril e o) el le ei( ‘O 5i5 duela, cuando leí) en el riiisnio escrito que los eslttvado— res de par celas, en cierto sen hilo , no tocar a ti u ura clase. “En tanto que millones de familias viven rajo 1 oiriiieio lies e’conimieas (tse separan su modo de vida, intereses y educación, de las de otras clases, y los colocan cii rietilidad frente á ellas, ¡Orillar) d su vez una clase. Mientras que entre los cultivadores de parcelas sólo ex)ste usa local rle’peirdeuucia y qe la parhicalaridad de sus irte— reses rio produce ninguna comunidad, ni unión liíiCiO— ial, iii orgauizaciúrt politica, y asi nO forman clase alga— ira,, (2). E resumen, queda sin determinar, precisamente, despuds de ver que si en arr sentido, y que mio en otro, silos cultivadores de parcelas forman 6 no rina clase. 
Pero si no sois una clase porque la particularidad de sus intereses no produce ninguna comunidad, ni unión ira doria 1, mii orga nización polttica eittre ellos,,, tasi bid ir 
secó iliseulible (lun la pequefra burgtresia forme aria clase. Y siendo ciertaniente los pequeítos burgueses alemanes de la revolución de Marzo tan incapaces de formar un 
partido politico independiente como los agricultores cita- tos del tiempo de Bonaparte, podria decirse, que en cierto sentido tampoco formaban ellos una clase. Por este camino qimcdmrian excluidas muchas de las trunnerosas cml— ontmad 5 por Marx en el serio de la sociedad moderna. Probableiricuite quredariani de todas ellas sólo las tres cdemes it,),i.it, ya pr Adanm Snntlm, grandes terratenriemnies, ,tiliulalisttis y tratiajaitores. Y aun no todas. La cualidad de clase de los trabajadores no está, ni cori mucho, desco jila da 
Ciei tauneurte qtre Marx ¡rabia innumerables vecen de lis Iraisijadores y del proletariado, conio clase reconocida. Taunrliiri se dijo esto de los labradores, y ya ¡renios visto, Sun ersitargo, qse poco correspondianr sus pretensiones á los caracteres de clase; y de no ser estos y los pequeitos lsrrrgiie»se s otras tantas ciases, no tenernos ningún derecho 
considerar corno tal al proletariado antes de que llegue deterrinriarlo momento de su evolución. En el Manifiesto i anrun isla eonnsta que el proletariado, en el tiempo de su redacción, mo era aún una clase. En este famoso escrito se les, que “‘el fin más inmediato de los comunistas, como de lodos los restantes partidos proletarios, es: formar la clase proletaria,,, y que “la organización del proletariado corno clase, y con ello como partido político, ha de alcanzarse con la concordancia entre los trabajadores mismos,, (1). Si, pues, la organización del proletariado conro clase es 
ti) ¿5/18 Bn,,,i,uio, 3.’ edtr., i855, pág. 97. 
f21 dcc), íd., id. 
)i) El .tt,i,,iíiçsto eO),iucjsi,i, tasi, páginas 16 y 15. 
28 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 29 
un fin á conseguir, es, naturalmente, porque no ha llegado aún á formarla. 
La clave (le todas estas extrañas contradicciones de Marx, pseife encontrarse en su escrito de polúiiiica ccii - fra Proiidlion: ‘Las relaciones económicas——dice Marx— han convertido, desde luego, á la masa de la población, en trabajadores. La soberanía del capital les Ita creado una comunidad de situación y de intereses; asi ha llegado á constituir esta masa una clase frente al capital, pero no en y para si misma. En las fases de la lacha qse liemos señalado, ella se encuentra unida, constituida por si misma en clase. I.os intereses que ella deliende, devie ¡seis intereses de clase. Pero la lucha de una clase ireste it otis, es una lucha política,, (1). Otro tanto puede decirse de la burguesía. En su evolución, distingue Marx dos fases: “uns en la que, bajo la soberania del feudalismo y de la monarquía absoluta, se constituye en clase; y otra, cuando ya constituida, derriba aquellos poderes para convertir la sociedad en una sociedad burguesa. La primera de estas fases fué la más larga, y exigió grandes esfuerzos. También la burguesía comenzó con coaliciones parciales contra los señores feudales (2). 
Las clases sociales presentan dos fases en su evolución; primero se afirmati frente á las demás sin ser aún propiamente clases y sólo más tarde, llegan á constituir- se como clases en si, con una organización propia. Cuando Marx negaba á los cultivadores de parcelas ha cualidad de clase, quería decir, que no formaban una clase organizada y por si; mas con todo, lo eran frente it las otras. 
lgsalmesle, el proletariado, en los tiempos del “Manifiesto comunista,, no era tampoco una clase por si, aun siéndoto lreelc á la burguesia. 
tisi,i distinción entre clase para los otros y clase para si, dcscassa, notoriamente, sobre la doctrina hegeliana del pulo súr, que, mediante su negación, llega al sér para los ohios y por la negación de la negación al sér para si. Cu,indo Marx, llama al mismo grupo social una vez clase, 
luego le niega esta propiedad, lo hace desde el punto de vista de los diversos estadios que su evolución recorre. Del siismo modo ponemos frente á frente una larva, 
el anisiat maduro en que luego se transforma, y, sin embargo, citando comparamos una larva con otros orgaiiisnius distintos, le adjudicamos ya el nonibre de lo que tI túriniuo ile su transformación lis de llegar á ser, 
De aquí se deduce, que lo que en las exposiciones de Msrx sobre la cualidad de clase de los diferentes grupos sociales pudo ser considerado como una contradicción lógica, se reduce, más bien, á cierta ambigüedad en la lornia ile cxpresarse. Las clases sociales están, según Marx, cuino todo en el mundo, sometido á las leyes de la evolución, y cada uno de los momentos en la evolución de ulla clase, contiene caracteres decisivos que faltan á las otros. 
Esto debe tenerse siempre presente para comprender bicis la doctrina marxista de la lucha de clases. La lucha de clases, dice Marx, es siempre una lucha polhlica; esto no puede afirnssrae sin embargo de las contiendas ocurridas entre representantes de clases sin constituir. Antes de la revolución de Febrero no tuvo el proletariado ninguna acción importante en la vida polttica. A pesar dr eso, las contiendas de los trabajadores cots los 
(1) Marx, La .ifis,x-ja de 1,, Filoso/ja, pág. 180. 
12) den,, td., íd. 
35 EL IP,iixiS)lO 
EL MARXiSMO 31 
capitalistas son tan viejas corno la producción capitalista misma. Pero las huelgas de grupos de trabajadores aislados, aun cuando estén organizados en federaciones, no foriiiaii todavía una lucha de clases iii, por colisigiliente, una lucha política. Mientras la clise no esta soiistituida, iiijeutras sus representantes no se sienten unidos como III gril po firme, por sss intereses opaextos .í tos (le las deiu,is clases, privan á la correspondiente contienda del caiaetei ile lucha de clase. Por eso dices Marx y Lsgel, cii el “Manifiesto comunista,,, que el tenis más 1111)01 t,ite del partido comunista es: “centralizar las luchas locales ,fe los trabajadores en Lina lucha ele clases, ó, lo (Ile es li mismo, convertir la contienda puramente eeonóumica cii ulla lucha polttica, organizar al prolelari,ido “como clase y, con ello, como partido político,,. 
La diferencia entre el concepto de clase, y el más ,e— imeral, de grupo social, está, por lo pronto, en que los intereses e cono micos ile diferentes grupos sociales pu cd e u coincidir, mientras que los ile una clase se encuentran le— cesarlainente en oposición frente á los de las demás (1). Pero, ¿sobre qué descansa esta inevitable oposición de intereses que forma la característica decisiva de la socie— dad de clases? La contestación marxista es clara y precisa: Toda la oposición enlre las clases so es otra, que una expresión del antagonismo fundamental de la sociedad umoderna, que consiste en la apropiación por unos grupos sociales del plus-trabajo de otros. La composición efe clases de la sociedad es, por consiguiente, una expresión social de la reinante y antagónica forma de la producción; 
nueutras subsista el plus-trabajo no pagado, conservará la sociedad su estructura de clases. 
En la sociedad prinlitiva que no commocia el plus-trabajo faltaba también, naturalmente, esta división de clases Sólo por la violencia, de cualquier suerte que sea, 
pueile obtenerse del tr,ibajador este plus-trabajo, y esta i (le mi ,m prid u ce el i nevi la Ile chioque de intereses de los explotadores y nc los explotados. Ast nace la socieilad de el a ses. 
¿Qué es, segúmm esto, una clase social? Un grupo soei.it formado por miembros que sostienen lilia posición ecoiióisica análoga en el proceso de la apropiación que llevan á cabo unos grupos sociales del plus—trabajo de olros; en su consecuencia, la clase tiene comunes immtereses ecoilómicos y comunes antagonismos. La explotación constituye la esencia de la formación de clases, pues, la relación económica y social de la apropiación del plus-frabajo es una relación de explotación. Sobre esta liase se diside la sociedad Inoderna en clases; unas que prestan su plus-trabajo y otras que se lo apropian. En la sociedad presente, apoyada sobre la producción capitalista, forman los asalariados como explotados, y los capitalistas y los propietarios del suelo como explotadores, las tres grandes clases caracteristicas de nuestra forma de producir. Pero, aparte de estas clases fundamentales, divtdese la comiereIs sociedad capitalista contemporánea también en otras clases, restos de las anteriores formas de la producción. lodo otro grupo económico particular que existiese independiente de las relaciones de explotación nO seria una clase. Esto es desde luego imposible en una sociedad construida sobre el plus-trabajo no pagado, pues la característica de clases es un sello que lleva la completa vida social. 
(1) VOase K.uuisky, ¡si, meas de cisc, itt, ita, a ; ,,rlleula,,atis— reses LOlilllC5. V/i /0 Ticinpo, XXI. Isillo ti, pág. 211. 
32 AL MAI()(ISMO 
EL MARXISMO 33 
Así, por ejemplo, no formaban los pequeños productores de la sociedad primitiva clase alguna. 1 loy cacos - lii nos ríe nt ro del capite lisino, tansbii5n pequeños prodiicliares que hasta represeiltflfl la mayoria de la población en los niás de los Estados europeos, y que han llegado á ser clase gracias al ord en eco uit si co reí a iii te las parcelas ríe los labradores franceses 50 les libra de lis soberauta del capital. ‘Las parcelas de los labradores son solo el preíexto que permite los capitalistas sacar ile la tierra 
pw” echo, interés y renta y mostrar al labniitor cómo galia cii salario. La deuda hipotecaria que embargaba ci suelo impuso á los labradores franceses un interés lan crecido como el interés anual de toda la deuda británica nacional,, (ti. 
Del mismo modo forma la pequeña burguesía en la sociedad capitalista una clase interniedia entre dos extre— niiss el ca l tal y el priileta rl a jo — , pero lilia clase con tiados los intereses y a utagoilis 1105 rs e le sol propios ‘irlcsasos(lIandreerhe) y tenderos, que lorman el espinazo de esta clase, Sois empresarios capitalistas, y, coiiio tales, están frente á frente de los asalariados; sin embargo, tiencu que temer, más que nadie, de la competencia del cran capital. Ellos explotan al trabajador, pero sois arruinados por el capital; los más dichosos ascienden al railgO de burgueses, mientras los desgraciados bajan rl ser proletarios. Esta situación oscilante de la pequefia Isurguesia, determina el tipo social de esta clase, que no es capaz de levantarse sobre los antagonismos de clase y colocarsc fuera de las relaciones de explotación reinantes en la sociedad moderna- 
los llamados intelectuales y representantes de las prote siolies liberales, consagrados al trabajo inlelectnal, no foriiiaii por si una clase independiente, por la razón sencilla de que su trabajo no es trabajo económico. A pesar ita ello, no estáis fuera de la oposición de clases, por verse obligados, siediante la fuerza de las relaciones econóniicas, 8 incorporarse á una ó á otra. Los más de ellos pertenecen, por su origen, á la barguesia, y están estreeliauiente unidos á ella por intereses económicos; otra parle más reducida, pero siempre creciente, se adhiere al proletariado. De este modo se separa toda la sociedad es clases con determinados y opuestos intereses económicos. La oposición que produce la apropiación del plus-trabajo no pagado, es la causa del antagonismo que reina en toda la vida social. 
Pero no debe olvidarse que una clase tiene que recoirer una larga evolución antes de constituirse como tal. Esl,i evolución se nianifiesta en la creciente conciencia ile clase que va adquiriendo. A las que todavía no están constituidas falta la conciencia de sus intereses de clase, ó lo que es lo loísmo, de la oposición reinante entre ellos y los de las existentes. Por eso una clase no constituida es incapaz de toda lucha política. 
La conciencia de su sér es lo que informa á una clase y la constituye. La conciencia consiste no tan sólo en el sentimiento de solidaridad con los miembros que la imite— gran, ya que la simpatía por aquéllos’ que se encuentran en semejantes condiciones de vida, mio es más que un sentimiento natural á cada hombre normal, y n nada influye para él la conciencia de clase. Para esta ea exigible algo más, á saber, el conocimiuisto de que la áituacíón de los representantes de la respectivá clase está dominada y de- 
Ii) M,irs, El 18 Brsma,1r, plg, 101. 
31 El MARXISMO 
EL MARXISMO 3; 
terminada por el lugar que ocupa en el ordcn económico reinante. Así, es necesario, para que el proletariado adquiera su conciencia de clase, no sólo que los proletarios sientan su solidaridad, sino que se reconozcan explotados p° el capital. La conciencia de clases es, pues, sinónimo (le la conciencia de la oposición de clases; de lo inevita bis de la lucha de clases. 
Toda lliclla de clases es una lucha política, ya qsc siendo el Estado un órgano de la dominación de clases, las clases explotadas, sólo mediante la revolución social pueden cambiar en su provecho, su situación en el orden económico reinante. La clase dominante utitiza el poder del Estado como medio de fundar su soberanía económica, y sólo apoderándose de él pueden liberarse econóitiica mente las ciases oprimidas. El despertar de la conciencia de ciases es, pues, equivalente á la transformación de la lucha económica en lucha política. 
¿En qué sentido afirmaba Marx que la historia de todas las sociedades ha sido la historia de la lucha de clases? Ya sabemos que una clase, sólo en cierto período de su desarrollo, es capaz de una lucha de clases; que este estadio es de menos duración que aquellos durante los cuales aun no posee conciencia alguna, y no puede, por tanto, luchar como clase. ¿Cómo ha de conciliarse esto con la afirmación marxista? 
Ciertamente, no quiso Marx decir que todo movimiento social fuese una lucha de clases. Cuán lejos estaba Marx de este absurdo, lo prueba el mismo Mantfiesto conuuiista,donde se persigue la transformación de las llicllas locales de los trabajadores en una lucha de clases, eolito el fin nada inmediato del movimiento comunista. Más bien aparecen en la concepción marxista las luchas de clases 
Cuino feitóincitos poco frecuentes en el curso de la histola; ello 1(0 ftié ilulica discutido por Marx detenídarnetate Si qilisióralsos construir con sus manifestaciones á veces colitradiclorias (lila teoría lógica y coherente, po— Irtalilos darle la siguieiite contextura: la evolución bis— tonca cuhmnnia Cil lucha de clases, aunque ciertamente, io consta exclusivamente de ellas. Las luchas de clases son los precursores de las conmociones políticas y socia- las y terutliliaui ‘coiu (lila lransforinació1i revolucionaria de 
Ii socuedaut toda, ó con el ocaso de las ciases luchadoras,, (1). Y como la historia no son sólo revoluciones cia- morosas, de aquí que mio conste, exclusivameiute de lucha (le ct.useX. Su1 embargo, puede descubrirse el contenido ite la tuislonia en la lucha de clases, ya que éstas forman sus acoiitecinuent más importantes y decisivos, y todo ci resto debe ser considerado desde este punto de vista. 
As1, el movimiento de los trabajadores de la primera ittitad del siglo XIX, sin ser una lucha de clases, fu una preparación para ella; si bien los choques económicos de los grupos de obreros desorganizados cola capitalistas aIslados, no tiene Carácter de lucha de clases, forman, sin embargo, una parte muy importante y necesaria en la historia de clase del proletariado por preparar la futura re— volucidn proletaria. Así entendida, se convierte toda la tmmstoria universal en la historia de la lucha de clases, es decir, en la historia del lento desarrollo de las clases, del paulatino despertar de la conciencia de clase, que conduce a la lucha de clases y culmina en la revolución social. 
Sólo interpretándola así puede tener validez cienttfica la doctrina marxista de la lucha de clases. Forma con la 
(1) El ‘flan ¡finito conmiln jata, pág. 10. 
Mi IiXIOMO 
de las tuerzas productivas la segunda parte ililegrinle etc la cottccpciútl ajaterialista de la Instaría; alilo corito son consideradas y aba cadas por sus titidal,i co como uu lodo indivisible. Si lo brillan ca ralidad es lo iie iii— tentar demostrar en las siguictiles investigaciones. 
CAPITULO II 
FI. PUNTO DE PARTIDA PSICOLÓGICO 
t A (ONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA 
— Volorrlad y razitr como fuerzas rondas toras de la trioloria_La dirroro la pooologia y rl rclaoiiu 000 Marx— Lo comEter lx v,iorrx 
pro lódirtsdo los portadur-r, dri Cilio XVIII (Aasslae,r y Moro. 
Marx procede de la escuela hegeliana y es reconocido generalmente como joven hegeliano,. No se puede negar, ciertamente, alguna influencia de la filosofía hegeliala sobre las CoflCepCiOllea de Marx. Esta influencia no es, sin embargo, tan profenda como algunos críticos preleuden. Ea, por ejemplo, muy exagerada la afirmación de Eugenio Dühring que hace descansar toda la filoaofía de la historia de Marx sobre la negación de la negación ele Hegel, y que ella subsiste ó cae con la dialéctica hegeliana (1). 
Con mucha más razón afirma Marx, en el prólogo ti la 
segunda edición del primer tomo de El Capital, que su 
mdIodo dialóclico, “por su fundamento, Cá no sólo elile (1 Voaoo Diihring, Historia crltica de la econornia ,rarjo,sal y tit! xoriatis,,,o 3.’ edic., 1879. pág. 487. 
35 II, MS 1515510 
El. MARXISMO 35 
real e si no CO] Ira rio al de Hegel,, y que 1 la u sil o Ii a ‘‘1 oqileleado,, con las csprc’sioiics licg’Ii,iiiis. ‘‘Aunque Mai u designa al proceso cuino negación de la negación— dice Engels no pienaa con ello drniosli arlo como lnsli ricanieiite necesario. Por el conirario: después de haLL Probado históricamente que el proceso de hecho en parte se ha realizado, y en parte tiene que realizarse, le cfesigla coni o tui proceso que se Ile ea -3 ca bu con lorni e 3 hill delerni i nada ley d la II clica ,, (1). 
La observación de Engels es cuy caracteristica y descubre la verdadera situación de cada nilo ile los lundadores de la concepcinn materialista de la luiutori,l frente á la dialéctica hegeliana. En la “uuegacióu ile la negación,, no descubre Engels una ley de lo qus rcaluienlc acontece, aunque si lilia “ley dialéclica,, Extrafla ley que lo puede ser aporlada como prueba, ni autoriza prefijar un supueslo! 
Esta es, acaso, la mejor muestra del papel que ha tenido la dialéctica hegeliana en la conslrucción filosófica de la hisioria de Marx. A quedarse completamente libre de esta dialéctica no podia decidirse Marx, Hasta su Inuerle continúa siendo, en cierto modo, hegeliano, aunqne, al linal, sólo en la forma de expresarse. Pero con la cubierta hegeliana envolvió Marx otra sustancia que no tenía nada de comúum con el ideal de la filosofía de Hegel. No sólo era Hegel un metafísico idealista, mientras Marx pertenece á aquellos pensadores que podrían Ilamarse metafísicos materialustas, sino que, además, en sus concepciones psicológicas y filosófico-históricas, fueron ambos pensadores fundamentalmente distintos. Como psicólogo y lilósolo 
le la historia, tenía Hegel de común con los pensadores kl siglo X\’lll, ver como éstos, en el intelecto, la tuerza motriz de la vida consciente y de la historia: “c’est l’opisien qui gouverne le mondefl; á esto se reduela la psicología y la filosofía de la historia del siglo de la gran revolución, ‘También era para Hegel el proceso del pensamiento “el demiurgo de lo real, que decía Marx. Esta filosofía ile la historia intelectualista estaba íntimamente ligada con la psicologia intelectualista, que reinó hasta tiempos muy recientes. 
A Fichte, y, más aun, á Schopenhauer, corresponde la creación de una nueva corriente en la psicología cienlifica, A Schopenhauer, que fué el primero en alirmsr que, no la razón, sino la voluntad forma el elemento predomiilalile de la vida consciente. “El conocimiento en general —dice— tanto racional como empírico, procede originariamente de ls voluntad, pertenece á la esencia de los más elevados estadios de su objetivación, como un mero ‘,is-, uit medio para la conservación del individuo y de la especie, como otro cualquiera órgano del cuerpo. Originariamente, pues, al servicio de la voluntad, determinado al cumplimiento de sus fines, Continúa también 8 su servicio casi universal y completo, asl en todos los animales como en casi todos los hombres (1). 
Esto es una inversión Completa del punto de vista de Hegel. A la voluntad, y no 8 la razón, Cqrresponde el primado de la vida humana. Marx, en este terminante punto de vista psicológico, no está con Hegel, sino con Schopenhauer. 
(1) Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación. edtc. 8.”, 1891, ptg. 181. 
(1) hngeis. en su obra eantra Diiluring. píg. 136 
lo EL Sl5iiXlShiO 
Li. MA5XI5MO II 
No ¡lay motivo para aceptar que Marx haya estado directamente influido por Schopenhauer; pero está, fuera de toda duda, que reconocía, tan decididamente como este, el primado de a voluntad sobre la inteligencia. “La idea dice, por ejemplo, en su polémica con Bruno Baucr—, se compromete siempre que se distingue de tos “iniercses,,. Además, es fácil comprender que cada “interés,, Cuantioxo históricamente logrado, cuando aparece por primera vez en el inundo coma “idea,, ó”re presentación,,, excede en mucho de sus verdaderos limites y se eoimfundc generalmente con los intereses humanos. Esta ilusión forma lo que Fourier llama el tono de cada época histórica,, (1). 
El aspecto psicológico de la concepción materialista de la historia, tiene su expresión más penetrante cii la tesis de Marx sobre Feuerbach, citada por Engels. “El defecto capital de todo materialismo ha sido—dice Marx concebir la efectividad objetiva y real, sólo en forma de objeto ó de intuición sensible, pero no como actividad humana y sensible; práctica, no subjetivamente. De aqui procede que la parte activa fué desarrollada por el idealismo en oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, naturalmente, ya que el idealismo no conoce la actividad real, sensible como tal El problema de si el eiitendimniento humano puede lograr la verdad objetiva, no es teórico, sino práctico. El hombre tiene que probar en la práctica la verdad de su pensamiento, es decir, su efectividad y poder, su aplicabilidad á los problemas de este mundo. La discusión sobre la realidad ó no realidad de un pensamiento que se separa de la práctica, es unu 
cueslióli pliranleilte escolástica La vida social es esenciatinente práclica. Todos los misterios que conducen las leonas al misticismo, tienen su solución racional en la práctica humana, y en la comprensión de ella,, (1). 
Todo esto parece haber sido aportado precisamente 
por Ficlite. El menosprecio del momento intelectual en la vida de los tiommmbres, en comparación con el de los intereoes prácticos, es muy característico para el marxismo. 
Este parentesco de la visión filosófico—histórica de Marx, con algunas doctrinas psicológicas de Fichte y Schopenhauer, no se puede designar, precisamente, como el punto más débil del marxismo. Sobre la base de la filosofia hegeliana, no se puede construir hoy ningún sistema cieniitico, porque ésta puede considerarse ya como superada. Lo contrario puede afirmnarse de la psicologia yolimniarista dé Sctiopenhauer. A ella pertenece el presente y parece ser que el futuro. 
Se pueden distinguir tres direcciones importantes en la psicologia cientttica: la intelectualista, la materialista y la voluniarista. La intelectualista tuvo un predominio duradero. 
Los representantes de las asociaciones de psicologia inglesas, fundadas por y. Hartley y Hume, como los melatisicos alemanes del siglo XVIII, pertenecen á esta corriente. La psicologta materialista se desarrolló principal. mente en Francia. Pero la nueva psicologta no es materialista, ni intelectualista,síno voluntanista. ‘El voluntarisiuo es quizás la tendencia más pronunciada en la psicología del siglo XIX; es la forma como la ciencia ¿mpírica se 
(1) Lo Sugroda Familia, Colección de las escritos de Marx y Engel , 1902, lomo 11, pág. 152. 
(1) Engcls, Luis Feuerbaeh, 1895; .llorx soére Feuerbacli, páginas 55 y 51. 
42 FL M5nX1SMO 
EL MAOXISISO 43 
apropió la inversión de Kant y Fichte, que hace pasar el punto de vista filosófico de la razón teórica á la razón práctica. En Alemania han contribuído, principalmente á esta dirección, la metafisica de [°iclite y de Schopeiba uer,, (1) El racio it alis ni o unilateral del siglo XVIII ponia, en primer término del proceso psiquico. ii la razón; la vida afectiva del hombre no tenía alilo ella justificación. Pero no .í la razón, ni al seiilinuento, que por lo menos forma un perfecto proceso psiquico ilillepen— diente, sino á la vol untad debió considerar entiso fu ti - demento de la vida consciente. “Lo espiritual, (fice Wtindt, es el ini peno de la vol u titad. Ni la idea, ni la u tetigencía ó el pensamiento deciden,, (2). “Si alguna de las tres especies cte elementos conscientes conocer, scttli y querer—tuviese que ser considerada como forma funda mental de la vida consciente, tendría que serlo la voluntad,, (3), observa el conocido filósofo danés II. tlffding en su Psicología. Lo insostenible de la explicación fa— vorita de los filósofos ingleses, del proceso intelectual como una pasiva asociación de representaciones, Ita sido magistralmente demostrado por Windelband en uno de sus geniales ensayos. El pensar no se da en la realidad sin el sentitnieiito, “En el torneo de la vida animica son las ideas sólo la celada que oculta al verdadero luchador, el sentimiento, ci los ojos de la conciencia. Pero ¿qué son estos intereses, estos sentimientos, cuya influencia en la marcha real de nuestras ideas tiene una significación 
- (t) W. Wi,,d,.lbancl, iÍisto,’ia deis Filosojia, tODO, pSg. 215. 
(2) W. Wundi, Logiea, 2.° edic., 1595. ,ttatedo!ogca, It, pág. ¡7. 
(3) tlüttdisg, PsicologÍa, 3.’ edic. alemana, 1901. pág. 134. 
tan incognoscible? No son otra cosa que formas y excitaciones de la voluntad inconsciente,, (t). 
Cafa organismo está expuesto al influjo de las infinit,cs sereno de la Naturaleza que le rodean. Todo está en l,c Naturaleza en una comunidad universal-—este principio, asentado por Kant (2) como tercera analogía de la experiencia, en su Crítica de la razón pura, ha sido totalmente contirniado por la nueva ciencia natural—--. La más lejana estrella no vibra sin acción sobre nuestro organismo y sin recibir, por pequefta que sea, una acción refleja del mis- tito; lodo está compleja y dependientemente entrelazado, En el medio que vivimos se entrecruzan las fuerzas tnnumcerabtes de la Naturaleza, y las infinitas sacudidas del maiinfo material golpean sin cesar la envoltura material de nuestro espíritu. Puro nuestra vida consciente no muestra una tan grande diversidad. Sólo una parte insignificante (te los encantos del mundo exterior son recogidos por nuestra sensibilidad. Para todos loa otros, incomparable- miente numerosos, permanecemos cisgos y mudos; no afectan nuestros órganos sensorios y no loa observamos, 
fi) Windetband, Preludios, 2. edtc., 1903, pág. 229. Rtehl indica los n,ériios te Sct,apenhaaer como fundadar del moderno voisntartsmo. ‘Del campo filosófico aadie ha comprendido estas relaciones cnn tanta prsfandidad, ni tas ha representada con tanta claridad como Schopenhauer. Sus manitestacisnes estda, haciendo abstracción de ta mema. lisien de la votantad, en completo acnerds csn nuestras acicates ideos sobre ta significación tancisnal de la conciencia El tntetecto es, según so concepción, coma según la de la ciencia actaat, una cansecueneia, un resultado, un producto de la nrgantzación, no smi pruductsr misma. Tiene como supuestos, la existencia y la vida, y sería, pur coasignien. te. cqois’ocadu usteponerte cita existencia y á la vtda mismas, A. Riet,t, E! cnstjcjs,,io filosófico, II, pág. 204. 
(Si Véase Kant, crítica dele razón pura, Ed. Kirctimann, 5. cdi. ción, 1551, pág. 223. 
vi )lAIlX 15)10 
ti. MARXiSMO 15 
(01110 51 110 vxisticsCii. lrciitc a ii collIplici (III 
ile III hA turalcea exterior, poseemos solo 1111 red ecolo lanero de se ruidos, poco diferenciados y tod o lo he (O les afecta no tiene existencia para nuestra conciencia. 
Pero, ¿qué determina la selección cutre aquellos en cantos que percibimos y los que 10 percibimos? Nada AlAs 
(lite el illlcriís práctico de fa vida. Los sciululos, conlo cii qeimeral , la concien cia, son cia 1)0 rallos p01 Ii III elia por la existencia de los organismos. La coilciehiclI Cxiste para a seglI ra r fa sida al correspo idi cute orga a sillo: es, Se lIC) Ilsinenle iiii medio para la coiuservacióii (te la vida. Las CII saciO lles riel tacto, gusto y olfato; la vista y ci 01)111 sirven origi narianiente tal sólo para faci lila r 1 los aun liii les el hallazgo de alimentos, la unida ante lo’ ciuceligos, la apto xi nuació u del macllo 1í la hembra. etc. La vol 11111,1 rl de vivir preside el desarrollo de la vida consciente, y 110 al contrario. El interés práctico determina c1iié encantos del mundo exterior han de ser aceptados por la collcieuu cia y cuáles no; el organismo está sólo interesado en 
tinguir y percibir en el medio exterior aquello que pued favorecer los movimientos de la conciencia. La concien cia es, por consiguiente, desde el pi muto de vista biológico, un regulador de los movimientos del orgallisuno, los que por su parte están determinados por la voluntad de vivir (1). 
Ciertamente que Marx no ha sido discipulo de Seuopenhauer; pero estuvo,como éste,sacudido por la corriente de ideas del siglo XIX, que en muchos aspectos significaba una reacción contra la filosofia racionalista riel 
.iglu de la gran Revolución. L’esprit clasaique del silo XVIII, dice Taine, recelaba de todo lo individual, 4oucrelo, hislóricauiente diferente. El hombre fué consideido como una abstracción varia, como una máquina ra coitarlora, definido como “un sér sensible y pensante tille huye del dolor y busca el placer. Todas las difercn(¡as de costuuubres, condiciones de vida naturales y so.iales, tiadiciones históricas, etc., fueron ignoradas, y solo se rccoulocieron las diferencias d cultura, á las que se considero coio clave de todas las otras. Basta con cxieiuder la cultura en la masa popular para obtener tui lluevo orden social racional, El Estado, según su súr, no es otra cosa más que un contralo social entre los que peltelleceli á él, y sólo la ignorancia de la masa popular hace que este contrato no corresponda á los intereses di la mayoria (1). 
Marx lis descubierto, que ni el estado dula cultura, ni las opilliolles, ni las ideas de los hombres, sino sus interesés, doillimuauu el curso de la historia, y con ello se puso en unamuihiesla contradicción con la filosofia idealista. Me. Jianle el reconocimiento del primado de la voluntad sobre la raeón acató Marx, como se ha dicho, la psicología yoluniarista del siglo XIX (2). Sin embargo. Marx no rompió completamente con la psicología de la época idealis. 
la. Cierto que consideraba la práctica de la vida social como fo originario y primordial, y la conciencia sólo como un momento secundario de la vida social; pero lo 
(t) Viase Tatne, Los origenes de la Francia conlemporánea. El (sitio úgnsen, 1885, lib. itt. 
12) Sobre el parenteses de Marx yel volunlarisniode Schspentsauer, insisie Masaryk. Véase su esmuIR, Los fundamentos sociológicos y filoSój)cos del ,slrxis,no, t899, pág. 156. 
(1) Véase A. Foaittic. La psicologia Cc lis dc,ts illescas, u 553. 
tamul, psg. 12. 
rL MARXISMO 
caracteristico de las concepciones psicológicas de Marx consiste tanibión en ignorar lo cofltplicacto de los intereses humanos, lo que hace recordar el evprit cta siquue de los encuplopedistas. Del lejido vario que constituyen los niolivos humanos, Marx no atiende más que á Liii aspecto, el interés económico en su más estrecho sentido, pues por él entiende, la tendencia á la iiiniediatu coliservación. 1 lasta parece que la psicologia marxista es inés pobre (lite la de los esciclopedislas; éstos recouiocuaii sitIo uuii,i ea isa del coni ercio Ii umnano, la aspii ación a placer; y, Marx cierra la voluntad humana cii miii circulo Ioilai lj lilas ceflido, pues sólo liene en cuenta una clase de placer -rl de la propia conservación—, á la que considera como supremo resorte social del obrar humano (1). Cierto que no niega la diversidad de las necesidades y apetitos luunflanos; pero cree que el iutcrés econósuico,cs Instóricamente, ci más poderoso y decisivo de lodos ellos. De este modo simplitica aún más que los enciclopedistas el contenido de la vida consciente humana. 
(t) \‘ó,mse Wuniti, ¡fija-ce, t91i3, p5g. 510. 
CAPITULO III 
LAS NSCESIDADES COMO FUERZAS CONDUCTORAS 
DE LA EVOLUCIÓN SOCIAL 
A,,, ociada-u ;,,,coiogicas do propia canseroacii,a y goces sensibles: Peod oca jis do I.,v,daino,djala—El papo1 de las djsIIeIlas nece,idad,s en 1,1 evoloc,io do .1 050- onu. —La iofl,,eecia do las eeae,idádas de sdquu,i,elsusIontoon la vj,la aoriaL— u. ci ,voI,,,jonc.oa,al. ilambee y amor_La eVOliesiOe de la lam,lia.—raquema de Mc.,ga:, —Sa jncnn,jaionela. La depeedenela de las formas fanciflaros dr la vide eco,,c,,,ica.—lil. !,anlinlun de simpal(a: Su origen—Amor maineen yoompañerismo.... Scohimianeoo alteuiaiaa.—iV. Inatinloa ego-ailru(nla: Su sigeiscsaiin como laureas de la h:uloo,s.—La aapieacisn al Poder—V. heuliseoa deuisl0000adoo rm largo—su esencia y so ueigo,c.—Ei celo—Pi sobar—El papo1 de los loCrenses peaeilcoseoeleacimieealv Sn la Sonia—El inicua perla oeedad.—Laeesoeldad rollgiusal so baso y signaS- 
Hemos reconocido que la voluntad constituye el elemento decisivo de la vida consciente. Pero la voluntad consciente es determinada por motivoa, los cuales tienen en el hombre individual la forma de necesidades é instintos. El primado de la voluntad sobre la razón ea, por consiguiente, el primado en la vida consciente de los inatinlos y las necesidades que son los últimos resortes de las acciones humanas. Y ya que la sociedad consta de individuos aislados, movidos cada uno por sus instintos, no puede el comercio social tener otro fin que la satisfacción de las múltiples necesidades de estos individuos. De las 
EL MAAXISMO 
El. MARXISMO 49 
iiecesktades humanas pueden hacerse los siguientes grapos principales: 
Necesidades psicológicas de la prOpi:S col:serv ion 3’ OCCS seiisihfes. 
2.” Instinto sexual. 
3.” Instintos de Sllupalta. 
4.” Instintos ego-altruistas. 
5.” Instintos desinteresados; esto es, que no descansa u CTS Uli interés práctico 
El primer grupo de necesidades torina la base psieoló gica de la vida individual, y es consún al hombre y al reino animal. Y, por corresponder á la satisfacción de esta lecesidad de la conservación de la vida una sensación de placer, se cambia en otra unida estrechamente con eIl.i, la que tiende á los goces sensibles y 3 la más total y conipIda satisfacción de las necesidades fisiológicas del or— gantsmo,Io que 110 siempre corresponde,y á veces—como en los excesos sensuales de toda clase—, se opone á la propia conservación de asuél. 
A la satisfacción de este grupo de necesidades sirve aquella actividad que Marx y Engels nombraron: “pro— duccióll de la vida inmediata,, y, en general, identificaron con la actividad económica. Claro está que la inmediata conservación, la producción de los medios de sustento, es una condición previa de toda otra actividad. De la especial urgencia de las necesidades de este grupo toma Engels su importante argumento que en defensa del materialismno histórico no se causa de repetir, casi liieralmen 
te, en diversas ocasiones. Este argumento consiste en decir: “que los hombres necesitan comida, bebida, casa y vestido antes de hacer politica, ciencia, arte,religión, etc., que, por consiguiente, la producción de los medios de vida materiales é inmediatos, y con ello,el correspondiente estadio del desarrollo económico de un pueblo ó de un 
periodo tsistórico, forma la base sobre que se desarrollan las instituciones politicas y juridicas, el arte, y, aun las ideas religiosas de los hombres que en él viven. (1). 
No se puede discutir á Engels, que sin comer y beber es imposible hacer politica. Pero con esta verdad profunda no queda resuelto sin más el problema de las relaciones entre la “producción de la vida inmediata,, y la poltlica, arte, religión, etc., ya que estas relaciones no son ema realidad tan sencillas como Engels piensa. La producción de los medios de vida necesarios, no es el único fundamento de la politica, religión, etc., sino que, por el contrario, también estas son bases de aquélla. 
Tomemos por ejemplo la producción del vestido, que forma una de las partes.niás importantes de la produccióis económica. Estamos acostumbrados á considerar el vestido como una de las necsidades indispensables de la vida; sin embargo, es un hecho comprobado por la moderna ciencia etnológica, que “el hombre se ha procurado adornos antes que.vestidos, y que el vestido es, en parte, sólo un desarrollo del.adorno mismoS (2). Hay pueblos en los que no se encuentra huellade vestido alguno; pero en ninguno falta una forma cualquiera ele tosco ador (1 El demócrata socia!, 1583, núm. 13; ‘Discurso de Engels ante a tumba de Marx,, citada en Woltmann; El materialismo hiatórico, 1900, ptg, 213. 
(2) Lippert, La historia de la cultura, 1855, tema 1, pág. .179. - 
50 El. MARXISMO 
El. MARXISMO 51 
no. “Esta primitiva inclinación del hombre á sobresalir individualmente, á hacerse visible cuino individuo mediante algún distintivo que no provenga de su naturaleza, esta originaria aspiración del hombre, distingue su especie de las de los animales más inmediatos á 31 de una manera tan peculiar como el uso de tmerrainierm— tas. (1). Lo mismo indica Ratzel cuando observa la afición de los australianos al adorno, aun estando faltos de vestido, en un clima frío. “Llevan más adorno que vestido,, (2). Lo que también puede aplicarse á muchos pueblos de negros de Alríca; consideran el traje corno adorno, y van desnudos en el mal tiempo, y, en cambio, Ostentosamente vestidos cuando el tiempo es más hermoso (3). 
Hoy no puede afirinarse que el vestido primitivo no sirviese más que para reservar al cuerpo del trio. Otra cosa ocurrió más tarde; lo que primero fué sólo cosa honoritica y de adorno, se convirtió, con el tiempo, cii una necesidad indispensable para la vida. 
Seria, sin embargo, absurdo medir el sentido estético de los pueblos primitivos por su afición al adorno. No por consideraciones estéticas estimaban estos pueblos el propio adorno, sino por sentimientos bien distintos como la vanidad, el deseo de imponerse á los demás, etcétera. El traje primitivo no era un medio de aparecer hernioso á los demás, sino de hacer impresión sobre ellos. El adorno predominaba como un distintivo social—así como hoy las condecoraciones—, señal de la soberanía 
(1) Lipperi, La historia de la cultura, 1885, isma 1, páginas 175 y 176. 
(2) Ratzet, Etno!ogla, 1886, mamo It, pág. 38. 
(3) Spencer, Los principios de la Sociología, 1879, parir 4.”, págtna 180. 
de clase; en muchos pueblos, ciertos adornos, eran privilegio de las clases doniinantea. Las pieles de animales selváticos eran distintivo de los caudillos y buenos guerreros. “En el proceso evolutivo de la necesidad del vestido, que está tan estrechamente unido cori la inclinación humana al adorno, se reconoce claramente la aspiración social 5 la Importancia, separación por rango, y aceiitua ción de las posiciones culminantes en la sociedad,, (1). Por consiguiente, Isa representado la polftica un papel capital en el origen del vestido; la polttica, y hasta un cierto grado la religión. “Muchas manifestaciones del adorno humario pertenecen originariamente al campo del culto, ó estas en tan íntima unión con él, que no se puede comprobar cuánto tienen de culto, y cuánto de amor al ador— rio tales fenómenos,, (2). 
También el desarrollo de la producción de alimentos se ha realizado bajo la influencia poderosa de necesidades, que no tienen nada común con la de alimentarse. Un estadio muy importante de la evolución económica fué el paso 5 la domesticación de ganados y al psstoreo. Y está comprobado, sin embargo, que ningún miramiento económico llevó los hombres á este progreso. “Pópping, llama 5 los indios sudamericanos maestros en el arte de la domna; pero hace notar que se consagraban á este arte, generalmente, con monos, pspagayos y otros compsüeros de juego. Sus chozas están repletas de estos animales. Biemi se puede pensar, que el poderoso instinto desoctabiljdad condujo más bien, 8 los hombres, en sus primeros pasos para lograr animales domésticos, qpe nO la considerado15 
(1) diurewttsch, La evolución de las necesidades huu,a,mas, t58i, pág. 56. 
(2) Lippert, ob. ctt., pág. ¡77. 
52 ci MAiiY.iSSiO 
EL MARXISMO 53 
de la utilidad que reportasen, y que sólo después debsi aparecer ésta. En general, el hombre, cuando se encuentra en IIII nivel de cultura inferior, hace prime ro lo que le agrada, y sólo después, obligado por la necesidad, busca lo útil, (1). Según la opinión de Lewis Morgan: “Es el COIiIics/i) fc la domeslicacióii se fiLo la dci ¡ici ro, pum tciicr 1111 colIlpañel o de ciza; así Como CH Otros períodos la pena y educación de las crías de Otros aininales, quia i sólo correspondió al ingeillio deseo de poseerlos,, (2i. “La inclinación de los hombres á tener animales bajo su dominio, observa Lippert, 110 podría ser descubierta desde sus comienzos: se piercfe confundida con la iiicliuación infantil al juego Así, hoy todavía, trae á veces el cazador un raposo á casa, sólo con ánimo de dar á sus 111(05 un juguete,, (3). 
Puede, pues, pensarse que al instiitlo del juego corresponde tal vez la más grande influencia en la domesticacion de animales. La religión ha colaborado con él en buena parle. El perro—el primer animal doméstico—, fué considerado por diversos pueblos como animal sagrado, y, con otros muchos, cuidadosamente atendido. La vanidad y la aspiración al poder social movieron por su parte 8 los hombres primitivos á domesticar animales feroces. En muchos pueblos primitivos era costumbre de sus caudillos, y lo Ita seguido siendo hasta nuestro tiempo, tener lobos, leones ó leopardos domesticados, y, ciertamente, su aparición en compañía de alguna fiera produciría profunda impresión en las muchedumbres. 
(1) [taled, .lrtrepogeografia, tania 1, 2. edic. 1899, pág. 193. 
12) Margan, Lo sociedad primitiva, Irad . aternana de Lictitistt, 
1591, páginas 35 y 35. 
(.3) Ltpperl, ob. cte. páginas 128 y 129. 
Se ve, por consiguiente, el poderoso influjo que hall ejercido sobre la evolución económica, motivos que nada tenían de economlcos. Las necesidades menos imperiosas, eolito la cte adornos y distintivos, han favorecido directamente ramas de la producción de los medios de vida itás necesarios. Los hombres prefieren á menudo, contra lo que Engels piensa, lo inútil á lo provechoso; ya vemos, por ejemplo, cómo la cría de animales no fué introducida por tos iiinmeimsos beneficios económicos que reportó después, sino, sencillamente, por el humor infantil de tener en ellos compañeros de juego. Desde luego, no es muy cuerdo proveerse de cosas secundarias, cuando se carece cte las Hidispensables; pero no debe perderse de vista, para compremtder bien el curso irracional de la historia, que los laonsbres, los primitivos en particular, son seres de suyo poco razonables. 
No quiere decirse con esto, que la producción de los medios de vida no sea una base de la vida social. La vida de los hombres primitivos está casi en absoluto consagrada á la busca de alimentos. La lucha por la existencia, que según las modernas concepciones, tiene tan gran papel en la evolución de.los organismos, es, primeramente, lucha por el alimento. Desde luego que la vida de los hombres, aun de los más primitivos, es incomparable. mente más rica que la de los animales, y no se reduce al cuidado de la propia conservación; pero estas atenciones forman aun para la mayor parte de los hombres civilizados su ocupación más importante. En su consecuencia, ella exige al hombre,tanto mayor tiempo de trabajo,cuan. lo menor es la productividad del mismo. “Antes de la invención de herramientas y del aprovechamiento del fuego, aun en las cómarcas privilegiadas, las necesidades 
Li. MAiiSi’iSiO 
EL M5RXISMO 55 
(le alimento y descanso exigían á los hombres todo su tiempo,, (1). ‘Los rendimientos de la caza y de la cría—dice (Jrossc—sou tan inseguros, que ú menudo no bastan para los tiempos de escasez. Con razón cuidan los bosquimanos y australianos de llevar un cinturón contra el hambre. Los habitantes de la tierra del fuego padecen casi constantemente la miseria; y en las narraciones de los esq utinal es, es asu jito fa u fre cuente el liatnb e, que fácil - mente puede deducirse el terrible papel que tiene cii su vida,, (2). La falta de alimentos aecesiblcs condiciona toda la vida de estos pueblos. Así no pueden nunca formar grandes núcleos de población donde sólo pueden encontrar alimentos para una pequeña horda; y llevan siempre vida nómada, ya que la permanencia en un mismo lugar acabaría por agotar los pocos meitios de sustento que allí tuviesen. Sólo pueblos ricos son capaces de lomar parle en la cultura material y espiritual: para ello, es condición necesaria que el trabajo haya conseguido una cierla productividad. Las condiciones de la producción de alimentos, y, en general, de los medios de vida necesarios, pueden ser, bajo ciertas circunstancias, un factor social iniporlantisimo, sobre todo cuando el respectivo grupo social padece la carencia de estos medios. Pero cuando no amnenazaal hombre el peligro de la nuiseria, despiertan en él necesidades múltiples, que no tienen nada de común con la necesidad de slimentarse, y que ejercen, conmo se ha indicado, el mayor influjo en el desarrollo de la “producción de la vida inmediata,, - 
II 
Junto á la necesidad de alimentarue, hay en el hom— tire otro instinto poderoso, no menos indispensable para la conservación de la eapecie, que es el instinto sexual. El hambre y el amor son, según la conocida frase de Schiller, las dos fuerzas que mueven la naturaleza. Ambas arraigan en lo hondo de la naturaleza animal del hombre. Es muy caracteristico que los autores del materialismo histórico en su preferencia por la explicación cientilico-nalural de la historta del hombre añadiesen este segundo instinto humano, totalmente ftsiológico, reconociendo su decisiva fuerza social. Esta nueva manifestación del materialismo histórico fué desarrollada por Engels, como ya se sabe, en su obra El origen de la familia, de tu propiedad privada y del Estado. De este modo desapareció el primitivo monismo riguroso de la concepción materialista de la historia. 
El americanoMorgan puede ser considerado como precursor en este punto. En su famosa obra La sociedad onugua, hizo el atrevido ensayo de construir una historia de la evolución de la familia válida para todo el mundo. Sobre la creencia en la unidad del origen de las razas, afirmó la absoluta identidad de los períodos de evolución de la familia en todos loa pueblos del globo, por muy diferentes que sean aus condiciones de vida (1). Encontró en todas partes las mismaa formas familiares que con férrea necesidad se sucedían en un proceso inalterable. 
(i( Lipperi, Historia di- la Cultura, tu, pig. 69. 
(2) Grossc, [no formas de ia familia)’ iris dr la economía, 1896. pág. 39. 
(1) Margan, La aoeiedad primitiva, pág319. 
56 LL MARXISMO 
EL MARXISMO 57 
El intento de Morgan puede hoy considerarse decididamente como fracasado. Las más recientes investigaciones etnológicas prueban, con evidencia, lo insostenible (le todo su proceso evolutivo, cuyo punto de partida es la “familia consanguínea,,, por más que su existencia, según concesión del mismo Margan, “debe ser probada por otros medios que la alegación de esta forma de familia,, (1). Más exactamente, que ella sólo exislía en la fantasía del autor de La sociedad pri,nhtiva. Después aparecen, es los esqilemas de Morgan, otras formas familiares encontradas CII diferentes pueblos, y con todas ellas se hace una serie aplicable para todos los pueblos existentes. 
Es ciertamenle extraño que por esta vacilanle construcción se vieran en el caso Marx y Engels de abandonar los pensamientos capitales de su filosofía de la bistorta. ¿Qué otra cosa sino tal abandono, signitíca la siguielile afirmación de Engels?:’ Las instiluctones sociales, bajo las cuales viven los hombres de una época y país delerminado, son condicionadas por ambas formas de la producción: por el momento de evolución del trabajo, por una parte, y de la familia por 01ra, Cuanto más alrasado está el trabajo, cuanto más limttados son sus productos y la riqueza de la sociedad, por consiguiente, tanto más efectivamente dominado por la familia aparece el orden social,, (2). Por consiguiente ya no un sólo momento—los factores materiales de la economía—, sino dos distintos é independientes dominan la vida social. 
Pero, ¿merecían las afirmaciones de Morgan una alte (1 Margan, ob. cii., pSg. 337. 
(2) Engels, El o igeri de l frr,rrjlia, de la proprrdrrl pri,’,mdr y 1,1 Estado, 8.” edic., pág. vms. 
ración tan importante como la llevada á cabo en los lunitamemilos de la concepción materialista de la historia? Lo insostenible de aquellas puede hoy asegurarse, como queda dicho. Hasta parece, que si en algún campo de la vida social son decisivas las condiciones económicas, es precisamente en la familia. 
En la misma medida que el conocimiento de los mecImos etnológicos va ganando terreno—dice con razón Grosse—, su perdiendo prestigio la teoría de Morgan,, (1). 151 investigador americano consideraba al nsatriarcado como una forma originaria de la familia que precedió en mucho al patriarcado. Esto parece ser erróneo: una observacir5n detenida de las relaciones familiares en los pueblos más interiores, ha demostrado que la lamxmmlia patriarcal es en ellos la regla. La mujer es en tales pueblos una esclava de su marido, quien dispone de su vida y trabajo coimmo de la de sus hijos (2). El mayor error de Morgan era sim idea capital, su punto de partida: la creencia en la scnmejanza y aun identidad de la evolución de la fansilia cii todos los pueblos. Loa hechos fian demostrado que esto carecía de base sólida. No hay un proceso evolutivo de la familia que tenga validez universal, estando determinadas las formas de la misma en los diferentes pueblos por sus particulares condiciones de existencia. La familia 110 es un fenómeno social independiente de los demás; está incluído en la acción recíproca que á todos alcanza, 
(1) Oessse, Las formas de la familia, pág. 4. 
(2) En los estados más airasados, el símiles poder 6 soberanta es el del hombre sobre la mujer y el ntso, poder incunrticion.ml sí ilimtt.rdo sai consiguiente.. 15. [hildcbrand, Dnsr,c!ro y moral es los sitj rrsrrtespr riodos rco,rrlmjcos, 1h56, pág. 5. 
58 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 59 
lo que hace imposible fijar leyes especiales que presidan su evolución. 
Así, por ejemplo, se explica, por meras condiciones económicas, el predominio en algunos pueblos de la generación materna (.l4utfersippe, que puede tomar la forma de un erdadero matriarcado. Los 2lÍuh/ersippe,z son una aparición tardía que sólo se encuentra en pueblos agri cultores. En los cazadores, dominan las familias aisladas presididas por el padre; y en los dedicados al pastoreo toma el patriarcado sus formas más rígidas. Todas estas diferencias tienen su explicación en las condiciones económicas cje los pueblos respectivos. Caza y pastoreo son ocspaciones masculinas; mientras que en la agricultura, originariamente, se ocupaban las mujeres en las funciones de la recolección. Por esta razón no es raro ver cómo los pueblos agricultores consideraron la tierra propiedad de la mujer, y de aqui que apoyada en la aupreniacia económica, alcanzara la mujer la soberania de la familia y de la tribu. La agricultura primitiva exigía la cooperación de muchos trabajadores, y esto explica fsm-. bién la mayor comunidad de unas familias con otras. Asi nace, de la familia patriarcal del cazador, que por su misma forma de adquirir los alimentos no podía vivir en grandes grupos, la familia más extensa que comprende los parientes conaanguineos, constituyendo Muttersippe, tipo de los pueblos agricultores. 
Es, por consiguiente, muy natural fine el abandono en que Marx y Engels dejaron su propia teoría para recoger la de Morgan, no haya conseguido la aprobación de los más de sus adictos. Cunow, el mejor conocedor, indiacutibleniente, entre los marxistas, de las condiciones de vida de los pueblos primitivos, apoya la evolución de la 
familia sobre las condiciones económicas. Con él concuerda Grosse,cuya opinión, no siendo la de un partidario del materialismo histórico, resulta aqut más importante. De su notable investigación de las formas de la familia en los diferentes pueblos, obtiene el siguiente resultado: 
‘Que en cada estado de cultura predomina aquella forma en la organización familiar que más se adapta á sus relaciones y necesidades económicas (1). 
No hay, pues, fundamento para considerar la evolución de la familia como un proceso independiente de las condiciones económicas. El instinto sexual, como el de conservación, son indispensables para que la especie se perpetúe; pero tienen en la evolución aocial una muy diversa importancia. Mientras la tendencia á mejorar las condiciones económicas es el aguijón que mantiene á la humanidad en lucha constante con la naturaleza, y le presenta nuevos fines, y exige nuevas fuerzas, apenas conseguido un ascenso en el desarrollo de la economía; el instinto sexual es conservador y llega pronto á saciarse. Así como en la esfera de la economis la humanidad tiene trazado un recorrido casi infinito y siempre progresivo; en su vida sexual podría decirse que camina sobre un círculo. Las formas de la familia en algunos pueblos primitivos se diferencian poco de las d9 nuestras naciones civilizadas; y, en cuanto se refiere á la situación de la mujer en la familia, con toda nuestra civilización, estamos acaso más atrasados que algunos pueblos descritos de mano maestra por Morgan. Esto es lo que mejor prueba qué poca parte ha fonsado el amor familiar en el inconsiderable 
(t) Orssse, La formas de la familia, pág 215. 
EL ji .SRXI5MO 
EL MARXISMO 61 
progreso alcanzado desde entonces Igualmente, lo equivocado que seria conceder la misma importancia al - amor,, rlne al ‘hambre,, cii su calidad de factores sociales. 
III 
Que hay en la naturaleza humana instintos (le Si tidla independientes y distintos de los enunciados, 110 ofrece iii itgs tia duda. Tienen, al parecer, un doble origen Por lo pronto, se han desarrollado de uno de los más snbli jites sentimientos del hombre: del amor materno. Este es 1:111 elemental y originario como tos dos ya estudiados. En siuchas especies animales se encuentran, como es sabido, ejemplos muy señalados de amor materno, nmientras en otras carecemm por completo los padres de todo apego á sus crias, lo que tiene su mejor explicación cii la selección na tural. Cuando es necesaria para la conservación de la especie el cuidado de los padres, las cetas son atendidas por ellos, especialmente por la madre; en Otros casos desaparece, desde luego, entre ellos toda relación. Así ocurre, por ejemplo, en las especies que ponen huevos en tal cantidad, que se hace superflua toda esmerada solicitud. 
El hombre recién nacido necesita de muchos más cuidados que las cetas de cualquiera otra especie. Simm el amor materno no hubiera podido existir la especie humnana, y ello explica la fuerza con que ha arraigado este seistimiento en nuestras almas. Sobre esta base se desarro— lían los sentintientos de simnpatia entre los comtsanguineos y parientes. 
Otra raíz de este sentimiento que utse, no sólo allegados, sino también extraños con estrecho vinculo, está cii 
el instinto de sociabilidad, tan elemental como el amor materno. Es también común á otras muchas especies. Asi como hay animales que sólo viven en grupos, otros 110 sienten uiligmina inclinación á la vida social; lo que forzosamente depende de las condiciones en que se da la lucha por la existencia. Los carniceros, como los leones y ltgres, 500 insociables, lo que fácilmente se compremide ya que sus presas, siendo escasss en grandes extensiones, no bastarían nunca para alimentar á un gran ginpo. [3útalos, caballos salvajes, antílopes, etc., viven, por el contrario, en grandes rebaños, y muestran la ma5’or inclimiacióis á vivir reunidos, ya que por ser herbívo ros encuentran siempre alimento en abundancia, y tainbióii para de este modo amedrentar y poder defenderse fácilmente de los ataques de otras fieras. Sólo en rebaños pueden vivir, y por eso, sin duda, se ha desarrollado en ellos el instinto gregario (1). 
Este tmtstinto, según opinión de Groos, está formado de otros dos más elementales, “el de acercarse á sus con- géiseres, y el de cambiar entre si llamadas de seducción ó de alarma,, (2). Estos instintos son comunes á todos los aitimnales sociales, y entre ellos al hombre en primer lugar. No se conoce raza humana alguna cuyos miembros no vivan reunidos en asociaciones mayores ó menores. La necesidad de vivir en sociedad con nuestros semejantes ha hecho en el hombre del instinto de sociabilidad una de las más sentidas necesidades, cuya no satisfacción llega á ser tortura incomparable. 
(1) Véase Speseer, Principios de sociologla. 1872, 2. edtc., parte 5.’, cap. \‘; tsmbtés Ammmtsn, El origen del instinto social. Revista para cje,,ejas Sociales, 1951. 
t2) Cartas Grsss, Los juegos de los homtrea, 1899, pág. 431. 
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EL MARXISMO 63 
El amor á los consanguíneos y el instinto de sociabilidad, constituyen las bases psicológicas más importantes de la comunidad humana. Entre los hombres nacidos en la misma comunidad se desarrollan sentimientos de simpatia de distinta intensidad, naturalmente, y el amor reciproco que Augusto Comte designó altruismo, en oposición al egoísmo. La preexistencia de sentimientos altruistas en la naturaleza humana es innegable. El problema está sólo en saber qué fuerza alcanzan en realidad, y si puede reconocerse en ellos un factor histórico poderoso. 
Un sociólogo inglés—Benjamin l’(idd—lia pretendido demostrar recientemente que los sentimientos altruistas predominan en la sociedad moderna (1). Ha llegado á esta conclusión fundándose en originales consideraciones sociológicas, cuyo pensamiento central está en descubrir, en el sentido moral de un pueblo y no en su capacidad intelectual, la clave de su victoria en la lucha por la existencia. 
Ello es exacto, hasta cierto punto. Pero Kidd se equivoca al determinar las cualidades morales que conducen al triunfo en la sociedad actual. Mientras no desaparezca la guerra de la Historia universal, un desarrollo próspero de los sentimientos altruistas será difícilmente favorecido por la selección natural. Dureza de carácter, impasibilidad ante los sufrimientos del enemigo, son cualidades necesarias á un buen guerrero. Kidd tiene muy elevada opinión del carácter nacional de los anglo-sajones, y descubre en el altruismo la principal causa de sus éxitos poltticos y económicos. Es muy posible; pero ciertamente, sólo su 
amor patrio le ha infundido la creencia de que las excelencias de los anglo-sajones están en su abundancia de sentimientos altruistas. No el altruismo, sino la tenacidad en la persecución de fines egoistas, en su mayoría; la perseverancia y valor para vencer obstáculos y resistencias, explican mejor sus victorias en la lucha por la existencia. Lo que Kidd cuenta del solicito amor de las clases dominantes, en el orden social actual basado sobre la expioiación, es tan ingenuo que no necesita ser refutado. 
Precisamente las condiciones de la lucha por la exis— lencia demuestran por qué los sentimientos altruistas encuentran terreno tan poco favorable en la sociedad presente. ‘Entre las tribus salvajes — observa con razón Spencer—, prosperaron los brutales en las luchas con los generosos, á ellos pertenecen las primeras asociaciones; y durante el curso más amplio de la historia, se ve mucho tiempo á la opresión y á la violencia como compaiteros inseparables de la evolución política. Las gentes que formaron las sociedades mejor organizadas no fueron originariamente, y mucho tiempo después, otros que los salvajes ms fuertes y astutos. Y aun hoy, cuando se sienten libres de la influencia exterior que ha cambiado su aspecto, no se muestran mucho mejores, (1). 
Y como la organización política de la sociedad camina del brazo de la guerra, es natural que los pueblos más guerreros, los más crueles, por consiguiente, alcancen la civilización. Hoy mismo hay muchos pueblos primitivos que muestran un grado de altruIsmo sorprendente y que supera en mucho al de las modernas naciones civilizadas; 
1) 8. Kidd, Evolución social, trad. alemasa de Pflelderer, t895, 
pág. t47. 
(1) Spencer, Principios de Sociotogla, 1882, parte 5.’, pág. 258. 
LL MARXISMO 
SL MARXISMO 65 
pero es característico que poseen Ulla organización poIltica mu y abandonada (1). 
La moderna sociedad capitalista es tall poco adecuada para el desarrollo de los sentimientos altruistas, como el antiguo despotismo guerrero. Cierto que las costumbres SOli más pacilicas; el homicidio y otras msnilcstacioncs de la violencia tísica son cada día más abominados, y sólo en casos excepcionales, como en la guerra, frente á los enemigos, se les recolloce licitud. Las nlisnlas guerras se (la u COS menos frccuellcia y d u Sari dii. Somos, cie la III e ste, mcnos crueles qse nuestros predecesores. Mas para la expansión del verdadero altruismo, de la benevolencia desinteresada entre los hombres, deja poco espacio el orden social capitalista. La violencia lIs tomado formas más tetopIadas; pero no ha terminado, ni con mucho, ya que la sociedad capitalista se apoya, no menos que la de esclavos y la feudal, en la explotación por unos pocos, de la gran mayoría de los lloinbres. La despiadada competencia que hace del capitalismo la ley del medro económico, se mantfiesta como una colosal acentuación y desdoblamiento de las asperezas de la lucha por la existencia, que si ha revestido una apariencia meisos cruel, exige, en cambio, un mayor esfuerzo por parte del individuo. Sobre lo que Carlyle llamaba cash—nexus, difícilmente se desarrollarán sentimientos altruistas. 
No parece, puea, que los sentimientos altruistas hayan tenidQ nunca en el curso de la historia tanta fuerza como para ser poderosos motores de la evolución social se necesita. Esto puede decirse tanto de la historia antigua 
como de la moderna. Sólo en grupos reducidos llega á tullur gran Importancia el sentimiento de simpatía como cilllleuto del comercio entre los hombres. La participación es los sufrimientos y alegrías de los demás descansa en la capacidad de los hombres de reflejar en la propia la vida consciente del prójimo. Capacidad que presupone, llaturalmenle, estar identificados lo suficiente con otros lloulibres, tener mucho de común en sus intereses espirituales. Cuanto más estrecho es el círculo en que los hom. hrcs se relacionan, tanto más fuertes sentimientos de sim— paíla hay entre ellos. En el seno de la familia se dan los nois poderosos; y sólo en este estrecho círculo encontramos sn amor reciproco, verdadero é intenso, desinteresado y dispuesto al sacrificio. Loa hombres de una mis- lila clase simpatizan también, por regla general, con más intensidad entre st que los representantes de clases diversas D este nodo nace un sentimiento de clase que, unido a otros sentimientos egoistas y ego-altruistas, llega á ser lillo de los más poderosos resortes de la Historia. El amor 
Patrio no es tampoco un sentimiento altruista puro, le illtegran elementos, como el orgullo nacional, que son iliás bien ego-altruistas. 
No es extraflo ver en la nacionalidad el limite máximo (le la simpatía entre hombres modernos. Entre miembros de razas diferentes puede faltar completamente, lo que explica, ya que no puede justificar, la crueldad de los europeos con hombres de otro color. 
(1) Véase Speneer, ob. ctt., ptrrafas 437 y 574. Piiscipios de Ética, pár. 153. 
Li. MS ‘SISMO 
EL MARXISMO 67 
¡ \‘ 
ASÍ COmO el hombre moderno no es ca paz le si ni pz - litar en alto grado con los sutrimteutos dz un extraño, es, sin embargo, muy sensible al aprecio ó desconsideración que tenga éste para su persona ó sus actos. Aspira sieuipre it ser considerado, atendido, premiado, quiere 5cr obedecido. Envidia it los que disfrutan de Ulla priv poplllaudad y aspira it poseer fama y poder social, o,i ,i 1,1 mayor felicidad. Todos estos selltilinelitos, llamados poi S pencer ego —altruistas, co llsli luyen otros talitos linO Vos insporlanles de la conducta de los hombres ci s ti/milos y de los i’riniitlvos. 
Eh ho nbre uds rudo dice Lippc r — no se con t orilla con existir como los aiiiniales, quiere ser obsei \ id’’, lener algú ti valor aisle sus se mci antes., (1). “Por gol u de 1) iie sea la vanidad de los tlolnbtes civilizados, corresponde ,i lii de los que no lo son,, (2), escribe tambien Speiieer. “En adornarse it si mismo se ocupa y preocupa niús ini caudillo salvaje que cualquier dama elegante de nuestro tiempo. No le importan lIada las penas físicas del tatuaje y otras toriuras á que se somete, con tal de que su aspecto sea llamativo é impresione. “Algún caudillo salvaje que adorna su peinado con niagnificos penachos de cerdas lo puede recostar la cabeza para descansar y tiene que contentarse con dormir apoyando la cerviz en uis tronco. Tanipoco el anillo de la nariz y los tajos que los botocudas se hacen eis ci labio inferior, ni los adornos cortanles y p1111- 
(1 Iippz,I, ljio,jo mi,’ tu zmmli,,,,,. OSmO 1, p.’. 171,. 
(2) Spcnrsr, Pmmmuuipuos mi,’ so, ‘t’v’1”, 57,,, sol. 1, p(g. 
hiagudos con que los malayos Coronan sus dientes deben reportar un particular agrado it su existencia y son, sin unibargo, soportados como una torlura inevitable, parecida it los sufrimientos it que los hombres se sometian para ser propicios it la voluntad de los dioses,, (1). 
Esta vanidad de los hombres primitivos, explica la alta estnnación que les merecen los adornos y fruslerias aportadas por los europeos. No son ciertamente mirauneulos estéticos los que mueven it un caudillo negro it apsrecci orgnllosansente vestido de europeo ante sus súbditos; solo el mismo motivo que hace tan codiciado para un burgués francés el célebre rtuban muge. 
Tainbiéis se ocupa Spencer, en sus Principios de socio- ¡ s’ns, te lo unportaHte que ha sido y rs, para la conducta dci Ilommtlmie, el miedo it la opinión pública. De muy pro— nuncl,imlos sentinlientos altruistas SOIS capaces pocos hombres; pero apenas hay uno que permanezca indiferente al menosprecIo 5 desconsideración de la opinión pública, lo que llene su explicación en las condiciones sociales que nos envuelven. Cuanto más firme es la rganización interna de una sociedad, tanto mayor es la dependencia del individuo del todo social, y el fundamento que le hace temer la opinión ajena y regular por ella su conducta. Cada sociedad, políticamente organizada, posee la fuerza para obligar it sus individuos it la obediencia, A lo terrible de la pella CS proporcionada la recompensa de los que someten sus obras it la imposición social, La lucha de clases y la guerra, al oponer una valla it la expansión de los sentiIllicIltOs ego-altruistas, han favorecido en alto grado el desarrollo de la ambición, que ha llegado it ser hoy el sen- 
)I) \Vuu,ii, Étiea, tomo 1, 1953, pág. 152. 
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Li MARXISMO 69 
ti ciento dominan te entre los lioin br’s. La a fi rnia C Idi lc Nictzsclic, según la que l.s aspiración al poder,, es la vei - dadera esencia ile! iiiiindo, tiene mucho de verladeta. 
El ideal de la moral crisliana halla su espresioli en ci más desinteresado amor á los hombres, el mis elevado altruistmto: pero la eomidiicta electiva del hombre actual, n está ciertamente dominada por este ideal etico. Asi, la re ligión cristiana prescribe perdonar las ofensas; la sacie dad presente por el cali t rano, fis fo iii uhado e u Sil cuct i 
del 11011Cr como la mayor alienta este perdón, y pocos tic- CCII el valor ile seguil frente á dI el mandato ile Crista. Frente al Precepto “SiUS u tu prIJillio,, , oideua el Estado ni atarte en la guerra, y sin mis en cordi a gil ci rea n los 1 se - bIos cristianos. La nora! ci istiana prescribe la renuncia ile las riquezas, y considera como el iiiayoi pecado deuegai la liniosna; tas cosi u inbres reina iites protegen la ri q ile/a, y castigan fa niind iei dad como u u en mcii. La mora! crin - tiaiia, CH una palabra, va minando los cimientos cte n lles - tra sociedad, que si, apesar de tojo, se sostiene, es gracias á que los lioutbres han inspirado su conducta CII Otras normas que nada tienen de análogo con aquúllas, y cus a base psicológica está formada, ante todo, por sentinuenlos ego-altruistas, tales como la ambición (t). 
El sentimiento de clase, el de solidaridad entre los pertenecientes á una misma clase social, es algo muy coinplicado y donde se unen los más diferentes elementos, pre— dominando siempre sentimientos egoístas y ego-altruistas. 
La reciproca simnpatia, tan natural entre hombres que viven bajo iguales condiciones, tiene eiertmt parle en la existencia de este sentituietilo, pero no forma, sin duda, 
Sil esencia; la falta de una ayuda mutua y desinteresada entre ISIS miembros de cada clase lo prueba diariamenfe ,isi. Esta poderosa simpatía mutua, dificilmente puede desartollarse coti fuerza, ya que los compafieros de clase son concurrentes que con más frecuencia se temen que se aimiaii, Sólo frente á las demás clases muestran un poderoso seittinitento de solidaridad, en la defensa valiente de sus intereses de clase con verdadero espiritu de sacrificio, Buen efeinplo presenta de ello la nobleza francesa en los dms de la revolución, El sentimiento de su honor de clase, la aspiracióTi á mantener su conducta en arnionia con el juicio que su clase merecía á la opiitión pública, y, en no llenar grado, la comtcierlcia de la reciprocidad de sus intereses egoistas y 5U5 intereses de clase, determinaron su coniporla miento. 
Las mismas gentes, bien escasas, que desafían la opiniómt pública de su tiempo, no son capaces de verse libres del todo de su influencia. Si desprecian el presente es por tener muchas esperanzas en el porvenir, Así, se hacen independientes de la opinión pública de sus contemporáneos, mientras se representan otra opinión ideal futura á la que se stenten subordinados 1). 
El sentimiento de nacionalidad es, igualmente, un conglomerado de elementos altruistas, egotstas y ego- altruistas, con marcado predominio de los últimos. Más que amor por los compatriotas hay en él, despego, enemistad y, á veces, hasta odio, para los hombres de nacionalidad distinta. El orgullo de pertenecer á una nacionalidad poderosa, la aversión por las coatumbres y la vida 
(1) \‘iase Lacombe, La historia considerada como ciencia, 1894, rap. tlt. 
(t) Vcase Spcucer, Principios de PsicoloJii, párratos 52t y 522. 
75 ci srrirxiMO 
extrahas é iiicornpreirsrbles de los demás, la conciencia de los intereses comunes, que tan egoistainente une á los hombres á su iiacion, son las priiicipales razones de este sentimiento que tanto papel lis tenido cii la 1 tistoria, 
La aspiración ,il poder social junto a la tendencia á la propia conservación y á los placeres sensibles, son los motivos más importantes del comercio social. La lucha por distinguirsc es tan violenta entre los liosibres, cuino la lucha por la existencia. Este es uno de los tenómenos caracteristicrx le la historia h Limana , y lo que la (listiiúiie de la Ii ixtoria de la evolución de e uatq niei otra es recie animal. 
La ¡iris ma aspiración á la ri qn eza , al bie iiestar ecouóinico, que se acostujubra a poner frente á la riel pudei social , está, en gra u parte, prod uci da directa ni ente e xlii última. La riqueza es apctecidii, no tan sólo por los’oces que trace posibles, sino lainbiriii por el poder social que, inevitableineitie, tr,ie consigo. La psicologia de la avaricia se explice capitalmente por este motivo (1). Si el ansia de riqueza lo fuera tan sólo de goces sensibles, tendria los mismos linutes que éstos; limites que, aun silero James, decididamente no conree. 
Está fuera de duda que todos los grandes inovimieiitos sociales ¡miau en relacion directa con la aspiración al poder de los individuos y de las muchedumbies. Ciertamente que seria erróneo explicar la guerra exclusivameitte por este motivo; pero no puede negarse que la ambición de los particulares, como la de las naciones, constituye un inoinen fo importa u tisimo e ir el orige ir de toda guerra. 
EL M5RXi5MO 7t 
La historia universal social y politica, hubiera tenido muy Otro carácter de no representar los sentimientos ego-altruistas Sir papel tan dominante eit la vida de los hom bres. 
y 
Los intereses prácticos dominan la vida consciente, pero no la agotan. Los hombres tienen necesidades que no perleisecen á la vida práctica, y que pueden ser desig nadas de necesidades desinteresadas. La más sencilla de ellas es ci juego. 
El juego no es, seguramente, tan viejo corno la vida consciente ya que los animales inferiores no juegan. En Iris primeros estadios las atenciones de la vida absorben todas ¡as fuerzas del organismo; en ellos sobra el juego. Muy pronto, sin embargo, comienza á ser el juego, en la evolución del reino animal, una actividad indepetidiente. El animal juega siempre que hace movimientos inútiles; cuaudo salta, corre, simula una caza, etc., siempre sin otro fin que el placer de moverse. La causa de esta actividad parece ser que radica en un sobrante de fuerzas vitales no empleadas, y que á falta de un trabajo útil, se aprovechan en este libre y desinteresado ejercicio, sus otro fin que el placer que reporta. Por ello, tanto más se tiende al juego, cuanto mayor sobrante de fuerzas no aplicadas acunrula un organismo. 
Loa animales más activos y laboriosos son también los que ntuestran mayor inclinación al juego; los animales de presa, sobre todo, y caracteristicamente los gatos. El salvaje también ama el juego. Conocido es—dice C. Bitclier—que de las ocupaciones dé los pueblos primitivos, 
t > Véase Grirewiisçi, . Fi ,tcx,zrrol/o de iris ,ierr’sidridr s hr,mrr,r,rs. 
iSOS. t’e. t, 
EL MARXISMO 
SL MARXISMO 73 
las más análogas al juego son las que ejercitan con mayor celo y con una persistencia incomprensible para nosotros. Entre ellas el baile, en primer tértitino Todos los pueblos salvajes bailan con locura hasta que, agoladas sus tuerzas, caen tos bailadores rendidos II). 
Apoyándose en un copioso material de techos y do cItttiCittos, llega Biicher á la conclusión de “que en los pri mero5 tic III O5 de la evolución liii itta ita el u eto y rl trabajo mo se rtistitmguiait,, (2). Esta diterettctactóit entre el trabajo ecottóttnco y el juego pertenece á ópocas postrriorcs. El salvaje juega tan serianoento como nosotros tíahajanios, y rodea atuenudo su trabajo de elcttteittos de distracción y juego. El cattto acompaña sI trabajo del itombre primitivo, que en tnuchos casos se cotifande con el baile. 
En estadios superiores, cuando trabajo y ¡ncgo est,iit 
perfectantettte separados, pierden su stgniticacióit las lottilas primitivas rIel juego. Solo rarantente se descubre Lii los pueblos cultos tIIt interés tan desarrollado por los juegos fisicos, qmte tnerezca la consideración de fuerza tnstrica influyente: tal lo fué en Roma y Bizancio dotmdc lis juegos del circo fueron acotitecitnieulos de tutu sigItific.i ción politica itmcomparable—. Pattesst et circeitses—; esta equtvalettcta eittre el alimento y el juego no puede sur mñs caractertsttca en la antigua Roma. 
Pero el juego es, sobre todo, importante allt donde ha llegado ti producir actividades del espiritu tan valiosas como el arte. Sobre esta relación del juego con la activiIt) Uiicticr, ‘1,-abajo y ritmo, 3.’ edie., ptig. té. 
(2) Idos, iii it., pig. 295. 
dad estética ha llamado la atención Schiller (1) desarrollasdo algitimas ideas capitales de la Crética del juicio, de Kant. El amor á lo bello es desinteresado y libre, y como allí” dottde se da una actividad pura y por el gusto de ejetcitarse, está el juego. (2), bien podemos considerar al ,Irlc cotmto oita forma del juego, A la misma conclusión, y por canmitto distittto que Schiller, ha llegado Spencer posteriOt ateste 
La miotalile iutvestigaciótt de Biiclter Ima mostrado que origimtariamtteitte la música y la poesia estaban estrechatiteitie ligadas con el trabajo económico. Hasta parece que el rilttto, (lite comistituye la ciencia de la música y de la 
pocSia, procede generalmente de los movimientos ritmi— cos del trabajo (3), Con el tiempo la música, que fué umia miera ayuda del trabajo económico, se Ita convertido eta utma de Lis bellas artes. Pero esto ha elevado muy poco su stgniticacióut como fuerza social. La música procura quizás el más puro lilacer estático, yen este sentido nunca puede ser bastante estimada; pero su influencia sobre las formas de tu vida social 110 es fácil de descubrir. Es, por ejemplo, imnposible determinar qué consecuencias desfavorables al desarrollo social de Inglaterra haya reportado la poca capacidad musical de su pueblo, 6 las ventajas que Italia ó los judíos hayan conseguido con su gran disposición. Si utias y otras fueran considerables, se podrtan fácilmente determimmar, mas no parece ser este el caso (4). 
(1) Véase Setititer, Sobre la educación estética de los hombres, cartas t5-26 y 27. 
(2) C. Graos, Los j,,egos de tos hombres, pág. 7. 
(3) Véase C. Büctser, Trabajoj’ sumo, rap. VII y otros. 
(4) Las investigaetsnes de Spencer para demostrar ta gran ulittdad social de u música me parecen Iotatntente equivocadas. Véase Spetmeer, O, ii’,,, y f,,,jcistn do’ la músico, Ensayss, vot. II, 1907. 
71 II. ARSioSil 
EL MARXiSMO 75 
l.o mismo puede decirse de las demás bellas artes, aunque cii menor grado, ya que la música es, entre ellas, la que está más lejos de los intereses prácticos de la vida. En lo q tic á la 1 teralura concie iii e, tic nc si u duda, u no considerable Itierza social, mas solo porque la literatura encierra en sil toruna arlistica uit cierto contenido ideal ideas que son coinuites, con la liiccatura, it olios campos del pensamiento social, como la filosutia y la ciencia. Sólo mediante csue contenido intelectual, y no ,i causa de su peculiar elemento estético—la forma - ha llegado ser la literatura una fuerza histórica tan grande. 
El dominio de la estética pura no ejerce tilia inllueimcia considerable sobre la vida práctica lo que es natural, ya que la esencia de lo bello consiste en se indepciidcncm.i de todos los intereses prácticos. Bello es, segun la cele bre de Ii nición de Kant, lo que gas la tesi ntercsaú a iii cate (1). Existe, en efecto, una cierta rclacion entre lo bello y lo bueno, porque el placer cstctico contiene algo cmimioblecedor, y por ser la vida estética, conio Kant y Scliiller han acentuado, el medio más elicaz para elevar á la tica al hombre sometido á la sensualidad. Podemos reconocer cott Schiller, en uit alma hermosa el más elevado ideal humano, sin que esto nos mueva a descubrir cii los eleinenios estéticos del arte una gran fuerza histórica. l.a realidad de la vida está ntuy alejada del ideal, y si el arte ejerce una acción moral eitnoblccedora, es poca su trascendencia considerada desde un punto de vista sociológico, como también la validez que en la sociedad moderna logran loa seutinmientos altruistas. La vida social se rcdu ce 
hasta hoy ante todo, á una lucha cruel por la existencia y por la fuerza, y junto á ellas el interés por lo bello tiene solamente un papel secundario. 
La vocación científica tiene de común con la necesidad estética el ser igualmente desinteresada, ó poderlo ser cuando menos. Se puede saber para uno mismo, sin pretensión alguna utilitaria, por complacerse ínliinamente sabiendo. “Lo mismo que itaturalezas poéticas y musicales, las hay también intelectuales, para las que la contradicción, oscuridad ó incoherencia, son tan dolorosas como una desafinación ó uti mal verao, (1). Hombres de tal naturaleza aspiran á la verdad porque la aman. La vocación cientilica ea, en efecto, mucho más débil originariamente; mmii después, la mayoría de los hombres sienten con más tuerza las necesidades estéticas. Las naturalezas intelectuales soii mucho más escasas que las musicales y poéticas. Nunca despertará un trabajo puramente científico tanto interés en el pueblo como una gran novela ó un trozo de música. Mas aun reconociendo que el amor al saber se da muy débilmente en la mayoría, no puede ser eliminado de las necepidades personales del espiritu. 
Seria, sin embargo, equivocado poner el nacimiento y evolución de la ciencia exclusivamente en el haber de esta necesidad. La ciencia no ha sido producida por inte reses teóricos, por el amor al conocimiento objetivo de la verdad, sino por intereses prácticos de atender á la vida material. Tanto puede decirse esto de las ciencias puras y abstractas, como de las disciplinas de aplicación y prácticas. Los inlereaes prácticos predominan en todos los campoe de la ciencia en sus primeros pasos. La historia 
(1) “1_a complacencia que deternuimi,, ci u ulcia Li lisio, ca roes U 
todo ,mierés, Kan, O-/tice, un fmi/cm, Ed. le t<eumrl.mcli, P c ti 
(t) Ilolfding, Psicstog/t, ptg. 359 
El. .5I(X(5M0 
EL MARXISMO 77 
de las ciencias lo prueba asi. “Las dos ramas prittcipales de la vieja matemática—Aritmética y Geometría 
deben su separación y formación independiente á las mal- tiples exigencias del tráfico comercial y á los problemas que la agrimensura presenté al arte (te las cuentas. 1. Las necesidades de la agrimensura y de la coostrnc— ción dieron el sér á la Geometria, mientras que la Aritmética sc desarrolló con las cuentas de valores. Tambieit la ciencia natural procede de necesidades prácticas. “Cóttio ha de apoyarse un cuerpo de determinada forma para e 1- lar su caída; cómo ha de ponerse en tIIOViniCiiIO ((lid fuerza dada; cómo ha de a u mcii lar la II ra(ltez de la cuerda de un ateo si la fuerza alcanzada crece tasto ó cuanto; estos problemas, y otros parecictos, han guiado á Un Arquíinedes y ¿ Herón de \lejandría en sus investigaciones mecánicas,, (2). 
En el nacimiento de la mecánica ha tomado buena parte la necesidad de pesar ditereutes objetos de valor. “La mecánica racional no pudo tener otro plinto de partí da que la balanza,, .3. El origen de la Astronomía hay qse buscarlo igualmente, en los intereses prácticos de la vida. “Los intereses teóricos por tos fenómenos celestes habían dado bastante de si, con las representaciones imprecisas que de los movimientos de los astros se tenía en tiempo de Platón y Aristóteles; mas para lograr una división exacta del año, se necesitaban determinaciones cuantitativas que se encontraron finalmente, con la mayor exac (1 Wuactt, Lógica, tsma II, porte 1, pág. 91. 
(2) Idem, td., Id., pág. 263. 
(3) Speneer, Eosayos, 11101, vot. II. Le géo,sis do’ lo cjc’oeja, plgt a 50. 
titud posiole, dados los medios de la época, en los sistelilas astronómicos de Hiparco y Ptolomeo,, (1). 
No intereses teóricos, sino los intereses prácticos de encontrar un medio de convertirlo todo en oro, dieron Villa 2 la alqnimia, de la cual ha salido la qutmica cientójea. 1_as ciencias biológicas teóricas se desarrollaron bajo la gran intlueneia de sus ramas prácticas: Medicina, Zoolecnia, Agronomía, etc. “Las ciencias están ligadas Inseparablemente con las artes técnicas, y sólo convenetonaínmenle pueden ser consideradas como independientus. Originariamente fueron una sola cosa. Como fijar los dias te las festividades religiosas; cuando se habría de sembrar; como pesar las mercancías, como medir tos arcos, etc todas estas eran cuestiones prácticas que dieron vida ¿ la Astronomía, la Mecánica y la Geoinetria,, (2). 
No fué 01ro el origen de las ciencias del espíritu. Los lemas éticos y politicos han llegado á ser, relativamente tarde, objeto de reflexión científica. “Sólo en el siglo V, cuando los solistas, maestros públicos de elocuencia po— litica, dejando á un lado corno inútiles todas las especulaciones sobre la conexión de los fenómenos naturales, eolmsagraroms su actividad á problemas prácticos, y, especialinenle, á la formación politica del individuo; sólo entonces despertó el interés por los problemas teóricos que estaban en relación con la actividad retórica y política,, (3). Obligados, como maestros prácticos de elocuencia, á estudiar y analizar los elementos de su lengua, á 
(1) Wondt, Lógica, tomo II, pág. 263. 
(2) Spznczr, ob. cii,, póg. 69. 
(3) tVoadi, Lógica, Metodología, II, pág. 2. 
75 SL Si’, 5XiSiiO 
ii SI ‘,RXiSMO 70 
ellos se debe también la Filologia como ciencia particular. Igualmente la ciencia del Derecho ha nacido y se ha 
desarrollado eslrechaiiieute ligada con la práctica juridica. En este respecto, es característico ver coleo entre los roma nos aIea u za rcsi pri ni ero eta hora ció it ci enti ti ca aqne— Itas secciones del Derecho más íntimamente relacionadas con It vida econóniica, el derecho privado, especialmente. mientras que el público carece entre ellos cte torta itisposidón sistemática. La otra gran ralee de les ciencias so ciales— la ciencia económica --- . tiene igualmente sss raíces en las necesidades prácticas cte la vida social y hasta íioy está estrechamente ligarla con ellas. 
La Instoria de las ciencias conlirnia, pues, plenaniente, el primado de los intereses prácticos sobre los leónco’,, el de la voluntad sobre la recen. Tanto cii el crisipo del saber como en el del arte: “El senIl miento estético es un prod neto y ilesa rrollo cte los instiii tos que gula u 
la conservación del individuo y de la especie. Presupone un sobrante de es ergí as que, lo sien do consuini itas en 1 a lucha cíe la vida, se aprovechatt cíe este modo,, (1). Etc lo que á la pura aplicación cientifica se reticre, es uit producto posterior del poderoso desarrollo del intelecto liiimano, el cual está condicionado por la importancia predominante del entendimiento para la vida práctica. Siit etnbargo, hay que considerar también al interés teórico como una fuerza motriz independiente é indispensable del conocimiento científico, ya que sin estas aspiraciones, en absoluto desitmteresadas, nitigluta cieticia prosperaría. 
En los peineros nioutenlos ile la ciencia el interés teói ieo es débil, y sólo á medida qu la ciencia progresa, va ha— 
cirnctOse poderoso. Originariamente, estuvierota las ciencias teóricas subordinadas á las prácticas; más tarde consiguen aquellas la soberatiia. En esto consiste precisa- siente la evolución natural de la ciencia. Lss invenciones técmuie,is tienen uti doble origen. La práctica de la vida pseúe pi esemular á la conciencia popular un problema práctico dclemmninado, á cuya solución se consagran muchos lionibres hasta conseguir resolverlo. De este modo tuvieron lugar Iris grandes itivenciones técnicas del sigloXVlll, que traleron consigo la revolución industrial. Ast la mdqnimia ile hilar tué descubierta para responder á una grau clemnanuli de tillo que tuvo lugar en Inglaterra; Igualmente, la ncc -siutaul de precipitar la elaboración de tejidos aportó la máquina cte tejer. 
Mas las invenciones técnicas pueden tener también otro origen. Frecuenteticente aparecen como consecuencias inesperadas é imprevistas de conocimientos teóricos. Las iuuvesligacioties llevadas á cabo etc vista de intereses teóricos, reportan á veces también soluciones impensadas de probleeias prácticos. Inventos de esta índole son tan ca— racterísticos del siglo XIX, como los conseguidos por caminos prácticos lo son del XVIII. Ast procede la Electrotécnica de las itivestigaciones y trabajos teóricos de Volta, Faraday y Otros. El má grande de los recientes descubrinmientoe, la telegrafia sin hilos, está en estrecha conexión cali los experimentos de Hertz, dedicados á soluciotiar problemas teóricos sobre la naturaleza eléctrica de la luz. También las investigaciones teóricas de Crookes facultaron á Rontgeti el descubrimiento de los rayos X. Igualmente utta serie de trabajos científicos sirvierota valiosamente á Hoffmann para solucionar un problema eminentemente práctico. 
(1) t-tilttting, Psieoiogku, paginzs. abs a0t. 
IL St .51)5)55 
EL MARXISMO 
Si la ciencia procede, pues, de tieccsitlades prácticas de la vida, también it a revolu cio nado ésta y se It a des - arrollado liasla llegar 1 set por si tu prpiÚ titt. Id lstnbre no estudia sólo por obtener alguna nlilitiail ininediala, sino tant bién por el pl acer 101)1 de conocer. Att dite, efectivamente, aun en los paises más progresivos son pocas las gentes sensibles en alto grado a este placer. Pero por muy te nne ni cii te qn e es tu necesiti a d se sien la, su significación sociohigica, eolito tuerca iiiipnlsora tic la 1-listoria, es considerable: la satisfacción del atiliclo cienitfico tic UIiOS pocos hombres intlnye, decisivatiicttte, sobre ci destino de la inmensa mayoria que deseo toce la iieeesidad de la ciencia. Con el trabajo solitario de nitos ctiatttos investigadores se construye el soberbio edilicio nc la ciencia que protege la sueile de la bu ca ni dad. El a nior a la verdad á á la lógica, como el placer estático es desittternsado. No es la alegria sentida ante la utilidad litinediafa, la correspondiente al trabajo del pensaniietthi. Sigwart caracteriza muy adecuadamente, como sigue, los rasgos generales cte la evolución de nuestros inlereses teóricos y prácticos: “Primero toman las exigencias y necesidades de la vida al pensamiento á su servicio, poniéndole finen que ha de prohijar y perseguir Después el conocimieuio exacto de las cosas y sus relaciones, exige del impulso cienltfico una tarea que excede de los límites de los problemas prácticos; nuestro pensamiento tiene entonces que consagrarse al puro coitocer para des-. entrañar la naturaleza de las cosas y presentar, á nuestro saber subjetivo, un citadro fiel y completo del mtinsto real. La satislacción, pues, (tel ansia de conocer, lleva en si la de aquellos fines prácticos del pensamiento; el conocirnienlo de lo qttc es, en el fin iitniediato que 
pone á nuestro pensar en movimiento y determina su rumbo,, (1). 
La necesidad más elevada del alma humana es la religiosa. Cierto que isoca propia de todos los hombres; pero lo nttsmo pasa con las necesidades intelectuales y estéticas. La defiitición más justa del sér de la religión, la dió, en ni opinión, Schleiermaclier, llamáitdola: “el aentiitiiento de la absoluta independencia ó “la conciencia inmediala de la existencia general de todo lo finito en lo inituito y de lodo lo temporal en lo eterno (2). Como especificos sentimientos religiosos merecen consideración las de sumisión, que no en menos grado que los de reconociiniento, sobre los que la vida social descansa, pertenecen á los instintos fundamentales de la naturaleza humana (3). 
La religión, en este sentido, no puede identificarse con la creencia en poderes ciltraterrenos; “la creencia en el demonio testimonia ciertamente la emoción del temor y del espanto; pero diftcilmente se encuentra en ella ni sefmi de sumisión religiosa. (4). 
Los pueblos inferiores creen en el poder de los muertos, cia el encantamiento de sus sacerdotes, ofrecen sacrificios 8 sus idolos, pero carecen de religión en nuestro concepto. Los principales motivos que determinan su adoración á los espiritus son completamente otros; no la sumisión desinteresada, ni el sentimiento de la independencia absoluta. El hombre primitivo, mediante la con(ti C. Sigwart, Lógica. tnms 1, edtc. 2., 1889, pág. 4. 
(2) Sctiteterniactier, Discursos sobre la Religión, 4. edtc.. págiiii 42, ctmada psr Wiinitt, Etica, 1, pág. 42. 
(3) Wandt, Lilia, 1, pág. 273. 
fil Idem, iii., íd. 
Si II liXiM 
teinplación de algunos fe ii5n anos iia tUrs es cc it creer en la inmortalidad (le SU alma. El culto pi mutis o se i e— duce al “cuidado del alma, de los muertos, it los que se teme por los males que pueden acarrear; motivos, por tanto, puramente egoisias dan vida mí este culto. Estos hombres se conducen con Dios cii la misma forma que con un poderoso enemigo viviente, haciendo lo posible para galia r su vali ni iento COli tributos, y sintiendo a ile el itia temor que reverelicla. 
Tanto puede decirse (le la religión aparente de niucimas gentes civilizadas. El sociologo tranecs Lacombe ilescu1) re, acertadaniente, nioti vos egoi stas en los re .i s i iiiporta mi — les actos religiosos de li iiiayoria de las geimte. Peio tainhión se excede al considerar la religión como ini especie de medio de vida, oua economia figurada: cuino siendo la actividad religiosa paia cada hombre únicsniente el medio de consegLiir ciertos beneficios con la ayuda ile supuestos poderes sobrenaturales, sin que exista en la naturaleza humatia ningún sentimiento religioso especifico (1). 
Esta batiera de• considerar la religión es totalmente equivocada. Cierto que con frecuencia el culto religioso está mantenido por motivos extrarrelngiosos; unas unto á esta religión aparente hay otra verdadera, en nada común con la economia, por atender ésta sólo it Lis intereses prácticos, mientras descansa la religión verdadera en li más desinteresada devoción. No á todos afecta el sentimiento de la independencia absoltita; pero quien lo Siente pone en Dios su ideal más elevado, nunca un medio 
1) \‘éasc Lacosihz, Li hjstem ji onjd, idi cautO al ,icia, C.iP. VI, p,ír: 5.” 
Ei. MARXiSMO 83 
para otros fines, sino un fin en si, el más remoto y superior, un objeto de la mayor veneración. 
Este Sentimiento puede aprobarse ó no, naturalmente, pero su existencia real no puede ser puesta en duda. No porque las naturalezas verdaderamente religiosas sean escasas dejan de darse. Eti el ascetismo lucha la religión con el antor á la vida y le vence. Y tampoco tenernos base para afirntar la carencia absoluta de opiniones reltgtosas en la mayoria de los hombres. Si asi fuese no seria expliestile la tenacidad de la creencia en poderes ultraterrenos .n pueblos civilizados; pues el conocimiento positivo dilicilmciile podria dar fundamento á tal fe. 
E.a sioraliífad se ha dessrrollado bajo una predominan“e intlneitcia religiosa. “La moralidad sazonada es el lujo emancipado de la religión y de las costumbres, (1). No 
podemos representarnos la conciencia del deber sin la veneravi iii que es, á sti vez, el sentimienfo religioso espectlico. Es evidente que en la moralidad de los actuales hoinbres civilizados tiene más parte la religión que los sentimientos altruistas. Éstos, como ya se ha dirImo, en el orden social reinante, tienen tan sólo eficacia en circulos corno el familiar, muy estrechos. La opinión religiosa, en sus formas, más ó menos puras, es, en cambio, común á grandes masas. Rara vez vemos que los hombres obren por puro altruismo; en cambio, ha despenado el entusiasmo religioso, repetidamente, grandes movimientos populares, en los que han manifestado los hombres un sublime espiritu de sacrificio. La religión fué siempre y sigue siendo tirio de los mayores motores de la Historia. 
No debe olvidaran, en efecto, que en muchos nmovi It 
Wiindt, tbica, 1, pág. 276. 
EL VIAItLIS?IO 
mienlos religiosos, como guerras, persecución de herejes, etcétera, no predominaban motivos genuinamente religiosos. El poderoso senliinienlo ego-altruista del honor se liga fácil u ente con el seiil iii iento religioso, y en rIn it de esa unión se fortalece hasta tales extremos el faiialis mo religioso. El f,inático ve cii la exteriorización de la fi ajena tina ofensa d su Dios, y ella le es más sensible que las hechas á su persona. Esto explica la acritud que ciraclcriza á las luchas religiosas. Al persegtnr el tanatico, esa todo el odio de que es capa?., al enemigo de su Dios, persigue, cii realidad, u su propio enemigo, que, con el menosprecio al objeto de su mayor veneraciós, le hz olendido en lo más sensible. 
CAPITULO IV 
ECONOMÍA Y VIDA SOCIAL 
.,I,,l,.,ool.,en,oí,I,Iaetselohtlo,toocgaoiooyo,,ishtstoeia.iCe,,cs’ptod,-ja 
1,1, toe del concepto de laceo,,omia de Eagois.—Ca,aet,re,de laactic,tao, onO,ela. li.L,teeooe,oñ,coe,o f,ttt,l,,,,l,olod, 
1,1,!,, 1, t,,atalie’ul,,tt,,: lii i’ai’el de la 00000,n,a en 1,t sat,afact,ón de las d,f,reoeeonomia lomo base de a tuerza ,octnl.—Fsndameosos reatos 
y lele 1 le 1 cIencIa —la potiebio central cte la economia en la Vida sedal— VI. 1 ,,,ce,,e,sV r,,,oo dcopaclti,t principal cte la mayor a de la pobiaCio,e: La lo- 10V,,, a it,d,recl., de la ecenomia cobre ateas atttvhtades acetales—La oeO,,omia y el 
IV. El ,,,coteoto real de ia000,,Omia: Laratu,,sienaeote,ioe.—So ohoonc,a,t,raetaé jed,reott sabreis elda 501laL P,t,bla,,aivate, y poebion buba. 
—1.., ,ela,,v,, l,l,eraeióo do es hombres del podre do la natoraleza. —V. Ca,tll ,t,,o 1. sr ,o,j,sl. Progre,os 0000t,eo, y teleológicos.— Comlleidad y sociedad—Pl cote de la ,,o,eaidad y ci de la libertad. 
De las diferentes aétividades sociales ha hecho resaltar Marx la producción de los medios para la subsistncia, considerándola como la fundamental. La propia consers’ación de nuestra vida domina la conducta humana. La luctia por la existencia entre los individuos aislados y los grupos sociales tiene, opina Marx, tan absorbente papel en la historia del hombre como la evolución histórica de los organismos en la doctrina de Darwin. 
Y hasta es de creer que aun para la biologia la lucha por la existencia es un concepto demasiado limitado y que entre los organismos no sólo se lucha por existir, sino 
Li. SIA5XISMO 
EL MARXISMO 87 
para hacerlo del modo más próspero posible. Cada orgainsulo lien de á asegurar algo neja r y uds con pisto que la niida existencia; y lucha tciiazimiente por Consegair el libre desarrollo de todas sus fuerzas, y la satisfacción de sus necesidades ó inclinaciones l. De aqut que esta lucha 110 termine, y que impulse sisilipi e pioqi esicauliclute al ni UlmdO orgánico. Cada tri tufo colusegluid o es 1)111110 rl partida de nuevos esfuerzos, y nuevas luchas se siguen sin cesar. 
y si de lod,,s los organismos se ,tirmiia, con cuámuta mayor ra edii del 110111 bie El tic tic 11111 ltipt es lleCcsid art e aparte de la de coliservarse y aspira siempre á verlas cotusarlas. Cierto que es la de ah mentarse la más apre a a lite; pero tiene sólo un carácter absorbe lIte cuando el tiais tire le a III enaza . El hecti o de que el fmom bre no sólo SOlIO), Xiii, que ti ace pohitica, cisne la, arte, re tigiomi, Cte., pra cha q se la alternativa entre couimer ó filosotar se le presenta sólo en casos contados. 
Se ha censurado trccueimtemeiate al materialismo histórico que parte de una concepcióit muy infenor de la na turaleza hunsaita, y por lo menos ignora, 5 no niega, las causas más elevadas de las accioites humanas. Emi cuanto á Marx y Engels se refiere, es cierta esta eritica. De toda la compleja diversidad de motivos psicológicos del comercio humatio, han recogido sólo el instinto de conservación, eaperamtdo haber eitcontrado en él la clave de todos los problemas de la historia universal. Con ello el mnarxisnio contradice los hechos de la vida social que milestraii otros uiolivoa no nmeuos poderosos del comercio Ini¡sano; adeuiás de que á la apreciacióti Objetiva de la 1-lis- 
toria no escapa la importancia decisiva que tienen para et destino del hombre otros instintos más dóbiles en él. sonio el deseo de conocer. Si no existiese en el espíritu fiuimiano la curiosidad desinteresada, la alegrta de poeeer la verdad, no hubiera conseguido ninguna otra necesirIad práctica el grandioso desarrollo del intelecto humano creador de tantas civilizaciones. No se debe encarecer la iimiportalmcia de las necesidades prácticas de la vida. El lionibre.—el natural sobre todo—es un sér indolente que empieza ntny á disgusto todo cuanto no le reporta una satisfacción inmediata. “Cada vez sorprende más—dice l-tatzel---.el reducido número de inventos de los pueblos atrasartos que no ven ni lo que les rodea,, (1). 
Todas las descripciones de los salvajes coinciden en miegarlos previsión ante el porvenir. Con tales dotes psi. cologicas es inverosimil que hagan cualquier invención útil que no ofrezca á su entendimiento un placer inniediato. Menos anta pueden explicarse por la utilidad práctica de la ciencia los éxitos que ella logró postetiormente. El trabajo intelectual es para todo verdadero investigador la mayor satislacción que psicológicamente nada tiemte de común coti el instinto de conservación. 
Según esto, ¿ha de rechazarse la concepción materialista de la Historia, pura y llanamente, comno un sistema uimilateral y extraviado? No lo creo. Creo más bicis que este sistema es susceptible de una reconstrucción que le haga mnás utilizable como leona ciemitílica. 
(1 Ratacl, A,itropogeografia, It, pág. 7tt. 
(i) V5ase t’orittcr, JIS ide,,s f,i,zas, t, p5g. 78. 
se 5 ‘155X15’5O 
El. MARXISMO 
C orno elemento inservible del materialismo histórico considero, ante todo, el equivocado concepto de economia de que hall partido Marx y Engels en su filosofia d la historia. Sabida es la iniportanci que para cada ciencia tiene poseer un concepto claro y preciso de sus elementos fundamentales. De la ciencia económica puede decirse lo mismo que Kant afirmó de la filosofia del derecho de su época; hoy todavía se discute sobre el concepto fundailiellial dc la ciencia económica; sobre que sea la economia. De las confusiones á que esto puede conducirnos isa dado recientemente blmil ejemplo Siamniler con su critica de la concepción materialista de la Historia, critico en otros muchos aspectos rneritísima. El mayor deíectr de ella está precisamente en su concepto completamente equivocado de la economia social. 
Muchos economistas Marx y Engels entre ellos 
creen encontrar CII la clase de l,ss necesidades que se satisfacen la característica de la econoinia. Según la opinión de los creadores del Inaterialisfno histórico, la actividad tiumana es económica cuando se dirige á la satisfacciois de necesidades de su organismo, tales como el alimento, habitación, vestido. Cuando sirve á otras superfluas deja de serlo. 
Así dice Engels que “la producción de la vida iismcdiata,,, la cual forma el momen o determinante de la Historia, consiste en “la obtención de medios de existencia, alimentos, vestido, habitación y de las herramientas que éstos exigen. (1). Lo mismo repite en sus cartas del año 1894: “Entendemos por relaciones económicas—de- 
terminantes de la base social—la forma y modo cómo los hombres dc Una sociedad dada, producen sus medios de sida y cainbiais entre st sus productos,, (1). 
Contra esta concepción de la euencia de la economía puede argusnentarse lo siguiente: por lo pronto es hopo— sible tracir una línea de separación definida entre las necesidades vitales y otras menos apremiantes. ¿A cuáles pertenecen, por ejemplo, las de tener vestidos elegantes, joyas, muebles de lujo, etc.? Desde luego que no á la pci- llera clase, pero la producción de vestidos la incluye Engels en la economia. Además, casi todo objeto puede servir á las necesidades más diversas; desde el punto de vista te Engels, resulta, pIles, imposible precisar si tal ó cual aclividad pertenece ó no á la economía. Con la piedra igual puede construirse una fábrica que un templo; de un lieneo puede hacerse sacos de patatas ó un cuadro también; de la madera lo mismo se sacan sillas y mesas que instrumentos de música, por ejemplo, y así sucesivamente. Toda la producción, por consiguiente, puede también ser contada entre las actividades no económicas, ya que puede servir á otros fines que no son estrictamente indispensables para vivir. - 
Partiendo de estas consideraciones renuncia Stammler .i toda distinción entre actividad económica y no económica y designa como economía social á la externa y regulada “cooperación dirigida á satisfacer las necesidades hunianas (2). Por consiguiente, toda actividad social es econornia—inateria de la vida social—en oposición al derecho, que es la forma de la misma. Una guerra, una feria, 
(II Engels, El origea de la familia, de la propiedad prelada y deL 
Estado, 8.” edie., prólogo, pág. 5. 
(5) Doco,oc’,lros del socialismo, 1902, tamo II. ptg. 73. 
(2) Sim mier, Ecosomlay Derecho, 1896, pág. 139. 
II MXJSXISMO 
RL MARXISMO 91 
ulla representación teatral, pertenecen, según Staminler, i la ecollontia social, concepto que couipreiide toda la vida social, menos el Derecho. 
La arbitrariedad de esta lerininologia es manifiesta. Stanttnler neccsita el co ilcepto marc/ui de ¡si ti/ii sor 
y le d el nombre de ecoitoniia social. Carla escritor ca muy dueño de crear tota nueva termniolugia, peri) es cvi siente, que economía cii el sentiilo de Slaaiinler, es algo u ny diferente de lo que ge te ralin cii le se voili pi cinte mi srsle concepto. La eeonoinia, un sentido usual, iii coincidu co u la materia de la vida social, forni a sólo iii a parte (fe ella. La ciencia, Como el uso corriente, entienden por eco itonda , en mi opinión, no otra cosa (lite el co it w nifio de las acciones tiiimanas dirigidas sobre el inundo exterior para crear condiciones aplicables -i la satisfacción de las necesidades del liosibre. La aclividad económica se distiitgue de la que no lo es, ante lodo, en dos muntcntos 
1:’ La actividad económica es siempre un ineitio para algo. nunca un fin en sí. La economía ema medios pata la satisfacción de nuestras necesidades; peio por si, no fas satisface. En esto se diferencia la ecomtolnía del juego y del arte, como en general de todas aquellas actividades que son en sí mismas un fin. Por eso el pintar de un verdadero artista, no es economía, y lo es, en cambio, dibujar la muestra de una fábrica. C. Búclier ve en la economía un fenómeno histórico y llega á tao considerar trabajo, sitio juego, la actividad del hombre primitivo. El juego—dice—es más viejo que el trabajo, anterior el arte á la producción de cosas útiles. (1). Esto tic parece una exageración, porque la obteuciómt de aliineumios para el 
salvaje, más que juego, es un trabajo muy considerable. Pero ciertamente que Biicher tiene razóti al afirmar que el trabalo y el juego en los pueblos primitivos están poco diferenciados, y á ntenudo es difícil bah lar la tinca que los separa. Hasta este putito carece la actividad de aquellos itouti tires de carácter económico. 
El consumo no es una economía, puesto que es por si imisitio tui fin. La actividad ecoitómica termina cii el mocielito quc el consumo comienza; si no. casi toda la actividad tiuuttana sería economía, ya que cada empresa bu- samia puede ser considerada como un cotasuino de objetos (le una ú otra clase (1). 
2: La ecoutoinía se dirige siempre sobre la naluraleea exterior, sobre el medio en que se da nuestra existencia Esto distingue la economía de aquellas otras actividades que liciten al hombre por objeto; un ntaestro, un tice, un sacerdote ó un médico al enseñar, juzgar, etc., no obran económicamente. 
Según su contenido, consiste la actividad económica en la traitsíortnacimin de la naturaleza exterior (producciómt y tratisporte de mercancias), en la traslación de los hombres de un sitio mi otro (transporte de personas) y eta la al leraeiótt de tas relaciones de propiedad entre los hombres y los 
(1) Todas las formal de satisfacción de tas necesidades, de la mss noble á la más grosera, ast csmo ludas has acltvtdades de las que no distonenmos como de nuesira rapactdad de trabajo para obtener un resultado arbitrario ó iostiticada, sino en las cuates la personalidad se moni- tiesta y desarrolla, no sari de naturaleza cconóniica Los nsisnios ,rcios de rons000 y de goce realizados con la ayuda de bienes econóisocas no seo económicos, conis cualquier ocio de goce en general., Fr. y. 5 icser, So fi-e el origen del valor eco,iÓ,nico, 1854, pág. 77. 
(1) tisiclier, St ,,siçinuieot de turs ononumi, 2. cdic. , ‘‘e• 31. 
92 EL ilSRXiSStO 
EL MARXISMO 93 
bienes (cambio). En todos los casos sigue siendo el fin de la economía la creación de las condiciones reales más favorables á la satisfacción de las necesidades humanas (1. 
Es un error manifiesto aceptar que la economía sirve exclusivamente al instinto de conservación; y tal le cometieron Marx y Engels al identificar la economia con li “producción de la vida inmediata,,. Ellos entienden por condiciones de la producción dominantes de la vida social —aquéllas referentes tan solo á los bienes indispensables para la conservación de la vida como el alimento, el vestido y la habitación. Por ello consideramos al timatcrialisnto histórico como una tilosotia de la Historia tan unilateral que descansa sobre el desconocimiento de la verdadera psicología humana. El instinto de conservación es tan sólo uno de los muchos que determinan la conduc 
(1) St. Dielzel define la econosnia como “el conjunto de acciones con tas que un sujeto cubre sus necesidades de sienes materiales,,. Eso,mo,nfa social teórica, iss, tomo i, pág. t59. Contra esta definición qoe tiene algo de comdn con la mia, tengo que decir lo siguiente: Dietzet incluye ul consutno en la econunmía, habla hasta det respirar como acto ecunónmicu (ob. cii., pág. 159), lo que tse parece tan equivocado que de esta manero se Itegaría 5 soprintir toda tinca de separación entre ta econumia y lo que noto es. Además ta definición de Dieizel supone que la ccsnotttia sirve siempre i la satisfacción de las necesidades del propio soleto. u que Roes exacto, parque puede tener como fin también las de otras persontas: así tos cstabfccioucmttos de beneficencia obramt ce000nti- cantesle al satislacer las necesidades de otras persaoas distimtlas del sotelo econtóntico. Y. por dltimno, desde su paulo de t ista es dilicil recatsoccr como actividad económica el viaje de on,t persona para sos nLgsciss, y farra de toda nlada, loen. 
íd tinmana, y sus manifestaciones están bajo la influencia poderosa de la satisfacción de otras necesidades. 
Esta parcialidad de la concepción materialista de la Historia es tutu cottsecuettcia del falso coticepto de la ecottotitia sobre que elescattsa. Pero si se considera ecottótitico á lodo trabajo, cts cnattto va dirigido á vencer la resislettcia efe la ttatsraleza exterior, independiente de las ttecesidades á cuya satisfacción sirva, caen por si solas tmmttcltaó de las objecciones hechas al materialismo histórico. Así ellttlendado, cubre el vacío psicológico de que auties ‘adolecía, cuatido sólo tenía en cuenta el momento de la propia conservación, y no niega la elevada signifi. caciótm social de loo motivos ideales de nuestra conducta; pites la ecotlotnia, dotnitsante en la vida social, es, si se la juzga scertadatnente, no menos adecuada para nuestros filies ideales que para nuestra conservación. 
Qtieda cierlametite por averiguar st también tomada cii este amplio sentido puede ser reconocida la economía como base del orden social. Pero esta nueva disposición del materialismo histórico le libra de la censura tan repelida y justa de desconocer la compleja diversidad de los tttotivos conscietttes de nuestra conducta. 
Es, por consiguiente, erróneo dividir en dos’ grupos las necesidades sociales en económicas (de conservación de la existencia) y no económicos (las restantes). No hay ninguna clase de necesidades á cuya aatiafacción no conlribuya la economía. 
Así el instinto sexual despierta una muy diversa y coimsiderable actividad económica. La mayor parte del adorimo, cts los trajes de mujer especialmente, hay que relaciotiarla con este Inotivo psicológico. La producción de ,objetos de adorno es uita industria iniportantisima, tanto 
St FI. It Ss\iAMO 
Fi. MARXISMO 95 
que en el comercio de Francia, por ejemplo, la exportación de telas (le seda ligura en primer ¡ligar. Millones de trabaadores se ocupan en nuestros paises civilizados en la elaboración (le objetos de adorno el traje mismo no Ita perdido hasta ahora su primer carácter de prenda de adorno. 
De los instintos sociales el más poderoso es, sin (lada, el amor familiar, uno de los motivos más considerables del comercio económico. La aspiración de asegurar á la familia el bienestar esta más apropiada para vencer la indolencia y despertar una incesante acliuidad económica. Una iijslil u ción social tan ini portante co no la tiere iicia tilia de las bases dcl orden económico ieinante, tiene su motivación psicológica cii el amor taiiiiliar. Sin tos senti— mientos cte simpatía y de solidaridad no podria conseguir la econonita uit desarrollo superior, pIles la presencia inevitable de la muerte ante cada individuo qeitaria lodo fin racional á las accioses económicas que se cifrasen en mtn porvenir remoto. El ejercicio ile industrias, tales eolito la lorestal, jardinerta, etc., descansan en la buena voluntad de los hombres que sacrifican sus intereses cte momento por los de Otras personas, de su familia sobre todo. Otro tanto puede decirse en cierto modo de la acumulación de -capitales. Si el hombre estuviera movido exclusivaulente por motivos egoislas, hubiese imprimido á SUS acciones económicas una dirección muy distinta dc la que observamos. La Roma de la decadencia nos ofrece un 
- buen cuadro del carácter pródigo de aquella economia regida predominantemente por un apetito egoista de placeres sensibles. 
No es menos claro que la tendencia á distinguirse socialmente está cii estrecha conexión con la actividad eco- náutica. La riqueza es yfué siempre una gran fuerza social, 
especialmente como tal es apettcida. Desde luego que no es el placer de atesorar riqueza el que mueve á un millonario á acumular más capital cada dia, ni la necesidad económica á extender su empresa con móviles de competencia, pues cada capitalista afortunado podria cambiar cuando quisiera st, vida diligente que tanta tensión de fuerzas exige, por la de un rentista, cómoda y descansada. La ambición y n la sensualidad ni el tnstinto de conservación es el resorte psicológico más importante de la acumulación capitalista. Jay Oould fué un hombre muy sobrio y su apetito de riqueza desconsiderado é insaciable sólo podia esplicarse con una ambición ilimitada. La riqueza no es sólo instrumento de placer, sino también de fuerza. Este carácter cte la riqueza se muestra con toda claridad en el campo cte la politica, ya que la fuerza politica de cada Estado descansa, sobre todo, en su situación económica. La elaboración de materiales de guerra es una industria importantísima y, muy significativo para el Capitalismo moderno, que las explotaciones de Krupp pertenezcan á Alemania. También las necesidades estéticas puedema considerarse como influyentes en la vida económica. En la arquitectura se manifiesta, particularmente, la relación de la economía con el arte; pero hasta un arte tan tejano á la lucha por la existencia, como la música, necesita de base económica. Pianos y órganos son instrumentos cuya complicación exige, para ser elaborados, un estado progresivo de la técnica industrial. El placer que nos procura la audición de una ópera hermosa, no consta, ciertamente, de elementos económicos; mas para disfrutarla no bastan el talento del compositor y las dotes del cantante; se necesita, además, disponer de medios materiales obtenidos por el trabajo económico, instrumentos musicales y construc,M 
96 El. MARXISMO 
EL MARXISMO 97 
ciones que reunan aquellos requisitos técnicos que una representación musical exige. 
La ciencia Igualmente se levanta sobre uns base material creada por la ecouomia. La implenta, que s une industria como todas las (lemás, debe su llvcllci(511 t mo tivos completameute económicos; á ta aspiracIón itc un hombre emprendedor á reducir los costes de producción de los libros. 
El saber tiene SUS LilediOs de trabajo materiales, sus j ilstru ineutos co mo la i ud usina ti en e tos sil) os. \ as como puede juzgarse de la ecouoinia de aia época po LIS hcrranueutas, igualmente los i istruni mitos di una ciencia son tcstimouio del progreso cientilico. Pon perte uccer á la ecouomia la producción de estos medios di trabajo, constituye también esto la base real del conoClIn le LItO 
La misma religión tiene su base económica. l.a arqui lectura nació de la construcción de templos, y hasta hoy siguen siendo los templos los más grandiosos productos del arte de construcción. En Rusia tiay pueblos enteros, cuyos tiabitatites se ocupan, exclusivamente, en la construcción de imágenes, industria que descansa en ulla divisióji del trabajo ILIUY desarrollada. 
Todas las necesidades de los hombres, pues, son motivo de trabajo económico que de este nodo llega á ser la base universal de cada actividad humana. La mayor influencia de la econoniia eh la vida Social 110 está precisamente en que “los hombres tienen que comer, beber y vestirse antes de hacer politica, ciencia, arte, religión, etcétera,,, sino también en que ‘la politica, ciencia, etc.,, deben su base real á la economia y son inseparables de ella. Cualquier rama de la vida social que consideremos 
ha de mostrarnos siempre que su primer paso consiste en la adaptación de sus condiciones reales á fines determittados y especiales, en la economia, por tanto. 
En esto consiste la situación central de la economia en la vida social. Desde este centro económico parten en todas direcciones radios que equivalen á otras tantas actividades sociales distintas. Asi como el centro es el punto de unión de todos los radios, que sólo en el centro se encuentran, la economía social une á todas las actividades sociales que tienen en ella su punto común de relación. Todo lo que en el centro ocurre tiene que reflejarse en los radios. Cada alteración profunda de la economia social tiene igualmente que ocasionar alteraciones en todas las ramas de la vida social. 
Sin embargo, no puede olvidarse que la vida social no coincide con la economía en toda su extensión, sólo en el ceistro coinciden los radios, después se separan cada vez más uno de otro. La significación del estadio económico es muy distinta en los diferentes campos de la actividad social. El trabajo para la propia conservación, es sólo ecoisomia. De las demás actividades que sirven á la satislacción de otras necesidades sociales no puede decirse lo mismo. Así la aspiración al poder social solicita muy diversas acciones del hombre, necesitadas de la base económica, en efecto; pero que exceden en mucho de ella. Lina empresa guerrera no es tampoco exclusivamente economía, ni los éxitos guerreros se deben tan sólo á la posición económica de los combatientes. Así los bárbaros aniquilaron al imperio romano. La administración de justicia tampoco es meramente una economia. Ciertamente que el mantenimiento del derecho présupone una base económica; por ejemplo, el derecho penal moderno no se 
9’, 1,5 iiAiiXisio 
LL iiAiiXiSMO 915 
concibe sin prisioneS, las que tienen que ser construidas, por tanto; pero la misión del juez, excede mUChO de esta órbita. 
El Arte la Ci encía tienen tarnbien un gra u corO eiird u extraecOiiófliico. La relación de lis ecoiroiflia cori todas las bellas artes se acentúa particularnicilte cori la arquitectu ra. La arquitectura griega, por e cinglo rio podrir desarrollarse en uit país que careciese de piedra sic construcción, como Rusia. A su vez la arquitectura rusa esta cii íntima conexión con la riqueza en bosques del pais. Pero tampoco la arqiti lectura corno arte bello es un ulero producto de la economia. El capitalismo moif croo, eun de toda su fuerza económica, se muestra incapas ríe crear iris muevo estilo, viéndose obligado s seguir eclccticaineritC los de épocas pasadas. 
Tampoco el florecimiento de la filosofía y ile fa ciencia depende exclúsivamettle de la riqueza económiCa. La imi capacidad de los Estados Unidos, el país slel nuncIo de mayor poderío económico, de hacerse cnllnralmenle birle- pendiente de la vieja Europa, es sin eleiflplO paf mano. El capitalismo Ira aumentado y perfeccionado cuormilenmeute los medios materiales de trabajo intelectual; con todo, el siglo XIX no puede vattagloríarse de poseer titanes del peusanrientO como Platón, Aristóteles, Newton, LcibniZ, Kant. 
En lo que á la religión concierne, ninguna catedral producirá creencias religiosas si faltan otras condiciones. El entusiasmo religioso fué muy grande en los primeros años del eristianiStoO, aunque el culto era tnty sencillo y carecía de toda suntuosidad; mientras que en nueslrOs dias los más herniosos templos no son capaces de vencer la creciente indiferencia religiosa. 
Las diferentes actividades, cuyo contenido constituye 
el comercio social, forman como una escalera cuyos pcI— dafuos inferiores son la producción de los medios de vida imi,ís uiidsspenabfes, que no son otra cosa que economía; nsientras.i medida que se asciende, el trabajo económico sa siendo una parte cada vec más reducida de la corres— liondienle actividad. Cuanto más elevada es una neeesiuní, menor es el papel que tiene el trabajo económico en iii satisíacción de fa misma. Las actividades superiores lienems siria signilicación personal, independiente de la econonsia. y sena absurdo considerarlas como un producto lasis’o ó un ¡micra reflejo de la economia. Pero como el 
progreso histórico consiste precisamente en la espiiituaíizacióir del hombre, en trasladar el punto sic gravedad de su s’ista, le las necesidades fisiológicas interiores de la sustentación á las neceatdades superiores del espíritu, harece que tendrá también que decrecer, cmi el curso de la liislomia, la significación social del momento ecotiómico. 
111 
Aif cmfms de la relación directa existente entre la eco— nommmia y tomias las demás manifestaciones de la vida, hay que considerar otra mediata entre ellas, y que procede de ¡saber sido y ser la economía fa ocupación de la gran mayoria de fa población. 
El número de las personas libres de todo trabajo ecommómico es muy reducido y era todavia antes relativamente menor en comparación con las clases trabajadoras. Asf, cada cien personas de la letal población prusiana, atendiendo á su actividad, estaban repartidas de esta forma(l): 
(1) Soenbart, La eeone,nta alemana en el siglo XIX, tst)3. pigiir 191. 
101) EL. MSRX1SSiO 
EL. MARXISMO jet 
I En ocupaciones económicas l,igricolto— 
ra industria, comercio, transportas y 
servicio doméstico) 95,5 
II. En ocupaCiOntS no ccooóinicas (servicio 
oilitar. eorpleado da la larte, dci 
Estado. dci Municipio, de la Iglesia, 
profesiones liberales, sin profesión) 1,5 
Cierto que no puede la estadística de oficios constatar la relativa itsiportaitcia social de las diferetites actividades, ya que el valor social de cada rina ito debe tnedtrsc por el tiSincro de itonthrcs ocupados cii elia. Los Irahajos de uit Paste ti r sí it ti Wertter Sic nc no, atril desde el pistilo de vista de su importancia para la riqueza social, tteuiiit más valor que el trabajo ecotióinico de titiles de obrcros fabriles. Que el número de los hombres ocupados cii fra bajos rio económicos sea peqnetto to dice nada sobre sri menor ó mayor valor social, sino tan sólo la superioridad cuantitativa riel trabajo económico. La mayor parte ile la fuerza de trabajo de que dispoite la sociedad es acaparada por la economía, lo que se explica de un lado por la particular urgencia de las necesidades imprescindibles para la conservación de la vida, y de otro por el gasto de fuerzas que ellas exigen debido al escaso grado de productividad de trabajo hasta ahora conseguido. 
El hombre está y estuvo siempre solicitado, ante todo, por trabajos económicos; todo lo demás, por muy interesante que sea, exige tan sólo un gasto de fuerzas mincomparablemente menor por parte de la sociedad. Pero siendo la vida del hombre inseparable de su aciuvidad, y teniendo ésta predoininantenreuite carácler económico, se 
lleva á cabo una influencia indirecta de las condiciones del trabajo económico sobre las restantes actividades. 
La acción directa del trabajo económico sobre las de— más actividades tiene tun carácter más exterior, y no determina su contenido más intimo. Cierto que la economía da lienzo y colores á la pintura, mármol á la escultura, mttstrurrmeritos á la música y á la literatura papel y demás útiles; pero el cuadro que haya de pintarse, la escultura que salga del bloque de mármol, el trozo musical ó literario que resulte, tuo dependen inmediatamenie de la aduiuisicióus de la base material del arte. El predominio social de la economía, como principal ocupación del hombre, tiene couio consecuencia, que eL contenido del arle esté lainbiéiu determinado por las condiciortes ecoruóntieas de It vida del hombre. El artista vive en un medio que espiritual y materialmente ejerce la mayor influencia sobre sus creaciones. Taine Ita descrito perfectamente la importancia que el medio espiritual de una época histórica tierte para el carácter de su arte. Sólo una parle muy pequeña del tesoro espiritual de cada hombre, no excluyendo á los genios, puede ser considerada como su dominio individual; todo el resto se lo debe al ambiente, al contacto con los demás hombres y al conocimiento de los productos de su actisidad. “Asi como hay una temperatura física—escribe Tamo—que cota sus alteraciones hace posible la aparición de esta ó aquella especie vegetal, hay también una moral que determina la aparición de distintas formas anisriCas,, (1). 
Wmtndt llega á considerar como una abstracción que no 
(1) H. Taine, Filosofía del arte. 2. edic. alemana. pág. 14. citada por Wunmli, Lógica, turno 11. pSe. 2°, pág. 326. 
5843 1895 
99,3 
152 EL MARXISMO 
El. MARXISMO 103 
corresponde á la realidad, el concepto aislado del alma iiiclividual, “porque la realidad consiste precisamente ea uit 111 erosos proceso es pi it sal es de ir ti t ura le ea e nr pl eja cii CLI Vii prritluecirttr participe [rita plrrt.ili lid de brdtr taoe que’ esLiz en recíproca icción espiritad tirios obre otros,, (II. 
Literatura, arle, filosofía, ciencia, religión y nnor,ilitlnil 5011 prodrclos colectivos le la coaittiiiil,ail espiritual (le los hombres. “El irlioma, Iris costumbres, la fe, lot titan par.i cada hombre corito una atmósfera ‘xpiritaal xiii la erial so propia illilnvi salidad rio podría darse, y tire, 11111 COCi pando á toda exacta valoración cir.tntilativa, paetle (tecirsci q nc proba bI cmii ChIC d eteruti ira su cii dele r cts mayor escala que cualquier otra influencia especial., 2. 
El medio espi nt u al no es cori todo u a ni ommrc’ tío soci,tt originario qrte rio permita arr ariólisis m,as conrpleto. Sólo le forman los Irombres y sus productos espirituales. Ante todo tI epeirde ita la posición econtirrh i ca ile ca cIa liom bre estar sometido á sitas ú Otras influencias espirituales. Asr, el medio espiritual de 1111 obrero fabril, que trabaja en uit local cerrado junto á innumerables colnpaiieros, que vive en una grato ciudad cori instituciones de cultura, teatros, reuniones politicas, á la vez que talrerrmas y prostitutas; ante el diario contraste de su miseria y la ostentosa riqueza de los poderosos, es completamente distinto al de un campesino que, aislado, cultiva su tierra, vive cmi la aldea donde nació, y ha de morir sin otra infisenacia espiritual próxima que la compatible con la tranquila y tmtouótona vida rural. Son ta nibión distintos el amble ole de un 
fabricante y el de sus trabajadores. La necesidad económica en el orden social presente silleta con sus apremios á la rurayoria de la población al fatigoso trabajo físico, ro peruntienilo ocios que consagrará actividades más eleva- itas y conviniendo asi al hombre CII una bestia de carga. La rruiseria hace, además, imposible toda cultura intelectual. De este modo está el medio espiritual de cada bonobrc estrechamente ligado á las cotidiciones económicas de su exislemrcia. 
Esta predominante influencia de las condiciones ecoidruicas en la vida del hombret iene como consecuencia que su marca quede impresa en todos los dominios de la vida consciente. El conjunto de las cualidades psicológicas que distingue á un pueblo de los demás y constituye el llantado carácter nacional, depende, en primer tbrmii o, de las condiciones económicas del mismo, Pero el 
papel conductor de la economía, como ocupación predoIniriante de la población, con el progreso histórico tiende it reducirse. El desarrollo de la productividad del trabajo reclama cada dia más actividades que van saliendo de la economia. Los representantes de trabajos no económicos aumentan de día en dia; en Prusia, por ejemplo, el tanto por cielito de personas ocupadas en trabajos no económicos ha subido de 4,5 (1843) á 11,7 (1895) (1). 
Por tanto, la parte del trabajo económico, dentro de la 
(1) Et hecho, aparentemente contradictorio,, de que actividades no económicas. coms el batte y el Juega, consuman es la vtda de algsaos pueblas tropicales primitivos cusí 10010 tiempa corno tu ecsaomta, se explica por las favorables condtctones nalarales que les rodean 3’ que les permitea atenderá su subsistencia con as mínima gasto de fuerzas, por lo tanto, debido á la mayar praduchlvidad relativa dci trabalo económico ea las trópicos. 
(1) Wssdm, Lóg,cu, latos It, psr. 2., pg. 29. 
(2) Idem, íd., p.ig. 35. 
104 EL MARXISMO 
total actividad social, decrece con el curso de la Historia. El ascenso de la productividad del trabajo milla la preponderancia social de la economia, y las actividades no económicas consiguen figurar más cada vez como fuerzas motrices de la Historia. 
IV 
La concepción materialista de fa Historia considera como monlento determinante de la vida social no á la economia en general, sino á sus factores reales. Es de iniportancia capital no desatender esta distinción. En un pasaje de El Capital, da Marx la siguiente fundamentación al materialismo histórico: 
“El trabajo es, en primer término, un proceso entre el hombre y la naturaleza, en el cual el hombre, mediante sus propios actos, concilia, regula y comprueba su asiinilación con la naturaleza. Frente á la naturaleza se comporta como una fuerza natural, poniendo en movimiento su organismo, los brazos, las piernas, las manos, la cabeza para aprovechar la fecundidad natural en la fornia más utilizable á su vida. Así, mientras él con su tabor opera sobre la naturaleza exterior y la transforma, modifica también la suya propia.,, 
Aquí se manifiesta una particularidad del proceso económico, que le distingue fundamentalmente de las restan- tea actividades humanas. El proceso económico se lleva á cabo entre dos polos, á saber: la naturaleza y el borobre; la Economía social comprende, pues, no sólo la relaciones de loa hombres entre si, sino también las pendientes con la naturaleza. 
ELSIARXISMO 105 
De aquí que pueda ser considerado desde dos puntos de vista distintos y dar materia de investigación á diferentes ciencias: como proceso social á las ciencias sociales, y á las naturales como proceso físico. 
Esta particularidad de la economía la crea una posición peculiar entre los fenómenos sociales. La economia liga de un modo inseparable el medio material con el social y espiritual. Todos los momentos sociales se deternrinan mutuamente y están comprendidos en una acción recíproca; pero la economía queda fuera de ella porque éste su aspecto real le da una mayor complejidad. Efectivimente que la naturaleza sufre transformación es mediante el trabajo económico; pero estas transformaciones proceden sólo de las cualidades de la naturaleza exterior, que forman un momento objetivo de la economía,independiente por completo del hombre; también el hombre, á la vez que modifica á la naturaleza, permanece sometido á sus leyes. 
Eis la evolución histórica se transforman las costumbres, las constituciones políticas, las normas jurídicas, las doctrinas científicas y filosóficas, las formas artísticas, etc., etc. Todas las categorías sociales puras están en constante cambio. El orden social de cada pueblo se modifica totalmente en los diferentes estadios de su evolución, y no hay elemento puramente social que permanezca estacionado é inmutable en el curso de la Historia. 
Pero la economia tiene una parte extraña á este proceso evolutivo y que se conserva independiente de él y constituye el aspecto objetivo de la economía y está condicionado por las propiedades de la naturaleza exterior. No se modifica cori la evolución social, porque no toma parte en ella. 
106 Si MARXISMO 
Como proceso entre el hombre y la naturaleza, tiene la ecoimomía su último limite cii las propiedades de aquélla. La situación geogrática de tui país, su suelo, su clima, el trazado de sus costas, la estructura de sus uommtaflas, etcétera, son totaimeute independientes de los acouteciiuieutos hiistóiieos. “Así como cii lilia roca de cierta l(Irimma III olas chocan y rompen sieuipre de la niisina manera, muses- Iran las condiciones naturales SiellIpre ini imnsiiio calmillio al ciii so de la sida, marcándole consta sic iii cii te, en el mil 
no sentido, límites y couilicioues. _‘Ucaiiiau con CIII) liii valor itue excede al que licite la esccil,i ile cualquier aeouleCi ni iento concreto, y son lo permmmaiie lite It es te i los cambios de la historia universal,, It). 
La naturaleza ejerce lilia doble influencia, inmediata ó mediata, sobm e el hombre. La primera consiste en la acción del medio natural en que vive sobre el ciiei po y espíritu del i idi vidno; pero el efecto mediato de la ial tira leza sobre el hombre es ninctio milán importante, á saber, el ejercido por las acciones conscientes de los demás. 
La naturaleza determina tos tiues externos y condiciones de la actividad humana, y de este ¡nodo influye activanmente cii toda la vida del hombre y en sus cualidades físicas y psiquf cas. Esta segunda influencia de la naturaleza se lleva á cabo primeramente á través de la economía (2). 
El defecto capital de la concepción de la historia de Paul llarth, llamada antropogeográfica, está en el deseo (1 Ratzet, Astropogeograf 1am, 1, pág. 13. 
(2) “La ,naysr parle de la influencia de la n;Imairalcza sobre la vida espirtiuat. tiene lugar mediante las relaciones ecsnóniicas y metales, las que pur su parle están enire si tnliruaineutc Fg,idas,, dice can razón Painel. Véase su .4nlropogeog, uf 1am, 1, pág. 51. 
Si. 5iARXlSMO 107 
nacimiento de esta acción indirecta de la naturaleza sobre la vida social, que es decisiva. En lo que á la directa se reliere, no se puede llegar ciertamente; pero la ciencia coimteinporánea no ha logrado descifrarla. Así no ofrece duda, por ejemplo, que el clima ejerce una acción mmeihial i solire el organismo del hombre; en qué consiste esta ,iceión mo puede nadie decirlo exactamente. Los ensayos ile ltuckle y otros aulores para descubrir la relación minediatu exisleule entre las condiciones naturales y el estado social de un pueblo determinado, pueden considerarse ti acasados; la ciencia sociológica no ma obteiaido con ellos 
progreso alguno. 
Por el contrario, las relacionen entre las cualidades del sucio, dci clima, de la situación geográfica, etc., y la ecosalIda reimmanle son claras é indiscutibles. Mediante la eeomiomia determina ta naturaleza las formas de la vida social. Es manifiesto, por ejemplo, que as condiciones de la producción de subsistencias son las mismas de la vida social. El hombre puede adaptarse á diferentes cliirlas; pero no á la carencia de alimentos. “Aislado, ó en pequeños grupos, podria vivir el hombre en el Polo Norte, alimentándose con los abundantes animales marítimos allf existentes; pero donde haya de vivir en mayor número necesita de un alacio fecundo. (1). En las regiones más frías y más secaa, la población es siempre muy poco densa; la vida del hombre depende más de la humedad ó aequía de una región que de las oscilaciones de su temperatura. “El calor puede ser suplido, hasta cierto grado con la casa, el vestido y el fuego; pero el agua tiene que llegar de las nubes ti sacarse del suelo. Fuenteu terrestres se dan aún 
(1) Ratzel, Anfropogeografia, II, pág. 205. 
108 eL MA5XISMO 
en lugares donde las celestes están casi agotadas; pca- sernos cii los oasis del desierto; pero cuando también dalas faltan, la falta (le humedad no puede ser reemplaiada con nada; nos h aliamos en el desierto i ((placa!) le, dor (le la vida del hombre, de los animales y de las plantas acaba inevitablemente,, (1). 
La naturaleza pone limites exteriores á la .tctlviclad birmana que no puede trasponer la Historia. De este modo determina y regula á la vida social la fuerza de las condíciones económicas naturales. Un pueblo que no ocupa la costa, jamás podrá emprender pesca ni comercio Inaritimo; como otro, pobre en yacimientos minerales no podrá explotar la minería; del lirismo modo cada cultivo de plantas tiene sus limites naturales, fuera de los cuales no puede prosperar, etc., etc. La historia de cada pueblo descansa sobre las baaes inalterables de su existencia material, las cuales, mediante la economía, delimitan las posibilidades del misnio. 
Conocidas son las particularidades de un tipo de vida social tan persistente como el nómada. A través de siglos conservan los pueblos nómadas la misma forma de vida, de familia, instituciones sociales, etc. “Lo que los antiguos nos dicen de los sauromatas yde los hamaxobitas de Otras edades, puede todavía aplicarse hoy á ciertos pobladores de la Crimea con sus Filzjurten sobre coches de dos ruedas (2). El nómada está ligado estrechamente á determinadas condiciones naturales, y sólo en extensas estepas puede llevar esta vida errante un pueblo de pastoree. 
El. MARXISmO 109 
Los bosquimanos ofrecen otro buen ejemplo de la relación íntima del tipo social con las condiciones natura- ca de su existencia. El bosque deja su huella en la vida de algunos pueblos, como los indios del Brasil, los cazadores de la selva del interior de Africa y los del Norte de Asia y América. “El bosque dispersa á sus pobladores en pequeflas tribus, es un obstáculo para toda organización política superior, dificulta el tráfico, y detiene el desarrollo del cultivo y de la ganadería. Esta dependencia inmediata de la naturaleza explica también la conocida comparación de la vida de los negritos con la de los animales selváticos,, (1). 
La vida de los pueblos primitivos está subordinada en mayor grado á las condiciones naturales que les rodean. “La gran cantidad de materiales tomados del reino animal y vegetal para construciones, vestido, menaje y armas, liga tan íntimamente los caracteres etnográficos de estos pueblos con el medio natural en que viven, que llegan á tener los mismos rasgos, y en algunos casos podría hablarse con igual justicia de la cultura del bambú ó de las conchas, que de la de pueblos ganaderos ó pastores, (2). 
Sin embargo, una dependencia tan estrecha entre las condiciones naturales y las formas de la vida social, sólo se encuentra en los primeros estadios de la evolución histórica. Y caracterizándóse el progreso económico por el creciente poder del hombre frente á la naturaleza, la evolución histórica tiene que colocar al hombre en una relativa independencia de las fuOrzas naturales. En el curso 
(1) RatzeI, Anlropogeografla, It, pág. 207. 
(2) Idem, Id., 1, pCg. 156. 
(1) Ratzel, Antropogeografla, 1, páginas 478 y 479. 
(2) Idem, íd., pág. 502. 
110 EL MARXiiO 
EL MARXISMO it! 
de la Historia han de transformarse todas las condiciones sociales, incluso la economia, y sobre las alismas liases nstnrl es se resolverán aquellas lo ras as económicas que no tienen nada de coinúii entre si. La iialurleia deja, por consiguiente, á la vida social cii su desarrollo histórico se circulo cada vez más amplio, que va lleimáudose progresi vamnenie de otras condiciones que antes estaban excluidas por la inmediata y exclusiva influencia de la naln — raleza. 
Cuanto más atrasado es el estado cultural, mayor es la dependencia de la vida social de las cualidades uaturalcs que la envuelven. Vemos, por ejemplo, que las cias dr comunicación y trálico en los periodos primitivos cstáu casi reducidas á las que la naturaleza estableció: las costas, los ríos, las faldas de las montañas y los destiladcros son las primeras que se conocen, en cuyos puulos de cmpalme macen las ciudades. El desarrollo económico crea CDII el tiempo caminos artiticiales, que á partir de los lermocarriles se separan más cada día de las vias de cornilnicaeióu originarias; se perforan montañas, se abren camsalcs, y el tráfico puede extenderse en todas direcciones. Así ha ofrecido el canal de Suez un nuevo cansino de comercio mundial. La comparación de man mapa de los caminos del Imperio romano con uno de las modernas rutas, muestra como á pesar de conservarse ciertos puntos de reunión comunes, la dirección de las vías de tráfico Isa llegado á ser muy distinta. 
“La importancia de los cursos fluviales es capital en los comienzos de un país. A ellos se reducen las primitivas comunicaciones, (lite se realizan sobre las aguas del río ó sobre sus orillas. En ellas se deusifica más pronto la pobíaciómm y se señalan las primmmeras fronteras aemmcmlla ó 
inalterablemente. Sólo más tarde la evolución se desenvuelve: la población abandona los valles y las hondonadas á medida que crece; los camimmOs, sigimiemido las curvas ile los nos, commiiemmzamm á parecer demasiado largos, y se busca mmmammera de acortarles, y las fronteras rebasan las lineas que los ríos marcan y que no pueden servir de obstáculo al trálico cada dia creciente. (1). 
Así se emancipa la sociedad cada vez más de su originaria dependemmcia con la naturaleza exterior, la que, totalmente, no llega á desapatecer. La naturaleza limita el circulo de la vida social; pero este circulo de accióma es cada día mnás amplio. La cadena que une á la sociedad con la naturaleza exterior no se ompe nunca; pero sí se hace mnás larga y la evolución social deviene relativamente más libre, en el sentido de que se rige cada vez más por sus fuerzas propias, internas, espirituales y no por las ajehas, exteriores y materiales que la determinaban antes. “Pueblo en estado natural no debe llamarae al que está en relación más íntima con la naturaleza, sino, si se permite la expresión, al que vive bajo su yugo. Por consiguiente, cuando los etnógrafos dicen que en oposición á esto el desarrollo de la cultura consiste en su emancipación de la naturaleza, hay que acentuar que la diferencia entre un pueblo en estado de naturaleza y UhlO culto, se ha de buscar, no en el grado, sino en la forma de su dependencia de la misma. La cultura es libertad de la naturaleza, no en el sentido de una total independiencia, amo en el de su unión múltiple y extensa, (2). 
Podemos, por consiguiente, llegar á la conclusión de 
(1) Ratee!, .4ntmopogeografla, II, pág. 535. 
(2) 15cm, id, 1, pag. 65. 
112 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 113 
que la preponderancia del momento económico en la vida social, tiene que decrecer con los progresos históricos. 
Primeramente esta la vida social donuiiada por la eco nomia; pero después va siendo progresivanleilte deterininada la economía por Otros fenómenos sociales, y ante todos por la ciencia. La economía va quedando asi reducida á una acción reciproca en la vida social, comivirtiéndose de causa cii efeetn de la evolución histójica. 
y 
Hemos estudiado tres argumentos capitales, tivorabIes al materialismo histórico: 
1.0 Lo indispensable del trabajo económico para hacer posibles las bases materiales de cualqsiera otra actividad. 
2.° La preponderancia cuantitativa del trabajo económico en toda la vida social. 
3.° La preexistencia en el proceso económico de un elemento material independiente y determinante de la evolución social. 
Después de analizar detenidamente estos argumentos hemos encontrado que, sin negar su validez, ellos misinos prueban que Con el proceso histórico el papel predominante de la economía decrece inevitablemente. Cuanto menor es la productividad del trabajo, más estrecha es la dependencia de la evolución social de los factores naturales; y la evolución misma crea las condiciones de la relativa emancipación de la sociedad frente al poder de la economía. Por eso está el conocimiento sólo en los primeros momentos pendiente de las necesidades prácticas, 
conómicas sobre todo. Máa tarde ya la relación se iii- vierte y la economta queda dirigida y regulada por la iencma. El deseo de conocer primitivamente débil adluiere poco á poco importancia social y rige eficazmente, :sediante la ciencia, á todas las demás actividades. 
No es la conciencia la que determina al sér, sino al omitrario, el sér social á la conciemicia,,, ha dicho una vez \larx. Pero esta terminante contraposición olvida, y por so se equlvoca, que el sér aocial no es sólo la causa, Sino .mmmmhiéim el producto de la conciencia; y esto debe aer opeclalmente acentuado: la creciente importancia de las yes propias de la conciencia en la determinación del sér oOviil 
La distinción del sociólogo americano Lester Ward, le tos clases de progresos sociales, pasivos, naturales y ,emméticos unos, y activos, artísticos y teleológicos otros, 
completanmeiite exacta (1). Ls evolución social estuvo isla ahora muy poco dirigida por la voluntad conaclendel hombre, á pesar de estar formada la sociedad de idividuos aislados y perseguir todoa sus fines conacienos. Pero “la coliahón de voluntades y acciones de innume‘Lites individuos colocan á la Historia en una sftuacidn lirecida á la de la naturaleza inconsciente. Los fines que lis acciones persiguen son buscados, pero sus resultados vales Imprevistos; y aunque á veces aparentan confor.mm,mrse con los fines pretendidos, tienen, por Último, comise- acucias muy distintas,, (2). 
Esta observación de Engels es sólo en parte exacta. ‘lis cierto seria decir que hasta ahora la Historia en 
II) Véase Lesier Ward, Sociología dindmica, 1883, vol. 1, tntro ilicci n. - — 
(2) Engels, Luis Feuerbaclm, p(g. 44. 
114 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 
lis 
conjunto no ha resultado conscientemente elaborada por los hombres, pero que ha de acercarse cada día más á ello. Aqul, como en todas partes, el progreso consiste cii la mayor eficacia de ts voluntad consciente sobre las fuerzas elementales. La evolución social va ganando siempre Liii mayor carácter artislico y teleológico, acercando progresivaniente el resultado directo y pretendido por ci co inercio humano. 
La antigua filosofía del derecho se liabia puesto el problema de si el derec mo es uil prod michO ¡uit ural ó sr tislico. A él contestan las leonas contemporáneas, diciendo: que todo lo que procede ó infornia la voluntad lis¡liana es, á la vez, natural y artistico. En su desarrollo, si u e inbargo , la parte artística va au uieut ando fre sIc u la natural, á medida que la participación de la voluntad y de sim fuerza mental es mayor, hasta que, fiuainieutc, logra una libertad, relativa, de smi base natural y llega á ponerse cii oposición con ella,, (1). 
Según la acertada descripción de Tiinnies toda formación social comienza por una coinrinidad elemental no arbitrariamente creada, sino debida á las inclinaciones naturales del hombre. El progreso social Consiste en la transformación de esta originaria comunidad natural en la asociación cada vez más autónoma de los individuos, en una sociedad, ó más bien, en un sistema de sociedades sobie la base de un acuerdo libre. 
Cierto que la sociedad no se desprende jamás de su base elemental originaria para llegar á ser un contrato social absolutanmente libre, igualmente que el individuo nunca se redime totalmente de sus instintos naturales. 
Pero asm Como la voluntad qae interviene reflexionando proyectando y decidiendo, y es inseparable de la concienda de smi autonomía, torna con el desarrollo de esta conciencia cada vez más espacio del ocupado antes por los instintos y tendencias originarios, del nmisino modo la voisción social deviene en progresión ascendente el producto ile li voluntad lmuniaua relativamente conscia y Ii- tse. La necesidad económica, que mio es otra cosa que ci poder de la naturaleza exterior donsinamido á los mmSres por nieijmo de la economía, va cediendo su puesto al Inmpermo (le la libertad condicionada, á la creación consciente de sus condiciones de existencia mediante los hombres. 
Este pensamiento que significa tanto como la disolución de la idea fundamental del mnaterialjsiiio histórico, aunque parezca extraño, no fmié completamente desconocido para sus fundadores. ‘El Estado es todavía hoy_dice Engels_en tiempo de la gran industria y de los ferrocariles, á grandes rasgos, sólo el reflejo, en forma conmpen diada, de las necesidades económnicas de la clase domi—. llante dentro de la producción capitalista, y lo seria toda- ita mucho más en una época en que los hombres tuvieran que consagrar una mayor parte de su vida en satisfacer sus secesidades que estuviera, por consiguiente más RUbor. miniado á ellas que lmoy nosolros (1). lo que quiere decir que hoy somos más indepemmdieiites que antes, ó, lo que ea lo miiismo, que Engels reconoce la tendencia de la evolu— cidmi social á minar el predominante carácter social de la ecoimommiía 
Con relación al porvenir se expresa Engels aún comi 
(1) Fernando Tánntes, Co,mmssidadm’ Socjedod, 1557, pág. 235. 
(i) L. Fe,erboc/, pág. 50. 
116 El. MARXISMO 
más decisión. El socialismo ha de traer consigo la total liberación del hombre del yugo económico. “La socialización de los hombres que hasta ahora les fud impedida por la naturaleza y fa historia será su propia obra. Las fuerzas extjaítas objetivas que dominaron la Historia caeráil bajo la inspección del hombre. Sólo desde entonces elaborarán los hombres con plena conciencia su historia, conlenzacán á predominar las causas hislóilcas puestas por ellos cii acción y su eficacia será creciente. Es el salto de la humanidad, del reino de la necesidad al de la libertad, (1). 
Nada podría adncirse contra esta descripción de la so ciedad futura si no la diese Engels una expresión tan absoluta. El socialismo está lan lejos de ser un orden social absolutamente libre de condiciones econóancas objetivas, colon el capitalismo de su total sumisión á ellas. La emancipación completa del poder de la naturaleza no ha (le conseguirla jamás el hombre; una libertad relativa no la consigue, tan sólo con este enigmático “salto, luturo. El defecto de la descripción engelsiana consiste precisamente en representar Engels el progreso social, no como un proceso lento, sino como un salto. En la realidad la evo— lución social se lleva á cabo continuamente, sin interrupción; el reino de la libertad crece paulatinamente, pero en el seno de la necesidad, inevitablemente, hace ya siglos, y cada paso de la humanidad hacia adelante ea un nuevo dominio de la libertad conquistado por los hombres á la necesidad ciega. 
(1) Engels, Rerolseión de la ciencia de Eugenio Dstfl,-iesg, págiitas 305 y 306. 
CAPÍTULO y 
AS CIASES SOCIALES Y LA LUCHA DE CLASES 
i con,poocccso de clases a, (a sociedad actual. 1. Los motivos de la (cocha social: La la ecqueoa y la iucIca po, ci pcdoc.—Lacha 50511,5 —La guve,a ocios ros 
lcioe,.c,sd,,,,s, e,, los nómad.,,, es los ag,100ito,os y ce los civclioados.—Ojj,,co,,, Iccc,tjvos lo las guo,,as.—Ii. flipco,io dv vcsia doc/aso e,i los aif erectos domvccoa Sola ocicci.to5 capi,scoaL La cic0010.—Ls verdad iigioo y (os ti, tares,, de olaoe.—Vasde.a cct’(ctlos de las ley,, del pensar—La mo,ai. iteiveraalldad de (as no,,,,, Inicas.— oo,icncis del dolce,. La rsligi(n._Insaeocja de i” co,diviones o,on5m,v,,,, a cc, ra/lies y 1., ,oligidcs—El ,,l,. —III. La l,sess de Oso-uy los ,csoe/,,,/c-ntoo 000,01,0 1, ccuc,lro tiempo. El mooimiecta 500pera(ivo.._EI SOccaS,mO moderno. La i010ligee- ola coccaiccia La eeloema Social. La ieglsiaeióo p,0100co,a de snassic.— i.a,eciencc agccdisociin de ia lIcoSa do ciases._5aseaosas.LOsinteeeScSeccn(micos y loo (octos-o ocales de la ecolcomia. 
En el Estado moderno son manifiestas las diferencias referentes á la situación juridica de los distintos grupos sociales debidas á la nacionalidad, religión, cultura, profesión, etc; pero de todas estas diferencias, una sobre todo es sefialada y trascendental, la diferencia económica de pertenecer á esta ó aquella clase social. 
La composición de clases de la sociedad es una expresión del hecho social de la apropiación por unos grupos sociales del plus-trabajo de otros. Pero las clases sociales 110 se distinguen solamente por su papel en la economía social, ó por su bienestar económico; cada una representa 
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EL MARXISMO 119 
Uii liO Social especial y complejo y, sobre la distinta si - tuación económica, aparecen diferencias de costumbres, opiniones, y forma de vida de la clase correspondiente. Lo que llamamos moderna cultura es propiedad casi ex elusiva de las clases más ricas. La pobreza está casi sicinpre acompañada de rudeza y no pocas veces de salvajis mo. En los grados más inferiores de la escala social rara mente consigue transformaciones el progreso, y cii las sociedades mas civilizadas de nuestro tiempo se enclieli— fra, con toda su crudeza, el contraste entre el nivel de Clii ttira de las clases elevadas y el de las inferiores. 
Partiendo del hecho exacto de que tas diferencias CII la situación económica tienen que estar acompañadas de diferencias culturales, y de que los intereses económicos de las clases diversas se encuentran en oposición, hall identiticado, los fundadores del materialismo histórico, la historia universal con la historia de la lucha de clases por la riqueza. 
“La historia de toda sociedad existente, es la historia de la lucha de clases,, dice el famoso Manifiesto comunista. En su polémica con Diihring, afirma Engels que et “poder es sólo el medio, y fin, por el contrario, el provecho económico,, y que “la servidumbre (Unterjochung, dice Ddring) fué siempre un medio para conseguir el sustento. 
Esta es la idea fundamental de la doctrina de la lliclla de clases; pero la exposición que hace de ella Engels necesita por parle de la lógica algunas serias objeciones. 
Puede conducir á error contraponer “el poder,— la fuerza potílica,—á la “ventaja económica, —la riqueza; —ya que el poder, puede ser, y es con frecuencia un fiu mientras que la riqueza ea siempre un medio para algo (1). Por consiguiente, no “la ventaja económica,, sino aquello para que sirve, por ejemplo, el propio sostenimiento ó los placeres sensibles, puede ser contrapuesto á la aspiración al poder como fin independiente y definitivo. 
Es evidente que el instinto de conservación no consliluye el único, ni el más importante motivo de la lucha de clases. Sólo los menesterosos luchan por la mera existen— cia; los demás, hasta entre los trabajadores medianamente cualificados, luchanno sólo por la existencia, sino por elevarla y hacerla más digna del hombre. Para las clases pudientes la necesidad de sustentarse no cuenta, naturalmente, entre las causas de la lucha de clases. Un rico no quiere enriquecerse más para sustentarse, puesto que sin necesidad de ello tiene bastante asegurada su existencia. La aspiración á gozar tiene en este respecto un mayor valor, aunque ea también muy individual y no puede geileralizarse como explicación. Es verosinsil que sólo los sentimientos ego-altruistas, los que se manifiestan por aspirar á distinguirse y lograr una fuerza social, sean los fundamentos psicológicos más importantes del apetito de riquezas; la riqueza se busca frecuentemente más bien como medio de dominar, que no, á la inversa, la fuerza como medio de enriquecerae. 
(t) Vsa Etirenfets distingue 1os valares prsptss. fEigenwerie) de tos votores eticaces, tWirkungswerte) ó pata la acción. Et poder poede poseer vator propio (para vatuarse así niisins), isieillras qoe la riqueza sólo posee valor de eticacia; es estimada sólo como medio pata obtener atgús fin disiinlo de ella misma. Véase su Sistema de la teoría del valor. 1897, pág. 77. 
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A pesar de Engels, es, por consiguiente, falso que “el poder sea sólo el medio y la ventaja económica el fin,; con mayor frecuencia es “la ventaja económica, el medio para el “poder,,—la fuerza. Con otras palabras, la historia potitica no es una historia encubierta de la lucha de clases por intereses económicos, porque los hombres no sólo luchan por la riqueza, sino por el poder también. La historia potitíes conserva, por tanto, su independencia en el mismo plano que la economica. 
En el primer término del escenario histórico nos encontramos con la guerra, que tan importante papel lis te nido siempre en la consolidación de los diferentes grupos sociales como Estados, unidades politicas organizadas. ¿Qué es, pues, la guerra? ¿Solamente una lucha por inte reses económicos, ó algo de mayor complejidad? 
Para los pueblos salvajes no es la paz, sinola guerra su estado normal. “En teoría—dice Morgan —cada tribu india que no ha estipulado con las demás un contrato de paz, se encuentra en estado de guerra. Cada una es libre cte organizar sus tropas de guerra y emprender las campañas á su gusto (1). Otro tanto asegura Spencer, de diferentes pueblos primitivos (2). 
Este incesante estado de guerra de los pueblos primitivos está favorecido por la caza, que es la forma de su economia. En una y otra ocupación utilizan las mismas armas y desarrollan y ejercitan la misma capacidad espiritual y corporal; el mejor cazador es, al mismo tiempo, el primer guerrero. La economia dominante secunda, en cierto modo, las empresas guerreras. 
El. MARXISMO 
Sin embargo, es claro que el motivo económico tiene un papel muy reducido en las guerras de los pueblos cazadores, ya que éstos no poseen gran cantidad de subsistencias que pudiera apropiarse el vencedor mediante la guerra. Tampoco puede decirse que las guerras se deban en ellos á oposición de intereses de clase, no existiendo en el estadio de estas tribus semejante diferenciación. Nadie ha descrito con mayor vigor que Engels el orden social armónico de estos pueblos. Reina en ellos una paz interior absoluta, el pueblo no está dividido en explotadores y explotados, todos son libres é iguales, y esta vida idílica sólo se ve perturbada por la permanente situación ríe guerra con las tribus vecinas. El poder no podría ser considerado en estos pueblos como medio de “provecho económico,, puesto que ninguno especial nace de él. Con todo se muestra en ellos una gran inclinación al poder. Mas no moviéndolos una oposición de intereses, ¿qué les impulsa á atacarse mutuamente con tanta afición? 
Primeramente parece que el placer de guerrear. Es para ellos la guerra una especie de sport. Los juegos de combate forman una buena parte de los preferidos por hombres yanimalea. La inclinación á la lucha es tan fuerte entre los hombres que “apenas existe una forma de juego que no pueda tomar fácilmente el carscter de combate, eapeciattnente, si aparecen dificultades que vencer ó surge algún peligro que evitar, (1). Las luchas de los gladiadores en la antigua Roma, las de los caballeros germanos, los torneos de la Edad Media, los asaltos de nuestros días, y muchos Otros ejemplos, son buena prueba de lo arraigado que está en el hombre de todos tiempos el 
(1) MorgAs, La Sonedadprimitíva, pág. 100. 
(2) Spcnccr, Principies de sacio!egla, pár. 52. 
(1) Groas, Los juegos de los hombres, pág. 217. 
122 EL MARXISMO 
Si. MARXISMO 123 
instinto de lucha. De aqui que los pueblos primitivos se ataquen priiueranleilte por el placer de luchar. 
Se juntan iialuralinente otros ni ichos inoti vos, entre ellos ci senliinie 110 de venga liza tau 1)0(1 eros) cii los pueblos salvajes; con ocasión de los pasados combates ¡lace ci deseo del desquite. La aspiración á distiuiguirsv, á la gloria, es acaso la causa más frecuente de las gue rras entre los pueblos primitivos. La vanidad de los sal. vajes es lo primero que sorprende á los obsers adores de sil vida, y nada les parece uds adecuado para satistaccu la que los éxitos guerreros. Asi se comprende que pesar de a relativa iiiitjlidad ccoiiiiuuiica que la guerra tic— nc paríl ellos, vivan combatiendo couistauitesuenle. 
No son menos guerleros muchos pueblos pastores, lo que está cii estrecha ielacióui ciuii las cosihiciones ecoiIóInicas de su vida uuóiiiaila, ya que el pasto tácihiiiente se convierte vii guerrero. Pero entre ellos tiene cieila— mente la gueria un sentido económico iiiás preciso. No dejan de motivar sus guerras, como las de los anteriores, la vanidad, el alnor á la lucha y la venganza; mas el factor económico interviene en mayor escala porque la guerra enire pueblos nólmiadas lieiie en los ganados Liii pre cioso botin. “El bandido árabe—dice Burckliardt— considera honorable su industria, y el nombre haramy (bandido) es el titulo más ltaonjero que se puede adjudicar un joven caudillo. El árabe roba indistintamente á sus enemigos, allegados ó vecinos, siempre que no se encuentren en su propia tienda, donde la propiedad es sagrada. (1). No extratta, pues, “que las tribus árabes se en— cueniren Cii perpetuo coinbale que sus guerras, de cor 
la duración, se sucedan con breves intervalos de paz, rotos por el menor motivo,,. Estas mmmas cualidades distuignen á los pueblos nómadas americanos, “Los poblalores ile las Pampas viven inés de la rapiña de gallados que del pastoreo. Sus guerras, interminables, emprendidas con extraordinaria bravura, tteiieu casi como único objeto hacer acopio de caballos (1). 
Tanibién Spencer se ocupa de los robos de ganado en los puetilos nómadas. “Entre los beclmuanos—dice_..es la i csgaiiza por robos anteriores el molivo más frecuente de lis gmuermas, y su fmuualidad 110 es otra que cometer nuevos robos. Olio lauto poihO decirse de iuiuclios lflivblOs ciiiopeos de la anligüedad (2). La guerra entre los puetilos umómailas hay que considerai-la hasta cierto punto cuino iuuua fo rina económica, de la que so u tasi bién lIlohivos poderosos la vanidad, el amor á la lucha, y el senti— iiimenlo de venganza. 
Entre los agricultores primitivos la guerra llene otros distintos motivos económicos, como el robo de esclavos, tas disputas sobre los limites de sus tierras, etc. No se puede olvidai- que también en algunas tribus el hombre es objeto de caza, como entre los canibales. “No Otra cosa que estas cacertas fueron las llamadas guerras de los aztecas, y en carne humana pagaban sus tributos los sometidos,, (3). Con todo no se puede negar que la guerra entre los pueblos agricultores sirve con menos frecuencia á tines económicos que entre los nómadas. 
Igualmente ocurre entre los pueblos civilizados. Los 
(1) Gros,e, L,usfo,,,uas de lafa,,uilia. págtnas 97 y 98. 
(2) Spencer, Principios de sociología, 1882, parle V, pág. 257. Vciuse iaiiibtén Ltpperi, Historia de la cultura, 1, pág. 114. 
(3) Ltpperi, Historia de la cultura, 1, pág. 61. 
fi) Grosse, Las formas de la familia, págiiias 87 e Yb. 
124 cc MARXISMO 
El. MXRXISMO 125 
más diversos motivos hacen que estalle una guerra; á veces hasta el altruismo, como cuando comienza por defnder á un pueblo de los ataques de que es objeto. El fanatismo religioso fué durante largo tiempo una fuente fecunda de guerras constantes y despiadadas. El amor na— cional ofendido, el patriotismo, da, hoy mismo, frecuente ocasión á las guerras. Pero en general puede decirse que la motivación psicológica de las guerras entre los pueblos civilizados está, predominantemdnte, en los sentimientos ego-altruistas. También los motivos económicos tic— lien junto á ellos illipOrtancia capital; Como cii las guerras coloniales contemporáneas. Sin embargo, una gran guerra, considerada económicamente, es en muy raros casos, aun para el mismo vencedor, uiia aventura provechosa. Cuesta demasiado dinero. No sin justicia 11111 - ellos sociólogos (St. Siinon, Comte, Buckle, Spencer), contraponen el tipo industrial de la sociedad al guerrero, y consideran la guerra como la perturbación más honda del progreso industrial. Desde Adam Smith muchos economistas se han esforzado en probar la inutilidad ecolmóloica de la guerra, cuyos perjuicios económicos superan coii mucho á sus ventajas, lo que no disuade, lo más mtiiiino, á los pueblos civilizados de arruinarse en constan- tea guerras, dando con ello buena prueba de que 110 £011 los intereses económicos ¡oque les mueve á guerrear. 
¿Qué clase social gana con una guerra? Ciertamente que no es la trabajadora. ¿Ganan los capitalistas? Sin duda, en algunos casos; pero con más frecuencia sufren la industria y el comercio cuantiosas pórdidas, aun cii los pueblos victoriosos. Aun aceptado que la guerra favorece á loa intereses económicos de las clases poderosas, esto no puede explicar por qué las grandes masas, 
que evidentemente no constan de capitalistas, son las más veces belicosas y apoyan con su asentimiento la 
politica guerrera de los Gobiernos. Nada puede hasta hoy despertar en las masas mayor entusiasmo que los éxitos guerreros, y sería desconocer totalmente la naturaleza hulilaila pretender explicarle por los provechos económicos, muy dudosos, que una guerra pudiera reportar al venceclor. El soldado moderno no es el mercenario de otros tiempos, no lucha por la riqueza, sino por bienes ideales, como la honra, la fama, el poder de su patria, etc. 
El hecho social de la guerra que no puede explicarse por la doctrina del predominio de los intereses económicos, lauto menos puede ser considerada como una luella de clases; pues precisamente es característico en la guerra la mayor ó menor solidaridad con que en ella intervienen todas las clases sociales, á pesar del antagonismo que existe entre sus respectivos intereses. El senti- miento de nacionalidad y otros de solidaridad semejantes á él, se manifiestan en la guerra demasiado poderosos para que junto á ellos puedan prevalecer los debidos á la conciencia de la oposición de clases. Aquí son notorios los errores á que puede conducir el desconocer la importancia del factor político como poder social, independiente é inconfundible con los intereses económicos. 
En la historia considerada como la de las luchas de los grupos sociales, podemos distinguir luchas de dos tipos; luchas de clases dentro de una sociedad política organizada y luchas de agregados políticos, de conjuntos de clases, de Estados. Ambas son, en mayor ó menor grado, ¡uchas por el poder social; pero con la diferencia de ser en has primeras la riqueza á menudo un medio, y entonces se lucha primero por conseguirla; en las segundas, por el 
126 Fi. MARXISMO 
El. MARXISMO 127 
contrario, su Objeto próximo es raramente la riqueza, sino más bien la sumisión política inmediata del enemigo y li constitución sobre él de tiria soberania politica en la que todas las clases del Eslado veuicedor se sieiiteui solidariamente interesadas. 
La preexistencia de ItrIa cierta solidaridad de iiitercsi.s entre las diferentes clases de un Estado n puede negar se ni aun dentro del dominio económico. Ello es expresa siente reconocido por l’(autsky, quien adenris indica “que también la sociedad capitalista es como tolla iutra 11115 [liii- liad orgá inca, en la cual los pu rj iii nos q nc su fi u una pan e 10 dejan de dañar á las restantes,, y llega i la conclusioa ile que la armonia de intereses LIC las diferentes clases es ‘hasta cierto grado innegable,, (1). 
Por consiguiente, ro tenernos derecho á considerar al Estado, exclusivamente, corno un poder que sirve para la organización de la sobenairta de clases. Es a conserva— ción de la independencia política del Estado están igual- riente interesadas todas las clases sociales, en csanto tiene un valor ideal para todas. En el terreno económico el Estado no solamente instaura la soberania de clases, sino que favorece al desarrollo económico y acrecienta la suma de la riqueza nacional, lo qne corresponde á los intereses de todas las clases sociales. A esto acornpatia la misión cultural del Estado, cuya aspiración primordial está en los progresos de la cultura y la elevación del nivel inlelec— tual de sus súbditos, porque la fuerza política y la eco— iróninica son inseparables del progreso de la cultura. 
(1) t<.iAisky, Elprob(c’ina Agrario, pág. 359. 
II 
En relación con las más elevadas actividades del espiritu—eienrcia, filosofia, arte, moral, religión—, tiene lo— davta menos validez la teoria del predominio de los intereses de clase. El conocimiento cientifico y filosófico sigile SuS propias leyes lógicas, que no tienen comunidad algurra con los intereses de clase. Marx y Engels no se iiicliniahan 6 dudar, desde el punto de vista de sus conocimientos teóricos, de la validez objetiva de las ciencias exactas. Como materialistas creían en la existencia objetiva de la materia, euyss leyes son descubiertas por la ciencia. ‘éEu nuestro pensamiento capaz—pregunta Engels—Ile conocer el mundo exterior; podemos construir con nuestras representaciones y conceptos del mundo exterior una imagen fiel de la realidad?,, (1). Su contestación es terminantemente afirmativa; si podemos probar la exactitud de nuestra concepción de un proceso natural, nirientras nosotros le obtenemos sacándole de sus propias condicioires, y, además, lo hacemos servirá nuestros fines, liemos terminado con la incognoscible ‘cosa en sí, kantiana, (2). La ciencia que se apoya en los experimentos, conoce, según Engels, la verdad objetiva. 
Siendo asi el verdadero conocimiento científico tiene que ser también totalmente independiente de los intereses de clase, de lo contrario dejaría de ser objetivo. Existe, por lo tanto, desde el punto de vista mismo de los fundadores de la doctrina de los intereses de clase, por lo 
(1) fingels, L. Feue,bacfl, pág. 13. 
(2) Idem, td., pág. 16. 
128 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 129 
menos un dominio de la actividad social, sobre el cual su sentencia no tiene validez: el del conocimiento científico, en cuanto es objetivo. Los intereses de clase, ajeado muy poderosos, no son capaces de hacer girar al sol cii derre dor de la tierra; y como nuestras representaciones y Conceptos cientificos, según la teoría del conocimienío de Engels, son un reflejo de la realidad, frente á ellos los iiiterescs (le clase son igualmente impotentes. El curso de la naturaleza, independiente de los intereses de clase, cc reproduce objetiva y necesariamente cii nuestra concien cia. Por mucho interés que tuviésemos en negar la exactitud de los axiomas geométricos, no seríamos capaces de lograrlo. Ningún estuerzo de la voluntad conseguiría representarnos un triángulo cuyos ángulos sumasen más ó menos de dos rectos. 
Por muy débil que sea la teoría del conocimiento de Engels, por lo menos prueba, ciertamente, lo insostenible del punto de vista de clase como criterio de verdad. 
Toda teoria del conocimiento, fuera del escepticismo absoluto, está obligada á reconocer la universalidad de nuestros procesos lógicos y la preexistencia de la verdad objetiva independiente de los intereses prácticos de la vida. 
La única solución consecuente del marxismo seria volver á la frase de Pitágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas. PerQ el escepticismo filosófico es iii- conciliable con la metafísica materialista de Marx, ya que ésta cree conocer la naturaleza de las cosas. Así que se encuentra el marxismo ante este dilema: niaterialimno ó lucha de clases. En ambos casos queda arriesgada su suerte. 
con relación á la moral, aunque Engels no lo crea así, desde luego. “La teoría moral de Femserbach es, como todas las anteriores, propia de todos los tiempos, de todos los pueblos y situaciones, y, por lo mismo, no ea aplicable nunca ni en sitio alguno, y permanece frente al inundo exterior tan impotente corno el imperativo categórico de Kant. Es realidad, cada clase y hasta cada profesión tic- Ile su propia moral la que deja de seguir siempre que pue de hacerlo impunemente; y así el amor, que todo debe unirlo, llega á ocasionar guerras, disputas, procesos, escándalos, divorcios, etc.,, (1). 
Aquí había Engels de dos cosas totalmente distintas. Primero afirma que las normas éticss no sois cumplidas cmi nuestra sociedad; después que no existen tales nornias universales. Lo primero es rigurosamente cierto, lo segundo queda desmentido por el mismo Engels cuando añade que cada clase está dispuesta á quebrantar su propia moral. Para quebrar algo es menester que exista. Si realmente cada profesión tuviese su morat, lo que no aparece claro, ¿por qué no habría de adaptarse de tal modo á los intereses del respectivo grupo social, que hiciese innecesaria toda poalbie infracción? 
Cierto que las costumbres y el género de vida sois distintos para cada clase social; pero con todo, ricos y po bres coinciden al reconocer lo moralmente bueno ó malo. Desde hace siglos los hombres civilizados consideran la moral cristiana como el ideal ético más elevado, con lo que, naturalmente, no comulgan los pueblos salvajes. Esto no contradice lo más mínimo la universalidad de las nom-mas éticas, del mismo modo que la renovacimin de las 
Igualmente impotente es el punto de vista de clase 
(1) [cmmerí,uelm, pigiflas 34 y 35. 
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EL MARXISMO 
doctrinas cientificas no desmiente la universalidad de las leyes del pensamiento. La opinión de Buckle, de que las doctrinas morales no han experimentado casi ninguna alteración en la Historia es ciertamente inexacta; pero contradice menos los hechos que la afirmación opuesta de Engels de que, no sólo cada época, sino cada profesión, tienen Ulla moral propia. 
Cada clase social tiene sus propios intereses económicos, antagónicos con los de las demás hasta cierto punto; pero la conciencia moral es otra cosa que los intereses de clase. La esencia de la aprobación ó desaprobación Inorsl consiste, precisamente, en que ciertas acciones reconocidas como buenas ó malas en si, 110 lo son como medios para determinados fines. De este modo nace el concepto del deber ético, de la obligación, como orden que cumplir por su propia validez. Efectivamente, pueden los intereses de clase oscurecer de tal modo la conciencia de la moralidad que lleguen á ser concebidos como norma ética; sin embargo, no serán aprobados por si mismos, sino por contener cierta validez moral. El principio formal del deber supera á todas las diferencias de clase, y en el reconocimiento del deber puro coinciden todos los hombres de conciencia moral, sin distinción de clases ni profesiones. “Los deberes individuales pueden ser determiliados empíricamente; la conciencia del deber es a priori, no puede fundarse sobre base alguna empirica, y más bin, da ella posibilidad á los deberes especiales que reciben su contenido en cada caso de la experiencia, (1). 
Una moral de clase consciente de si misma es una contradicho in adjecto, porque la esencia de la moral está, 
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precisamente en reconocer el deber y cumplirlo como tal y desatendiendo los intereses egoisfas. La teorfa del predominio de los intereses de clase es tan impotente en la fundamentación de los hechos éticos, como frente á la Universalidad de las leyes del pensamiento La prolonga 
CIón consecun del punto de vista de clase es, en resu— filen, equivalelite á la negacióli de toda moral y de toda ciencia objetiva. 
Mas la teorta de los intereses de clase contradice también, terminantemenie el contenido empírico de los hechos de la conciencia moral. Cierto que son los juicios florales de los distintos pueblos diferentes; pero sus diferencias van disminuyendo con el curso de la Historia Á medida que progresan en su evolución, van coincidiendo los juicios morales de los pueblos cultos. Existe, por tanto, una dirección firme, en la que se realiza la evolucIón de la moral, y esta es la prueba más palpable de la preexistencia de una moral universal “Quien comete una Injusticia es más desgraciado que el que la sufre, (1), dijo Demócrito. El imperativo categórico de Kant, está ya escrito en el Maha bha ralo casi con las mismas palabras (2). Desde los Evangelios, después de diecinueve siglos de progresos inconsiderablea la humanidad no ha señalado novedades ni diferencias en la distinción de lo nioralmeii te bueno ó malo. 
Las normas éticas tienen un valor escaso como motivos del comercio humalso en la Sociedad moderna Pero por poco cumplidas que sean, en la vida social no puede prescindirse de ellas, y necesitan una explicación cientifica 
(1) Wundl, Ética, 1, pág. 288. 
(2) Spencer Los priscip isa de la Étka, edlcctn ateman,i, 1979, Inio 1, pág. 360. 
(1) Winóelband, Prelsdios, p9g: 325. 
132 Ci. MARXiSMO 
Si. MARXISMO 133 
Ya que la doctrina de tos intereses de clase no puede dsil.i, se ve obligada á negar los hechos mismos. Sin embargo, los hechos son más poderosos que todas las teorias. 
La religión que tan intimaniente ligada está con la moral, tampoco puede ser explicada por los intereses de clase. La devoción, que es el fundamento psicológico de las creencias religiosas, pertenece á los sentimientos primordiales del espiritu. Cierto que la composición de clases de la sociedad influye sobre la fe como sobre las costumbres de la sociedad, en esto tiene ratón el marxismo; pero se equivoca al determinar el alcance de esta influencia, que no consiste en la sustitución de la moral y de la religión en la conciencia, por intereses de clase, sino en la dependencia del contenido concreto de ambas, de la situación económica del correspondiente grupo social. Se puede explicar, por ejemplo, mediante los ititereses de clase, por qué fué aceptada la religión cristiana en la sociedad romana, primero por las clases pobres. Se puede convenir con Nietzche cuando designa sI Cris - lianismo como ‘ingreso (Aufstand) de los esclavos en la moral,. Ahora, que va mucho más lejos cuando afirma que la base del Cristianismo originario la formaban no sólo el temor, sino el odio de clase de los ricos á los pobres (1). Y en ello se engaña, porque aunque la situación de los pobres favorecia mucho su entrada en la nueva religión del amor, esta circunstancia no significaba un mofivo consciente. El interés de clase era totalmente inconciliable con el elevado entusiasmo religioso de los primeros cristianos, que no sólo reisunciaban 6 todos los pro (1 Víase Nietzche, La genealogía de ta mo,-at. Obras de Nielectie, lomo VII, ptg. 326. 
vechos económicos, sino hasta 6 su existencia terrena, Todavia tiene menor validez el punto de vista de clase 
cii lo que al arte se refiere. La situación económica inforna los Inicios estéticos de las diferentes clases sociales; en cierto sentido puede decirse que cada clase tiene su estética propia; las ricas y cultas encuentra de mal gusto lo que en los pobres y rudos despierta el placer estético. Sus embargo, la esencia de lo bello, como Kant ha mostrado, está en que ‘representa el objeto de una general complacencia,,, Sobre lo agradable no se puede discutir; pero si sobre lo bello ‘y no se puede decir, por tanto, cada cual tiene su gusto. Ello equivaldría 6 afirmar que no hay gusto alguno, esto es, ningiin juicio estélico que pudiera dar conformidad 6 la pretensión legítima de cada uno,, (1). La mejor prueba empirica de la universalidad de los juicios estéticos está en que las creaciones del arte antiguo, después de todas las alteraciones que se han dado en el orden social hasta hoy, siguen despertando la complacencia estética. La teoria del predominio de los intereses de clase no es, pues, capaz de descubrirla esencia intima de la moral, de la religión, el arte y la ciencia, por no ser el interés de clase Criterio de lo verdadero, hermoso y bueno. La historia humana es incomparablemente más noble y elevada que la mera obtención de subsistencias. 
111 
1-lay dos tipos de movimientos sociales. En uiao se manifiesla vigoroso el carácter de clase, que en el otro queda encubierto. En la historia contemporánea el prime(I I Kant, Crítiç0 del juicio. cd. Ketirbaclm, págInas 53-56. 
134 EL M5RXISMO 
EL MSRXISMO 135 
ro ha tenido una intervención considerable; pero tampoco se puede olvidar al segundo. Buen ejemplo de cnovimiento social de esta segunda clase es el moderno cooperatismo que junto á la acción política del socialismo y á las Trade-Unions, integra el moderno movinrienlo obrero. 
Estos dos úllimos son movimientos característicos de la moderna lucha de clases; al contrario, el movimiento cooperativo puede ser considerado como un ensayo, si no de resolver, por lo menos de contribuir á la solución pacifica del problema social. El socialismo moderno es pmdominantemente un movimiento de clase. Exclusivamente no lo es. Loa grandes utópicos—Owen, St. Simón, Fourier—-no predicaban odios de clase, y estaban profundamente convencidos de que la transformación se realizaría, no por medio de la lucha de clases, sino pa. cificamente y mediante el trabajo solidario de lm representantes de todas las clases. Fourier esperó toda su vida que loa capitalistas le dieran el primer millón necesario para la fundación del primer falansterio. Owen fué un rico fabricante é intentó, sin éxito, fundar en el mundo capitalista la asociación pacífica del porvenir. De las mismas aspiraciones y esperanzas estuvieron animados los sansimonianos. Todo esto puede ser utópico, pero queda el hecho de ser ellos los fundadores del socialismo moderno que no hanacido,por consiguiente, de los intereses declarados de las masas oprimidas, sino de las aspiraciones desinteresadas de gentes de elevados sentimientos hacia un orden social justo. La fuerza del socialismo rooderno está no sólo en el interés de clase de los trabajadores, sino también en que corresponde la conciencia moral de nuestro tiempo, que exige iguales derechos para todos los hombres. 
La gran masa socialista de nuestros dias no consta solamente de trabajadores. La intelectualidad socialista, en su mayoría procedente de Is burguesía, es débil en número en comparación con la masa obrera, pero no puede medirse por esto su valor para el movimiento. La intelectualidad le ha provisto, por lo pronto, de caudillos. Loa fundadores del socialismo alemán—Marx, Lsssalle, Engels, Liebknecht—procedian de la clase burguesa, y lo mismo puede decirse hoy de otros muchos. 
Uno de los rasgos caracteristicos del movimiento socialista en los últimos sflod consiste en la creciente simpatía que despierta en los mejores representantes de las clases poderosas. El fsbianismo inglés es un ejemplo de este socialismo de los cultos. 
La importancia de la colaboración de la intelectualidad con el proletariado, ajena en sus aimpatias socialistas á toda lucha de clases, es reconocida también por los marxistas. ‘Ella (la intelectualidad) es aquella parle de la población—dice Kautsky—que más fácil rebasa la limitación de clase y de estado y se siente idealmente por cima de los intereses particulares y de momento para comprender y representar las necesidades permanentes de la sociedad toda, (1). 
Tan injusto es negar la poderosa influencia de los intereses de clase en el desarrollo de la legislación social del siglo XIX, como querer explicarlo exclusivamente por ellos. Hasta puede. decirse que lo más importante de lo conseguido en este punto no se debe á los esterzos de los trabaadorea. La concesión del derecho de coalición en Inglaterra en 1824, por ejemplo, no puede ponerse en 
(1) Ks,tsky, Bernsfeiny el programa socialisfa. plg. 133. 
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relación directa con ningún movimiento obrero. Francis Place, un maestro sastre y patrono acomodado, á cuya energia infatigable debe la clase obrera la ley de 1824, fu2 un burgués radical, discipulo de Bentliani y James Mill, y consiguió la libertad de coalición para favorecer á la clase obrera; pretendiendo de este modo acabar con la organización haciéndola libre. Era UII amigo sincero de los trabajadores; pero crela que su bien no estaba en Su organización como clase, sino en conservar una absoluta libertad individual, y se equivocó por completo al medir los efectos prácticos que la supresión de la prohibición de coaligarse, conseguida por él, habria de tener (1). Los trabaja dores ayudaron muy poco á Place cii su agitación, y sólo después de conseguida la ley comprendieron todo att valor. 
“Aunque los trabajadores no hablan hecho nada por conseguir la libertad (le coalición, estaban resueltos á conservarla en vigor. (2), dicen S. y B. Webb. Sin la disposición de la clase obrera á defender sus derechos con toda energía no los hubieran podido conservar. Pero con todo, es un hecho que no fué conquistada directamente por los trabajadores, sino por un burgués radical. 
La legislación fabril se debe todavia menos á movi— nuentos obreros. Entre los jefes del movimiento encaminado á conseguir las leyes de protección de los trabajadores se encuentran gentes de distintas clases sociales. Ricardo Oaster, uno de los campeones de la agitación favorable á la jornada de diez horas, era un hacendado labrador conocido como antiguo Tory, defensor del trono y del altar. Este hombre generoso, que consagró mu- 
(1) Véase Sidney y Bcatrtz Webb, Historia dc’l Trade-snionis,no inglés, traducción alemana de Bersstein, 1885, paginas 83 y 85. 
(2) Idem, té., té. 
dios años de su vida á luchar contra el trabajo excesivo de los niños en las fábricas, y que murió en la miseria, abandonado y olvidado de todos, fué un amigo de los desgraciados como el fabricante Roberto Owen, el otro gran luchador de la misma campaña. Al mismo tipo de hombres pertenecia el influyente caudillo del año 30, el paslo,- metodista Stephena (1). Estos y muchos otros, sin ser obreros, inflamaron su simpatia por la reforma social en su amor á la tsumanidad exento de odios de clase. Los obreros se mantuvieron mucho tiempo en una actitud pasiva frente al movimiento, y sólo después de largos silos de agilación comenzaron á participar en él. 
Con esto no pretendo llegar que el punto culminante ile la historia social de nuestros dias radica en los movi— inientos de clase; y sin decir que nuestra historia sea sólo lucha de clases, hay que reconocer su predominio. No es casual que precisamente en nuestro tiempo la doctrina de la lucha de clases se haya hecho tan popular; á ello ha contribuido también en gran parte, desde luego, el capitalismo, orden económico reinante. 
El capiialismo ha hecho de la lucha social la ley fundamental de la vida económica. La existencia de todas las clases sociales se ha hecho mucho más insegura con el capitalismo; al mismo tiempo éste ha abierto el camino á la cose obrera paca mejorar su situación económica mediante la lucha organizada con los capitalistas. En cuanto á las clases poderosas concierne, el capitalismo ha despertado en ellas un ilimitado deseo de riquezas, haciendo esta forma de producción no sólo posible, sino necesaria 
(1) Sobre los caudillos del movimiento favorable la legislación obrera, vcase la bistorta de Alfred, de 1857. 
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relación directa con ningún movimiento obrero. Francis Place, un maestro sastre y patrono acomodado, á cuya energia infatigable debe la clase obrera la ley de 1824, fu2 un burgués radical, discipulo de Bentliani y James Mill, y consiguió la libertad de coalición para favorecer á la clase obrera; pretendiendo de este modo acabar con la organización haciéndola libre. Era UII amigo sincero de los trabajadores; pero crela que su bien no estaba en Su organización como clase, sino en conservar una absoluta libertad individual, y se equivocó por completo al medir los efectos prácticos que la supresión de la prohibición de coaligarse, conseguida por él, habria de tener (1). Los trabaja dores ayudaron muy poco á Place cii su agitación, y sólo después de conseguida la ley comprendieron todo att valor. 
“Aunque los trabajadores no hablan hecho nada por conseguir la libertad (le coalición, estaban resueltos á conservarla en vigor. (2), dicen S. y B. Webb. Sin la disposición de la clase obrera á defender sus derechos con toda energía no los hubieran podido conservar. Pero con todo, es un hecho que no fué conquistada directamente por los trabajadores, sino por un burgués radical. 
La legislación fabril se debe todavia menos á movi— nuentos obreros. Entre los jefes del movimiento encaminado á conseguir las leyes de protección de los trabajadores se encuentran gentes de distintas clases sociales. Ricardo Oaster, uno de los campeones de la agitación favorable á la jornada de diez horas, era un hacendado labrador conocido como antiguo Tory, defensor del trono y del altar. Este hombre generoso, que consagró mu- 
(1) Véase Sidney y Bcatrtz Webb, Historia dc’l Trade-snionis,no inglés, traducción alemana de Bersstein, 1885, paginas 83 y 85. 
(2) Idem, té., té. 
dios años de su vida á luchar contra el trabajo excesivo de los niños en las fábricas, y que murió en la miseria, abandonado y olvidado de todos, fué un amigo de los desgraciados como el fabricante Roberto Owen, el otro gran luchador de la misma campaña. Al mismo tipo de hombres pertenecia el influyente caudillo del año 30, el paslo,- metodista Stephena (1). Estos y muchos otros, sin ser obreros, inflamaron su simpatia por la reforma social en su amor á la tsumanidad exento de odios de clase. Los obreros se mantuvieron mucho tiempo en una actitud pasiva frente al movimiento, y sólo después de largos silos de agilación comenzaron á participar en él. 
Con esto no pretendo llegar que el punto culminante ile la historia social de nuestros dias radica en los movi— inientos de clase; y sin decir que nuestra historia sea sólo lucha de clases, hay que reconocer su predominio. No es casual que precisamente en nuestro tiempo la doctrina de la lucha de clases se haya hecho tan popular; á ello ha contribuido también en gran parte, desde luego, el capitalismo, orden económico reinante. 
El capiialismo ha hecho de la lucha social la ley fundamental de la vida económica. La existencia de todas las clases sociales se ha hecho mucho más insegura con el capitalismo; al mismo tiempo éste ha abierto el camino á la cose obrera paca mejorar su situación económica mediante la lucha organizada con los capitalistas. En cuanto á las clases poderosas concierne, el capitalismo ha despertado en ellas un ilimitado deseo de riquezas, haciendo esta forma de producción no sólo posible, sino necesaria 
(1) Sobre los caudillos del movimiento favorable la legislación obrera, vcase la bistorta de Alfred, de 1857. 
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determinantes en orden social, ha decrecido. Esta es la mejor prueba de lo equivocado que es no distinguir unos de otros, lo subjetivo de lo objetivo, los intereses económicos de los factores materiales de la economía. La concepción materialista de la historia considera estos factores reales como el momento determinante de la liistons; sólo en parte considero verdadera la doctrina—para serlo por completo necesita, en mi opinión, sólo una, pero muy importante, limitación: reconocer la tendencia á disminuir que tiene en el curso de la historia la acción predominante de las condiciones reates de la economia. La doctrina de la lucha de clases afirma que el interés económico es el motivo determinante de la vida social y que la lucha de los grupos sociales por los medios de subsistencia forma el contenido principal de la historia. Es evidente que esta segunda doctrina no es Ilingulla consecuencia lógica de la primera. El predominio de los factores materiales de la economía no trae necesariamente á la conciencia el de los intereses económicos, puesto que al hombre se ofrece inconsciente la influencia de aquellos factores económicos. De aqni que no estemos obligados á aceptar ambas teorias, 
Esta última descansa sobre falsas suposiciones psicológicas y contradice rotundamente los hechos históricos. Por lo pronto la lucha de los grupos sociales no se limita á loa medios de subsistencia, sino que también pretende el poder social; ademés esta lucha no agota ni con mucho el contenido de la historia, ya que ante las actividades superiores del espirito no tiene eficacia alguna. En efecto, los intereses económicos de las diferentes clases se encuentran en un antagonismo insoluble; pero no siendo los intereses económicos el único interés humano, 110 
se deduce de este antagonismo la situación antagónica de todas las actividades sociales, y la doctrina de la lucha de clases es, por consiguiente, recusable por generalizar á toda la historia lo que sólo tiene validez en un reducido campo de acción (t). La lucha de clases no se puede, ciertamente, arrojar de la historia, hasta hay que reconocer que recientemente ha crecido su significación considerablemente. Mas con todo, hoy como ayer, no se redilee la historia á lucha de clases, y hay que considerar como errónea la afirmación contraria de Marx y Engels. 
(1) “Eslre los intereses sociales—dice Kautsky—hay algunos más qoc los de clase. La totalidad de los inlereses de las clases de una Rociedad os forman la lolalidad de tos inlereses sociates que en ella viven. Los inlereses arlisticos, científicos, sexuales y Otros muchos no entran mIre los de clase, (Nsero Tiempo, XXI, tomo II, pág. 261), Oslo es exaclo, pero en esle caso, ¿qué qseda en vigor de la famosa frase del Manifiesto comuntsla sobre la lucha de clases? ¿Insislirá loduvta Kasisky ce que la l,isloria de tu humanidad se resuelve en la historia de fa locha de clases? 
SECCIÓN SEGUNDA VALOR Y PLUS-VALÍA 
CAP(TULO vi 
VALOR Y COSTOS 
¡ ir iris: orlar tel volee del trabajo: 1_a Idoslists, la rrlotiao y lo atzaolota.—I. La tao. iri:,a sria, vicio tel valor: Eicariater histórico del valor—Valor y protio.—l.a con— ir,i:liir:ón interna ifel concepto marxista del valor. - II. La dOctrj,ra de loo costos a&wivioo y rclalivps: El tratta)o tomo costo absolUro.—tOstos relativos—Costos de la yrodavaibo vapitatísta —Los rostas absolotos como oalegoria social por exarlenolo. III. La doctrioa del valor: Del valor etc generaL—El valor eoooórsoioo. —La rorrescor bilidad dr los srntlmfOntos agrodcbles y derogrodables.—La trocla cte lx otilidod limito y la Ial valor del 5,sbalo.—Eormaolón dxl precio—El poroto como expresIón da las roloaiooes de poder sooial y dopendetsoia.—El footoo Incoxsciealr co la formación del provio. 
La doctrina marxista del valor encuentra en el trabajo el fundamento del valor de las mercancías. Sin embargo, llamar 5 esla teoría del valor del trabajo, es decir muy poco de su contenido, pues no hay una sola, sino por lo menos tres teorías de esta clase. Una de ellas tuS expuesta ya por TomOs de Aquino, con las siguientes palabras: 
Qportet ad hoc, quod sit justa cOmmotatio, ut tanta calceaments dentur pro una domo vel pro sibo unius llominis quantum mdlflcator velagricota excedit coriarium iri labore etinexpensis; quia si hoc non observatur, non erit commutatio- vera. (1). El cambio de los 
(1) 5Convlene, según esto, paraqde tea el cambio Justo, qse se den laolao prendas de calzúr par una cslt6 por ti alimento de an lasnlbre, corno vi aoaostractsr O ti agrlecsttor celle, Cts trabalo del cuCro y en gaslas, porque sí esto 50 en os do,8tc’amb1o (commutatio) ero es 05ta., Ctlado por Dleireí, &aotoai1at0ca1 tr ¿ca, 1595. píg. 207. 
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El. MARXISMO 
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bienes, según esta teoria, para que responda á las exigencias de la justicia, debe determinarse conforme á la cantidad de trabajo que se necesita para producirlos. No afirma que el precio efectivo de los bienes corresponda a esta exigencia; pero si que es injusta la deterininacióii del valor por otro criterio. Et valor del trabajo es por consiguiente, según esta concepción, no una ley de los hechos económicos, sino la suprema floreta moral que debe regidos. De aquí que pueda ser llamada esta teoría: 
teoria idealista del valor del trabajo. 
La doctrina del justo precio es caracteri stica duiratite la Edad Media. El ideal económico del cristianismo estaba formulado en la frase: «A cada uno según su trabajo,, y este precepto tui siempre fiel la teoría económica de lo, Santos Padres. Por ser este ideal la expresión de una norma ética universal, ha podido conservar su validez completa hasta nuestros días. El socialismo moderno, recogiéndolo, ha hecho de su consecución su fin más elevado. 
El autor de las Contradiccionea económicas—el intelí— gente Proudhon—desigiia el valor del trabajo como valor constituido, y descubre “el progreso de la sociedad en los intentos tan repetidos de resolver el problema de la constitución del valor (1). 
La constitución del valor es para Proudhon equivalente á lograr un estado económico en el que desaparezca la apropiación del trabajo por las clases ociosas, y en el que cada trabajador reciba integro el producto de su trabajo. No habiendo sido conseguido todavía con el reinante or 11 Proouthon, SiStC,xl, de las costtdiçcio,ues ecüó,xjcas, ISiS, .101001, plg. 90. 
den económico, el valor constituido no es un hecho que corresponda á la realidad presente, sino un tdeal para el porvenir. 
Por lo que acertaba Proudhorm cuando llamaba á la teoiia del valor del trabajo, asi entendida: “la leona revolucionaria del pozvenir. Y sólo por una mala inteligencia intencionada pudo Marx Comparar el valor constituido de Proudhon con el valor del trabajo de la ecoirAnia clásica y “encontrar muy cándido que Proudhon considerase como teoría revolucionaria del porvenir lo lite Ricardo ha demostrado cientificamente como la teoría de fa socierlad burguesa contemporánea (1). Picar— do no ha demostrado, ni pretendido demostrar siquiera, que el trabajador recibe en la sociedad burguesa el producto integro de su trabajo. La teoría del valor de Ricardo no puede compararae con la de Proiadhon por tratar ambas de objetos distintos: mieñlras Proudhon entiende por valor constituIdo el derecho del trabajador al producto íntegro de su trabajo, Ricardo aspira á fijar con su leona del valor la ley de la formación efectiva del precio. En la cantidad de trabajo exigida por la prOiiuccióus de los bienes ve Ricardo el más importante momento objetIvo, pero ni con mucho el único, para regular el precio medio de todas las mercanclas sujetas á la libre Concurrencia. El pensamiento de que sólo el trabajo sea la susfancia del valor fué completamente ajeno á Ricardo, como claramente se ve, sobre todo, en sus Cartas á Mac Cufloch. “A veces pienso—dice el gran economista en una de estas cartas—que si se me permitiese escribir de nuevo el capítulo demj obra sobre el valor habría de in (t 
Marx, Miueria de/a Filosofla, pág. 18. 
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LL MARXISMO 
sistir en que el valor relativo de los productos está regulado, no por una, sino por dos causas, á saber: la canti dad relativa de trabajo necesaria para la obtención del objeto, y por el provecho que corresponde al capital empleado durante la producción,, (1). 
La ocasión ea para Ricardo otro factor del valor de las mercancías multiplicables 8 discreción, completamente independiente del trabajo; el valor de las mercancías no multiplicables se determina, por el contrario, haciendo abstracción del trabajo que cuestan, por la oferta y la demanda exclusivameilte. 
La doctrina del valor de Ricardo puede ser llamada relativa por no considerar al trabajo como un factor absoluto, sino sólo como el fundamento relativo más importante del valor de las mercancías. 
Hay otra teoría del valor que reconoce al trabajo como sastancia absoluta del valor, y consiguientemente puede ser llamada teoría absoluta del valor del trabajo. Esta es la expuesta por Rodbertus y Marx (2). 
Según la leona absoluta del valor del trabajo, valor no es más que trabajo cristalizado en las mercancias. El trabajo, y nada más, determina el valor cte las mercancías, ya que el trabajo es la sustancia misma del valor. 
(1) Cartas de D. Ricardo 5 J. R. Mc. Cstloch, 1895, ptg. 71. 
(2) Rodbertus layo la tncosseciescia de sustestar simultáneamente las tres diferenteS teorías del val or-trabois. 
“Como valores son todas las mercancias, sólo una determinada cantidad de trabajo cristalizado (1). 
Pero el valor es 110 sólo equivalente al trabajo. El trabajo es la base de toda la economía, no una categoría histórica por lo tanto. El valor, 8 su dtferencia, es, según Marx, una categoría histórica formada por dos diferentes elementos: 1.”, por la cantidad de trabajo gastada en la obtención de un determtnado producto úttt, y 2.”, por la expresión de este gasto, no inmediatamente en ci tiempo de trabajo social, sino por medio de otro producto de trabajo que se cambia por el primero. Faltando este segilitdo momento histórico, el gasto de trabajo social no toma la forma de valor. La sociedad socialista no necesitará del valor para expresar la cantidad de trabajo invertida en la producción. “La producción social inmediata, así como la distribución directa,excluyen todo cambio de mercancias, la transformación de los productos en nlercamsciaa igualmente y con ello también su converstóms en valores. Tan pronto como la sociedad entra en posesión de los medios productivos y los emplea en la socialización inmediata de la producción, el trabajo de cada uno deviene desde luego, y directamente, trabajo social. No se necesita ya de ningún rodeo para fijar la cantidad de trabajo encerrada en un producto; ¡a experiencia diaria muestra inmediatamente cuanto es preciso cmi término medio Laa gentes pueden hacerlo muy sencillamente sin intervención del tan famoso valor. (2). 
El valor es, según esto, una forma histórica por la que 
(1) Marx: Crttica-de la .cone’mló pol1iia, 1839, pág.6. 
(2) Eagets, La revólucidn 4e Ui cie.’mció de Eugenio Dsihring, p5- 
gtnas 334 y 336. - 
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El. MARXTSMO 
llega á expresarse, bajo determinadas relaciones sociales—las de la producción de mercancías—el trabajo social; es una forma propia de la producción de mercancías para medir el trabajo social. La fuerza de trabajo ¡tomaita consumiéndose, ó el trabajo humano, crea valor; pero no es valor. Deviene valor cristalizado en forma de producto, (1). 
Mas para comprender bien la doctrina narxisla riel valor, es necesario saber, no sólo lo que es el valor,siso también lo que no lo es. La particularidad de esta doctrina esté en la distinción rigurosa que hace de los conceptos valor y precio. Mientras que otros econontiStas uiriii can el valor de las mercancías cii abstracto con su cxpresión concreía en el precio, Marx las considera como cosas distintas. Después de publicado el tercer tomo de El Capital han creído mochos ver la doctrina del valor de este tomo en contradicción con la del prisiero, porque en vi tercero expresamente reconoce qac; no los Costos de trabajo, sino los costos de la producción capitalista, la inversión de capital, constituyen el punto de gravitación del precio de las mercancías; mientras en el primero encon traba en el trabajo la sustancia del valor. Sin embargo, Marx había ya insistido cii su primer tonto sobre que “el precio medio de las mercancías no coincide precisameiste con su valor, (2) y que mocitas cocas tienen precio sin poseer valor alguno (la tierra,la vegetación espontánea, etc.). Ciertamente no precisa Marx en el primer tomo de su gran obra la relación exacta entre valor y precio; pero ya en su doctrina general del valor estaba claro que, según 
su concepción, el precio de las mercancías tiene que ser cosa muy distinta de la mera expresión en dinero del valor del trabajo (1). 
Después de publicado el tercer tomo de El Capital, es imposible toda discusión. La doctrina del precio de Marx concuerda, en todo lo esencial, con la de Ricardo, mientras que la teorta absoluta del valor del trabajo sólo tiene de comnúti el nombre con la leona retative del valor del trabajo del mismo economista clásico. Ricardo ve en el trabajo sólo uno entre varios factores del valor; para Marx forma el trabajo la sustancia del valor mismo, 
El concepto del valor absoluto del trabajo es el eje del sistema económico de Marx. Muchos críticos de Marx sostienen que su principio económico fundamental—el valor absoluto del trabajo—es un postulado que Marx no prueba. í.a observación es cierta, pero la falta de prueba de este principio no puede considerarse como el punto débil del sistema marxista. Está metológicamente lustiticado. ¿Qué debia probar Marx? ¿Qué el precio de las mercaucias coincide con los costos de trabajo? Esto no lo alirma Marx, lo niega terminantemente. 
La realidad del costo de trabajo de las mercancias no necesita prueba alguna. Razón tenta Marx al ver en todo su sistema la mejor prueba de su principio, en su explicación de las leyes de la economía capitalista. El cimiento de su sistema es el concepto del valor absoluto del 
(1) st dice Marx que ‘la exprestón del valar de ana mercancía en oro es Sa forma en dinero, 6 sea su precio, (El Capital, 1, pág. 60); pero en ha siguiente página explica ‘que una cosa puede tener un precio termal sin tener valor,. La primera afirmación qeeda refutada por la segunda y provtene, un duda, de un descatds en la fornia cte expresarse. - 
t5t 
(1) lclarx, El Capitel, 1 p.ig. 18. 
(2) El C’apitsl. 1, 3.’ edic., pag. 129. 
152 51 MARXIsMO 
trabajo; si el sistema no cae, es por descansar sobre sólida base. El mentado concepto tiene que ser considerado como un postulado de la ciencia económica; como la condición de su existencia. Renunciar á este concepto significa renunciar á la comprensión cientifica de la economia capitalista. 
La critica de la doctrina marxista del valor debe consistir en el juicio de la utilidad cienlítica del concepto dci valor formulado por Marx, en su elicacia como medio de investigación. En mi opinión, encierra cAte concepto una contradicción interior que le incapacita de servir para la investigación. 
El valor es para Marx, como se ha dicho, no el trabajo simplemente, sino el trabajo objetivado en las mercancías. Mas. ¿cómo puede el trabajo objetivarse en las mercancias? ¿En virtud de qué fundamento aparece el trabajo en la economia de mercancías no como to que es realmente—esto es, utsa determinarta cantidad rte tuerca de trabajo humana—, sino como Una propiedad del prodscto del trabajo, de la mercancía? Y ¿en qué propiedad de la rnercancta se manifiesta la objetivación del trabajo? 
La causa de la objetivación del trabajo humano en sus productos parece estar en que en la economia de mercancias es imposible la comparación directa del trabajo empleado en la obtención de los diferentes productos, porque la economta social, en este estadio, Consta de economías individuales, independientes y autónomas, entre las cuales, los objetos cambiables, las mercancias, forman el único lazo cte unión. La objetivación del trabajosa expresa, por tanto, en el precio de las ¡nercanclas. Aparte de su precio, la inercancla no tiene propiedad alguna en la que pueda objetivarse la cantidad de trabajo que contiene. 
EL MA5XI5MO 153 
Pero el precio de las mercancias no expresa la cairti— dad de trabajo que contienen, sino la inversión de capital efectuada durante su producción (1). En el precio de las ¡nercancias se objetiva, no el trabajo, sino la inversión de capital. Y no pudiéndose objetivar el trabajo más que en el precio de las mercancías, se deduce que esta objclivación no tiene lugar. 
La contradicción interna del Concepto marxista del valor está, por lo tanto, en lo siguiente: El valor ea, según Marx, trabajo objetivado; pero como Marx expresamente reconoce, el precio no coincide con el valor del trabajo; ahora bien, el trabajo, sino en el precio, en nada puede objetivaras Por consiguiente, el valor no es trabajo objetivado. 
Con esto queda fijado lo contradictorio del concepto marxista del valor. Le ha puesto á Marx ante el siguiente dilema: ó los precios de las mercanctas se determinan por su valor, y en este caso el valor no coincide con tos costos de trabajo, ó no está determinado por el precio, en cuyo caso el concepto del valor, pierde todo sentido preciso, porque el valor sólo puede set pensado como fundamento del precio. 
En el primer caso, la construcción marxista del valor se desploma; en el segundo pierde toda relación con tos hechos reales del cambio, queda sin contenido. En ambos se muestra incapaz de ser utilizada como medio de investigación. Así debió comprenderlo Marx, y en la imposibilidad de dar al formuladodilema una solución cori- - forme á los fundamentos del sistema, tienen su explica— 
II) Viase O. Adiar, Los fundame,stos de ta crética marxista de la economia existente; 18f7, pág. O 
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EL MARXISMO 155 
ción las colltradiccloises existentes en su leona econó mica 
En los tres tomos de El Capital vacila su autor entre conclusiones antagónicas: el reconocirsiento ó la llegación en el trabajo de una propiedad deterlflillallte del precio. Según las necesidades de su angumeiltacióll se decide por ulla Ú otra. ElI el prilnero parece cuino si el precio estuviese directamente determinado por el valor; en el tercero, donde se trata de la formación del precio de las niercancias, niega que sea asi. De aqui nace la creencia de que la doctrina del valor del tercer tomo contradi— ce la del primero. En realidad, la contiadicción es más honda, reside cii el concepto del valor absoluto del trabajo que no deternsilla los precios, y, sin embargo, se expresa en las relaciones te cambio de tas inercancias. 
Esto ha dado un sello fantástico á amebas coeslruccio oes económicas de El Capital. Dcspuús de haber miegado Marx expresamente, que el precio de las mercancías gravita sobre los costos de trabajo, aÑade una fórmula tras de otra, superpone teorensas, construye su sistema que se complica cada vez más, fundado en el reconocimiento implícito de que el precio de las mercancias gravite sobre los costos de trabajo. El pensamiento se envuelve siempre en este concepto contradictorto. El autor vive cii un mundo fantástico que no tiene relación alguna con el real. Fenómenos reales—como el precio de la tierra—son designados como imaginarios, mientras que conceptos absolutamente imaginarios—como valores, en cambio. que no están en circulación—son proclamados clave de la sabiduria económica más elevada. 
II 
Sin embargo, cou la determinación de lo que una doctrina tenga de contradictorio, no queda rematada la nrlica de la misma. Puede ser insostenible como cosjunro, y contener sus elementos mucho de verdadero. Ulla sities provechosa debe no sólo rechazar lo falso de una doctrina, sino tambión valorar lo que contenga de cierto. 
La teoría absoluta del valor del trabajo de Rodber— lss-Mamx es, ciertamente, como leona del valor—como teoria del precio, por consiguiente, ya que el precio es misa nlsilitestación concreta del valor abstracto —incondi. cioimalniente falsa. Pero la disconformidad de esta teoria u,n la lorniación real del precio es demasiado manitiesta rara poder ser desconocida de pensadores del fuste de llodbcrtus y Marx. Si á pesar de esto la mantuvieron heme, fab por considerarla babe indispensable para su sistema económico, que lenta por fin la explicación de las relaciones sociales del capitalismo. Sobre la leona rIel valor descansa propiamente la de la plus-valía, cali a que estos pensadores reputan como una forma de la explotación social todo ingreso que no procede del pro - pio trabajo. 
No se puede discutir que la teorta. absoluta del valor del trabajo contiene un fondo de verdad. ‘Ninguna otra cosa más que el trabajo—dice Rodbentmas—puede contar— se entre los costos de los bienes; es el único elemento á considerar desde el punto de vista de los Costos de producción de los mismos Y si un bien cualquiera cuesta al hombre indudablemente el trabajo que exige su pro- 
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ducción, en su relación con el hombre, ningún Otro elemento puede encontrarse del que pueda decirse que entra cii los costos de su adquisición. No se puede llegar tasi poco que para la producción de un bien es necesario otro bien activo. El material necesario para ello es aportado por la Naturaleza Habrta, pues, de querer hablar siem pre de Costos, que individualizar á la Naturaleza para averiguar cuáles son los suyos. La materia natural no es UH gasto que haga el hombre para obtener el bien, y Costos de un bien SOIS, para nosotros, tan sólo aquéllos que éste tienefl (1). 
El proceso económico es una actividad humana que tiene por fin la creación de los medios de satisfacer nuestras necesidades. La categorta del valor econónuco se refiere á estos medios; pero la misma actividad humana no queda comprendida en la categoria del valor. Por eso necesita la comprensión cientifica del proceso económico, junto á la calegoria del valor, también la de los gastos de trabajo: los costos. Ambas se completan mutuamente y forman las eategorias fundamentales de la ciencia econó— mies, apareciendo en la categoria de los costos el hombre como elemento activo de la economía, y la del valor disfrutando de ella. Pero, ¿en qué consisten los costos cii sentido absoluto? Evidentemente tan sólo en gasto de trabajo humano, ya que sólo el hombre es el sujeto de la economía humana. 
“Cuando Roscher afirma que las vacas y los toros son los productores de los terneros, y Smith que en la agri— cultura no trabaja sólo el trabajador, sino también el ga (t Rodberius, Para ci co,,ocjmjenmo de n,,esíro estado ceend,sr. ca, 1842, páginas 6-8. 
nado dan estos autores al ganado personalidad, pues sólo lina persona puede ser activa,, (1). Observa acertado Effertz. ¿Por qué atribuimos sólo al hombre la personalidad? ¿Por ser el hombre el único aér de razón, el rey de la creación, etc.? Desde luego que no. “Todo esto safan- tasis. El verdadero motivo es mucho más casero. El hombre es persona, porque estudiamos la economía humana. Si estudiásemos la de las abejas, las abejas lo serían, y si quisiéramos estudiar la de los bueyes, serian personas los bueyes. Y en ambos casos los hombres dejarían de serlo. (2). 
De aqui que ni el trabajo del caballo, ni el salto de agua que mueve un moliuo, puedan contarse como costos en sentido absoluto. El trabajo del caballo no es un gasto de fuerza vital del organismo humano; por él no siente el hombre cansado su cuerpo. El único verdadero elemento de costo en la economía humana es, por consiguiente, el hombre mismo. 
Esta concepción parece tropezar con muchas dificulIsdes. No sólo productos del trabajo, otras muchas cosas que no se obtienen con el trabajo tienen una gran significación económica para el hombre, como el suelo, por ejemplo. El hombre tiene que ser tan ahorrativo frente al suelo cuando no queda ninguno libre ó desocupado, como frente á todo otro bien económico, “Sólo loa bienes que cuestan trabajo son bienes económicos—dice Rodbertus—Esto es notablemente falso. El suelo es, bajo las 
cumsatancias económicas corrientes de los pueblos ciic zados, un bien económico. 
(t) CIto Efferlz, Trabajoysuelel, 1897, pág. 46. 
(2) Idem, Id., pág. 47. •. . 
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Esta es una objeción contra la teorta absoluta del valor del trabajo de Rodbertus y Marx; peto no Contra la teoría absoluta de tos costos del trabajo aquí representada. Pata el autor de las Cartas sociales el trabajo constituyó sustancia no sólo de tos costos, sino del valor tasibién. Por eso negó Podbertus cualidades económicas— de valor—á todas las cosas que no son productos de 1ra bajo. Yo niego rotundamente que el trabajo sea la sustancia del valor; si es, en cambio, en si opinión, la única sustancia de los costos absolutos. 
El error de Rodbertus— como el de Marx—estaba en pretender identificar dos conceptos totalmente distintos, el de los costos y el del valor; y en considerar sili valor á los bienes gratuitos. Poro los bienes gratuitos pueden tener valor porque la condición económica de los bienes no reside en haber costado trabajo, sino en depender de sim posesión la satisfacción de nuestras necesidades. “El valor es un interés humano, pensado como condición de los bienes, —dice Wieser acertadamente (1)—. Los costos son el hombre mismo considerado como elemento activo de la ec000inia. Ambas categorias no sólo no son idénticas, sino que oit cierto sentido se contradicen. 
Ahora bien, de los Costos absolutos—los gastos de trabajo—, hay que distinguir los relativos. La categoría de los costos absolutos es tan distante de la del valor. como el hombre sujeto de la economía lo está de los objetos de la misma. Pata lograr un determinado fin es necesario el gasto de urs bien valioso; así significa este bien el costo del fin á conseguir. La vegetación espontánea no cuesta 
nada á la humanidad, sin embargo tiene valor en cuanto se cuenta junto al trabajo al emplearla en la conslrnccmómm de una casa. Claro está que los costos en este seistido tienen un carácter económico completamente distinto que los costos absolutos del trabajo. El interés por ellos es tan primitivo como cualquier otro interés humano. Estimsmos nuestro trabajo no porque—ó no sólo porque— con su ayuda obtenemos bienes para satisfacer nuestras necesidades. Nuestro trabajo es nuestra actividad vital, y el gasto de trabajo es el de nuestro organismo, de nosotros mismos. Por eso debemos ser en relación á nuestro tratiajo tan moder.Jos como con nuestros bienes; por esto son los costos del trabajo costos absolutos. 
Otro carúcter económico tiene el empleo de bienes exteriores de valor real. Un bien gratuito corno la vegetación espontánea, continúa siéndolo siempre,también como material de construcción. Mss por tener la madera un valor determinado significa, como el9mento de construcción, un determinado sacrificio económico. Los costos de esta segunda clase, para distinguirlos de los costos de trabajo, los llamo costos relativos, relativos porque su costabi— tidad es un derivado de su valor. 
En la economia de cambio cada bien que tiene valor puede, cambiándose, servir para la adquisición de Otro bien. Todo se puede comprar por dinero, y por eso es natural que dentro de las modernas condiciones económicas los costos de todos los bienes económicos se expresen,generalmente, por la cantida.d de dinero necesaria para corn - prarlos. 
El suelo baldlo no contieoe ningún átomo de trabajo humano. La humanidad lo obtiene sin el menor gasto de su fuerza vital. Pero lá tierra tiene valor y puede, en con- 
111 Visse Vieser, Sobre el origen .5’ lejies Jemndirnmentales del valor 
ecosci inico, 1884, pág. 79. 
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secuencia, expresarac éste en un determinado precio. Para el que ha comprado la tierra con sri dinero, significa este dinero el precio de la misma. Estos costos tienen, sin embargo, un carácter relativo, sólo cucnla para la econo tilia privada del comprador del suelo, lo iflISiflO que SOlO afecta á la ecOnonlia privada el cambio de riquena realillo; para la sociedad toda continúa siendo gratuita la tierra; la sociedad mio ha cxperimiiemitado con la adqimmsicmomm del suelo el menor sacrificio. 
La categotia de los costos de explolaclóli, considerada como inversión del capitalista, tau caractcrisliCa de la econointa reinante, es tilia categoría de costos relativos. ‘El Costo capitalista de las niercanctas—obserVa Marx— se mide en la inversión de capital; el costo efectivo en los gastos de trabajo,, (1). 
Los costos de la producción capitalista—costos de explotación—no son, como se tia dicho, costos absolutos, simio relativos. Puesto que el capitalista, sujeto de la explotación, no toma parte en el trabajo productivo, estó. naturalmente, muy poco interesado en los costos absolutos del trabajo. Sólo como inversión de capital le parecen los gastos en trabajo, un elemento de costo de su empresa. Desde el punto de vista capitalista el trabajador es uno de tantos medios de producción, una formns del capital. Lo carscterlstico de la categoría de los costos de producción en el capitalismo consiste precisamente en desaparecer por completo la distinción económica fundamental entre el hombre y los objetos de su comercio. El hombre y los medios de producción materiales aparecen en esta categorta confundidos como cosa de una misma 
especie. Una tal identificación de cosas tan heterogéneas Ll Al CA lina consecuencia de la economía capitalista, para la cual eh trabajador no constituye el sujeto, sino el objeto le la econornia. Ciertamente, corno Rodbertus dice, en contradicción con las modernas ideas jurtdicas,,, las cuales “reconocen en el trabajador la misma personalidad libre que en un rentista,, (1). Igualmente hay que con— cilir comm Rodbcrlns en que la consideración capitalista del trabajador como un medio de producción ‘ presupone imivoluntariamnente la esclavitud,, y que pensando así “se lince míe los trabajadores máquinas perfectas, y que sus subsistencias dejan de ser bienes ó ingresos, para convertime en el pienso ó el carbón que el animal de carga y la máquina consumen respectivamente, (2). Todo esto es cierto; pero falso la conclusión, según la cual, por contradecir esta concepción las modernas ideas jurídicas, contradice también ‘el estado real de las cosas,,. Con éste concuerda perfectamente, por el contrario, la realidad capitalista que sólo it las primeras contradice (3). 
Desde el punto de vista capitalista las inversiones de capital; pero no los gastos de trabajo, forman los verdaderos costos de la producción. Esto nos explica por qué la categoría de los costos de trabajo es tan extrs€ta á la conciencia capitalista. Y con todo, los gastos de trabajo son los únicos costos absolutos de la sociedad capitalista. Una ciencia objetiva de la sociedad no debe situarse en un punto de vista capitalista, no representando los capitalistas más que una parte de la sociedad y rio it toda ella. 
(1) htSObCftR5, Pura el conocimiento de ,mmicstro cstade econóisi rs, 1h12. pg. 22. 
(2) idem, td., td. 
(3) tdeai, té., id. Véase el cap. IX de ha misma. 
(i) Marx, El capital, tania IV. pag. 2. 
ti 
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Los desembolsos de una empresa no son verdaderos costos si se les conmdera socislincnte, ya que pasan á ser ingresos de otros miembros de la sociedad. Los medios de producción materiales, consumidos durante el proceso productivo, tampoco son un elemento de loa costos absolutos, no significando su consumo el del organismo lis mano. La Naturaleza no tiene personalidad alguna reconocida y, por consiguiente, los “costos de la tierra,, -Ef tertz—no pueden asiurilarse sI gasto de fuerzas dci sujeto económico. En el sistema de la economía capitalista 
tierra no ha costado nada á la 1 tu inanidad. Et ho urhre mismo y su trabajo constituyen la única sustancia (le los costos absolutos dentro de cualquier régimen económico. 
Aun siendo el gasto de trabajo una categoria tan real, dentro de la econoinia capitalista, como el gasto de capital, los precios de las mercancías producidas se determinan, no por los costos de trabajo, sino por los de capital. Los costos de trabajo quedan fuera de la conciencia capitalista, y elaborándose la formación de precios sobre la base de las estimaciones conscientes de los valores, es natural que los costos absolutos no ejerzan influencia alguna inmediata en los precios de las niercaricias. Sólo corno inversiones de capital influyen los costos de trabajo en los precios, por ser aquellas inversiones el único gasto conocido por los capitalistas. 
Esto nos explica por qué la categoría de los costos absolutos estuvo hasta ahora tan alejada de la economía politica burguesa. Los Costos absolutos rio determinan el precio de las mercancias; y sobre esto realmente, sobre la determinación de los precios recaen las investigaciones más notables de la economía política burguesa. Todo lo que no está en relación inmediata con la forma- 
res 
cren de los precios aparece á Ja conciencia capitalista como situado fuera del verdadero proceso económico. y, de hecho, la categoria de los costos absolutos no se nrai nríiests en la superficie del mundo capitalista 
Sin cnibsrgo, mio es menos real que 15 categoría del safor. Ciertamente se objetiva el valor en los precios, y no .rsl los coslos del trabajo; pero solo el íeíichjsuio de las niel canetas cuya ilalijralezri reveló Marx lun genialrmmenr_ le, puede conducir á Ocultar detrás de su precio la fueres efeCliva propia de la ec0110nna, el hombre económico A los ojos no desírriubrudos por este fetichismo, no puede llsenlsr escondido en ningún caso el valor real de los costos de tratja1o “En toda Ocasión__observa Marx_tiene que irmieresar á los hombres el tiempo de trabajo que crnesí5 Ja producción de las Subsistencias (1). Los costos del Irabajo son la categoría Social por excelencia La calegoila del valor tiene carácter de fetiche: relaciones so- erales están Ocultas en ella con la careta de relaciones de mercancías; deiras del precio de las mercancías no se ve al obrero, su productor No pasa lo mismo con los costos del trabajo: aqul aparece el hombre social descubierto, su persona paciente y doliente en su lucha con la Naturaleza y con sus relaciones Sociales, las que nacen sobre la base de esta lucha, 
El concepto de la prodUctividad del trabajo pertenece, corno generalmen se reconoce, á Jos conceptos tunríanmemitalea de la ciencia económica El progreso social como el económico se mide, sencillamente por la elevación Coilsegnmida en la productividad del trabajo, La ciencia económica no es capaz de explicar sus doctrinas nrás 
It) El Capital, 1, pág. 38. 
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elementales Siii este concepto. Así parte de él, en sil doctrina del capital, por ejemplo, un adversario tan decidido de la teoría del valor del tiabajo como Btimltawerk, cuando descubre la sigiulicacióii económica riel capital en “que se pueda obtener por medios indirectos, con el mismo trabajo más producto, ó el mismo producto COLI un trabajo ineisor,, (1). 
“El grado de productividad social del trahalo, su mo it ilicació u, etc., cs lo que dice So ni hai 1 , Mil llegar á li conciencia de los agentes de la produecion é sIc cualqutri individuo econónnco, decide en última instancia sobre los precios, sobre la cuota de la pius-valia, sobre toda la estructura de la vida ecoiióuiica, poniendo Itinites precos al arbitrio individual,, (2). 
Ahora bien, el concepto de la productividad del trabajo no es otro que el de los costos absolutos riel mismo en forma invertida; mientras éste expresa la relación de la cantidad de trabajo con el producto obtenido, aquél, la imsversa, la dei producto obtenido con el lraba1o que costó. 
El valor en cambio, es inia categoria histórica de la economia, ya que ésta puede también existir sin cambio; no así los costos del Irabajo, que sois una categoria lógica de la misma, no siendo concebible ninguna econoniia sin trabajo económico. Esta categoría tiene que ser el eje de la nueva ciencia económica libre del fetichismo de las 
(1) Brilini.Bawerli, Teorta positiva dei Capital, 2. cdiv., 1902, ptg. 15. 
(2) \Verner Soi,,barl, Critica riel sisie,sa rço,iri,oiro de 1<’. Afr,ra. Archivo para la tegistacióii social. VII, ig. 577. lisie ,,oi,d,te articol’, de uno de los niis dtsitsgutdos eeono,ntsias modernos licuo el dctccio de contundir la rategorio del valor con la de tos costos, y hasta mienta horrar toda dilerencta tunda,oenial mire ellas. 
inercancias, que investigará las relaciones sociales de los tionibres ocultadas por las de las mercancías. ‘Una consideración justa de los fenómenos ecouóioicos desde un pililo de vista general-humano ó social, exige que los bienes que iiltegran la riqueza sean estimados tanto por lo clue á sus costos como á su utilidad se reftere. Uno dv los más certeros ataques, dirigidos contra los mercanti - lisias, eslá en que se ocupaban exclusivamente del prouf neto obtenido y muy deficientemente del proceso de la 
producción; cifraban el bienestar de los pueblos en la vais— lidad de su riqueza material, y dejaban fuera de cuenta en qué medida se obtenia este provecho mediante una mayor duración, intensidad, monotonía y perversión del Irabajo,, (1). Wieser tiene razón, ciertamente, cuando dice: “que el interés en ahorrar dificultades al trabajo es lan verdadero é iusportante para los hombres como el que tienen en asegurarse la satisfacéión de sus necesi darles. (2). Y del misnso modo se expresa Effertz: “El bienestar de uit hombre—dice—depende, esttmándolo en una cantidad definida de bienes, de dos factores: de sus ingresos, y de su jornada de trabajo. Cuanto mayor sean sus ingresos y menor la jornada, más considerable es su bienestar. Un hombre que tiene que trabajar dieciocho horas diarias, padece tanto como otro que no tenga qué comer, aunque el primero posea tanta riqueza como ocio el segundo. El bienestar es igualmente incompatible con el hambre que con el trabajo excesivo. (3). 
(1) J. llobsomi, 1, Rnskin, reformador social, traducción rusa, 1899, l’ág- 65 
(2) Wteser, Sobre el origen del valor de tos bienes eco,iómicos, lidgtna te5. 
(a) Ettcriz, Trabajo y tierra, pig. 64. 
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Lo último es rigurosamente cierto; pero la afirmación de Elfertz de que cada disniinucióii del trabajo econóinico aumenta el bienestar de los hombres, necesita algunas limitaciones. Hay ciertas clases de trabajos económicos que por corta duración que tengan sólo cansancio y dolor significan para el hombre. “El interés cii el asunto que se trabaja tan capaz de sustituir todo salario ó recompensa, seda en gran escala exclusivamente en empresas creadoras ó intelectuales. Este atractivo falta en funciones bajas y mecánicas que generalmente Ilesa á cabo el proletariado y que no exigen, comúnmente, gran capacidad intelectual; pero si en su logar, ntayor esfuerzo corporal, haciendo aburrida, desagradable y mecánica la jornada Trabajar todo el día en la Inina, en tina galeria pestilente; conducir una locomotora ante el constante peligro, ó trabajar en una fábrica de productos químicos, por ejemplo, son ocupaciones que dificilmente se conservan por mero afición (1). Pero otras clases de trabajo económico como muchos agrícolas, de jardinería, caza, pesca, etc., pueden einprenderse con mayor agrado, siempre que su dnración, nituralniente, no exceda de ciertos limites. 
De aquí que no pueda justificarse el considerar á todo trabajo económico, sin excepción, como una ocupación desagradable; aunque, desde luego, la más agradable actividad excesivamente prolongada llega á convenirse en una tortura. Y es cierto que, por lo general, toda ocupación económica tiene que rebasar los límites, dentro de los cuales pudiera ser agradable. Este problema lo ha tratado de mano maestra W. S. Jevons. El principio económico 
fi) G. S,os,sel, lntrods,c-€jiju en l ciencia da’ la Abra!, 1552, p— gusa 419. 
exige, precisamente, que nuestro trabajo no llegue al exmemo en el que ¡a utilidad de ¡a última unidad de trabajo del producto oblenido, se identifica con el malestar que el mismo trabajo ocasiona (1). 
Dentro del régimen capitalista el trabajador se ve obligado á rebasar el limite normal más amplio del gasto del trabajo, ya que no tiene la libertad de señalar la duración de su jornada. El capitalista no Riente el aufrimiento que ocasiona al obrero este excuso de trabajo (Uberarbeit) y está directamente interesado en prolongar la jornada lo más que oea posible. De este modo nace con el capitalismo la tendencia á aumentar la jornada, contra la cual luchan tan tenazmente los trabajadores. 
III 
En la teoría del valor económico de los bienes no se puede olvidar que la categoría del valor tiene eficacia no sólo dentro de la economia. “El momento de la detersaimsación del valor—dice Wundt—constituye el carácter más decisivo de lo espiritual frente á lo físico El mimando espiritual es el mundo de los valores. Estos pue (1 Véase Jevons, La leona de la economía política, 3. edic., 1888, cap. V. Esta regla, establecida par 3., no tiene una validez incsndictonal que permita pensar las condiciones económicas lan favorables, que el hombre podria salislacer sus necesidades con una actividad que le toese agradable siempre. La actividad ecanónsicu no causarla enlonces cansaseis 5 los hombres. Está, fuera de toda duda, por el conlraris, que ial situación ecooómica presupone un grado Ial de productividad del liabais, que sólo cuino Ideal del psrvenir puede pensurse. En toda soeiedid lilslórica ci Irabalo eronónilca ha sida siempre una labor pesada, cuipreadida sólo en aleacIón 5 las venlalosos resollados que lrae consigo. 
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den datse en las más diversas modificaciones cualitativas y en muy diferentes grados. Los valores sensibles, esteticos, éticos é intelectuales forman sólo los grupos inés definidos y salientes, entre los cuales existen transiciones que los unen. A todos ellos es común el moverse entre opUestOs. Con esto muestran en el scntiuiento la * condición subjetiva de su existencia En el inundo espiritual tiene todo Sil valor, positivo ó negativo, mayor ó menor,, (1). Windelband define la filosofía: “ciencia crítica de los valores universales,, (2). 1_a importancia de la categoria del valor en todo el dominio de las ciencias históricas la ha puesto en claro, mejor que uadie, II. Rickert con su notable escrito: Límites ile Información de los conceptos de las ciencias naturales. Toda la realidad empírica es Naturaleza si se la estudia en lo universal, á hIstoria cuando estudiamos lo particular. La representación de lo particular é individual es sólo posible “mediante una relación de los Objetos con los valores, (3). El juicio de los valores forma, por tanto, la base de toda la ciencia histórica. 
En este sentido amplio se puede delintr el valor con Ehrenfels, como: ‘la deseabilidad de una cosa,, (4). Y corno sólo podemos desear una cosa corno medio para algo, ó como fin mismo, procede la división de los valores en valores finales—valores propios—y de mediación, valores de virtualidad, que hace el mismo Etirenfels. El 
(1) Wundt, Ldgica.metodologla, II, pág. 16. 
(21 Wtndctband, Preludios, pág. 30. 
(3) Riesen, Lirnits de ts formando de los coscm’ptos de las Cim’fl— risa nalaraler. 1902, pág. 307. 
() Véase Eiirentels, Sistcmmms de l IcarIa de los ealones, 1697, 1, pág. 53. 
valor económico pertenece á esta segunda especie, por no ser la actividad económica un fin en st, sino un medio para la consecución de otros fines. Un objeto llega á ser estimado como valor económico cuando de su disposición depende la satislacción de nuestras necesidades. El valor económico es, por consiguiente, “la significación que los bienes concretos adquieren para nosotros cuando tenemos conciencia que de su disposición depende la satisfacción (le ililestras necesidades, (Menger). 
Con la teoría de la utilidad limite, si no completar la doctrina del valor económico, st se ha conseguido ciertamente perfeccionarla en sri esencia. Una coniparacióll cusiltilativa (le nuestros sentimientos de agrado ó desagrado, (te calidad tan distinta, parece á muchos ser ini- posible; mas esta objeción contra la moderna doctrina del valor fmi ya desasstorizada por Kant hace tiempo. “Las representaciones de los objetos—dice el gran pensador—pueden ser muy desiguales.... ; sin embargo, el sentimiento de agrado es uniforme. ¿Cómo podria si no establecerse una comparación entre la importancia de dos representaciones diversamente motivadas para decidiese por la que poseyese mayor deseabilidad? Un mismo hombre puede devolver un libro instructivo que cae en sus manos sin haberlo leído, por no renunciar O una cacería; dejar de escuchar un hermoso discurso por no llegar tarde al almuerzo; suspender una interesante conversación que le agrada por sentarse ante la mesa de juego; hasta desatender O un pobre que le pide, y en otro caso soeorrcrta con gusto, por no tener más dinero que el preciso para pagar la entrada del teatro, (1). 
(S> SCanI, Cmttina dela razó, prdciica, El. Renani., pág. 29. 
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Como medios de disfrutar todos los bienes económicos son coinensurables, por muy distintos que puedan ser, y la moderna doctrina del valor no comete ninguna falta, al partir de la conmensurabilidad de los husmos. La aceptación general de la teoria de la utilida 1 limite por parte de los economistas, ha sido el caiiuio que han to - ¡nado sus represemitantes para ponerse frente á la teoria clásica del valor. En la teoria del valor del trabajo de Smith-Ricardo encuentra Wieser “uu de los más mitanifiestos errores de la ciencia,,. Esta leona est.í, cii su Opinión, “tan llena de contradicciones que un entendi miento no predispuesto é imparcial mio puede llegar á comprenderla,, (1). Los juicios de Bolim-Bisverk, yotrOs partidarios de la escuela austriaca, son parecidos por su dureza. Estos economistas juzgan á la vteja teoría como una red de despropósitos que no descansan sobre verdad alguna. 
Pero toda esta discusión de ¡os nuevos con los antiguos descansa, á nii juicio, ema ints ulala inteligencia. Los ataques polémicos de los austriacos á la teoria clásica del valor combaten propiamente, ¡mo la de Smith-Ricardo, sino la teoria absoluta de Rodbertus-Marx. Esta es en realidad inconciliable con la teoría de la utilidad limite, porque el valor no puede ser al mismo tieflipo trabajo cristalizado y utilidad limite; no así COn la teoría rel,óiva del valor del trabajo. La doctrina de la utilidad Ii - mite, no sólo no se encuentra en contradicción efectiva coii ella, Alilo que ambas teorías se apoyan mutua y lógicamenle. La una presupone la otra. 
El mismo Jevons, que quiere aparecer como el destructor de Ricardo, fis mostrado la plena armonía de am - 
has. “El valor de Un bien—dice,----depende exclusivamente de su utilidad límite. Pero, ¿cómo puede alterarse esta utilidad limite? Mediante el aumento ó la disminución de la olerla del mismo; y esto, ¿cómo puede conseguirse? Con el aumento ó disminución de la cantidad de trabajo emmipleado en la producción del bien de que se trata. Desde este punto de vista hay, por lo tanto, dos etapas entre valor y trabajo. El trabajo determina la olerla y la oferta determina la utilidad límite la cual fija el valor, ó la relación de cambio de los bienes,, (1). A Jevons le falta la conclusión de este silogismo, ergo: el trabajo determina el valor. 
Los Costos de producción de una mercsncia no influyen en su precio desde el momento en que la misma aparece en el mercado; pero la cantidad de mercancías que llegan al mismo, depende, principalmente, de los costos de producción. Si son los costos de producción de dos mercancías iguales, sus precios tienden también á serlo, pues si no fuese así alcanzaría la producción de una de ellas una ganancia más elevada que la otra, y en este caso se invertiría en aquélla un capital mayor, hasta que las ganancias y, en consecuencia, el precio fuera el mismo cmi las dos esferas de la producción. 
Es muy fácil demostrar, de modo distinto que Jevons en el pasaje copiado, cómo se llega desde la teoría de la utilidad limite á la del valor relativo del trabajo. Los costos de producción de los bienes son diferentes en las diferentes esferas productivas. El máximum de utilidad se consigne, dividiendo ¡a producción social de tal modo que en todas sus esferas, en la última unidad de tiempo, las 
(1) Wieser. Sobre el ou-tgen del valor, psg. tt9. 
It) Jcvoss, Teoría de la Economía política, paginas tos y 105. 
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El. MARXISMO 173 
nasas de productos tengan una misma utilidad. Cuandu no se da este caso aparece ulla prOlluCcióll 1111)1105 prousdIosa y debe ser limitada lo cpie eleva la utilidad iimitr de sus productos — inienti as la otra produccióli debe exleiiderse hasta que la utIlidad de los prodedlos obtenidos cii la última anidad de tiempo llegue á ser igual cii Sil) bas esferas. 
Los costos de producción de los respectivos prodliv tos, ó, lo que es lo mismo, la cantidad de tos mismos ohtenidos en la llflAlliS Llilidlid ile tiempo, colilillúaml sicildil (liStilllOs. Su utilidad, COlfll) se liii dictlo, debe ser la Xlix lila; por collsiguicllte, tiene 11111) estar la iltilidlld de la iii lima unidad de cada producto — su utilidad limite co razón inversa con la nsasa de productos obtenida en ci llmisnmo licln po, ó, con otras palabras, la utilidad linmilc rl cada producto tiene que corresponder directamente á sss costos límites. 
Esta relación entre los gastos de trabajo para la pro ducelón de un bien y su valor apareció muy clara á Her mann Gossen, el autor de la teoría de la utilidad limite “Para obtener un máximo de satisfacción—escribe—tiene el hombre que distribuir su tiempo y sus fuerzas de tal ¡nodo cii la adquisición de los diferentes placeres que el valor del último átomo de la satisfacción obtenida corrcs ponda á la cantidad de molestia que le proporcionaría obtenerla en el último momento del desarrollo de sus fuel. zas, (1). 
La teoría de los costos de producción de Ricardo se sepaia en cierto modo de la teoría de la utilidad linntc; 
pero no la contradice. Aquélla atiende á momentos objetivos, dsla á subjetivos de la form ción del precio. Así como 1 allti)inspcccióu en la psicología no excluye la observa(inI obj.liva del proceso psicológico, sino que la comlela y robustece, también constituye la teoría objetiva 
ud s ator de Ricardo un complemento necesario de la teolía subjetiva de la utilidad límite. 
La llueva leona del valor no ha descubierto propialimite nilmgúmi factor objetivo del mismo. A otros méritos debe 5)1 lmlport-dildia. Es el primer ensayo cientílico heclmo emma explicar y demostrar el mnecauisnlo objetivo de la fui lnacióil del precio, hace ya mucho tiempo conocido, (01110 11115 serie mlccesaria de motivaciones humanas. Esta cxplicacion permite concebir la llamada ley de la oferta y (le la demanda como una verdadera ley causal, empresa ca la que todos los anteriores ensayos habíais fracasado. l.a teoría de la utilidad limite puede servir de teoría abstracta de la motivación económica, llenando así un vacio de la ciencia, y en calidad de tal es también imprescindi1)10 para la comprensión del mecanismo objetivo de la forniaciómm del precio. 
Pero si la teoría clásica del valor es compatible con la de la utilidad límite no puede, ciertamente, decirse lo mismo de la teoría absoluta del valor del trabajo de Marx.ldodbertus. Esta es con ambas inconciliable. Es un error grosero ver en la doctrina marxista del valor, una contilluaeión lógica de las doctrinas ricardianas. Las leonas absoluta y relativa del valor tienen, como se ha dicho, casi sólo el mlOumbre (le consún; sus respectivos contenidos se conlradicemm rolundansente. Si el trabajo es, como Ricardo ensefta, uno de los varios factores Objetivos del valor, no puede ser la sustancia del mismo. 
(1) Gossem,, Evoimuc jón cts’ (cm le’; dci 0111 civ ¿c,mfllanO, Nuev.s ecli 
(iAl .liClll,lll.i, 1559, p)g. 55. 
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El defecto de la leona de la utilidad limite se encuentra en la excesiva acentuación con que afirma el elemento puramente natural en la formación del precio 3 Cii des atender, en cambio, ci nonietito social ile la iitisina. “El valor de los bienes es iilcpeiidieiiie dice Cailos Mcii ger —de la ec0110mia liinnaiia y de sus factores sociales como la u hii3 ti del orden jurídico y de la ex iv ten cia de It Sociedad,, (1). Es tina doctiina anliliistóric,i, COil aliiL ¿ ini versal parli lodos los períodos y aisle sia 5 ecoito iii co 
No se puede llegar, en efecto, que en la esliai.ición del valor económico hay factores de validez geucral, porque toda ecoitomia descansa sobre la estimación dci valoi indepcndienlentcnte de sus formas históricas, lilas, junio O estos fa dores universa les, Ii ay la iii Liián otros cii la lot - nación del valor y fcl precio económicos, de eacócter social 3 hislórico que no pueden ser ignorados. 
Es un mérito que corresponde á Bdimrn-Bawerk priticipalniente, haber titado las leyes ile la formación dci precio, desde el palito de vista de la nueva doctrina del valor. Este notable investigador, desarrolla la leona de la fortnacióii ufel precio en la economia moderna con el ejemplo de la vemata de unos caballos, en la que da por sentado que ci vendedor está dispuesto á conservar los caballos siempre que el precio propuesto por el comprador sea demasiado bajo (2). Maniliesto es lo crudamente que esta abstención contradice á la realidad capitalista que produce las mnercanelas para el mercado, y no para el uso ó consumo del productor. Pero lo erróneo del ejemplo de BOlim-Bawerk no tiene aqui tan grandes consecuencias como podria crcersc. 
En otros escritos de los teorizantes de la utilidad límite se corrige este defecto, reconociendo el precio del mercado dependiente, no de las estimaciones del valor del compra ilor y vendedor, sitio exclusivamente de las del primero (1), concesión que no perjudica lo ruán minimo 8 la nueva doctrina del valor. En su consecuencia, se deterluna el precio del mercado del siguiente modo: Los consuundores tiene la libertad de comprar esta ó aquella mercaricia; cuando el precio exigido por una de ellas es tan elevado que caso de comprarla habria que renunciar á la adquisición de otra que proporcionase una mayor satisfacción, entonces aquélla no llega á venderse. Esto obliga al vendedor 8 bajar el precio hasta el punto en que el consumidor no estime en menos la utilidad límite del produeto comprado por ese precio, que la de cualquier otro que pueda adquirir por el mismo. El dinero tiene en todo este proceso sólo un papel de intermediario, y no tiene influencia alguna sobre la relativa altura de los precios de las diversas mercancías. Así nace, sobre la base de las estimaciones subjetivas de los consumidores y la calitidad de productos en venta, el precio del mercado; con lo que la influencia reguladora de los costos de producciáis sobre el precio del mercado sólo se puede reconocer en cuanto determinan ¡a cantidad de productos ofrecidos (2). 
(1) Vóase et arttcuta de Zuckeníandl, Prectu, en el Diccionario de Conrad. 
(2) Pnede tormutarse, como regla general, qae cuanto más breve seo el tiempo considerado por nosotros, mayor es so significación st niedirse en el valor de las nmercanctas en la demanda; y cuanla mayor sea, la duración dé aquel tiempo, más Ita de tenerse en cuento para rl s’alor de tos costos de producción. A. Marshali, Principios de Econemlo. 1898, edición inglesa, pág. 429. 
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(1) Menger. Prj,icip ion de Eco,io,nla polines, 1871, pág. 80. 
(2) Bóton-Bao’erk, T.rorlm positio’a del Capital, 1902, pág. 211. 
ir ‘rssxrssro 
Li. 1.iEsXtStiO 177 
Mucho más importante es otro defecto riel ejemplo (te Biihrtr—Uawetk de la venta de los caballos. El cah,rlIo no es, ciertamente, una ti pica mercaucia ca pi tal la. Sin e tu bargo hti,trm-Baw ciii frisia sus rnoti Vos para desairo! lar su t coria de la lorm ación del precio sobre una ve ita tau poco corticute. El caballo aparece en ci tucierdo cururo rin bien indivisible, del que no se puede, naírri alureute, eurirprar tu mitad ó un cuarto, por ejemplo. Con cito surge sus glail dilícultad que entorpece el camino de la Icaria dr la utilidad limite. Cori razón Iran dicho Kourtuizyuslii (1) SIoleirraim (2), que la utilidad limite de una misma suma de bienes es distinta según e! tarrrailo del producto que tiene que ser objeto de estimación como unid ud indivisible. Cuanto mayor sea esta unidad, tanto irás elevarla es su utilidad limite, el valor de todas las cxitenCtas, por cclisiguiente. Seúúrr la opinrin (te l3itrmir—liars cris, corno de sitios delerrsoies ile la teoria, ci valor ile los hierres de pende, cscttisivaiueflte, de las relaciones cutre la necesidad y su satisfacción, la escasez de los hierres y su utrli dad (3). Vemos, pues, que con ellas no quedan agotados los elementos determinantes del precio; falta tirio muy importante. á saber, el taimiatio de la rondad, (lite según las coisdicioties objetivas del increado tiene que ser trwdamcrrto de las cstiruacioncs del comprador. 
La importancia de este elemento en la formación del 
(1) Komorzynskt, El valor ea la eco,,o,nio aislada, 1555, pagtna 53. 
(2) “Csntor,nc Sea 11133 or ó frenar a cantidad de un huir toritaS’ corito urcid,id, se rnodrtica t.i uflhid.id Unirte y ¡ isbiór si vil ir de ¡ dav tus cxisutiiicS cus c,rit,i r,rrtd,rt dci altillo.,, Sial Johann, lcr crin ¿ni, ti aoci it es ha icorco,,ifa 1 itt ir, IbhVn, trae’. 255. 
(3) ttttimn-Basscrk, Teoría posirira del Laprt cr1, pig. ¡65. 
precio cori ningún otro ejemplo aparece tan clara como cr1 el salario. Parece eslar hoy generalmente reconocido que los obreros organizados cii sindicatos obtienen en salario más elevado de los capitalistas, que los no organizados. ¿Dónde está, pues, la induencia de la organización sobre el pieeio riel trabajo? Sin duda, en que los trabajadores organizados aparecen como un todo indivisible frente á los capitalistas, mientras que los que carecen de orgariizaeián tierren que negociar individual y aisladamente cori ellos. En el primer caso aparece sri el mercado del trabajo urr número mayor ó menor de obreros como uit bien económico indivisible; en el segundo entra como tal rin solo obrero. De no convemnirae en el primer caso en las corrdiciorres del trabajo, se ve el capitalista, no raramenle, obligarlo á interrumpir su industria, mientras que cii el scgirrrdo mro nace ninguna perturbación. La estimaciori de la mci caricia trabajo por parte del capitalista en el pri. mar caso es mucho más elevada que cts el segundo, en proporción con las dimensiones de la unidad del bien objeto de la estimación. 
El hecho de que las organizaciones obreras infltiyarr tau poderosamente en eh precio de la mercancía trabajo independientemente de cualquiera otra circunstancia del increado, muestra con claridad la enorme trascendcircia de las relaciones de poder y dependencia social ama la torniación de los precios. Con la minina oterta de brazos ú ini variable demanda suben los salarios cuando la tuerza de los obreros aumenta gracias á su organización, y bajan en el caso contrario. 
El rnommupohista es capaz de subir el precio de la mercancía monopolizada, no sólo mediante la reducción de las mercancías era venta, sino tambidu negándose á ven— 
175 EL MAI1XISCIO 
EL MARXISMO 
179 
der la mercancía á menor precio, lo que obliga al comprador á pagar por ella el mayor precio posible. “Así, la altura del precio del mercado—dice Bihm Bacs’erk -se de termina en aquel la zona en la que la ole ría y la denia ida lo eq ni libran cuairtiíati vamente ,, (1) Esta zona, dentro d e la que oscila el prccio, puede ser más ó cienos amplia; las relaciones de luerza y de dependencia social deciden el pu lito, ile utro de esta zona, donde liii cte ti a rse el precio. Así pueden la olería y la demanda en relación a la rnercaecía trabajo, por ejemplo, expresarse cii muy (tistiiitus precios. El obrero aspira, rratnralirrente, á conseguir el mayor salario; pero por cincho qne descienda el salario, el obrero no puede negarse á vender so mercancía por depender cte ello su vida. Tairiliién el capitalista pretiero pagar al trabajador lo menos posible, peio por iiruy ele vado que sea el salario efectivo, excepto en ci caso de que le consuela todo su provecho, ha de preferir el capitalista pagar este salario antes qtie tener paralizado su capital. En este caso, la fórmula de BOlrrn-Bawerk apenas tiene validez, pites la zona de precios fijada es demasiado amplia: sólo quedan determinados con ella los limites extremos é impracticables de las oscilaciones del salario. Qué punto de esta zona expresa el salario lo lijará cxciiisivamente 1cm fuerza relativa, económica y social de los contraía irles. 
La doctrina del valor de la escuela psicológica es demnasiado abstracta y racionalista. Parte del supuesto de que el hombre mide exactamente sus deseos y prefiere siempre el mayor al merror, cuando cii realidad, á menudo duda sobre la gradación de los imrisrrros. Pero, en todo 
caso, rio necesita de rina previa irnensura de sus deseos para decidir50 por erro. La rutina y las Costumbres deternirnan Ir vida de la mayoría de los frorrrbres. El consumi dor alqsierc una iniercancía por UI] determinado precio, no por estar coinvenciclo cte que coir rl dinero gastado iririgurma S.itrstaccion inrayor podría obteiner, sirio simple_ riente por seguir el ejemplo de otros y por estar acostumbrado á coiirprar esa mercancía por ese ¡cierno precio. De aqsi qne los precios al detall —de tos cuales dependen t.mmniic,ón los al por mayor sean tan estables. La costumbre es, pues, ¡rina fuerza que deterinnina efectivamente el i’roceso colcctrvo, y era parte inconsciente, de la formacidri del precio. 
Cierto c nc fas es ti caer or]es i ndi vicisa les forinani el Innd,rimieuto del precio de las mercancías’ pero 1am pronto corno el precio aparece su influencia es recíproca. Así nace la apareinte tr]dependencia del precio de las n]ercaln cias de estimaciones individuales, la sustantivactón del precio, el fetichismo de las mercancías. 
Los defectos de la teoría de la utilidad límite son los de la ecormormua politnca individualista y racionalista, de la que es el freto más sazonado esta doctrinra. Da una solnr ción .fortuirada al problema del valor en su forma abstracta, mo histórica; para poder explicar nnar]ifestaciones cori- cretas rIel precio dentro (le un] sistema económico histórico tiene qrne ser completada mediante factores Sociales Iristóricos, El precio de las mercancías es, como la moral y el derecho, un resultado colectivo del proceso social en parte inconsciente en el que se expresan las relaciones de poder y dependencia de los grupos sociales. 
II t 2 0,1,, pos,(icm di ,,,,ji,ri. pig. 225. 
CAPITULO VII 
PLUS-VA LÍA 
1. Lcr crearen/a de/ pece’, loo. El Irabsio coleo fuente axe coiva del provecho.— lv Ir jiviodeoleid de lo, provechos de los capitalistas a/olidos de la cornpoc e/Sn do coro 
y dependencia de la 00004 general del prOveotro de la composoeiórr del cajel. 1,1 ocr 1.—li. L acerolo gor oriol del ¡,ree’ceho y la coeopoaoeceoo del eeprlal ceo/rol ir (eco ,tcJcrnbtreora,000a ele leo ¡rrodoeeido: Ea follo de armonio entre la corola general Id pecereeheeleeliva y la mioma contada ene/en la plas.vslis.—lll. LoO 0000lac/oro’o dr la eco/o pectoral del preveeha: La ley maeorsta dol provecho deereocente. So lorororirleoeia. Alteraciones do laconIa del proveeho halo la iotluereia: 1°, de la clic. reirresirje, y 2.0, del alomeelo de la prodaelicidod del lrahalo. IV. Pireo vatio y ocre. rriiIie: la ioorlepeodeeeia de la cuota general del proveeloo de lacernjrooieidlt del ea’ pi/al scejal.—L j000rsistenoja de la dio/inclán del espilal aro eenstdrole y vsei,,hle. 
La doctrina de la plus-valía de Marx descansa sobre su teoria del valor. Aunque la teoría del valor constituye el antecedente lógico de la doctrina de la plus-vallar hay que considerar ésta como ¡a parte capital de toda la construcción teorética á la que aquélla sirve de fundamento. El fin exclusivo que esta construcción persigue es demostrar que el beneficio capitalisla proviene de la explota— cióti de la clase obrera (1). 
(1) Los igooal dad de los ltoresbres es el fleo del enar.sioeoso, Wcos’ ckelern, 1896. pág. 137. 
182 1:1 ‘1 \I.\isti() 
EL MARXISMO 183 
La teorta marxista del provecho tiene que lijar objctivamc’itte la preexistencia de esta explotaeión. Et coiieeplo del valor absoluto del trabajo constituye ta base de esta teoría. Paitiesdo ile este concepto, llega Marx con seeuentemetite ci la co net usióii de q as el pi uveeho de tos capitalistas, Como en general todo beneficio que no es ckbtdo at trabajo, pi oc cdc de la a propicie ciii de tía bajo nc jiagado ci los obreros ocupados en la pi od ser i 6 u, Ile vact .1 ci cabo por los cctpilalistas y otros pii)pictcliios. la teori,i marxista de la plus—cali tille es, al misuio tiempo, 55 ter— ría del provecho, C5 tiiia consecuencia necesaria cte ss leona del valor. La fuente única del provecho capitalista tiene que ser el trabajo de aquellos obreros. Y como sólo tina parte del capital se destina al de los trabajado res y la Otra ci medios de produccion, el nuevo valot ema- do eit el proceso productivo que aparece coitro provecho del capitalista procede exclusivaiiic’ntc dc a primera parte del capital, mientras que la segunda tiene uit papel pasis o y no produce ningún aumento de valor. D5 aquí que llame MarX capital variable ci la primera parte y capital constante ci la segunda. En la alirmación de que ct capital constante no participa en la creación de valores, radica la esencia de la leona marxista del provecho; lo que está en la contradicción más inconciliable con todas aquellas teorias que no separan en la formación del provecho, el capital empleado en salarios del dedicado ci los medios de producción. 
Es un hecho cotiocido qae en lo visibte del tiittndo capitalista no se observa distinción alguna entre capital constante y variable, en relación con la obtención del pro- 
vectio. Las industrias en las que el capital variable predoanua no smrojan mayores rendimientos que aquellas otras en las que predomina el constante. Este hecho no lo dma- cute Marx, sino que busca armonizarlo con su teorta del siguiente modo: “A consecuencia de la diversa cornposiciómI cte los capitales empleados en las distintas ramas de Li producción ea tamnbión muy diverso el importe de la plus-valía producido por ellos. Conforme con esto las cuotas del provecho que reinan en las rafias de la producción, son originariamente muy desiguales; pero rse— diante la concurrencia llegan ci nivelarse en una cuota general del provecho que equivale al túrmmno medio de los que se obtieuen. Los capitalistas aislados “no sacan la lilia-Aralia, y, por tanto, el provecho producido en su esfera, si no tanta plus-valía, 6 provecho, como del valor 6 beneticio total, lis sido obtenido eh un periodo determinado por el capital total de la Sociedad, tomadas en conjunto todas las esferas de la producción, y que corresponde en itna distribución igual ci cada parte alícuota del niismo. Por 100 obtiene cada capital invertido en uit alio, ó correspondiente periodo, siempre el provecho equivalente ci lautas partes cuantas tenga. Los diferentes capitalistas se conducen, en cuanto al provecho se refiere, como nuevos accionistas de una sociedad anónima en la que la participación en el producto se distribuye conforme ci su tanto por cientos (1). 
A estas consideraciones ha de contestarse, por lo pronto, que el proceso de nivelación expuesto por Marx, y que ci causa de la diferente composición de los capitales, por la diversa cuota originaria del provecho, presenta 
ti) Marx, Et Capital, ismo III, páginas 136 y 137. 
184 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 
como ad doc, es imaginario y no corresponde en nada á la realidad. En la realidad capitalista no se presenta ocasión IliliglIna para este proceso, como tampoco se ven alteradas las cuotas “originarias,, del provecho por la composición de los capitales. La formación del precio y del provecho, por consiguiente, se lleva á cabo, no sobre la base del costo absoluto del trabajo, sino de tos costos de la producción capitalista. Está fuera de toda duda que en lo que á Ulla empresa aislada se refiere no puede ohsci varse en la formación del provecho diferencia alguna entre el capital constante y el variable. “El capitalista—dice Marx—cuya visión es limitada, cree, con razón, que su provecho no procede sólo del trabajo empleado por él, ó en su empresa. En cuanto á su provecho medio se refiere tiene raeóll Ahorro de trabajo—no sólo del trabajo necesario para obtener un producto dado, suso en el sélocro de obreros empleados—y un mayor empleo de trabajo muerto (capital constante), le parecen operaciones económicamente muy justificadas y que en modo alguno reducen la cuota general del provecho, ni al provecho medio mismo. ¿Cómo habla de ser, por consiguiente, el trabajo humano la fuente exclusiva del provecho, cuando la disminución de la cantidad de trabajo necesaria 110 sólo no reduce el provecho, sino que más bien, en determinadas circunstancias, aparenta ser la fuente inmediata del aumento del mismo?, (1). 
La opinión de que el trabajo humano no ea la “fuente exclusiva del provecho,, depende de la limitada visión de loa capitalistas que se dirige sobre lo particular y no sobre el conjunto. Pero mientras que los provechos de los 
capitalistas aislados dependen tanto del capital constante como del variable, los de toda la clase capitalista están producidos, exclusivamente, por el capital variable. La ley de- la plus-valía rige el conjunto de la distribución social, y, especialmente, de los ingresos sociales de las diferentes clases. Lo que concierne á la posterior distribuCión de los ingresos dentro de una misma clase, depende de otras leyes. 
Tomando las ramas de la producción en conjunto, la suma de los precios de las mercancias equivale al valor de su trabajo; los provechos de algunas empresas aisladas que no coinciden con la plus-valls no son capaces de anular la ley general de la plus-valia, pues todo “se reduce á que lo que va en una mercancía de más de plus-valia, quede en otra de menos, y que, por consiguiente, también las alteraciones de valor, representadas en los precios de producción de las mercancías, se compensan mutuamente, (1). De aquí que estón las cuotas generales del provecho, en oposición á las de cada rama productora, determinadas por la composición del capital social, á 
saber: l.0, mediante la orgánica composición del capital - (valor) en las distintas esferas de la producción; 2.°, mediante la distribución del conjunto capital social en las diferentes esferas (2). 
JI 
La teoría de la plus-valía puede ser refutada tan sólo probando que tampoco la distribución de los ingresos sociales entre las distintas clases sigue la ley de la plus-va (1 Marx, El Capital, pág. 140 
(2) Ide-la íd.. pág. 1-It. 
(1) Marx, El capias!, lomo III, pág. lis. 
156 ci si ssoissiO 
EL 5IARX[SA50 187 
social. 
obreros: 
pitalistas: 
Ita, y que la cuota general del provecho, en su situación estática, como en sus alteraciones, es también independiente de la composición del capital social. A continuación ha de inteutarse esta prueba. 
La composición del capital es muy distinta no sólo cii las empresas aisladas, sino en grupos completos de la pro. ducción social. Podemos aceptar que ci capital constante constituye la parte principal en la proditccion de medios productivos, pero la menor en la de articulos de consumo de las clases dominantes (artículos de lujo especualmen te. El esquema siguiente pone á la vista de qué manera, partiendo de esto, se reproduce y distribuye el ingreso 
Reproducción y distribuCión de los ingresos sociales expresados en sus precios en dinero (1). 
Prodticci dii de medios prod u ch vos: 
lbOm f—bOa+(501-- 300. 
II. Producción de artículos de consumo para los 
80 ¡u ± 80 a ± 40 r 200. 
III. Producción de artículos de consumo para los ca40 1n+60S-1--25T 125. 
Con m, s, r designará respectivamente los medios de producción (capital constante), salarios (capital variable) 
(1) En la consirs,cción de este esquema se presupone que la sacie. dad carisma de das únicas clases, captialisias y obreros. l.a diferencia entre el periodo de circulación (U,nschlagsperiodi’) tel capital 5jo y el circutanie os se sesalu. acepiaisdo qar tanta ano caniO otro hacen aquel rccorrtsto. La partición de la prodocctáfl social rs en el cquelisa propür. cisoal; la demanda de lados los prodocios es igaai á 50 Otitd. No se da ucuojulacióli capitalista alguna. 
y renta (plus-valía). Las cifras están elegidas á capricho y expresan en millones de marcos los precios (precios de producción) del capital invertido, rentas y productos anualinciate obtenidos en el grupo correspondiente de la pro. dLicción. La composición del capital es, conforme al supuesto sentado, diferente en cada grupo, predominando el capital constatite en el primero, el variable en el terceto y equiparándose en el segundo. Las cuotas del pro s’echo, conforme á las leyes generales te igualdad de las mismas, lo son también y corresponden á umi 25 por 100. 
El esquema expresa en sus precios todas las relacio. ites de producción y distribución. Ahora bien, detrás de las mercancías están los hombres, y detrás de los precios el valor de trabajo, que no coincide con éstos. En el esquema que sigue, el precio se sustituye con el valor del trabajo correspondiente. Yo parto de la hipótesis que la duración de la jornada y los salarios efectivos y la cuota de la plus-valía, por consiguiente (relación ile la plusvalía con el capital variable), son iguales en todos los grupos de la producción. Queda igualmente aceptado que en el primer grupo citado están anualmente ocupados 150.000 trabajadores. Con la ayuda de los medios de pro. ducción, cuyo precio equivale á 180 millones de marcos, obtienen una suma de productos cuyo precio es de 300 millones. Si el valor del trabajo de esta masa de valores lo llamamos X, el de loa medios productivos gastados cii la producción será igual á —— X. 
De aqul se obtiene la siguiente equivalencia: 
18(1 
X.-j— 150.000 años de trabalo (1) = 
(t)La unidad de trabaja que se toma es un asn por obrero, puesto q,s. estio a,ioalmenie ocupadas, como se ha dtct,o. 
180 i. M 511515510 
CI. MARXNMI) 189 
y de aquí resulta X = 375.000 años de trabajo. El valor del lrabajo de los medios (le COlisUHIO de los trabajadores puede uijarse seinejanteniente. El valor del trabajo de los medios de producción coiisuinidos aqut es 375 >< años de trabajo, por consiguiente, 100.000 años de ha bajo. El número de tos trabajadores ocupados en este grupo de la producción corresponde á los del primer grupo Como es, por consi”uiente, de 150.000 
15) 1,0 
200.000. El total valor del trabajo de los productos dci se gundo grupo importa 100.000 ± 200.000 300.000 años de trabajo. 
En ci tercero, el valor del trabajo de los iiicdios de pi o ducció es 375 — 50000 años cte trabajo. 1:1 nú lucr de trabajadores ocupados es igual quc cii ci primero, y el valor del trabaj o de los productos ohtc i j idos um port.i 50.000 —— 130.000 200.000 años de trabajo. La cuota de 
201) Ide ptus.vatO soclail 
la plus-valls social es igual aOOldcc.,pttal ‘ociO sariabi) — 66,6 por 100, laquees igualmente valedera para cada grupo, cuyas cuotas de plus-valta, coutorune O la hipótesis sentada, son iguales. Y asi llegamos al segundo esquema de la 
Reprociocción y distribución de los ingresos sociales 
expresados en valores de Ira bujo. 
1. Producción de medios productivos: 
225 su —j— 90s ± 60 r —375. 
II. Producción de medios de consumo de loa traba lii 
Producción de medios de consumo de los capi— 
lulistas: 
50 ni ± 90s+60r=200. 
Las cifras expresan en miles años de trabajo; el valor del trabajo de los productos obtenidos, y constituyen, por decirlo asi, una traducción del primer esquema, po— ¡siendo valor de trabajo en lugar del precio. La compara - cidu de ambos muestra que todas las relaciones cts la distribución son otras, según que se expresen en una ó en otra forma. Asi en el primer esquema constitula el capi - 
250 
tal social variable un —- 32 por 100 del precio del 
producto total social, mientras que como valor del trabajo coustituye un —34 por 100 del mismo. La cuota del provecho, estimada en el precio, equivale á un 25 por 100, y en el valor del trabajo alcanza , es decir, casi uu 30 por 100. 
Vemos, pues, que las cuotas del provecho general 3 social, se deducen del precio de las mercsncias ó el valor ile su trabajo. Mas, ¿cuál de ambas cuotas tiene validez real? Evidentemente la deducida de los precios, ya que la fornaacióu del provecho se realiza, electivamente, sobre la base del precio de las mercancías. 
Queda, pues, comprobado que tampoco en relación al provecho total social y 8 la cuota general del mismo corresponde mayor validez que 8 los provechos y cuotas de capitalistas aislados en ramas de la producción aisladas tansbiúms. La cuota general del provecho tendria que ser completamente distinta de lo que es, en realidad, si estiaviese determinada por la plus-valía. Y es esto natural, ya que los precios relativos del capital variable, constante y 
jadores: 
100 ,u—f-- l2Os ÷ 80r 300. 
190 FLMA5XI5SIO 
EL MARXISMO 191 
provecho no coinciden en los grupos respectivos de la producción social con el valor del trabajo relativo á causa de la diferente coinposicióii de los capitales. La afirma Cf dii (le Marx (le q Lic “las a It eraciones del valor (dci Ira - bajo) q tic se reflejan en el precio de prod uccidn de las mercancias se compensan mutuamente,, es equivocada, pues esto sólo tiene validez en el total del producto social, pero no ems sos divisiones en el capital y provecho social, inedia tite las q nc se del orini iia la al 1(1ra de la cuota social (id provecho. 
III 
EJe este nodo queda demostrado que la cuota general del provecho mio corresponde .i la relación de la plus.va— la con el capital social. Queda por iii ves ligar qn i oil a cii— cia ejercen sobre la cuota general del provecho las nmodificaciones en la composición del capiial social. El capitalista aislado cree, coin o Marx al it ala ni e ute observa, que la sustitución, cii su cmnprcs,i de trabajo humano por ni,i— quinas, 110 disminuye sus provechos, sino que los auinenla, y ve Cii ello la prueba de que “el trabajo humano no es la fuente exclusiva del provecho,,. Y precisamente en este punto tiene que celebrar su mayor victoria la teoria de la plus-valta. Se ha conseguido, parttendo de sus premisas, descubrir la ley más importante en el desarrollo de la economia capitalista: la ley de la tendencia decreciente de la cnota del provecho, que Marx designa de “misterio en torno, de cuya solución gira toda la economía polílies desde Adanm Sniitlm,, II). 
(1) itt “ui’its(. lauto III. p.g. 193. 
La ley es en si muy elemental y parece derivarse con necesidad lógica de la teoría absoluta del valor del trabajo. El provecho nace tan sólo del capital variable; si aumenta el capital constante social, debido al empleo de medios de producción supletorios, más rápidamente que el capital social variable, continuando inalterables las otras condiciones, tienen que bajar las cuotas del provecho, ya 
que la masa del capital social total, por lo que tiene que dividirse la nsasa de los provechos para determinar su cuota, cosforine á la tnpótcsis sentada, aumenta nmás de pilsa que los provechos (cuya cantidad sólo está condi,-ioisada por la parte variable del capital). 
Esta marcha relativamente creciente del aumento de los niedios de producción empleados en el capital es considerada por Marx con toda justicia como ley fundamental del desarrollo capitalista. La tendencia decreciente de l.i cuota del provecho está también, en consecuencia, ínhm mente ligada con este desarrollo. 
Esta ley de la cuota decreciente del provecho parece ser, commio se ha dicho, una consecuencia lógica de la teoita absoluta del valor del trabajo, Mas esta apariencia es vimgaitosa; dicha ley no se desprende de esta teorta. Creo haberlo demostrado ya en mi libro Estudios para una teoría ¿historia de las crisis comerciales ea Inglaterra. Aquí lic de presentar otra fase del problema intentando al mis- no tiempo obtener la verdadera ley del movimiento de la cuota del provecho. 
Por lo pronto, la posición del tenis de Marx es falsa. No puede decirue qué influencia ha de tener sobre la cuota del provecho la disminución del capital variable (salarios), pues aquélla tiene que ser diversa según las cansas de csta disminución. Puede acontecer por dos nmo 
192 EL MARXISMO 
EL MARXISJSIO ¡93 
tivos, á saber: 1 .‘, por la disminución de la produclivi dad del trabajo social, y 2°, por su aumento. Ambos casos deben ser especialmente examinados para obtener resultados utilizables. 
Marx obtiene su ley por Un camino muy llano. Establece que el capital constaste Silbe mientras el variable permanece inalterable y la cuota del I oveclio tiene que bajar. Lo que no dice es de qué 1110(10 se lleva á cabo el aumento del capital constamite, como si este aLlmLiIto del capital cayese del cielo. Nosotros hemos de analizar CII todas SS fases, desde el comienzo hasta el tiIIIl,este proceso. Su comienzo está, desde luego, en la obtención del capilal suplementario; su final CII la producción social sobre nuevas bases técnicas y nuevas condiciones de va- lora cióu - 
El esquema siguiente se refiere al primer caso de la dismiunciómi del capital variable (cuota de salarios); cuando esta disminución se debe á la disminución de la pro - ductividad del trabajo, lo que equivale al aumento relativo del valor del capital real. Yo parto de la suposición, por ejemplo, de que á consecuencia del agotamiento de tilia niina y del suelo, los costos de trabajo para la obten. ción de inineral de hierro, carbón, granos ó primeras materias suben considerablemente, lo que conduce á un aumento del valor del trabajo de la unidad de productos en UI’ 25 por 100. Esto obliga á los capitalistas á emplear ulla parte de au provecho para cubrir los costos de producción con un creciente capital variable y constante. Y para acercarnos más 8 la realidad capitalista supongo también que el aumento del valor del trabajo de cada unidad de productos (también, por consiguiente, de los medios de col,sun,o de los trabajadores) COIIdIIcC á liOd 11Cr- 
ma del jornal efectivo del trabajador (esto es, de la ¡nasa de medios de consumo de que los trabajadores disponen) en un 10 por 100. El número de trabajadores continúa sIelIdo inalterable conforme con la hipótesis primera. No ¡melle lllgar ninguna acumulación capitalista aparte de la luotlvada por el aumento del valor de los medios de proIluccióll y del salario. 
Reproducción del capital social cima filio la productividad del trabajo social disminuye. 
PRIMERA CASE 
1. Producción de medios productivos: 
250 m + 125 s + 125 r 500. 
11. Producción de articulos de consumo de los traba 11 
/, m + 56 ‘1, s + 56 ‘/, r 225. 
adores: 
III. Producción de artículos de consumo de los capitalistas: 
37 ‘/, m + 18 /, s + 18 ‘/ r 75. 
SEGUNDA FASE 
1. Producción de medios productivos: 
277,8 m + 125 s + 97,2 r = 500. 
II. Producción de articulas de consumo de los Ira- 
125 m + 56,3 a + 43,7 r 225. 
bajadores: 
III. Producción de artículos de consumo de los capitalistas: 
97,2 #i + 43,7 s + 34,1 r 175. 
mi 
191 RL MARXISMO 
EL MARXTSMO 
195 
Todas estas cifras indican el valor del trabajo de la respectiva producción. La partición de los productos sociales es proporcional, todas las inercancias ohleiijdas encuentran salida. La disminución de la productividad del trabajo tiene lugar en la primera fase. En cOIIscCIleilcisI, se ven obligados los capitalistas de las 200 unidades de valor de trabajo q nc co Ita remos Como ot OS lautos iii11011CR de marcos de su proseelio total (125 + —F 
18 ) á destinar sólo á su propio cOjisumo 75 nlilloues de marcos. Los restantes 125 IllillOlieS serrín I’IfljSlea(ffls cli capital. 
El allmellto de los costos de trabajo de los medios cje prOdiICcióII CII III 25 por lOO, eXIge 1111 capital SllptctOrio para la oblellciull de sil capital real de 100 Illillolies (en la prridu cción de la prilIl era tase se i uve rItan CII capit al 
consiallte 250 + 112 —t— 37 4C0 mItones de mar cos) y el aullicIlto por cielito equivalente del valor de los artículos de consunso del trabajador aconspattado de la baja del salario electivo cii 10 por 100, conduce al auinelilo del capital variable cii 25 iiiillones. (El capital variable de la primera fase es de 125 + 56 ‘/, —j— 18 -_ 200 mi llones de marcos; si los trabajadores siguiesen rectbieii— do despuás del aumento del valor del trabajo de los artículos de consliflio la misma cantidad de él, el capital variable hubiese ascendido hasta 250 millones de marcos; pero como los salarios han bajado en cia 10 por 100, según rinestra suposición, el capital variable en la segunda fase tan sólo asciende it 225 millones de marcos.) 
La segiiitda fase representa la producción social según la disniinimcióu de la prodactividad del trabajo que lIs tenido lugar. El valor de los productos sociales obtenidos cii la segunda fase tiene qstc exceder en 100 inilloiics de 
marcos sobre los de la primera, ya que si el número de los tiabatadores Ocupados en la segunda fase es igual al de la prilliera, el valor de los medios de producción empleados cii aquélla ha aumentado cii 100 millones de marcos. (Eme valor, conforme con la teorta del valor del Ira bajo, tiene (lic aparecer mllalterable en el valor de tos pro lIitOr, obtenidos) El valor total de los productos de li segunda fase Importa, por tanto, 900 millones de marcos 600 del valor de tos productos de la primera fase, más 100 del aumento del valor (le los medios de producción de li scgummmsls). El valor del capital total de la misma es (277,8 -( ¡25 + 92,2) --500 nmillones de marcos, capital constante y 125 + 56,3 F 43,7) —225 iiiillommes capital SaI tulc, lolal: 725 millones. El provecho de la segunda tase es 900 - 725 — 175 millones de marcos 
l.a cuota del provecho en la primera fase era de - 
.13,3 por 100, la de la segunda es — - — 24,1 por 100. Ile modo que a pesar cte la disminución de los sítlarios, ha bajad o Collsiderablemente 
Con rslo teimc’mos ante nosotros el caso investigado por Marx de la disminución de la cuota del provecho el-te conseguido acaso con lo dicho robustecer la ley marxista en vez de rectificarla? 
No se puede discutir que en determinadas circmtimatan cias el aumento de la composición del capital social está acompañado de la baja en la cuota del provecho. Pero, ccutles soia estas condiciones? El tema investigado se refiere al caso de la disminución de la cuota de salarios del capital social, debida it la nsengua de la productividad del tiabmjo; la subida de la composjcjóis del capital social puede ser debida it Otras causas, it saber, al mnisnio as- 
196 LL SASXISMO 
EL MARXISMO 197 
mento de la prolnctiviclad. Los progresos de la técnica conducen al aumento del capital fijo (máquinas, herramientas, etc.) empleado en la producción; y puesto qn la elevación de la productividad del trabajo se expresa cii el a u mvii fo cte la ca iitidad de pi ini eras materias obtenidas, sobre esle base crecerá el ca Intel culaiií e Cii relación con el variable (de salarios), que se reducirá á la inés pequeña parte del capital social. 
También este segunito caso del aumento de la com— posición del capital social he de aiialiearlo coii ayuda rL mis esquemas. El proceso comienza inanilisslamente coii la obtención de los medios de producción supletorios. Su segunda tase (la cual sólo tcóiicamente puede separalse de la tercera, pues cii realidad coincide con ella) radica cii el consumo productivo de ellos. Ln la tercera concluye el proceso: la cantidad excedente de prductos obtenidos ha penetrado en la producción y el consumo sociales, cd valor de los productos ha decrecido cii correspondencia con las nuevas condiciones de la producción, y ésta se adepta ¿ una nueva base técnica. 
En el esquema inmediato he aceptado que los capitalistas emplean una vez la juitad de su provecho en la obtención de los nuevos medios de producción supletorios, y después, ite nUevo, su total provecho en un consumo improductivo. El número de trabajadores continúa siendo el mismo. Se parte de la hipótesis de que la introducción de nuevos métodos de producción eleva la productivi. dad del trabajo en un 25 por lOO (y en la misma proporción aumenta la cantidad de productos sociales). A la vez supongo, para no aparecer comO partidario de la le)’ del bronce del salario, que de la productividad del trabajo se benefician también los obreros, y que sus aalarios 
electivos aumentan en un 10 por 100. En su fundamentación de la ley de la cuota decreciente del provecho, parte Marx de la invariabilidad de los salarios reales. Mi poSidón llene que dar aún más agudo reslce á la ley iiiarxista. 
Reproducción del capital social cuando (lene lugar un aunzenlo de la productividad del trabajo social. 
PRIMERA FASE 
1. Producción de medios productivos: 
250 ni ± 125 s ± 125 r —500. 
II. Producción de artículos de consumo para los 
100 ni -- SOs ÷ SOr 200. 
obreros: 
III. Producción de artículos de consumo para los ca- 
50m +25s+25r= 100. 
SEGUNDA PASE 
pitahislas: 
1. Producción de medios productivos: 
222,2 ni -t-- 88,9 s ± 88,9 r = 400. 
11. Producción de arttculos de consumo para los 
97,8m—j--39,1 s+39,1 r= 176. 
obreros: 
III. Producción de artículos de conaumo para los capitalistas: 
180 n+72s-d—72r..324 
198 Li. MSRXISMO 
EL MARXISMO 199 
TERC5A iASS 
1. Produccin (te medios productivos: 
177.8 rn —— 78,2 a --- 144v 400. 
11. Producción de articulos de consumo para los 
0 b re ros 
78,2 nr + 34,4 a -— 63,4s 170. 
III. Producción de articulos de colisuino para los ca 
pital istas: 
144m—t—63,4s+116,6r 324. 
La partición de la producción social es proporcional en las tres tases. La primera termina con la oblención de medios de producción supletorios por importe de 100 ¡smiI I oir es de nra reos. (Es decir, la irritad riel pi od rielo total de esta fase, que importa 125 -+- ó0—j—25 200 millones (le marcos.) En la segunda fase se dedica á la producción la su iii a ohteiiid a por valor de lOO mi lloires de ma reos cii medios de producción; y en la tercera fase se modilicaur la relación de valores del capital permanente y variable y del provecho, cii conformidad con las nuevas condiciones de la producción. 
La cantidad de los medios de producción obtenidos al final de la primera fase permanece inalterable durante la segunda y tercera fase—ya que este suplemento de provecho, debido á la elevación de la productividad del trabajo, no llega á ser acumulado, sitio que se emplea en los fondos de consumo de la sociedad —; el valor de esta cantidad en la segunda fase es igual rl 500 inilloimes dv nuarcos. Ahora bien, este valor en la lercera tase, á cousecuencia de la baja del valor del trabajo de una unidad 
cii ‘1, (lo que equivale al aumento de la productividad del trabajo cii l,j, tiene que bajar rl 400 millones de marcos. El valor del capital de salarios en la primera fase era igual á 200 millones. En la tercera el número de trabajadores ha permanecido inalterable. Si ellos disponen de 19 misma cantidad de articulos de consumo, tiene que disnmmnuir el valor de rlstos (el capital de salarios, en su conseemiencia) en 1 y reducirse, por tanto, rl 160 millones de pesetas. Pero como los salarios suben cts la tercera fase urs 10 por 100, el capital de salarios importa en la tercera fase 160 >< 176 millones de marcos. 
El valor de todo el producto social de la tercera fase tiene que superar en 100 millones de marcos al de la primera, pues estos 100 millones representan el valor de los iuiedios de producción supletorios, y ha de cxpresarae consiguientemente en 900 millones de marcos. 
El capital de la tercera fase es de 400 (capital permanente) ± 176 (capital de salarios) = 576 millones de Immarcos; obtendremos el provecho de los capitalistas si separamos del valor del producto total al del capital. En su consecuencia, equivaldrá rl 900— 576 = 324 millones de marcos. La cuota del provecho antes de la introduccióis de nuevos métodos de produccipn era de 33 ‘/ por 100 
200 324 
ahora es de 56 por 100 (-); por lo tanto, rl pesar de la subida del salario real del obrero, ha subido considerablemente (1). 
(11 Se puede calcular la variación de la casta del provecho á rausa ite las n,oditicaclsnrs de la cossposieión del capital social también ints breve y sencillamente. Este cálculo descansa sobre srm proccdioucm,lo que, es,mq,,e nmclodológieamente, está plenansenle jasttficada puede ocasionar «luidas a lss lectores qae no estén acostumbrados 8 las abstracciones cien- 
200 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 201 
Vemos que la baja de la cuota de salarios del capital social, podrá estar acompañada de una alteración de la cuota del provecho en sentido inverso, segt)n la causa de aquella baja. Cuando decrece el valor del capital ilicorporado en los medios de producción á consecuencia de la disminución de la productividad del trabajo social, decrece también la cuota del provecho; pero asciettde cuasItiticas. Designamos con a la masa dci producto social, con lo que abstraemos par completo la diterencia material que los infarma (ya que esta diferenciación en nsda se relaciono con el problema económico qoc se investigo). Si todas tas relacioses de cantidad de tos respectivos productos han de aceptarse como e,jIlv,dtentes sos relaciones de valor, los medios de producción en el ejemplo que investigamos, antes de la introducción de nuevos métodos productivos, son también, según su cantidad, igual 
y los medios de producción supletorios igual á 4 a. Si dcspos de 
la introducción de nuevos asedios de prodaecióa no hubiese tenido lagar ninguna elevación de la prsductividad del trabajo, la cantidad de productos sociales irabría aumentado lambión ea 40 y c005iguieulemenle imporlarla .2.. Mas habiendo, contorme tu hipótesis sentada, aonioslado la prodaclividad en 4, la sama del producto sacial seria igual 
4 a>< 4 = - a. La cantidad de medios de producción (cantando os nuevamente apartados) Importo 4 a. La sarna de los medios de corno- mo de los obreros era, antes de las alteraciones llevadas d cabo, 4 a; después de ellas, conforme 8 lo establecido, ha aumentada en — , ó im porta por consIguiente, 4 a x — —- a. El capital total (constante 
y variable) es, según esto, 4 a ± -— a = a. El provecho de los ca pitalista loobtendremos nuslrayendoelcapital del producto social; es, por 
45 5 55 St 5 
lo tanto, -—a— -‘ a- — a, yla cauta del provecho.-- a —-a, aproximadamente igual á un 56 por 100. 
Sabre este cálculo podemos establecer Ion valores de trabajo detini— 
do el autnenlo relativo del capital constante, á costa del variable, sea motivo para el ascenso de la tuerza productiva del trabajo. Es, por lo demás, bien claro que seria cotitrario á todas las leyes de la economía que semejanles fenómenos antagónicos, como el descenso ó aumento de la produclividad del trabajo, ejerciesen un mismo dcclo sobre la cuota del provecho. 
¿Qué caso querla Marx investigar, el del descenso ó el del aumeitio de la productividad del trabajo? Evidentivos de los productos después de la elevación de la prodaelividud siel 
mismo. La terccra tase de nuestro esquema no expresa realmente estos valores definitivos. Yo acepio que ci valor de los productos sociales de esta tase imporsa 900 unidades de valor de trabajo (millones de marcos), ya que en su obtención, además de 800 unidades de trabalo (valor del producto de la primera fase), se emplean 100 unidades de trabato sople- rucias (valor de los medios de producción supletorios). Pero como este últinso gaslo de trabajo sólo oria vez acontece, sin que llegue 8 repettrse, el valor de trabajo del producto asi contado tiene que decrecer en cada periodo de reproducción; el valor del traboio delinilivo puede ser determinado por los valores siguientes. El número de trabajadores ocupados, contorme á la hipótesis establecido, no experimento variación alguno. Segón la teoría de la plus-volta, el valar del capital variable, y la plus- vatio en la suma del valor nuevamente creado par los trabajadores, tic’ sen que ser iguales. Si este valor importa antes de las alteraciones mentadas 400 unidades de trabato(millones de marcos),después de ellas tiene que continuar siendo el mismo. El capital variable se relaciana,según so 
cantidad, con el plus de producto, coma -- con -- , y es. por lo tanto, según so valor, 140,8 millones de pius-valia. igual 8 259.2 millones de marcas. El capital constante se relaciono, según su cantidad, con el variable, como 4 con —u.. yen, por consiguiente, igual 8 320 millones 
de marcos. El valar del trabajo del producto social es, por consiguiente, 320 m -f- 140,8 a ÷ 259,2 r — 720. La cuota del provecho es 
aproximadamente, igual 8 un 56 por 100. Véase, además, sobre este problema mi .Esfudio para la teorlaa d lrisIo,-ia de las crisia comerciales en Inglaterra. 1900, cap. Vil. 
202 EL EIARCInMO 
teniente ci segundo, que es el úuico que corresponde á la realidad capitalista. Así dice que la relativa disminución del capital variable, en relación con el constante, “es tan sólo otra expresión del desafrollo progresivo dc la prodnctis ¡dad social del trabajo, lo que nincsti a como mediante un empleo ci eciente de niaquiiiai ja y capital fijo, sobie todo de primeras materias y auxiliares, por ci mismo uú— mrro de trabajadores y en el mismo tiempo, esto es, con menor trabajo, son convertidas en productos,, (1). Marx quena determinar la influencia de este u omento sobre la cuota riel provecho; mas se ha encontrado con un portentoso quid pro quo. En vez de la subida de la productividad del trabajo, ha investigado el caso contrario el del descenso de la misma—, y de este modo ha llegado á sim ley de la cuola descendiente del provecho. Lo aqnt ex— puesto prueba no sólo que esta ley no es verdadera, sino que lo contrario precisamente es lo cierto; “el progresivo desarrollo de is fuerza productiva social del trabajo,, produce la tendencia no decreciente sino ascendiente, de la cuota del provecho. 
Esta última ley es como tendencia un momento indiscutible y muy importante del desarrollo capitalista. Pero tan sólo como tendencia, cuya acción se ve á veces entorpecida y compensada por otras contrarias. 
Entre estas tendencias opuestas pueden ser especial— mente sefialadas las siguientes: 
1.’ La prolongación del proceso ó recorrido (Umschfagszeit) del capital social. Toda sustitución de trabajo manual por mecánico tiende á aumentar la cuota del capital fijo á costa del circulante y, por consiguiente, á hacer 
ji> Marx, El capital, masis itt, pág. t 92, edición alemas u. 
re MARXisMO 203 
sm3s lento el proceso de conversión del capital. Por otra parte, la utilización intensiva de capital fijo, la mayor rapIdez de los transportes, y las mejoras de la técnica que acortan el lienmpo de trabajo, tienden á abreviam este misuno pioccso de capital social. Tenemos ante nosotros, pues, dos distintos mmmomnenlos que modifican en sentido If’ammieiralmente opuesto el proceso de conversión del ca— pilal. Parece, sin embargo, que al primero corresponde mna elicacla ntayor, y que, por lo general, este proceso mas bien sr prolonga, lo que hay que considerar como un momento contrario ii aumento de la cuota del pro— y cc tu o 
2. La reducción de la jornada de trabajo. 
3.- La subida del salario efectivo de los obreros oculiados en la industria capitalista. Ya liemos visto que esta subida tiene que ser muy considerable para compensar la lendemmcia á ascender de la cuota del provecho. Es, con todo, probable que la subida de loa salarios ocupados en las grandes empresas capitalistas (donde la variación de la composición del capital se manifiesta más agudamen— le), en los últimos tiempos ha sido bastante poderosa para poder reaccionar eficazmente contra la tendencia ascendente de la cuota del provecho. 
4.’ El aumento de otras formas de la renta á costa del provecho; asl, por ejemplo, el extraordinario mere— nmcnto de la renta de grandes propiedades urbanas. 
5.’ El aumento de la cuota que el Estado toma del provecho capitalista mediante el impuesto, para atender á sus necesidades. 
Todas estas tendencias, contrarias á la del ascenso de la cuota del provecho á consecuencia del aumento de la productividad del trabajo, llegan á compensar ésta, en 
201 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 205 
todo ó en parte. Pero la tendencia misma tiene que sub sistir, pues no SS 01ra cosa que una expresión específicanente capitalista dci aumento del plus-producto de que la sociedad dispone (1). 
lv 
Está, por consiguiente, probado qne la chota general del provecho, lo mismo que las parciales, dcpcniten de la composición del capital social. La sustitución de trabajo humano por nsedios de producción materiales no es capae, por st sola, para hacer bajar la cuota del provecho; ésta sube ó baja con las alteraciones de la productividad dci trabajo, pero no está en relación con fa partición del capital social en constante y variable. Aceptemos que el número de obreros ocupados en la producción dismiisuya á causa de su sustitución mediante máquinas y otros medios de producción materiales, lo que conducirá ciertamente á la disminución del valor del trabajo del provecho; ahora bien, como en mi libro sobre crisis expuesto queda, tal sustitución tiene como consecuelicia un des— 
(1) Recientemente he sabida que el conocido sociSlogo italiano Benedello Croce ha hecho al misma tiempo que ya una crilira análoga de la ley niarxlsla de la costa decreciente del provecho. El referido Ira- bato de Cruce se publicó en las Atíi dellA cademia Po,ifea,sia,,a en Mayo de 1899. y mi estudio en ruso sabre el mismo problema apareció igualmente en Mayo de 1859, en la Revista científica. Croce, culos yo, llega la conclusión de que la alteracióu de la composición del capilal soci,il produce nos tendencia ascendente y no decreciente de la cuota del peoveclio. Ahora que tas pruebas aporladas por Croce no pie parecen convincentes. Véase su estudio ,híateriulisosv econó,nicn y economía marxista, 1900, páginas 200-221. 
censo aún mayor del valor de trabajo del capital, y de este nodo la expulsión de obreros por las máquinas, sean cualquiera las dimetsstones que alcance, no produce una tendencia de disminución, sino de aumento de la cuota del proveclto. Desde luego que la colnposición del capital social determina el valor de trabajo del provecho, pero en thimlgún caso la cuota del mismo. 
Va se ha insistido anLriormente en que la cuota del provecho real y general á causa de las diferencias en la cimtsoposiciómi del capital social, en algunas ramas de la 1roditcción, no coincide con la calculada según la ley de la plus-vatta. Altoia vemos cómo la modiltcación de la coota general del provecho tiene lugar independientemiente de la qtie afecta á la composición del capital social. Cois todo, la esencia de la teoria de la plus-calla, en ensillo debe explicar los hechos reales de la formacióms mIel provcclso, cola diferencia entre los medios de producciómt nsateriales y el trabajo humano en relación con aquélla, consiste en el reconocimiento del capital variable como única fuente del provecho. Pero ya quedó establecido que cts lo que á la cuota del provecho concierne sso inedia isinguna diferencia entre los medios de producción materiales y el trabajo humano: la relativa sustitución de itito por otros no ocasiona ninguna tendencia decreciente de aquella cuota. Coto ello se demuestra que la leona de la plus-valía como ley de la formación y modificaciones de la cuota del provecho es, en parte erróliea, y en parte sin contenido. Marx reconocía lo limitado de la visión capitalista en su convicción de que la cuota del provecho es totalmente independiente de la composición del capital. Nosotros ltemoa demostrado que Marx, sólo mediante una serie de errores lógicos, ha obtenido su ley de la 
206 ÉL /iaRXiSSiO 
cuota decreciente del provecho. Partiendo (le la teoría ile 
la plus-valía, hemos llegado á la conclusión de que It 
opirión de los capitalistas, en relación á la cuota geiicial 
del provecho, era accrtada. La diferencia le capital (‘srmble 
y constante, en cuanto se refiere á la forti ación (tel proveclio 
(y sólo en tal relación es válida), carece de fundz CAPITULO \‘llI metilo; la parle del Capital llamada por Marx ConstatiL, 
es, en el mismo grado que la variable, fuente del prove -- 
elio. Así se descompone coinplelainente la teoría del pro teL pLuS-TísABAJo Y EL BENEFIcIo DEL CAPITALISTA vecho de Marx; la “Economía vulgar,,, que eonsiitei 
al capital total como fuente del provecho, tenía razón. 
1 tIeO, i,,sbojo Si tilo otón tuiS! dei noomo,—I o ViO!iu,tte,,mo fond,imeoio do? 
plit..ioholo it ¡‘ooao,,,cnoo socio! ,iC( beneficio di! cojolo!ioto Todo boneholo da! 
i(,ii,ili,t,dc,,.t000oO una tupiottt(bu touiiti.—Cn qué ceutiote (o uxpiotuuion uuciol Citó,’ ot ‘unto de ciSfo Cetas dife,enteS ttu,iaS dii pruvoutlO?—Hi, Cnosos ttctcrrni— 0,050 5,/o ,‘l,’cuoió,t dei beneficio de! capttot(,fn C,ltiea do (o teO,ía d, (o pendo,UbiCad.— Li copit.,t corno neCio de Suite,to del ob,ero yeonto ntu,iiu de psuit,icetøu. 
a itUtid.a dei iu,aujo y it p.teitOtpaeui,t do (et odpii.tiistot en ti peoduuiu CC 
t,,,sai,000toejo,o duuu,rnin,outs dita titula d,i p,OOuet;u, 
Como teoría del provecho hay que rechazar, terminanteinente la teoría de la plus-valia. Pero así como la teoría absoluta del valor del trabajo, 8 pesar de todos sus defectos, contiene un principio social sano, también en principio es aceptable la leona de la plus-valía. 
“Que la teoría marxista del valor, sea ó no cierta acentúa atinadamente Bernstein—, es conmpletamnerrte indiferente para la validez de la plus-valía,, (1). El concepio de la plus-valía es tan útil é indispensable para li 
(1) Bernsteiri, Los supuestos del soeialiu,no, 1899, págtna 12. 
208 LL MARXISMO 
EL MARXISMO 209 
ciencia social canso el concepto de los costos del trabajo. Es un hecho indiscutible que en la sociedad capitalista, cuino en la de esclavos, ó en ti feudal, itita parte de ella trabajaba por ta otra sin recibir ulla prestación correspondiente. Los trabajadores desposeídos estas obligarlos a prestar 8 las clases dominantes nido trabajo de lo que reciben de ellas en forma de salario. 
Este hecho es demasiado evidenle para necesitar lini demostración. Su validez para la coisiprcnsii-iii de las re laciones sociales dci sistema ecoitósnico teinaitie no es, sin eta ha rgo, de indiscutible clarmd ad. A si 13 ls ni -lfuwerk, por ejemplo, 110 OC manifiesta couforme con la afirmación de Beriistetn sobre el hecho de la plus valia. “Notoria mente se podría afirmar con esle ni mino procediniten to—dice que también tos tisióci atas han probado sin superarles nadie que toda la lfurnauidad vive de la explotación de las clases agricultoras; pues, finalmente, es im1 dudable que con los productos del suelo que cxtraeim los trabajadores agrícolas se sustentail otras niuchas gentes que 110 cultivan la tierra (1). Un economista ruso, Frank, observa, con razón aparente, que ‘cuando una parte de la Sociedad da á las otras más trabajo de lo que recibe, también le dan á ella más capital y más suelo en cambio; y con la misma razón podensos afirmar que los trabajadores se apropian el plus-capital ó el plus-suelo de aquellas clases que se apropiaron su plus-trabajo (2). 
Pata la producción son tos factores materiales—suelo y capital—tan imprescindibles corno el trabajo. Cada uno 
(t) Bütnn.Bawert, Historia y criiica Setas leo, ias dc’t ¡rOerás del capital, 1900, 2.” edición alsiasaisa, pág. 530. 
(21 Frank, Teorta ,sar.sista art valor. cdtciún rosa, 1909, ptg. 151. 
de ellos pertenece á una distinta clase social. Parece, por lo tanto, muy natural que cada clase reciba una parte de los productos sociales; y el concepto del plus -trabajo, aunque forniatmnente exacto, resulta tan inútil y vacio como, por ejemplo, los de plus-capital ó plus-suelo. 
Mas, cts ni opinión, este punto de vista descansa cts uit dcsconorimiento completo de la esencia del probleisis. Cieno que el capital y el suelo son tau imprescindibles pati la profuccióim como el trabajo, itias no puede decirse otro tanto de los propietarios y capitalistas. También en poder de tos trabajadores conservarían el capital y el suelo sus virtudes productoras. 
El capitalista da á el trabajador su capital, una cosa externa que no forma parte integrante de su persona, mielatias que el trabajador da á el capitalista su trabajo, es decir, su misma persona. Trabajo y capital ó suelo, son iiiconmparables entre sí, puesto queel trabajador es un sujeto de derectlo, una persona humamia, un fiia en st, por constguielile, mientras que el capital y el suelo, meros objetos, constituyen medios económicos. El hecho de la apropiación del plus-trabajo necesita la violencia social, la dependencia de unas clases sociales de otras; tan sólo viéndose obligado puede emplearel hombre su fuerza vital en la elevación del bienestar económico de las personas pertenecientes 8 otras clases sociales. La apropiación del plus-trabajo prueba, por consiguiente, que la igualdad de todos tos ciudadanos, reconocida por las modernas concepciones jurtdicas, se ve malograda de hecho por el sistema económico reinante. 
210 Ci. MARXISMO 
EL MARXISMO 21 
II 
El beneficio del capitalista y la apropiaCióll del plus- trabajo por las clases ociosas, son un mismo fenómeno social apreciado en dos diferentes aspectos. Mediante su teoria de la plus-valía ha intentado dar Marx una explicsción teórica del hecho del beneficio del capitalista. 
El intento fracasó, en su mayor parte, porque la posición del problema era equivocada. 
Marx se propuso el tema de demostrar, mediante ulla determinada doctrina del valor, que el beneficio del capitalista descansa sobre la explotación de la clase trabajadora. Ahora que, el concepto del valor no es apropiado para descubrir el contenido social de un sistema ecOnóinico deterniinado. Lo característico del concepto econoinico del valor consiste precisamente en que el interior de todos los momentos sociales está oculto bajo una máscara objetiva. El fetichismo de las mercancías está adherido nocesariarnente á este concepto. Cierto que en la relación de precio se expresan relaciones sociales, pero tan sólo en la forma de relaciones de mercancías. En cuanto se suprime la forma de mercancia, desaparece también el valor en cambio á cuya esencia corresponde esta forma. 
Para esclarecer el contenido social del beneficio del capitalista, no se necesita, como punto de partida, de ningima teoría del valor. La opinión tan generalizada de que la crítica socialista del orden social existente debe tener como supuesto necesario la teoría absoluta del valor del trabajo, descansa en una equIvocación (1). 
(ti La iesrta del salol—dice U. Adier—es el ponio de partida vaiarat del socialismo cieniilico, (Adler, Los fusdisicntO$ de la c,lOca 
Los fundadores del llamado socialismo científico — Proudtion, Rodbertus, Marx—han partido ciertamente de ulla teoria del valor semejante. Pero esto es, en realidad, lo aiilicicimliíico y equivocado del lluevo socialismo. El imiligLio, llamado utópico, era, en este punto, mucho más cicnhifico al no querer dar á sus pretensiones ético-sociales una fundanientación objetiva impoaible. 
Para probar que el beneficio del capitalista descansa sobre la violencia, basta constatar los hechos y ver que el trabajador mo trabaja por amor á los capitalistas, ó por afición á la actividad misma, sino obligado por la necesidad. Ninguna teoría del provecho ha sido capaz de anular csle fundamento social de todo beneficio del capitalista, auimquc muchos han intentado conseguirlo. Entre ellos 
J. B. Say, el fundador de la teoría llamada por Bóhm— ílasverk de la productividad, la cual ve en el salario el iitlcrés, y en la renta de la tierra la indemnización de los servicios productivos del trabajo, del capital y del suelo, y con ello justifica el beneficio del capitalista. Pero la cuestión de la productividad del capital ó del suelo, nada tiene de común con el problema sobre el carácter social del beneficio del capitalista, ó del propietario del suelo. Si fuese el incremento de valor que constituye el interés del capital un producto tau natural del mismo como la manzana del árbol, quedaria la obtención de intereses dependiente de la posesión del capital. Se trata de averiguar por qué el capital y el interés, por tanto, deben pertemmecer á los 
,n,irjsta, edición alemana, 1888, pág. 28). Con mucha más razón observa It. llertiner que ‘la discostón sobre la ley del valor tiene ssna sigaili_ cación meladológica y económica, pero para la parte propiamenie cm monista en el marxtslo posee relativamente menos alcance, (Flerkner, Los Css esi iones obreras, 2. edición alemana, 1907, pág. 302. - 
212 EL MAI1XISMO 
El M 1IIXISMO 213 
capitalistas iio trabajadores, y 110 ci los pioclcictores ijile trabajan. También desde el punto de vista de la teocia de a prod actividad es ci provecho 1111 be nc ticio de tos q ce no trabajan, ó con Otras palabras, descansa Cn li apropiachin del plus-trabajo de los obreros por los capitalistas ci propietarios. 
La teoría de la renta de la tierra de Pierdo ve en las diferencias naturales de la productividad (tel surto la raeSa de aq u cilla. Ricardo de luce la re ita de la ti cr ra , CO 1110 “precio pagado por el aprovecliainento originario ci iii agotable del suelo,,. Coci ello ha justificarlo tau escasa— ciente ci la reiita de la tierra como fuente de ingresos que, precisamente, partiendo de Ricardo ha llegado It. (icor— ci rechazar la propiedad privada del suelo. 
Es, pues, nietodológicainecite falso ver cci la teoría de la prodnetividad 1111 argumento costra la teoría de la exl lOtación. La explotación radica, desde el punto de vista de una leona de la productividad bien cocnpreuidida, no en que el capital y el suelo produzcan un incremento de valor, sino en que se prive de él ci los trabajadores para transmitírselo ci los que no trabajan. 
El más reciente y distinguido representante de la teoría de la productividad, Federico von Wieser, parece que lo ha visto así. “La atribución de los reisdiinientos del suelo, capital y trabajo—dice——, cii la medida de su contribución productiva, es un progreso natural de la ciencia valedero para toda forma ecotiómica, la actual como la comunista. Puede ser quizás una exigencia de la justicia que el rendimiento total de loa trabajadores pase ci ser sic personal beu ficto; en todo caso, y también cuando esto acoctíece, es una exigencia de la ecotiomia atribnír los productos á la fuente de su rendimiento, en la medida de la colaboración 
pesiada, y crearles una medida para el empleo ulterior cte 
los medios de producción, (1). 
liii Otro pasaje insiste von Wieser en que “el probleu.u de la dis’isión de los rendimientos tiene que estar conupletanic’ucte separsdo de la divtsión de los beneficios,, (2), parte, en su imivestigación de la regla natuial del reparto de la contribución productiva, de la hipótesis de un Estado cociiuolst,i en el que todo el producto pertenece ci la cociusnitad trabajadora, El problema sobre las ceglas para la atritinemón del rendtmienlo ci los factores de la pro— duccuoci 10 tiene nada común con la cucstíón rIel origen social y sentido del beneficio de los capitalislas, El suelo y el capital pueden ser considerados ci no conto productivos, los bncficios de los capitalistas y propietarios contiiiúaim descansando, sin embargo, sobre la explotación social, 
De tan escasa eficacia, para probar como no existente ci caractc’r explotador de este bemcelicjo, es la teoría del agio de Bcilim Bawertc. Pero Bbhm.Bawerk ci diferencia de von Wieser, no lo comprende asi. Hasta cree haber demostrado que ‘no radica en la escueta del interés lo que aparece en él como inicuo ci injusto,, (3). Esto puede ser, si separamos el problernadel interés de la personaque lo percibe. Bshm—Bawerk habla, como Wieser, de los intereses cmi el Estado socialista; pero quiere también fundamentar la justicia del beneficio de los capitalistas ci iii— curre comm ello cmi contradicción con su propia teoría. Asi 
(1) Vease Wucser, El nato, salaraS, edtctóa atemnamia, 1989, pcigiuuc, 93. 
121 Idem íd., pág. 77. 
(3) Brctcnu-Baweck Trocla posil,’va del capital, 2.” cdtriCn ciernarua, 1802, pág. 38.i. 
214 SL MAiXISMO 
El. MARXISMO 215 
pregunta: “éQuiénes SOIS los capitalistas?, y contesta: 
“son comerciantes que venden las mercancías presentes, 5011 afortunados propietarios de bienes que no necesitan para sus momentáneas necesidades personales,, (1). Y, ¿quiénes son tos trabajadores? Son gentes que ‘ante la imposibilidad de obtener ventaja alguna trabajando por su cuenta propia, están inclinados y dispuestos á vender conjuntamente, el producto futuro de su trabajo por una cantidad considerablemente menor de bienes presen - tes,, (2). Por consiguiente, los capitalistas son propietarios y los trabajadores no. 
Pero después de haber probado Biilim-flawerk cómo el beneficio de los capitalistas descansa cii su posesión, y, por consiguiente, en la violencia, llega de un modo extraño á la conclusión de que la concurrencia de los capitalistas “110 deja espacio alguno para que una explotación de los desposeidos tenga lugar,, (3). La conclusión es bien sorprendente, pues la concurrencia en los capitalistas no llega á hacerles perder su posesión, y en tanto que haya gentes que posean y otras que no posean, habrá injusticia social, y, por tanto, explotación. Los tra bajadores hubiesen preferido seguramente “vender las mercancías presentes,, y hallarse en la situación feliz de los poseedores; y lo que se opone á que los trabajadores la consigan, no está, ciertamente, en sus cualidades personales, como tampoco en las de los capitalistas; sino que se ha de buscar en las relaciones de poder y dependencia sociales. 
(t) Bsiia,-nawcrk, Teoría positiva del capital, 2.” edictóa atemana, t902, pig. 352. 
(2) ¡deis íd., ptg. 350. 
(3) Idem íd., pig. 355. 
Tampoco la teorta de la abstención llega á traer más luz á los problemas del provecho. No niega que el provedio es un ingreso de loa que poseen, y que la elevación del piovecho depende de la del capital. La misma “abstención, se expresa en muy diferentes sumas de dinero, como el beneficio de las respectivas personas, según la elevación del capital de que disponen. Las relaciones de posesión, por lo tanto, de poder y dependencia social continúan siendo para esta teoria el fundamento del beneficio capitalista. Sólo la teoria del provecho, titulada por BOhm— Bawerk, teoría del trabajo, la cual ve en el provecho el salario de los capitalistas, se apoya en Otro fundamento, y sólo ella niega la preexiatencia en el sistema económico capitalista del beneficio del capitalista. Ahora que esta teoría queda refutada con el hecho observado de la cuota del provecho, ya que mediante él, contando el provecho á prorrata sobre el capital, depende de la cuantía del mismo. El salario de los capitalistas no está, por lo tanto, determinado por su trabajo, sino por su posesión (1). Y con estíz volvemos á reconocer el beneficio del capitalista comotq’ que es realmente: como un beneficio de la posesión, y en su consecuencia, de la explotación. 
La explotación, como fundamento de todos los beneftcios de posesión, es tan cierta, como el hecho de que no todos los beneficios dependen del trabajo. 
fi) ‘Tas inditerenle como es el interés del capital ante lado gasto de trabato del capitalIsta, ciii, por el contrario, en relación exacta con el liceOs de la pssestón y la eaantla de la misma; el interés del eapttal na es as beneficis del iraba)s, sIno de la posesión.. Bólim-Bawerk, Hiatocia y crítica de las teorías del interés del capitat, 2.’ edición alemana, 1000, pdg. 373. 
216 la. MARXISMO 
11 MARXISMO 217 
III 
La leona de la productividad ha ensayado explicar el provecho capital sta ¡ucd laste la producli u idad tócni ca del capital. Esta explicación parece muy plausible, ya que de huclio una di stiiiciúu cii líe el trabajador y sus lierrani ie itas no puede establecerse desde el punto de vista ile! proceso técnico de la producción. Esto se manifiesta con toda claridad en las máquinas que llevan ¿ cabo las mismas operaciones ejecutadas antes por la mano del houibre. En lauto que el hombre parlicipa en el proceso de la producción, como una fuerza mecánica, se le puede equiparar con plena jmmslicia ¿ todas las demás. 
La introducción de herramientas más perfectas tiene como consecuencia un aumento del rendimiento de la producción, y parece natural considerar este mayor produc’o como resultado de los ¡suevos medios tácuico-producli - vos. De esta manera llega la teoría de la productividad á la conclusión de que el mayor producto que los capitalistas se atribuyen (su provecho), ha sido producido por su mismo capital. 
Esta teoría es hasta hoy la reinante entre aquellos economistas que rechazan la de la explotación. Bohm-Bawerk la ha criticado severamente, pero su crilica ha sido poco afortunada, pues no alcanza, ni podía alcanzar, al corazón del problema; porque el critico sobre esta misma teoría, constituye la base de toda su doctrina del capital. Designa como capital, su autor, Ula suma de los productos, intermedios que nacen en las diversas etapas del circuito recorrido. (1). Lo que, no obstante su forma incompreusi I ) Teoría positiva del capital, pág. 21. 
ble para muchos, no es más que un desarrollo de la definiciáis corriente del capital como “medios de producción producidos,,. Adeinás,considera Bóhm.Bawerk “como ulla de las condiciones más importantes, fundamentales de toda la leona de la prodmicción, que la trama del recorrido de la producción [el uso, por consiguiente, de medios de producción] conduzca á mayores resultados,, (1). ó. cosi otras palabras, que “cada prolongación [naturalmeule, bicis elegida] del recorrido de la producción nos lles e á la obtención de un mayor rendinsiento,, (2). 
Partiendo de estas frases llega Biihm Bawerk á su teoría del provecho. ‘El hombre—dice—puede obtener los arliculos desatisfacciósiapetecidos,inmediatanaeilteó con la mediación de otros productos que constituyen los bie— sus del capital. El último método exige un sacrificio de tiempo, pero significa tilia ventaja en la cantidad de pro nudos, que depende, aunque también cii cantidad deerecicisle, de la prolongación del recorrido de la producción,, (3). Este mayor producto de la producción capitalista forma, según Béhm-Bawerk, el provecho de los capitalistas. 
Es evidente que para Bdhm—Bawerk, como para von Wieser, Marschall, Menger y otros modernos representantes de la teoría de la productividad (4), la productividad técnica del capital constituye la base natural del provecho capitalista. 
(1) Teoría positiva del capital. pág. 18. 
(2) Idem td.. pág. 91. 
(3) Idem Id., pág. 97. 
(ml La que, en mt opinión, no puede dtsitngutrse en prtncipto de la llamada por Bühm-Bawerk de la ulilidad. Ambas tienen nn misma pensamiento fnndamentsl. 
218 iL ‘4 (RXISMO 
Ya se ha dicho antes que esta teoría no es capaz dc justificar el beneficio del capitalista. Ella puede ser ciert. y tiene que tolerar, al mismo tiempo, la validez de la teons de la explotación. Sin embargo, á mi juicio no es ciei la, ya que no consigue dar una explicación sattsfactori (tel beneficio del capitalista. El defecto principal de la teoria de la productividad igual que la del agio, de B(ihniBawerk) consiste en poner cii relación la obtención del 
provecho con el uso de medios de producción más lucra tivos. El capital que reporta intereses aparece siempre, á los teóricos de la productividad en la forma de herramientas ó máquinas, cuyo uso hace ascender los rendimientos de la producción. Mas es el caso que el origen del provecho capitalista ó, generalizando, el beneficio del mismo no tiene nada común con la introducción de herramientas más perfeclas. Cierto que todo beneficio del capitalista es consecuencia de su posesión, pero su fundamento está, ¡so tanto en la posesión de herramientas de trabajo, como en la de artículos de consumo de los obreros. 
Así lo presintió Jevons, al definir el capital como ‘la suma de bienes que se emplean en el sostenimiento de loa obreros ocupados en la producción. (1). Asi como el trabajador constituye un factor de la producción más originario é importante que su lierramiemita, es, también, el capital en la forma de medios de sustento del obrero, anterior y más importante que no en la forma de medios de producción producidos, los que, igualmente, según la definición, son producido por el trabajador. Por lo tanto, 
El. MARXISMO 219 
toda teorta que pretenda explicar científicamente el beneficio del capitalista, debe investigar el mismo en una forma fundamental y auténtica, es decir, en la forma de un beneficio que descansa en la posesión de los medios de subsistencia del obrero. 
Puesto ast el problema resulta muy claro que la llamada productividad del capital no puede explicar en lo más mínimo, el nacimiento del beneficio del capitalista. Es, pues, absurdo considerar los medios de sustento del obrero como un factor independiente y particular de la producción, frente á loa obreros mismos. Desde luego que el obrero sin ellos no puede existir, negándose á trabajar; pero la fuerza productiva de los medios de subsisteiscia llega á manifestarse en el esfuerzo productivo del obrero, y seria contar dos veces una misma cosa, pretender habfar separadamente de la productividad de los medios de subsistencia del trabajador, y del trabajador mismo. 
Si tenemos, por consiguiente, derecho á hablar del trabajador como una fuerza productiva, no nos asiste el mismo para atribuir también esta cualidad ¡1 sus medios de subsistencia. El pan y la carne no sois por st factores de ls producción; pero lo es, en cambio, el obrero que los consume. 
Además, la disposición de medios de sustento es una condición previa, necesaria para todo trabajo y para toda producción, en consecuencia. El trabajador que no posee sus medios de sustento, tiene que caer, necesariamente, bajo la dependencia económica de la persona que los poses, y ésta recibe con ello el poder de reservarse usma parte, mayor ó menor, del rendimiento de la produccion. Lo mismo puede decirse de los medios de producción; también sois indispensables para la misma,ytambién 
(t) Jevoss, Teorla de ¡a &ono,nía política, 3. edtción tisgiesa. 
1sb2, pág. 222. 
221) SL SiARXiS’iO 
EL MEsXisMO 221 
su posesión, caso de que el trabajador esté privado de ella, da al que los posee el poder de apropiares una Irte del producto. 
Rodbertus ha dado al problema del origen del bciieii - mo capitalista una solución definitiva. “La renta -dice este notable pensador —descansa sobre dos ieqiiisitos inconciliables. Pri ni ero, lo es posible re u ta a ¡pu iia e ea nito con el trabajo no se obtiene ints de lo necesario, por tu menos, para la continniLión del trabajo por el obreio, pues es imposible que, sin iii plus semejante, nadie, sin trabajar por st mismo, pueda obtener regularmente su beneficio .Segundo: tampoco es posible una renta sin tu existencia de instituciones que priven de este plus, ó marte de él, dIos trabajadores y se lo concedan á otros que no ti a bajan, porque los trabajadores están siempre, por natura leza, en primer término, tu posesión de su producto. Qne el trabajo proporciona este plus, descansa sobre los fundamentos económicos que elevan tu productividad del mismo. Que todo este plus, ó una parte de él, se retira á los trabajadores adjudicándosclo á otros, se funda en el derecho positivo, el que coaligado de antemano con el poder, lleva á cabo esta sustracción mediante una continuada vfolencia (1). 
El beneficio cte los capitalistas se divide, por lo pronto, en renta de la tierra y provecho, Esta división se apoya en las dos clases de medios existentes indispensables para la producción y para la existencia, unos que no son productos del hombre y dependen del suelo, y otros producidos por aquél. Los propietarios agricolas son los 
poseedores de los primeros; los capitalistas, de los segundos medios de subsistencia y producción. Ahora bicis, los rendimientos de una misma cantidad de trabajo empleado sobre diversas superficies de la misma extensión, son muy distintos á causa de la varia productividad naturut dct suelo - Ef propietario de una extensión de tierra muy productiva está en condiciones de hacer pagar un mayor canon por el aprovechamiento de la misma. De este nmodo llaca la renta de la tierra diferencial, cuyas leyes fueron establecidas por Ricardo, 
De esta renta diferencial hay que distinguir la absoluta, que se determina por la tierra de peor calidad, y que es moma niera consecuencia de la propiedad. “La propiedad cuino ltmite subsiste aán alli donde la renta, como diferencial, desaparece, (1). El monopolio de la propiedad, pero no las diferencias de la feracidad del suelo, produce la renta en este caso. 
El beneficio de los capitalistas, como provecho, está determinado por otro momento. El capital no es, cierta- maule, un producto natural, -sino reproducido por el trabajo del hombre. Puesto que la disposicidn sobre el capital es un requisito necesario de la producción, los capitalistas llevan anejo el poder de apropiaras una pacte del rendimiento obtenido. La cuantia de la cuota del provecho social depende, en primer término, de dos momentos: de la productividad social, mayor ó menor, del trabajo (de la cantidad del rendimiento de la producción social, por lo tanto) y de la repartición de este rendimiento (excluida la parte que se reservan las otras clases no trabajadoras), entre capitalistas y trabajadores, esto es, 
(1) Rsdbertns, Para itushaejón de la cucaren sm-dm!, t575, página 33. 
(1) Marx, El Capital, edición alemana. tama IV, pág. 283. 
222 Ei MARXISMO 
de la cuota relativa que cada clase social tenga en el mismo. Cuanto más productivo sea el trabajo, tanto mayor es 
el plus-producto, es decir, aquella parte del rendimiento (te la producción que queda sobrante después de haberse cubierto todo cuanto es necesario parata continuación de la producción misma. (Es decir, et necesario sustento de los obreros empleados en la producción, y la reposición de los medios de producción consumidos.) 
El plus-producto se reparte entre las diferentes clases de la sociedad. Cada clase aspira á apropiarse una parl lo más grande posibte del producto social; sólo la lucha puede determinar la cuantía de la participación de cada clase. La cuota de los capitalistas es tanto mayor, cuanto más poderosos aparezcan frente á los obreros y á las restantes clases. 
ComiSo ya se Isa dicho (en el cap. VI) no hay una regla fija que determine la cuaimtia del salario, cuyo limite mínimo está formado por lo necesario para la existencia del trabajador y, el máximo, por la totalidad del producto del trabajo, descontados los medios de producción gastados. Entre ambos extremos oscila el salario, y como el poder social y económico de la clase capitalista predomina realmente en todas partes, está más cerca del primero que del segundo límite. Los salarios con el desarrollo de la productividad del trabajo llevan una marcha ascendente; sin embargo, es de creer que con el régimen económico capitalista nunca lleguen á rebasar un nivel bastante bajo, pues el monopolio de los nsedioa de existencia y de producción tiene muy arraigada la aupretnacía social de la clase capitalista 
También se deduce de lo dicho anteriormente que la cuota del provecho tanto puede noverse paralelatnentc, 
EL MARXISMO 223 
conto en sentido Contrario al aalario. Entre el ealario (segén su valor) y la cuota del provecho, son posibles las siguientes conclusiones: salarios altos y provecho bajo, salarios y provecho altos, salarios bajos y provechos altos, y salarios y provecho bajos. 
Fundátidose en lo expLmesto, ea bieti fácil distinguir lo verdadero y lo falso en ambas contendientes teorías: la de la productividad y la marxista de la plus-valia. Las dos poseen un principio verdadero, pero en sus particularidad s son f,dsas. Por lo que á la primera teoría concierne, es en un todo cierto que existe una fuente (tel aumento del provecho que no es la dismninuciómt del salario, á saber: amimnemilo de fa productividad, mediante la inlroducción de medmos y métodos de producción perfeccionados. El progreso técnico, la sustitución del trabajo manual por el mecánico producen, como se ha visto en el capitulo ami- tenor, una tendencia ascendente de la cuota del provecho, la que también ea compatible con un aumento del salario; no sólo del real, sino del percibido en dinero. 
Lo erróneo de la teoria de ¡a productividad consiste, por lo pronto, en reconocer en el capital un tercer factor independiente, como el trabajo y la Naturaleza. El capital, por el contrario, es sólo ‘un producto intermedio entre fa Naturaleza y el trabajo, y nada más. Su propio nacimiento, su existencia y su acción sucesiva, no son más que etapas de la acción no interrumpida de los verdaderos elementos Naturaleza y trabajo. Estos doe solos aportan, desde el comienzo al fin, todo lo que produce los bienes económicos,, (1). Pero la Naturaleza no constitmmye, como se ha dicho, un elememsfo de los costos absolu (t 
Bdtrnm-Bawerk, Teor1 poaitivR del capitat, pág. t112. 
221 rL MARXISMO 
EL MARXISMO 225 
tos. Como tal, cuenta sólo el trabajo tiuntano. Esto nos da derecho á considerar todo el producto social cotiso produeto exclusivo del trabajo (1). 
Producto, tu sólo de los trabajadores empleados en la 
prodnccióii, sino de lodo el trabajo social que colabora á la prosperidad económica; por o taitto, cii no menor escala, del itabajo intelectual, aplicado .í todas ljs ramas de It cultura, que del trabajo eeoliótnicis inmediato. Los trabajadores tabriles dirigen la aurelia de las ltl.iqllisas; lilas 
para la creacioll de éstas es necesario algo superior al esfuerzo muscular. Sin la ciencia, sin el trabajo creador del entendiunento humano, el trabajo económico seda tan ial— potente como un pájaro sin alas. La clase obrera cttemmta, cutre los representantes del trabajo creador, eti tan escasa medida cotno la capitalista. 1_as grammdcs ilivcnciot:cs y dscubrinmientos, eolito las ideas inmortales, y cuanto comprendemos bajo el concepto de cultura intelectual, no son la creación de una clase social determinada, Simio Peculio de toda la sociedad. 
Es, ciertamente, equivocado considerar á los capitalistas como los promotores riel progreso industrial. El capi lalista se apropia sus tintos, pero mio los produce. Muy pocos grandes t tse oto res se e ti ri imecie ron c oit sus i nvr titos. Y si los millones de tui Arksvright ó uit Watt, fmteromm 
(1) Et suelo ó Naturaleza Y el eapiiat como lanares de la piador- clin, no estás en el mismo plano que el trabajo, sino obsotolamenle sutuardinados á él. El trabajo es el único factor activo de la prodacción; la Natoraleza otrece sála malcría para el ejercicio del trabajo ó tuerzas libres originarias sólo ulilizables mediante aqoól - El capilal, es so aparición ob diva cunmo elemento en los medias ouxiliares ya producidos, no puede ser un lictor prius ario de la prodocción. poeslo q le es ya su ¡sr docto. - Lesis, articulo Producción, ea el Dkcia,i lria de Cje,,cias sociales, de Conrad, 1 . c,tic. , loto o \‘, p ig. 2,1. 
creados por su genio, evidentemente rio puede decirse lo mismo de los itsnutnerables fabricantes que desde enton— ceó han sisado las máquinas de hilar y de vapor. 
Es ugaalmiietmte inexacto conaiderar á los trabajadores ocupados en la producción, como los únicos impulsores del progreso itmdustrial. La sociedad toda, como una uiaiLtd cultural, produce el plus-producto que hmati de spro - piarse los poderosos. Eate plus-producto ea en la ¡nitros it cdi da, creutcuóll del trabajo ge mmial de la i umteligetmcia y del luab,tjo lluecánico de sus inmediatos productores (1). Los caputattstus enditan, cii este trabajo creador, todsvta mallos que cmi uit segundo trabajo: el de utilizar tus frutos e oiito dotaes espontáneos de la Naturaleza, sin aportar el Illenor cSiuerzo. 
Mientras la teoría de la productividad ignora la’depeintetmcia del provecho de la cuammtta del salario, es tau muuitlatcrat y extraviada como su opuEsta, la de la plus- ‘calta de Marx, la cual no atiende á los adelantos de la táetttca como fuente tructifera de aumento del provecho. Cada aumeitio de la productividad del trabajo produce la teititencia de elevar tanto la cuota del provecho, como el salario. Una teoría exacta del provecho debe reconocer igaalnsente la influencia de ambos momentos, el ecomtórnico (nivel de la productividad del trabajo), y el social (la ulistributcjón de los rendimientos de lá produccidur entre capitalistas y obreros). 
La teoría del provecho aquí desarrollada coincide, por sim comitenido social, en los puntos esenciales, con la teoría de la explotación de RodbertusMarx, Su fundamento ecomlómnico es, sin embargo, otro; se ve libre de toda re (1 Vóase t{utisctmcr, Heoésm,-ja del desu,-,-olIo del i,ute,-és del cupilal, .4sso,-ua de Eco. Pal.9 Esladlarica, de Conrad, 3.’ serie, jsiig. 25. 
226 EL. ‘LARXLSSIO 
lacióri con la teoría absoluta del valor del trabajo, punto 
de partida de la teoria del provecho de estos tos grandes 
socialistas mentados. Con lo que se piueba que esta teoría 
del valor, contraria á los fenómenos reales del mismo, 
es totalmente superflua como base de la lc(,uia de la explolacióu. 
Sólo puede servir de extravio, como hemos 
visto en el ejemplo de la teoría marxista de la plus-valia, 
la que hay que rechazar corno teoría del provecho. 
Además, una leona exacta de la distribución del be 
neficio social, nunca puede ser mera conseueuucia de la 
teoría del valor. Asilo ha visto Ricardo cuando escribe, en 
una de sus cartas á Mac-Culloch, la importante regla mdtodológica 
que sigue: ‘finalmente, todos los grandes pro- SECCIÓN TERCERA blernss sobre renta de la tierra, salario y puou’ciuo, tiesen 
que ser explicadas por las proporcionrc es tice se disíri 
buye el producto total entre propietaruos, capitalistas y LA DESCOMPOSICIÓN 
trabajadores, las que no están cii relación u,cesaria con DEL ORDEN ECONOMICO CAPITALISTA la doctrina del valor,, (1). 
El entusiasmo de muchos socialistas por Is teoria del 
valor del trabajo descansa en una mala uit igencia; las 
justas pretensiones de la clase obrera no necesitan tundarse 
en esta leona. Como teoría del valor es equivocada 
y debe ceder puesto á la teoría de la utilidad límite; corno 
teoría de la productividad exclusiva del trabajo humano 
ha de ser sustituida por la teoría de los costos absolutos 
del trabajo, desarrollada aquí. La explotación contiuuua 
siendo para las nuevas doctrinas el fundamento del bene 
ficio del capitalista, y cois esto se mantiene la crítica socialista 
del orden económico reinante. 
(1) Carias de L). Re irdo ti J. Rama uy 1 ¡ae-C,utloelu, cd. tuglesa, 
1895, ptg 72. 
CAPITULO IX 
LA DESCOMPOSICIÓN DEL ORDEN ECONÓMICO 
CAPITALISTA 
nl elturón económica yclsocjalmarrso.—l. Toaría de lo/olla de mercado para la jo- rl sirio eopiroiislo: Manjfratacjocer de Engels y liare sobre el problema—El pasnis Ile vista do los modernos matojaras y de la ncosicmia’burgiroaa.—Claajlicaoión lo loo alaternos económjoos, — Economia antagónica yceonomia armónica.— La paradoja frlrirjainoctrj da la 000nomja eapiialjsla y de jodas las antagónjoas—ji. Cono jdrrooiours finales: La descomposición del oopjtaljsmo no 05 linO cecesjdad 0000ómjca.— l.a cviorad,lsión del capitalismo non la concepción reinante del dceaohO—Laneoesjdad dat oriLla soejal 000ialiOia. 
Según la concepción materialista de la historia toda la evolución social está determinada por la evolución econónlica. No es la conciencia humana la que despierta revoluciones sociales, Sino los obstáculos de la vida material, los conflictos entre las fuerzas sociales productivas y las relaciones de la producción. Para mostrar la necesidad de la descomposición de la economía capitalista y lo inevitable de su transformación en una socialista, es. ante lodo, preciso una prueba concluyente de la imposibilidad económica de que el capitalismo persista después de un moinento delerminado. Una vez probada esta imposibilidad, lo eslá también la necesidad de la transformación del capitaliamo en su contrario y, con ello, el socialismo sale 
230 hL S1SRX1SMO 
del reino de la utopia para ascender feliz al de la ciencia. Tal era el proceso del pensamiento de Marx y Engels, 
al pretender fundamentar, sobre sus concepciones filosófico-históricas, sus convicciones socialistas. Lo principal era para ellos poner en claro la pura imposibilidad económies de la perilisneilcia del capitalismo. 
Es natural, por consiguiente, que Marx y Engels luciesen muchos eiasayos para coaseguirlo. Desgranando ci germen teórico de los numerosos estudios de Marx y Engels sobre el asunto, llegan á encontrarse, no una, cilio dos construcciones que están en cierta dependencia inulua, y que poseen, también, elementos personales, que no pueden ser considerados como pertenecientes á un lodo imasu parable. Lima de estas construcciones podriamnos llamarla teoría de la falta de mercado para la producción capitalista y, la otra, teoría de la cuota decreciente del provecho. 
La primera fui ya claramente expuesta y fundamentada por Engels en alguna de sus primeras publicaciones, especialmente en uno de sus discursos de Elberfeld (1845), publicado en el Anuario Renano, y también en su escrito “La ley inglesa de las diez horas,, (iVueva Revista Renana, 1850). 
En el discurso de Elberfeld se propone Engels el tema “para probar que el comunismo, si no es para Alemania una necesidad lustórica, lo es económnica,. La prueba está ilesarrollada de este ¡nodo. Alemania tiene que elegir entre libre cambio y proteccionismo. Si prefiere el primero la industria alemana será arruinada por la inglesa, y las 
EL MARXISMO 231 
masas de obreros sin trabajo provocarán la revolución social. Si se decide, en cambio, por el proteccionismo, el rápido desarrollo de la industria alemana será la consecuenda; en tal medida, que el mercado interior será pronto insutictente para la ascendente suma de productos industriales y Alemania se verá obligada á buscar ¡an mercado exterior para su industria, lo que conducirá á una lucha ávida ó muerte entre la industria alemana y la inglesa. 
“Cada industria tiene que progresar, para no quedar pospuesta y perecer; tiene que conquistar nuevos mercados y aumentarlos, continuamente, mediante nuevos es— tablcciinientos, para poder predominar. Pero, como desde la apertura de China ningún nuevo mercado puede conquistarse, sino solamente explotar mejor los existentes, de aqul que, por consiguiente, la expansión de la industria en lo tuturo tenga que ser más lenta que hasta ahora, é Inglaterra tolerará aún menos que nunca una concurrencia. Esta lucha á muerte de las industrias alemana é inglesa puede sólo tener una conclusión, la ruina del concurrente más débil. Mas si el capitslismo llega á desplomarse en un psis, el proletariado de los restantes obtendrá con ello un considerable retuerzo. 
La argumentación toda le parece á Engels, en alto grado, concluyente. “Con la seguridad—atiade-—, que de premisas matemáticas dadas puede desarrollarae una derivada; con la misma se puede deducir de las relaciones económicas existentes, y de los principios de la economuía, el advenimiento de una revolución social, (1). 
(ti Escritos completos de Marx y Engels. tania II, 1902, páginas 
393-99- 
232 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 233 
Tales afirmaciones fueron desarrolladas por Engels, también cii SLIS escritos posteriores (del ailo 1850), aplicándolas entonces á Inglaterra. Forma la esencia de su argumentación el principio de que ‘la industria, en su evolución actual, debido al incremento de las fuerzas productivas, puede alimentar sus mercancias incomparablemente más de prisa que sus mercados,,. Así llega Engels á la conclusión de que ‘la industria inglesa, cuyos medios de producción poseen una fuerza de expansión muy superior á sus salidas, se encontrará, con paso muy rápido, en el momento en que sus medios auxiliares se agoten,, en el que se haga crónica su seperproduccióu, y “toda la sociedad moderna, aisle la superabundancia de fuerzas vitales inaplicables por un lado, y de completa extenuación en otro, vea llegada su ruina,, (1), si no fuese la revolución social la fuerza que sacase á la Humanidad del laberinto capitalista. 
La misma teoría de la falta de mercado para los pi oductos de la industria capitalista, tan expansiva, forma la base teórica de las manifestaciones sobre la necesidad de la descomposición del orden económico capitalista en otros escritos de Engels y Marx, como el Manifiesto comes isla, y en la polémica de Engels contra Diihring. En el Manifiesto comunista se lee que “las relaciones burguesas han llegado á ser insuficientes para contener toda la riqueza social producidas por ellas. ¿Cómo vence la burguesía sus crisis? De un lado mediante la forzoaa anulación de una buena parte de fuerzas productivas; después, con la conquista de nuevos mercados, é intensificando la explotación de los existentes. ¿A qué se reducen 
estos medios? A preparar crisis más generales y poderosas, y st disminuir los medios que las previeneu. Las armas con que la burguesía dominó al feudalismo, se dirigemi ahora contra la burguesía misma. (1). 
En su escrito contra Dühring alude Engels á la necesidad de “extenderse, de la industria capitalista, que se burla de toda presión. La presión la forman el consumo, la venta, los mercados, en los productos de la gran industria. Pero la capacidad de expansión de los niercados, extensiva como intensiva, está dominada, desde luego, por otras varias leyes de una eficacia mucho menos enérgica. La extensión de los mercados no puede marchar á la par con la de la producción. La colisión se hace inevitable, y puesto que ella no aporta solución alguna, mientras subsista la producción capitalista, se repetirá periódicamente,, (2). El recorrido de la industria capitalista es una espiral que va cerrándose y que tiene que terminar con la superproducción crónica y la imposibilidad de un ulterior desarrollo de la industria capitalista, esto es, con la revolución social. 
En el tomo III de El Capital, expone Marx que, con la producción inmediata, sólo se lleva á cabo el primer acto del proceso económico capitalista. Falta el segundo y niás difícil, la realización, la valoración del producto obtenido. Las leyes de la producción capitalista y las de la realización no sólo no son idénticas, sino que están en antagonismo. La producción capitalista está limitada por la fuerza productiva de la sociedad; la realización, por “la 
(1) Eugenio Dsihring 5 la revolución de la ciescia, 3.’ edición alemana, 1854, pág. 296. 
(2) Idem, id., td. 
(1) Escritos comp/ef os de Marxy Engels, ismo III, páginas 389-94. 
234 AL MARXISMO 
EL MARXISMO 235 
proporcionalidad de las diferentes ramas de la produc -ción y por la fuerza consumidora de la sociedad. Esta última, no está deteriniiiada por la fuerza productiva absoluta; ni tampoco por la fuerza absoluta de consumo, si no mediante la fuerza de consumo, fundada en las relaciones antagónicas de la distribución, que lijan el consumo de ¡a gran masa popular en Un mínimum, alterable tan sólo dentro de límites reducidos. Además, se ve limitado por la tendencma á la acumulación y al aumento del capital,, - El interior antagonismo, nacido de este modo, “busca compensarse con la expansión del Campo externo de la producción. Cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, mayor es el conflicto que se produce con la estrecha base que sustenta las relaciones del consumo,,. 
Como resultado final del análisis marxista de las coniciones de la realización del producto capitalista, afirma su autor que “los verdaderos limites de la producción capitalista los forma el mismo capitsl,,, esto es, “que la producción es sólo producción para el capital, y no á la inversa; y los medios de producción son precisamente medios dedicados á una continua ampliación de la estructura del proceso vital para la sociedad de los productores,,. Los límites de la producción capitalista (la limitada fuerza expansiva del mercado para la industria capitalista) están constantemente en pugna con la necesidad de expansión del capital. «El medio —desarrollo incondicio - nado de las fuerzas productivas sociales —, está en per— ¡nauente conflicto con el limitado fin, la valoración del capital existente (1). 
La teoría que informa todas estas afirmaciones, puede 
resumirse de este modo. La esfera del mercado para la producción capitalista está determida por la capacidad del consumo social; si aumenta la masa de productos más rápidamente que el consumo social, una parte de los pro-. ductos obtenidos no puede enajenarse, y una pamte del capital queda sin valoración. La superproducción comien za y el capital permanece inactivo. El desarrollo de la prostucciómm capitalista hace que esta situación sea cada vez más duradera, puesto que el consumo social, frente á aquel desarrollo, sólo experimenta un aumento muy reducido, mmiieiitras crece la rapidez con que la producción asciende. Tiene que llegar, pues, un dia en que la superproducción se liaqa crónica, y el orden económico capitatista,en sir tud de la imposibilidad de ulla valorscióms continuada del capital, acumulado siempre Simm cesar, llegará á su ruina. 
Estas ideas son hasta hoy las reinantes en el pensamiento socialista. Carlos Kautsky, está tan firmemente convencido como su maestro, de que la economía capitalista camilla hacia una superproducción crónica que él titula “situación de fuerza, que cuando llegue, inevita— blemnente, traerá consigo el socialismo,,. —“A tals itusción se llegará—añade Kautsky—-, de continuar la evolución económica en el mismo sentido que hasta aqul, pues el mercado interior, como el exterior, tienen sus lt mnites, mientras que la expansión de la producción es de hecho ilimitada Ls producción Capitalista se hace imposible, en el momento histórico en que se establece que el umercado no puede ampliarse á Compás de la producción; esto es, tan pronto commio la superprodmmcción se haga crónica. Y este nmornento no lis de hacerse esperar. La superproducctóms crónica, incurable. formlma “el Cii— 
It) El CApitAl, maRiA IV, páginas 225-32. 
236 EL MSSX1OMO 
EL MARXISMO 237 
timo limite en la capacidad vital de nuestra actual sociedad,, (1). 
Tambióri Cnnow cree en lo inevitable de la ruina capitalista á consecuencia de la falta de mercados ile venta. Para él, es sólo cuestionable, “cuánto ha de durar todavii la producción capitalista en cada pais, y en qué circitustanelas Isa de tener lagar la descomposición..... Ahora aquí, allí después, verá IIIIa industria reducirse Su expor tación, de la que depende su existencia, hasta que probablemente comience un estarlo general ele decadencia económica, semej a irte al q ile con mii cli a inciso r fu crea lii entrado en algunas ramas de nuesira agricultura, el que sólo puede tone r rin final: la ilesa pan ci ón del sisi iiiJ Cci— liórnico existente (2). 
Por lo demás, es muy natural la fidelidad con que Kautsky y Cunow conservan las doctrinas ile sus nlaes tros. Más interesante es que el notable teórico de los “revisionistas,, —K. Schmidt— crea, tan firmemente como Kautsky, en la posibilidad de tiria superproducción crónica, motivada por la poca capacidad expansiva del mercado capitalista. En su articulo sobre ini libro Las cr(sis comerciales en 1ng1aerra, dice Schmidt, entre otras cosas, la siguiente: Si la opinión, representada por Tugan-Bara - nowsky de que toda superpruducción, exclusivamente, proviene de las desproporcionadas inversiones del nuevo capital puesto en curso, fuese cierta, no podría tampoco prescindirse de ver por qué el capilalismo, mediante su evolución, como Marx y los marxistas aceptan, se cuya su propia fosa. Si la miseria de las crisis procediese sólo 
(ti &rosteiny dpregro,na socialista, págtoas 142-45. 
(2) Curioso, ‘La leona de Ja caiástrote, .\uer o Ti, ,opo, XV ti, turno 1, ptgtnas 127 y 428. 
de la falta de proporcionalidad, no se agudizarían progresivanrente cori el incremento del capitalismo, hasta conmover toda la base del sistema económico reinante. Otra coa .uconlece cu indo la extensión de la producción en- cuentes un limite, siquiera sea elástico, en la cap.icidid del consumo. Este es el pitnto de vista que muestra iiiás palpable y sencilla la concepción, segáis la cual el des-. arrollo económico camina con inevitable necesidad hacia una calástrofe económica general, (1). 
Cierto que Schmidt considera tal dirección cts el desarrollo del capitalisnio, sólo como tiria tendencia que se cruza coii otras opuestas. Mas con todo, co bien claro que Sclmmnidt cii cole punto, se apoya sobre la misma liase teórica que Kautsky. Los “revisionistas,, y los “ortodoxos,, están de acuerdo en este tema. 
Tanibiéii algunos economistas “burgueses,, aceptan la seoria de que la esfera de la producción social está limitada por la del consumo, y que la producción social no es capaz de extenderse más rápidamente que el colssumo. Junto á esto, la escuela de Ricardo-Say, no reconoce la posibilidad de ursa superproduccióis general, cuando piensa que la acuinutacióis del capital ito reduce el consumo social, pues lodo el capital invertido se coisvierte en salarios y pasa, de este modo, al consumo de los trabajado. res. El consumo de éstos aumenta, por lo tanto, precisamente, cii la misma medida en que el consumo de los capitalistas se reduce, é consecuencia de la acumulación. l.a escuela Malthus-Sismondi reconoce, por el contrario, la posibilidad de una superproducción general 8 coilse (t 
“Sobre la teoría de tas cristo comerciales y de la superproduc. 
rilo.. Rcriuia qu,ruceoal Sociaiiuta, de Berasleis, 1901, píg. 675. 
238 El. MARXISMO 
EL MARXISMO 23 
cuenda de la demasiado rápida acumnlaciárr del capital, la cual conduce á un excedente de mercancías producidas, en comparación con la demanda efectiva. Ambas escuelas aceptan como evidente que la esfera de la prodncciórr social está deteruririada por la del corrsnmo y se irueve paralelamente COil ésta. 
Entre los rnod cr1105 eeoirorrris las qa e Ira rr d iscs tufo el problema de la acu 111111 a cid n ile! capital e 011 III ayor dele. rr nr CII lo, sobresale 13,11 sr-Ha werlc , cuya teol la del capital CA CO lIS 1 iterada por 11111 ClIn , clcb ido á lo pr ofirirt o te sir análisis, COIflO liria obra maestra. Y de ltcctro ocipa ROIr rn -Bawerk , por lo pe nc Ira Irte y origi ral cte Il peIrSíl irliento, lIrIO cte los prime ros puestos entre los rrrodcrnos teóricos de la Economía. Ha llegido este perrsador, despirés de una laboriosa investigación de las condiciones de la acumulación del ca pit.il, 3 la coir cIa sión de que 
ingreso ile sin puelrlo, á la arga, es idéntico Con los rendiIrlientos cte su producciólr,,; y. de acuerdo cora esto, Otro tratadiata, Lexis, afirma que la suma anual del C01155 no, la de la producción y la de los ingresos primarios, Iran de ser consideradas como cantidades que cuantivamente tienen casi que coincidir» (1). 
Parece, por consiguiente, que la necesaria conformidad entre la producción y consumo sociales, pertenece á aquellas afirmaciones aceptadas como generales en la ciencia económica contemporánea. Se discute que el capitalismo conduzca á la limitación del consumo general, pero, parece indiscutible que, cuando este caso llega, la producción social no puede ya extenderse sin provocar ulla superproduccián. 
Teniendo presente la calidad y el número de las autoridades económicas favorables á la mentada teoría, es, tal vez, una empresa arriesgada, pretender demostrar que esta teoría es fundamentalmente falsa. No otro ha de ser, sin embargo, el tema de cuanto sigue. 
No es dificil comprender qué es lo que ha movido, á ccolrOlnistas pertenecientes á distinta y aun oprlesta dirección, al unánime reconocimIento de la teoría que critiCAllAOS. El asunto parece demasiado sencillo para que pudiera dar lagar á discusióli. La actividad económiCa no puede tener otro fin que la satisfacción de las necesidales Irlirnanas. La producción social es una actividad ecorór iiea, y nada vale, cuando no sirve p Ira cubrir, con medios de ColisUmO, las necesidades económicas- El consu- - rilo, fin de la producción, aun necesitando pars ser logrado cte gran roteo, es, en todo caso, el único lin posible de la produccióll. 
“No es toda necesidad de producción, por su naturaleza, relativa; esto es, no cuenta en ella el capitalista con vender las mercanctaa obtenidas mediante los medios do produccióls; mientras que la demanda de consumo aparece como definitiva y absoluta, ya que en ella, como el nombre lo indica, el consumidor no piensa en venta alguna ulterior de las mercancías compradas?» 
«Sólo sobre esta base, y en Estrecha relación con esta demanda delinitiva, puede desarrollarse la relativa, de medios de producción. La demanda de nmedioa de producción es, por lo pronto, demanda de primeras materias y auxiliares y máquinas, en las ramas que producen los artículos que han de satisfacer el consumo,. Por lo tanto, parece indudable que ‘la demanda de consumo ó detiniva, es la fuerza motriz que, corriendo todas las esferas de la 
(1) ltohrn-Bawerk, Icaria positiva del capital, pág. t23. 
219 EL M AJIXISMO 
EL MARXISMO 241 
CCOiIomia, pollo en marcha el inincliso mecanismo de la producción,, (1). 
Esto asegura Scliinidt. Los argumentos de Kautsky no parecen indios convincentes. “La producción es y seol, para el consumo humano,. Cierto que la división del tra bajo ha conseguido dar autoiiontia á la producción de inslrnmentos para el trabajo, dando lugar al naciuuelito de talleres para la producción exclusiva de herramientas, primeras materias, etc., pero, sili embargo, “lodos ellos sólo airven al último tin, la producción ile medios para el consumo liumnaimo, y se paralizan tan pronto como este último fin no basta para coilservar su actividad,,. “Produ— cir—termiiia diciendo —, es aportar artículos de consumo para uso del hombre. Este fenómeno puede velarlo la división del trabajo, pero n Ii uita rIo ni 5 uprimnirlo ,, (2). 
Sería altamente absurdo pensar que el capital acumulado pudiera ser utilizado itu ra míe u ma disini uuciólm absoluta ó relstiva del consumo social, el asutilo no requiere ningún detenido examen, pues el concepto lógico de la producción lo resuelve de nodo definitivo. 
Ahora que á mi rio me parece concluyente esta arguineutación. Por lo pronto, tengo que protestar decididamente contra la concepción antitiistórica de la economta, como una categorta no histórica, aíllo lógica. Es muy equivocado hablar de la economía en general, como si fuese la misma en todas sus modalidades históricas. Hay economía y economia; desde el punto de vista que nos interesa debemos distinguir dos grupos de sistemas eco( II Scl, mdi, ‘ Tesíta de la superprsctucciós , , Rs vista quincenal 
Socialista, ile Berm,slctmm. 1901, pig. 573. 
(2) Kastsky, Teortas de crisis,, 4, Nne-co Ficmpe, 1502, páginas 117-It, 
nómicos. El primero, cuya característica es la coincidencia en tina misma persona, del aujeto de la economía y el trabajador ecommóinico; lo que llamaré econoinia armónica. Entre los distintos sistemas económicos que comprende este grupo, estáis: 
1.” La propia producción, para el consumo del productor mismo. 
2.” La economía de cambio entre pequeños productores independientes que descansa en la división social del trabajo; y 
3.” La producción socialista del porvenir en la que la dirección de la producción pertenecerá á la totalidad de los productores. 
Es esencial en todos estos sistemas económicos que los miminediatos productores disponen de los medios de producción y regulan la marcha de la misma; esto es, la clase de artículos que han de producirse. Llamo armófleos estos sistemas, porque no presuponen como necesaria una oposición de intereses entre las personas que la integran, lo que en el segundo grupo es inevitable. 
A este segundo grupo le llamo de economías antagónicas. Su rasgo característico consiste en que en estos sistemas económicos el sujeto económico y el trabajador no coinciden en una persona. El trabajador está incluido en una economía extraña á él, cuyo sujeto ea otra persona que no participa en el trabajo económico; los medios de producción no pertenecen al trabajador, sino al sujeto económico, que determina y dirige la marcha de la pro— utucción. Dentro del grupo están: 
1.” La economía de esclavos; 
2.” la feudal, y 
3.” el sistema económico capitalista. 
LS 
2(2 u 51555(51(0 
Son antagónicas, por formar su esencia la oposición de intereses. Todas ellas prcsupolieii la picexisteiicia (le dos grupos sociales dislintos, por lo (((ellos, mio de los cuales posee fa fuerza de hacer del otro UlI simple medio económico. Pero como este ultimo es tanihien fis cii si mismo, la oposición de intereses cstalla oes ilablciiielilc. 
Es claro que la actividad económica, cii la cc000ulia armónica, no puede servir á oIl O fis q Lic san sfacc i las necesidades de la sociedad. No asi en la econosii,i anlagóaiea. En el proceso econollsico tosiami parle, lo menos, ilos personis cuya función ccoiiduiici es muy lislisia. La una es sujeto ccontmiiico y drtcrunnia li 111 eeuu objetiva del proceso todo. Se encuentra en lii ummsmiia posciáis que toda persona en la econosna arnióllica. Pero, además de esta persona—el sefior de los celavos, el feudal, como fos capitalistas—, paiticipa tamimbien cii f.m econonsia, como simple medio de producción, cI trabajador que aporta su trabajo. Su papel es bien dmHsio al del primero. Es ulla pieza del mecanismo econániico que no sirve á su fin, sino al cíe oh a persona. En una palabra, el trabajador no es el sujeto, sino el objeto de esta ecoiso mia, como los asiumales, las herraniientas y las primeras mo atarlas 
Esto, por ejemplo, ocurre cuando de los enclaeon se trata. Si el esclavo continúa siendo fin cii si ulisni o, no ejercita, sin esnbargo, influencia alguna en la dirección objetiva del proceso económico, determinado exclusivainente por su señor. Para el señor—y, por consiguiente, para la economía de esclavos—, no hay distinción entre el consunmo de los esclavos y el llamado consumo productivo— ci de medios de produccióil— dentro del proceso ute la misma. La economía de esclavos depende tan sólo del 
consunio de los mismos, en cuanto miste es un momento necesario de la producción. 
El señor tiene que aliineniar sus esclavosy, siendo previsor, ha ile mantenerlos bien, conso á bestias de carga, por la razón conocida de que la buena alimentación aumenta la fuerza de trabajo del hombre, corno de la bestia. 
La cualidad económica de los esclavos, como simples medios económicos, se manifiesta terminantemente, obscrvammufo que el esclavo puede ser sestituído POC 01ro meuIi,u ile protección, sin que el fin superior de estaccommoniía smi tra al lcracióii algs lis. El primitivo arad,) peruano no era uiás (lila ulla viga con un reborde en el extremo míertor, viga que arrastraban sobre el campo, de seis á ocho hombres, (1). Elduefiode losesclavospuede un dia pensar que los caballos cumphtrian esta misión con mayor eftcacia y aquel día sustituirla cori caballos sus esclavos. Después, en una parte de sus campos cultivará, en vez de centemmo, avena para dar de comer á los caballos. Ello más que empobrecer al señor le enriquecerá, pues el cultivo de sus campos dará mayor rendimiento y los provechos sobrantes que estén á su disposición constituirán una mayor cantidad de medios de consumo. Obtendrá, por consiguiente, un aumento de su consumo propio y, al mismo tiempo, una disminución del de los hombres que le sirven de medios de producción. Esta última disminución, puede ser tan considerable que la suma total del consumo humano de esta economia—esto es, el consumo del señor y de los esclavos, juntamente—experimente una absoluta mnengua. La ec0110mia Cumplirá su fin objetivo—sa- 
Ci 111’ SXiSSio 243 
(1) Ltppert, Histeria de la civtlizecó,s, 1885, isulo 1, pig. 52. 
241 Ci. MOsCisMO 
LE MAEXISMO 245 
tisfacción de las necesidades de su sujeto, el señor—, tan bien ó mejor, con l.i ayuda de otro u edi o de producció 1 que la fuerza humana. La cantidad del producto obtenido aumentará; la parte correspondiente al capital CII l,i economia capitalista, será productivamente consumida, simm dejar restos (en otra bruta; por caballos, en lugar de hombres) y la cantidad de plus-producto crecerá, igualmente. Sólo el COII5U1IIO de los hombres, cii su totalidad, itisnsiiiuirá, lo que en ningún modo perturbará el equilibrio de la economía de esclavos. 
Pasemos ahora á la economnia capitalista. Kautsky 10 licite nada que replicar contra mis esquemas sobre la acu niulación del capital (que, además, fueron construidos so bre Marx) incluidos en mi trabajo acerca de las crisis; pci o ellos prueban, según mi critico, algo totalmente distinto de lo que yo deduzco de ellos. “Los esqueumas de Tu gan —dice—muestran tan sólo un’ caso en que puede damse, sin crisis, un descenso en el consumo: en el paso de la producción sencilla á la comnplicamla. De este único caso hace Tugais el tipo de la realidad capitalista—cuando. por el contrario, es uno que en la realidad no se da casi nunca (1),,. 
En mi opinión, sin embargo, esto que Kautsky llama caso único y extraño á la realidad, forma una ley inmanente de la evolución capitalista. Examinaré el caso más des lavorable para mi teorta, á saber: la acumulación del capi tal acompañada de un permanente y considerable deseen so de los salarios ysin aumento alguno del consumo de los capitalistas. En el siguiente esquema establezco que el sa lario disminuye su valor cada año en un 23 por 100, y el 
valor del commsulno de los capitalistas, á pesar del aumento del provecho, conserva tina cuantía inalterable. Según ini lmipotcsis,—-- del provecho total, será acumulado por los capitalistas en el primer año (esto es, empleado en un aumento de la producción), los restantes -- serán consumidas improductivamente; en los años siguientes ¡so experimnentará el consenso improductivo de los capitalistas ningún canibio en su valor absoluto—de manera que se acumulará cada vez una parte mayor del provecho. 
Reproducción del capital social en su mayor escala acocil - pañada de un descenso de los salarios d inmovilidad del canso /1W improductivo de los capitalislas (1). 
EL PRIMER AÑO 
1. Producción de medios productivos. 
1.632 mp+544s±544p = 2.720. 
fi) Para el primer año se supone, que en todos las grupos de la proilsectó,s social el capital fifo—inedios de prodscciún (mp)—, es, por os valor, irtple que el capital de salarios—suma de los mismos (a)—, y el provecho (p), es igual al capital de salarios. En el segunda aso varian todas estas relaciones debido á que lo invertidu en salarios bata en En 25 par 150y el provecho aamenia, en correspondencia. Ast venrus que en el segundo alio, el capttal de salarios en la producción de arlleulos para los caj,ilalisias, cuyo valor istal no se ha alterado, no trnporia t25 (como en el primer año), sino 90 lun sólo (ha batuda, pues, un 30 unidades, 6 sea cuan 25 par 100); el provecho, en cambio, ha aunren. tado oir número igual de unidades y asciende asi it 150. El valor del capii,Il t,jo ca la prodoectón de medtos de consumo para los capitalismos perirloncce inalterable. En el tercer año, el salario ha bajado de t,ocvo, ca el icrecr gropo de la producción social, en un 25 por tIJO, es decir, 22,5 ,,atdades; tas mismas que la ganado el provecho; el valor del capt_ ial lijo coniinda iralter0ble. 
(1) Teeriau de los criois, 4, Nuevo Tiempo, 1901, p5g. t16. 
216 EL sisaxis so EL. MARXISMO 247 
II. Producción de ai ticulos de consuelo para los de que, á pesar del descenso del consumo social y la 
obreros, más rápida expansión de la producción social, no quede 
408 ¡np —1-- 136 s —-- l36p — 080. fliligúlI producio excedente ó sin vender. El provecho 
obtenido n el primer año importa 800 millones de mar III Prodiiccióu de artículos de COHSUnIO de los capi- cos (544 —1-136 —1-- 120). Un 25 por 100 de este provecho 
talistas. lis de ser capitalizado, conforme con la hipótesis sentada. 
360 !1ZP + 120 e + 120/) 000. Por consiguiente, quedan sobrantes para el consumo del 
capitalista, en el segundo año, 600 millones de marcos. La 
S000NI)O AÑO misma suma importa el consumo de los capitalistas en el 
1. Producción de medios produ.tíios. alto siguiente. 
Al final del primer año se obtendrán 2.720 sillones de 
l.987,4ínp —1— 496,8 e -f- 828,1 p - 3.312,3. 
marcos, en medios de producción. Los mismos que serán 
II. Producción deariiculos de consuelo de los obreros. consumidos en el segundo año mediante la ampliación de 
372,6 ¡np — 93,2 e + 155,2p — 621. la producción, porque exige, en medios de producción, la 
suma de (1.987,4 + 372,6 ± 360) 2.720 millones. Los 
111. Producción de ,irticulos de consumo de los capl- aiticulos de consumo para obreros, obtenidos en el pri1 alistas. 
mer alto, importarán 680 millones; de la misma cuantta 
360 mp + 90 e + lSOp = 600. es el capital de salarios (ea decir, la demanda por los tra— 
bajadores de medios de consumo) en el segundo alio 
TERCER AÑO (496,8 ± 93,2 ± 90). Los medios de consumo de los ca l Producción de medios productivos. pitalistas producidos en el primer año, 600 millones de 
marcos, serán consumidos en el segundo. De modo que 
2.285,4 ¡np ± 131,6 S -1 l.2.39p 4.301). la suma del producto social del primer año, será consumi II Produccióndearticulos deconsumodelosobreros. do, sin dejar residuo, por la producción y el consumo del 
segundo. 
366,9 mp ± 68,9 e ± 175,5 p -=611,3. El capital de salarios del primer año es de (544 + 136 
III. Producción de articulos de consumo de los capi- + 120) 800 millones de marcos; el del segundo, de 
talistas. 680 millones. El consumo de los trabajadores ha deseen. 
360 mp -1-- 67,5 s -— 172,5 i 600. dido, por consecuencia, en 120 millones, ó sea un 15 por 
100; el de los capitslistas continúa inalterable. El produc Est esquema debe poner de niilltieslo de que ma lo social total del primer año es de (2.720 + 680 —1-600) 
lera tiene que repaiilrae la prodnccióu social, á un -1.000 millones, el del segundo de (3.312,3 + 621 —l 600) 
248 EL MARXISMO 
4.533,3 millones. El valor del producto obtenido la aumentado, por consecuencia, en un 13 por 100. 
El aumento de la producción social corresponde al descenso del consumo social; la oferta y la demanda de productos contlitúatt, sin embargo, CII perfecto cqsitibrío (1). 
En el terceraito decrece el capital de satal ios á (-184,6 ± 68,9 + 67,5) 621 millones, en el cuarto 611,3 millones, etc., mientras que el valor del consumo de los capi E 
MARXISMO 240 
talistas permanece tnalterable y el valor del producto social total aumenta cada vez más veloz. El descenso constante del consumo social, junto á la expansión permanente de la producción social no es capaz de provocar la más ligera perturbación en el proceso de valoración del capital. 
Por consiguiente, á pesar del considerable descenso de tos salarios presupuesto, que nunca tiette tanto alcance en la realidad; á pesar de la disminución absoluta del consumo social, el capital no encuentra dificultad alguna para valorar una suma de producto cada vez mayor. La ampliación de la producción, es decir, el consumo productivo de medios de producción, entra en el lugar del consumo humallo y todo continúa igual, como si la economía no sirviese á los hombres, sino el hombre 8 la economia. 
Esta es precisamente la paradoja fundamental de la economía capitalista (como en general de todas las antagónicas): puesto que una parte de la sociedad constituye el sujeto económico, mientras que la otra, mucho mayor, es objeto de la misma; se hace posible dar á la economía social una dirección, que hace del medio de satisfacción de las necesidades humanas un medio de expansión de la producción 8 costa de aquéllas, con lo que se frustra el fila justo de toda economía. Esto no es mi “osada paradoja,,, como Kautsky lo llama, sino una ley económica fundada en la esencia de la economla capitalista. 
Vemos, pues, que ni junto 8 un descenso absoluto tan considerable del consumo social se descompone la econolnía capitalista. La ruina necesaria del orden económico capitalista debido 8 la falta de mercado, firme creencia no sólo de loa marxistaa “ortodoxos,, sino, al parecer, de algunos “revisionistas, también, queda demostrado, con 
(1) Puede parecer que et equilibrio enlre olerlo y demanda no se logra en mi esquema. En el primer año se oblieoen 2.721) millones de olarcos dc medios de producción, y paco a prodoccion ,le los ciSmeS en el segonilo, es necesaria la suma de .9)7,4 nrilluncs. De lIAdo que ea ci cooll,iu con los densós productos de los grupos It y III qoeda,.i la 
diterencio, ósea: 2.720 1.9)7,1 732,1) nlillones. Siolollá,Ieameule, 
en el segundo aso, en el mismo primer grupo de la producçió,m social, aumentará la demanda dr prudactos de los gropos It y III 5901,9 millo. nes de mareos (495,5 sillones de arliculos de consumo de los lrabajado_ res det primer grupo y 408 millsnes de articutos de consumo de tos capitalistas es el mismo, puesto qmr Oslos, según noesl,a Isipotesis, consumen ‘/, dr so pruvecho del primer aso [544 millones de pesetasl). De manera que en tos capilalistas y trabajadores del primer grupo, la compra excederá á la venta en 172,2 millones (904,5—732,5 = 172,2). ¿Cómn ha de cubriese, paes, este dóticit? 
La dificultad es tan sólo aparente. El descenso de los salarios y el estacionamiento del consumo de tos capitalistas tienes coma eonseeueocia, que tus capitales invertidos en la prodacción de los dos úllimos grupos sufre una disminución que pasa al primer grupo, que aumenta considerablemente. Asi, en el segundn aso, el capital tito y de salarios del segunda grapo es 78,2 millones menor que en el primer uña, y el del tercer grapo, en el segundo año, menor en 30 millones; además los capitalistas del II y III grapo colorarán el provecho capitalizado del primer año, cuyo fmpnrte asciende en el segundo grupo á 34 millones y á 30 millones en el tercero, en el primer grapo de la producción social. La suma (78,2 + 30 + 34—1-30) da un total igual á 172,2, esta es, rl dófidl aparente del primer grupo queda cubierta cus los capitales que ingresas de tos otros dos. 
250 LL t.iAiiXl5OiO 
EL MARXISMO 251 
el precedente análisis, que es una quimera. La envoltura capitalista de la sociedad moderna no se descompone, ni en las condiciones actuales que lacen imposible todo liii racional de la misma. 
Para niostrar la total inconsistencia de la doctrin marxista lic analizado el caso qc Pece más tavor.itjl lira ella. Con esto no pretendo decir, naturalmente, qu la condición establecida por mt, el descenso de los sala ríos, corresponda á la realidad capitalista. Más bien soy de los que creen que la más reciente fase de la evolución capitalista está caracterizada por una subida considerable te los mismos. Pudiera, por lo dicho, pensarse que ini análisis ha refutado la teoría marxista, pero sin contribuir gran cosa á la comprensión de la realidad capitalista. 
Sin embargo, no es asi. La disminución relativa del co imsim no social, á pesar del as sien Lo absoluto de los so larios, constituye la ley fundamental de la evolución capitalista. 1-fasta aquí he prescindido del nioinenlo niás ini- portante de la acumulación capitalista, tal y como se efectLma en realidad; esto es, de la relativa sustitución de las fuerzas humanas por los medios de producción. El progreso técnico consiste, precisamente, en la entrada en la producción de herramientas muertas, niáquinas y otros medios de producción, en el lugar que ocupaba el trabajador. Cierto que crece el número absoluto de obreros, pero en mucho mayor grado aumenta la sunma y el valor de los medios de producción puestos en movimiento y elaborados por el trabajador. La composición del capital social — para hablar con la teriiuiiologta cte Marx—es cada vez más elevada. La consecuencia de ello es que cada vez corresponda al consumo social una cuota nienoi del producto. El producto que no se consume aocialmen te—hierro 
carbón, máquinas, etc.—, crece más rápidamente que los arttculos de consumo—alimentos, vestidos, etc—Tiene lugar, por consiguiente, una disminución relativa del consumo social; el valor de los medios de coimsuino disminuye en relación con los de producción (a umi creciendo a bsol utam ente). 
Tamimbién se manifiesta el progreso técnico de la econonmía armónica, en el relativo incremento de la importan- cia de los medios de producción en el proceso productivo. Pero la diferencia consiste en que en la econoinia armóinca los medios de producción no pueden concurrir nunca con el hombre; el consumo de hierro, carbón, etc., nunca 
puede tener lugar á costa de pan, carne, etc. 
En la econoinia capitalista maneja la clase capitalista, en medios de producción, una parte mucho más consideroble ile la que seria posible en la economía armónica. Es la economía socialista el consumo social tiene que ser el nimico fin posible de la producción, con lo que la expan. sión productiva á costa del consumo, es absolutamente irrealizable. Pero en la economía capitalista los progresos de la técnica de la producción tienen la tendencia de sus tiiuir, relativamente, el consumo humano por el consumo de medios productivos. 
¿No puede esto conducir á la formación de un producto sobrante que no pueda venderse? No creo que, después de todo lo dicho, pueda presentarse esta pregunta. Es evidente que ninguna dificultad ofrecerla construir un isuevo esquema, unido al anterior, para demostrar que la mn.íxiimia sustitución imaginable de obreros, por medios de p. uducciómm, rio es capaz de dejar sobrante, mmi una sola unidad de valor de los últimos. Si desapareciesen todos los obreros menos uno, éste solo pondría en movimiento la 
CL MA5X1SMO 
inmensa cantidad de máquinas y con su ayuda claboraria nuevas máquinas y artículos de consumo para los capitalistas. La desaparición de la clase obrera no perturbaría lo más mínimo, el proceso de valoración del capital. Los capitalistas no verian reducida la cantidad de sus arliculos de consumo, y el producto total obtenido en un año seria utilizado y consumido en el siguiente por la producción y consumo de los capitalistas mismos. Tampoco constituiría dificultad alguna que los capitalistas quisieran reducir su propio consumo; en este caso, la producción de sus medios de consumo se limitaría, obteniéndose en cambio una parte aún mayor de medios de produccion, que servirian para una extensión cada vez mayor de la nsiama. Así, por ejemplo, se producirla hierro y carbón que sirvirian para aumentar, más cada vez,laproducción de carbón y de hierro. La producción de este modo ampliada de carbóis y de hierro consumiría la suma creciente de productos obtenidos en el alto anterior, y así hasta el inlinito, es decir, hasta que se agotasen las existencias de los minerales He- cesa nos. 
Todo esto parece muy extrat5o y hasta se juzgará uit inmenso contrasentido. Tal vez; pero la verdad no es siempre fácil de comprender, sin que deje de ser verdad por eso. No designo como verdad, naturalmente, la hipótesis, arbitraria y completamente ajena á la realidad, de que la sustitución del trabajo manual por la maquinaria conduzca á una forzosa disminución absoluta del ncnnero de trabajadores (esta hipótesis sólo ¡ile ha servido para mostrar que, aun llevada hasta el absurdo, mi teoría no se alteraba), aíllo la afirmación de que en una distribución proporcional de la producción, ningán descenso dci consumo social es capaz de hacer que aparezca un sobrante 
El. MARXIsMO 253 
de productos (1). Llamo ley fundamental de la evolución capitalista á la disminución continua que experimenta, dentro d la producción social, la cuota del consumo, sin leser un limite determinado. El descenso relativo de la demanda de medios de consumo no perturba el proceso de s’aloración del capital, y en ningún caso puede deter. millar la descomposición del orden económico capitalista y su transformación en un mutado socialista. 
La teoría aqui desarrollada del proceso de valoración (tel capital coincide con los resultados de las investigaciones estadisticas de Werner Sombart, sobre la importancia del mercado interior para la industria capitalista. Es creencia firme, no tan sólo de los marxistas, sino de otros muchos economistas, que la industria capitalista necesita cada vez más del mercado exterior para la valoración de la suma siempre creciente de sua productos, porque el increado interior no es capaz de utilizarla. Sotnbart, ha demostrado brillantemente que en un país tan seltalada. neute capitalista como Alemania, es cierto, precisamente, lo contrario. Se exporta una cuota cada vez menor de productos de una industria, tan rápidamente expansiva, como la alemana, mientras que en el interior del país encuentra mercado provechoso una parte créciente de los mismos. Deade este punto de vista, ea muy instructivo observar que el proceso de desarrollo de las diferentes industrias en su adaptación al mercado interior es muy desigual. Así, la exportación de artículos de hierro en el periodo de 1880-1900, á pesar de la extraordinaria expansión de la industria alemana del hierro, ha descendido de 
(t) St se caustgue. yen qué nmedtda, la proporcianattdad de la proriacción sadat medtante et capltattsms, es Otro problema que he totenlaja resaber en mt ltbro sobre las crtsts. 
251 C( MAaXISIO 
LIII 29,3 ini 7,8 por 100, de la producción total respecti - va alemana; la Ile carbóll mineral, (le un II á un 7,3 por 100(1). Menos considerable es la disminucidn de la cuota (le exportación en la industria textil. Según esto, el increado interior alemán se exliende (025 rápidamente CII relación al tnerro y al carbón, que ((O en artículos de tejidos. ¿Por qué? Porque el desarrollo capitalista produce ((((a mayor demanda de medios de producción, pero no taIL considerable de medios de consumo. 
Por lo demás, es un hecho generalmente conocilto. que la evolución capitalista más reciente está caracteriza - da por (((15 exte IlsiÓn ni uy rápid a de aquellas ranas It’ la producción, como la industria del Inerro, de articulos quinilcos, niaqUillariaS, etc., cuyos l)rOduetos no se des — li((aI( al COI(5UfliO humano; mientras perinanece casi estacionadas la agricultura y la iudI(stria textil, que sirven, inmediatamente, pare el consumo del t(omhre. Si LIII día tsé la industria del algodón. hoy es la del hierro, la imperante en el inundo capitalista. 
lCantsky, entre otros, en su escrito contra Bernstcin, lo aduce también. Pero Kautsky no comprende a caesi de la enorme expansión de la industria del tuerro en mes 1ro tiempo, y exprea la creencia de que pronto esta iiiduslria ha de quedar en la situación actual de la industria textil, que no lleva á cabo casi ningún progreso y, entonces, vertamos acabar el capitalismo. Lo aqui expuesto prueba que ninguna superproducción amenaza á la industria del hierro, y que, en la fntiiraevolución delaeconomia capitalista, ha de corresponderla siempre la supremacia. 
Conrado Sctnnldt, distingue dos suertes de demanda: 
absoluta y relativa. La distinción es exacta, pero equivo - ca la spliceción que Schnridtliace de ella. Cierto que la demanda capitabsta de medios de consinno, para uso indivi dual, tiene otro carácter económico que la de carbón para las (náquilmas de vapor; la diferencia consiste en que el colmsumo improductivo cte los capitalistan es, sencillamente, una anulación de valores que constituye ej momento ternlillaiite de la realización del capital, mientras que el COlLoimillo productivo del carbón no destruye su valor, y forIllo LIII Inolnento intermedio de este proceso. De aqul 
luz odaImIos designar la primera demanda comno definitiva y absoluta, y la segullda como relativa, puesto que la primera representa el fin objetivo de aquella econoinia, mientras qI(e la segunda es, tan sólo, un medio para este fin. 
¿Dentro de cuál de ellas tenemos que contar la delnanda del asalariado de objetos para su consumo? Según Schmnidt, esta es una demanda absoluta; pero, es bien claro que, ni el consumo del trabajador, ni la combustión del carbón, en el horno de una máquina de vapor, en ningún caso llevan á cabo la realización del capital. Como el obrero su sustento, sai consume la máquina el carbóis Si designamos la demanda de carbón como relativa, ha de ocurrir lo mismo con la de alimentos por parte del obrero, ya que el consumo de éate es un medio para la realización del capital, pero no su fin objetivo. 
El aparente Carácter absoluto de la demanda del obrero de medios para su consumo, es debido á que éstos son comprados por el trabajador mismo, mientras que los medios de producción los compra el capitalista. Desde zI pillito de vista de la realización del capital, resulta indifrente conocer quién—si el obrero ó el capitalista —apare. 
Fi MARXISMO 255 
(1) SOI,Ib,,rL, ¿CI C’eO,Ie,,(h, ,ICLCiOthIt rIlC,tIa,Ia en e/siglo XI.5, 1503, 
ptgtnas 13s y 31. Hay (no nueva edición de es/e libri del aso mese. 
255 EL MARXISMO 
EL MARXISMO 257 
cc corno comprador cii ci mercado. El dinero gastaio por el obrero lo recibe éste de los capitalistas. Dentro del salariado natural o en especie, desaparece también aquella analogia, pues el trabajador, como el ganado, es sustentado á costa del e ipitalista. No es comprensible, pore ue liemos de considerar ci centello que el agricultor ca— pilalista da á sus obreros como tui objeto de demanda sibsoluta, y la cebada que pone á sus caballos corno oir objeto de demanda relativa. 
Kautsky nos asegura, que “producir es obtener artículos de comisuino para uso del hombre,,. En cierto sentido esto es exacto. La cuestión est.k sólo en saber si cada hombre, en todo sistema ecourónuico, consunie como tal, es decir, como lin de la cconoiiit.u. Va lic indicado ante riormente que esto tan sólo acontece en los sistemas eco nómicos que lic llamado armnónicos, pero no en los inarmónicos. En una economía socialista es imposible que la economía social vaya dirigida hacia la disminución, y mio al aumento de la masa de objetos del consumo humano. Ello es por el contrario posible, y, bajo ciertas condicio¡u s, necesario, dentro de la economía capitalista, pues en ella el sujeto del sistema es el propietario del capital, no siendo el trabajador, hombre desposeido, más que un simple medio de esta economía, una forma del capital social; capital variable, según la terminologia marxista. 
Marx, censuró siempre á los economistas burgueses que considerasen á la economia capitalista una economía absoluta. Él ha caldo, preciaamente, en la misma falta. La economia absoluta no puede peraeguir ningún otro liii que la satisfacción de las necesidades humanas. La economía capitalista es incompatible, hasta un cierto grado, con este fin. Marx lo comprendió sai y de ello de- 
dujo la consecuencia, que la economía capitalista oculta nil contrasentido ecormónmico irremediable, incompatible con las nmlsmas leyes de rcalizactón del capital, lo que imposibilita su existencia, como sistema económico histórico, después de un cierto período. Ahora bien, este coritrasentido económico del Capitalismo lo encontró Marx, por haber atribuido al sistema económico capitalista—que pertenece al grupo de loe antagónicos—... los fines de la ccomuombr armónica, que es la considerada como economía, en absoluto. Una vez conocido el carácter aulagói lieo de la ccouomnia capitalista en todas sus manifestaciones, desaparece este contrasentido descubierto por Marx, pues mmo dirigiéndose la producción capitalista al aumento del consumo humano, sino al de capital (lo que corresponde con una disminución relativa del consumo humano), 110 puede encontrarse en contradicción alguna con sus principios, ni con dificultades para la realización de sus productos. 
II 
La tendencia decreciente de la cuota del provecho constituye, según Marx, otro limite de la producción capitalista. Sobre su baae acontecen trastornos numerosos de la economia capitalista. Si no rumenta el número de los trabajadores ocupados en las empreaas capitalistas, ó 110 son capaces los capitalistas mismoa de elevar el grado de la explotación, el aumento del capital no puede ir aconipaSado del de la masa del provecho. En estas condiciolles mio queda hueco alguno en la producción para nuevos capitales. Pero comola acumulación capitalista no puede 
ir 
258 EL MARXISMO 
terminar, la existencia de nuevos capitales conduce, ante la imposibilidad de elevar la masa dci provecho social, á la paralización de los capitales colocados ya en la pro— ducción y á la supcrproducción absoluta del capital. 
La cuota decreciente del provecho pone, por lo tanto, un límite si la producción capitalista; ‘esta particular lindera atestigua la limitación y el carácter histórico y pasajero de la producción capitalista; atestigua que no es uisa forma absoluta de producción de riqueza, sino que más bien está en conflicto con toda ulterior duración, en cierto momento de su desarrollo. (1). 
En la primera variante de la teoría de la necesaria descomposición del orden económico capitalista, se pone toda la fuerza en el antagonismo existente, entre la producción capitalista y el consumo social; pero aqui se acentúa la falta de relación entre la producción capitalista y la formación del provecho. Ya sabemos hasta qué punto es equivocada la primera explicación; otro tanto puede decirse, como ya se ha probado antes (cap. VII), de la segunda. 
La teoría de la descomposición capitalista tiene que ser completamente abandonada. La economía capitalista no lleva consigo elemento alguno que en un momento dado haga su vida imposible. Engels pensaba,hacia el aso 40 del siglo pasado, que la evolución capitalista había casi llegado á su limite, debido á la carencia de nuevos mercados, y que la producción capitalista, en lo futuro, tendría que aninorar su marcha. Evidentemente fué esta profecía muy desafortunada. La producción capitalista ha conseguido desde entonces una extraordinaria expansión 
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y no ha encontrado, por esto, ninguna nueva dificultad en la realización del capital. La misma industria capitalista se ha cresdo mercado para la masa cada día más enorme de sus productos. 
Sin embargo, nuevamente vuelve á asegurarnos, el teórico hoy más conocido de la escuela marxista, que nos encontramos cerca del último límite de expansión de la producción capitalista y que pronto ha de seria imposible valorar su capital. ¿Puede ofrecer la menor duda, que la profecía de Kauiaky no disfrutará de mayor fortuna que la de Engels? Una teoría económica cierta, sólo puede presagiar, y con absoluta seguridad: que el capitalismo no llegará á su ruina por carencia de mercados. 
Esto, en ningún caso quiere decir que haya de tener el capitalismo una vida ilimitada. El orden económico socialista oms parece que ha de ser el legítimo heredero del capitalista. Considero, sin embargo, irrealizable la hipótesis de una situación de violencia en la economia que haga saltar al cspitalismo, para hacer hueco á un nuevo sistema económico; aunque reconozco la preexistencia en el sistema económico capitalista, de un antagonismo interno, insoluble, que le hace llevar aparejado, con necesidad fatal (aunque no económica), su propia ruina. Este antagonismo radica en que la economia capitalista hace del hombre-trabajador un simple medio económico, y conduce, a1 mismo tiempo, á la difusión de la concepción juridica que ve en toda persona humana el fin supremo en si. Esto es, pues, la contradicción del principio fundamental económico, con la norma ética fundamental, la cual dice: ‘El hombre, y, en general, todo sér racional existe como fin en sí mismo, no meramente como medio al servicio de esta ó aquella voluntad, sino que debe ser 
(1) Marx, El Capital, 10:501V, p2g. 223. 
21(1 Xl MARXISMO 
El. MARXISMO 261 - 
considerado en todas sus acciones, dirigidas tanto it si mismo, comO it otros seres racionales, siempre corno liii (1),,. 
Lo anteriormente expuesto ha mostrado que el capitalismo, segúII su verdadera naturaleza, está en conflicto con esta suprema norma étlca. La escuela narxisla juzgó al capitalismo demasiado favorablemente; ereia qmle 1am- bién la economía capitalista se vería obligada á considerar al hombre trabajador y su consumo, corno jImIO de sus bies; ile no hacerlo se descompondría á causa de la inmposibllidad de valorar el capital. Esta concepción descansa CII un completo desconocimiento de las verdaderas leyes de la realización del capital. El descenso del consumo social, ,icoinpaúado de un simultáneo aumento de la prolucción capitalisla, desde el punto de vista capitalisia no es 11111— gé II contrasentido económ co, Ya q iic la eco mommj a ca pi talisla no aspira á cubrir illnlediatalimelmte la necesidad social, sino á valorar el capital, para lo cual 110 necesita del consunlo liumamio. El capital no ve en el hombre el único lbs racional de la economia, sino el medio económico más importante. La más poderosa de las armas ecomiómicas empleadas por el hombre en su lucha con la naturaleza-— el capital—, se vuelve ast contra el hombre mismo. 
La evolución económica dilunde, entre las más extensas capas sociales, la conciencia de esta situación, y crea mnedios para su eleminación. El nuevo ideal social deviene Ulla fuerza social cada día más considerable. “La Idea se desacredita, siempre que se la diferencia del interés—ha dicho una vez Marx—. Ello es cierto; pero 
también lo ha expreaado de otro modo: “Sólo en nombre del derecho general de la sociedad puede atribuirse una clase la soberanía sobre todas las otras se refería con ello al papel emancipador del proletariado, en la futura transformación social. Tan exacto es lo segundo como lo prinmero. VII ideal social puede vencer únicamente cuando corresponda, al mismo tiempo, it los immtereses de los gruPOS sociales más poderosos y it la concepción ética de la generalidad. En este caso tiene que vencer. El ideal socialista posee ambas cualidades: corresponde it los intereses de las clases obreras—la inmensa mayoría de la población—, y constituye también la exigenci-1 fundamental del derecho natural. “El derecho innato es uno sólo—ha di- elio el pensador más grande de la época moderna—y ‘la libertad (independencia de otro poder compelente), en tanto que se armmmomliza con la libertad de todos, según una ley general, es este único, originario, derecho que corresponde it todo hombre, debido it su personalidad lsumamis,, (1). El capitalismo es incompatible con este derecho originario de los hombres, de aquí que tenga que dejar su puesto it un orden social mejor y más justo. Pero la Humanidad nunca recibirá el socialismo corno un regalo de las fuerzas económicas, ciegas y elementales, sino que tiene que conquistar con su trabajo el msuevo orden social. 
(II Kant, Metafisica de las costumbres. lid. Kirclmmann, 1870, pág. lO. 
(1) Kant, Fundamesto de la metal Isica de (as cosia,sbres. Ed. 
Kirclmmann, 1897, pág. 52. 
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ji) Hubfoodn dado en el texto todoslos titulas en español, reproduzco O tontinas. 
clOn los mismo, roel idioma en qae están citado, por T..B. 
INDICE DE OBOAS Y AUTOOES CITADOS 
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Wandt: Logik, 1895; Ethile, 1903. 
—42, 46, 67, 76, 77, 81, 83, 101, 102 y 168. 
Zuckerlandt,—175. 
ÍNDICE 
Paginas. 
Prólogo del traductor • 
Prólogo 
SECCIÓN PRIMERA 
CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA 
Cap ¡hato primero—Las ideas fundamentales de la concepción 
materialista de la historia 5 
1.—Concepto de la fuerza producliva 6 
11.—Factores reales de la eeonamla 12 
111,—La doctrina de la lucha de clases 24 
Cap. 11.—El punto de partida psicológico de Ja concepión ma terialist de la historia 3? 
Cap. 111.—Las necesidades coma fuerzas conductoras de la 
evolución social 47 
1.—Necesidades psicológicas de propia conservación y 
goces sensibles 48 
11.—El Instinto sexraal 55 
lll.—lustinlos desinipatia 
1V—Instintos ego-aliruistas - 66 
V.—lostintoo desinteresados 71 Cap. IV.—Economfa y vida docial 85 
1.—Concepto de la economia - 87 
11.—La economia como fundamento de ludas las demás 
aclividades 92 
111.—La econonsta como ocupación principal de la mayada de la población 
IV.—El momento real de la ecanoniia 104 
V.— Conciencia y sór social 112 
Paginas. 
Cap. V.—Las clases sociales y la lucha de clases. 117 
1.—Los motivos de la lucha social 118 
11.—El punta de vista de clase en los diferentes dominios 
de la actividad espiritual 127 
Itt-—La lucha de clases y los movimientos sociales de 
nuestro tiempo 133 
SECCIÓN SEGUNDA 
VALOn Y PLUS-VAI.lA 
CSnp. Vi—Valor y coslos 115 
1.—La doctrina marxista del valor 118 
11.—La doctrina de los costos absolutas y relativos 155 
111.—La doclrina del valor 167 
Cap. VII—Plus-valía 181 
1.—La teoría marxista del provecho 182 
11.—La cuota general del provectso y la composición del - capital social en los distintos ramos de la produc ció 185 
111.—Las oscilaciones de la cuota general del provecho 188 
IV.—Ptos-vatia y provecho 204 
Cap. Viii—El plus-trabajo y el beneficio del capitalista 207 
1.—El plus-trabajo 207 
11.—Fundamento social del beneficio del capitalista 210 
III.—Caasas determinantes de la elevación del beneficio del 
capitalisla 216 
SECCIÓN TERCERA 
tPs flISSCO5IPO5SCtóN DEI. OOptSN EcoNóMIco CAPITALISTA 
Cap. IX.—La descomposición del orden económica capitalista. 228 1.—Teorla de la falta de mercado para la indaslrla capi talist 230 
Il.—Cnnclasinnen 237 
Lndlce de obras y autores 263